martes, 4 de agosto de 2020

SUPE QUE LO SENCILLO NO ES LO NECIO.

Las imágenes originales del libro son de José Luis Fariñas; pero en esta ocasión, hemos utilizado un dibujo realizado por Gustavo de la Torre Morales

Reproduzco aquí gran parte de uno de los capítulos del libro "El Diablo Ilustrado", y como mismo dice el libro, "promueve los valores humanos, en sus páginas encontrarás diferentes capítulos que nos ayudan a meditar en cada momento de nuestras vidas en el amor a la familia, el hogar, la amistad, los hijos, etc. Los textos que conforman este libro vieron la luz en abril de 1998 en la “Revista Somos Jóvenes”, de la Casa Editora Abril. El autor quería permanecer anónimo y firmó la sección como «El Diablo Ilustrado», en honor al joven José Julián Martí Pérez, quien escribió a los 15 años un texto vigoroso, lleno de humor, contra el gobierno colonialista."
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Te siento aquí, creándole la voz a estas líneas que hago. Te sueño tan cerca: en cada palabra, tengo la sensación de estar a punto de percibir su aliento. Reacciono luego ante el imposible; se trata solo de un exceso de concentración, o de querer imaginarme en el instante futuro (a mi escritura) en que estarás (estás) leyendo. Quizás sea un simple juego antisoledad o una especie de fe en la magia literaria; o acaso la sospecha de tu arribo a esta página, por una honda conexión conmigo. ¿Conmigo? ¿Este sujeto recreado por tu mente es el mismo que sale a la calle y vive en la cotidianidad, con sus defectos y virtudes? No. Sólo la parte de mí plasmada en los textos (por suerte la mejor), puede servirte de materia primaria para elaborarme; pero el ser que tú me adjudicas rebasa a este torpe escritor: soy (es) el personaje creado por tu manera de seguir el hilo de estos artículos. A estas alturas, quizás tenga más de lo dictado por tus sueños que de lo que haya intentado ser yo para serte. Así te pertenezco, te pertenece, o nos pertenece a ambos, ese ser que nos interrelaciona (y seguiré asumiendo por un rato más)…

El Diablo Ilustrado

Poderoso caballero es Don Dinero.

Reza una obra poética de Quevedo(1) que ha llegado a nuestros días, con arcaica fuerza, por cierto. Vivimos tiempos en que esos papelitos, de especial impresión, son dueños de mucha gente. Ya la humanidad debiera haber rebasado la era del dinero pero para eso tendría que haber dejado atrás primero lo mal repartido que siempre ha estado; las abismales diferencias económicas entre zonas geográficas, países, capas sociales e individuos, en lugar de atenuarse, se subrayan. La corrupción se ha hecho tan escandalosa y cotidiana que ya ni llama la atención en países donde las cúpulas gobernativas se echan en los bolsillos el dinero de la nación como si fuese un derecho. Carlos Dossi(2), escritor italiano, dice que “a muchos, solamente les hace falta el dinero, para ser honestos”. Realmente, en buena parte del mundo, ser honrado es poco menos que un delito. Claro que tú y yo somos en esto buenos delincuentes, porque no creemos en la riqueza mal habida_ ni en la bien habida (aceptando que pueda existir un millonario sobre el que no graviten siquiera millones  de seres en la miseria que sobrehabitan el planeta).

Decía Confucio(3): “algún dinero evita preocupaciones; mucho, las atrae”. No podemos, ciertamente, abstraernos de la necesidad monetaria, por un problema de elemental subsistencia, pero si bien vale tener lo necesario (privilegio en estos días de economías infladas_ y desinfladas), no debemos envidiar al que tenga mucho; ese vive rodeado de murallas para proteger su obsesionante temor de perder lo que posee.

“Mientras más logra el hombre más parco se hace en dones:

Nunca más rico se es que pobre en riquezas…”

Regino Pedroso(4), desde estos versos, llegar a la riqueza como una limitante. Sin que esto quisiera decir  que la pobreza tenga gracia alguna, pero piensa en lo fatua que regularmente es la vida de los grandes señorones(as) de cualquier época. Tan penoso como tener que luchar a brazo partido por la subsistencia es no tener nada por qué luchar, que todo te caiga del cielo, existiendo únicamente para la apariencia, en medio de una ausencia de sueños que sólo escapa del vacío con gustos exóticos (y ridículos), rodeado de seres que se te acercan por interés, por poder; la falsedad y la falta de incentivo para la creatividad, son asfixiantes. Esa vida es como estar condenado a cadena perpetua en un parque de diversiones.

Dice Ezra Pound(5) en un poema:

“Ven, apiadémonos de los que tienen

más fortuna que nosotros.

Ven, amiga, y recuerda

que los ricos tienen mayordomos en vez de amigos,

Y nosotros tenemos amigos en vez de mayordomos.”

Esta lástima por los ricos no implica renunciar a cambiar el mundo; creo que es una razón más: no solo debemos salvar de la miseria a las mayorías sino también de la inútil riqueza a las minorías.

“La miseria no es una desgracia personal: es un delito público”, escribió José Martí(6) y cada uno de nosotros debe hacer lo posible por crear ese espacio equitativo para todos, al que podamos llamar nuestro tiempo. Lamentablemente, el que habitamos, es un rosario de males con el mismo origen: muchos que no tienen nada y unos pocos que tienen con exceso tal que necesitarían milenios derrochando (más de lo que suelen derrochar) para gastarlo. Si a esto le sumamos la feria de ilusiones que siembra en los desposeídos la maquinaria propagandística de los mercaderes, encontraremos la lógica a todo lo ilógico que nos circunda: violencia, droga, guerras, fanatismos, etc.

“Yo no sé por qué fuerza de mi espíritu me alejo con una invencible repugnancia de las cosas doradas: _ viene siempre con ellas a mi memoria la idea de falsedad y de miseria ajenas”, escribió José Martí observando cómo se expandía un sistema donde se convierte al ser humano en esclavo de los objetos. Con pavor describió cómo en los Estados Unidos se fundaba un imperio sobre las ambiciones:

“Aquí da miedo ver cómo se disgrega el espíritu público. La brega es muy grande por el pan de cada día. Es enorme el trabajo de abrirse paso por entre esta masa arrebatada, desbordante, ciega, que sólo en sí se ocupa, y en quitar su puesto al de adelante, y cerrar el camino al que llega.”

Era el germen de la sociedad de consumo que se globaliza hoy alejando al ser humano de su esencia, de la poética que está los misterios de la naturaleza, de la vida misma, de su historia y su destino. Habitamos una época donde el dinero es dicha y angustia: ganarlo, perderlo o no tenerlo, es la obsesión fundamental. Pero no me refiero a “época” en el sentido de estos años, ni siquiera los últimos siglos, ya Leonardo Da Vinci(7), en el renacimiento, expresó: “¡Oh miseria humana! De cuántas cosas te haces esclava por dinero”. Como ves, habitamos un pasado, casi remoto, del que sólo podemos liberarnos con el espíritu y la lucha común por una sociedad donde los objetos no sean más importantes que los humanos.

“Tener o no tener” no puede ser la disyuntiva existencial, se me antoja que Shakespeare(8) está en el futuro desde el dilema de Hamlet: “ser o no ser”. Para rebasar esa prehistoria mercantil, es necesario salir de la trampa de su objetivo vital; mientras seamos esclavos de las cosas y no estén ellas en función de nosotros, de nuestro crecimiento, habría que decir como Silvio Rodríguez:

“somos el pasado remoto del hombre,

estos años son el pasado del cielo.”

Abel Prieto(9) nos adentra en un juego clasificatorio de ambiciones, muy a lo cubano:

“Es probable que en él se confundiera el Adelanto étnico impulsado por el Charo, el Adelanto como «progreso material», falsamente civilizatorio, y el Adelanto no sólo «hacia delante» sino «hacia arriba», es decir, el Adelanto en términos clasistas, como Ascensión en la escala social y como acumulación de Cosas.”

Aquí están presentes diversas ambiciones, como la racista, que ve en la blancura de la piel un avance, la de escalar en la sociedad, y relacionada con el estatus material.

Hagamos una salvedad: “todas las ambiciones son detestables; excepto las que ennoblecen al hombre (y la mujer) y desestimulan a la humanidad.” Hay quienes se dedican por entero al estudio, a dominar un oficio, a ser útiles. Estas buenas ambiciones ennoblecen y fortalecen el espíritu en tanto conducen a la felicidad de acostarse con la consciencia tranquila y levantarse cada día mejor. Es muy válida_ por ejemplo_ la ambición que pueda tener un pelotero*1 de integrar el equipo Cuba, un machetero*2 de ser multimillonario (claro, con la mocha en la mano), un ingeniero  de ser una eminencia en su especialidad, o de un estudiante de ser el primer expediente; pero esa dedicación es buena, no sólo porque te prestigia ante los demás, sino_ sobre todo_ porque resulta un reto en la vida, una necesidad de crecimiento que incentiva la existencia. Dice Joan Manuel Serrat(10) en una canción:

“Supe que lo sencillo no es necio

que no hay que confundir valor y precio,

y un manjar puede ser cualquier bocado

si el horizonte es luz y el rumbo un beso.”

Hay hermosas ambiciones, las que tejen sueños, como las hay también oscuras y venenosas; esas de quienes se esmeran, pero en el mal.

Están los que podemos llamar “alpinistas”, que les gusta subir por subir, por estar arriba (no estoy aludiendo a los que escalan montañas, con esfuerzo, o incluso corriendo riesgos, por el placer de dialogar con la naturaleza_ nada más saludable, humano y hermanador que practicar real alpinismo). Me refiero a los que les gusta subir por sobre las espaldas de los demás, los que quieren ascender en la vida, no por sus méritos sino rastreando e inventando deméritos a quienes lo rodean. Esos acaban en un abrupto desmoronamiento, ya que “quien sube al lugar que no le toca, termina cayendo por su propio peso”. Nunca pretendas saltar escaños arrastrado por la ambición: llegar despacio, pero firmemente, te asegura ser tú quien llega y no la imagen falsa que te has creado por vías turbias. “Si quieres alcanzar lo más alto, empieza por lo más bajo”. Quien conoce sus fuerzas, y sus esfuerzos, encuentra el sendero de llegar más lejos, quien no, saca las garras_ sutiles o grotescas_ y puede ganar distancias vertiginosas por un tiempo, pero a la larga queda tendido, desplazado y olvidado.

Un ejemplo sencillo: un estudiante que, en lugar de “quemarse las pestañas”*3, se despreocupa de  estudiar y a la hora de los exámenes acude a los “chivos”*4 o al que sople las respuestas. Puede que saque buenas notas, y hasta que llegue a la universidad a base de fraude. Cuando comienza la carrera: el desastre; o supongamos_ algo muy difícil_ que sea tan hábil en fijarse*5 que logre incluso graduarse, será entonces un fracasado en su especialidad y la vida le pasará la cuenta.

Nunca pretendas avanzar sobre virtudes ajenas, “lo importante no es llegar más lejos sino lo que se crece en avanzar, la ganancia es uno no la distancia”.

Filosofando un poco, “el bien es la medida de todas las cosas”. Mientras las razones sean puras y la vía el esfuerzo, el camino será el cierto_ no te digo que el menos espinoso, por lo regular los sueños cuestan.

Reza el epitafio en la bóveda de Alejandro Magno(11): “Una tumba es ahora suficiente para aquel que el mundo entero no era suficiente”. El tiempo perdido en acaparar objetos, y las mezquindades empleadas en ello, son como úlceras que van saliendo en la vida y te aniquilan cuando menos lo esperas.

Siguiendo con los grandes personajes de la antigüedad, decía Julio César(12)“prefiero ser el primer hombre aquí que el segundo en Roma”, lo que en la actualidad viene siendo: “es mejor ser cabeza de ratón que cola de león”. Esta manera de pensar me resulta algo limitada_ con perdón de César_ porque implica quedar encerrado en un determinado ámbito con tal de no abandonar equis jerarquía. Es la mentalidad de no abandonar una posición porque se ha llegado a un reconocimiento, a un estatus, en el que se está cómodo y, por tanto, ¿para qué emprender nuevos proyectos que pudieran implicar inseguridad o posibilidades de fracasos? En este caso sería bueno un poquito de ambición para proponerse metas más altas, correr riesgos por nobles objetivos, aunque impliquen menos comodidades; esto debe ser una constante en la vida. Dice una canción de Silvio Rodríguez:

“El que tenga una canción tendrá tormenta,

el que tenga compañía, soledad.

El que siga buen camino tendrá sillas

peligrosas que lo inviten a parar.

Pero vale la canción buena tormenta

y la compañía vale soledad.

Siempre vale la agonía de la prisa

aunque se llene de sillas la verdad.”

Quien renuncia a emprender nuevos proyectos y se sienta, queda fosilizado en la vida. Es importante saber distinguir las ambiciones: las hay tontas y dañinas, las hay sanas y nobles. Unas conducen al placer epidérmico y efímero, o al abismo del alma, las otras te llevan_ a veces por senderos escabrosos_ hacia la plenitud, la fortaleza espiritual, la satisfacción que nadie te puede robar porque las has forjado mejorándote y mejorando. “Unce tu carro a las estrellas”, dijo Emerson(13), busca la luz y no temas querer alcanzarla, pero búscala honestamente, para que sea por siempre_ y realmente_ tuya.

Escribió José Martí: “¡Sólo perdura y es para bien, la riqueza que se crea, y la libertad que se conquista, con las propias manos!”. Crear limpiamente tu mundo espiritual y material, es la única forma de labrarse una existencia lúcida, tranquila, que crezca con los años.

Alguien dejó escrito que la “ambición destruye al poseedor”. Coincido en que los avariciosos terminan siendo presa de su propia inconformidad y esto siempre me remite al cuento “El camarón encantado” del escritor francés Laboulaye(14) que José Martí recrea en la “Edad de Oro”. Es la historia de un humilde leñador (Loppi), que cierto día de pesca al camarón encantado (una especie de maga) que lo complace en sus deseos. Él no tenía ambiciones, pero su mujer no se conformaba con nada, así cada día el pobre Loppi pedía más en nombre de Masicas.

(...)

En tiempos difíciles no escasean los que centran su vida en la avidez de dinero y cosas materiales y esto los hacen esclavos de los objetos. Mientras más tienen, más quieren tener, y así consumen su existencia en turbias gestiones para satisfacer esa sed insaciable. Cuando vienen a darse cuenta_ si llegan a darse cuenta_ se han olvidado de sentir y amar, es decir, se han olvidado de vivir, concentrados en sacar cuentas.

Ya lo dice el refrán: “la avaricia rompe el saco”. De ahí que debamos mirarnos por dentro y ver hacia dónde se dirigen nuestras ambiciones; tener no es malo, lo ideal es contar económicamente con o indispensable como para dedicar nuestro tiempo a ser. Pero existen muchos que llevan el símbolo de dólar en la frente y se desbocan hacia la primera superchería que venden como maravilla los mercaderes universales, dejando en pos de ese objeto hasta el alma. Por eso debes cuidar tus nobles ambiciones y hacer el señalamiento oportuno al amigo(a), familiar o pareja, que pretenda arrastrarte como Masicas a Loppi. La honradez_ casi subversiva en nuestros días_ , es la única vía para poder transitar por la vida con la frente en alto, la mirada limpia y los labios dispuestos siempre a decir lo que piensas: ¿Quieres mayor libertad?

Al parecer, a Joan Manuel Serrat, una amante intentó exigirle algunas grises ambiciones; su respuesta fue una exquisita canción:

Y no es prudente ir camuflado

eternamente por ahí,

ni por estar junto a ti

ni para ir a ningún lado.

No me pidas que no piense

en voz alta por mi bien,

ni que me suba a un taburete,

si quieres probaré a crecer.

Es inútil ver que lloras

Y yo no tengo nada más que hacer.

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Apuntes:

(1)     Quevedo, Francisco de (1580-1645). Escritor español, cultivador de varios géneros literarios, representó el conceptismo y combatió el culteranismo.

(2)      Dossi, Carlos (1849-1910). Nacido en Zenevredo, Italia. Escritor y periodista. Autor de la novela Educazione pretina. Utilizaba un modo expresivo original, basado en un lenguaje extremadamente heterogéneo que lograba una reinvocación del pasado, forma literaria de elementos dialécticos y naturales.

(3)      Confucio (551-479 a.n.e.). Filósofo y político chino fundador de un elevado sistema de moral que glorifica la fidelidad a la tradición familiar y nacional. Creador del Confucianismo y una de las figuras más influyentes de la Historia de China

(4)      Pedroso, Regino (1896-1963). Poeta cubano, iniciador de la tendencia proletaria dentro de la poesía social cubana. En su obra se reúnen las diferentes etnias conformadoras de la nacionalidad cubana, enfatizada en textos llenos de reflexión.

(5)      Pound, Ezra (1885-1972). Poeta nacido en Idaho, EUA. Vivió mucho tiempo en Europa, donde promovió dos grandes movimientos de vanguardia: el imaginismo y el vorticismo.

(6)   Martí, José Julián (1853-1895) héroe nacional de Cuba y unas de las figuras cimeras de la literatura hispanoamericana. Poeta, ensayista, narrador, crítico, periodista, orador. Dejó un vastísimo ideario socio-político y revolucionario en el orden estético.

(7)          Da Vinci, Leonardo (1452-1519) artista florentino y uno de los grandes maestros de renacimiento, famoso como pintor, escultor, arquitecto, ingeniero y científico. Sus investigaciones científicas_ sobre todo en las áreas de la anatomía, óptica e hidráulica_ anticiparon muchos de los avances de la ciencia moderna.

(8)         Shakespeare, William (1564-1616). Poeta y dramaturgo inglés, considerado figura cimera de la literatura de todos los tiempos. Compuso obras de disímiles temas y profundo carácter filosófico y humanista para el teatro.

(9)      Prieto Jiménez, Abel Enrique (1950). Escritor cubano que fue Ministro de Cultura durante dos períodos. Fue asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Es además diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y reelegido en la IX Legislatura por el municipio Pinar del Río, provincia Pinar del Río. Actual presidente de la Casa de las Américas.

(10)    Manuel Serrat, Joan (1943). Nacido en Barcelona, Cataluña, es uno de los más importantes creadores de la generación de cantautores que irrumpió en los 60-70 del pasado siglo con una mirada aguda a la problemática de su tiempo.

(11)       Magno, Alejandro III (356-323 a.n.e.). Rey de Macedonia, alumno de Aristóteles. Sometió a Grecia, venció a los persas, conquistó Egipto, fundo Alejandría y dominó Arbelas. Se apoderó de Babilonia, de Susa, quemó Persépolis y llegó hasta el Indo. Su obra se ha estimado civilizadora por propagar la cultura helénica a Asia y África.

(12)       César, Cayo Julio (101-44 a.n.e.). General, historiador y dictador romano, fundador de la dinastía de los césares. Destacada figura de la historia que constituyó el Imperio Romano, modernizó el Estado y todos sus sistemas (jurídico, ejecutivo y administrativo), tomó parte en la conquista de las Galias, derrotó a Pompeyo, venció a Farnaces y se proclamó dictador con poderes soberanos.

(13)    Emerson, Ralph Waldo (1803-1882). Ensayista y poeta estadounidense. Sus discursos, sobre temas como filosofía de la historia, cultura humana, vida humana y época actual, estaban basados en material de sus Diarios (publicados póstumamente).

(14)       Laboulave, Édouard René Lefebvre de (1811-1883). Fue un escritor, poeta, activista antiesclavismo, abogado y político francés. Diputado y posteriormente senador permanente de la Tercera República Francesa. Se le recuerda como el creador intelectual de la Estatua de la Libertad (en Nueva York), y los menos conocidos Jardines de Luxemburgo, en la ciudad de París (Francia). Fue además el autor del libro Cuentos azules (1884) del que el patriota cubano José Martí tradujo al español el cuento «Le crevette enchantée» con el nombre de «El camarón encantado».

Cosas del idioma:

·        Pelotero*1: jugador de béisbol.

·    Machetero*2: cortador de caña de azúcar. Cuando un machetero corta millones de arrobas de caña, se le denomina “millonario”.

·        “Quemarse las pestañas”*3: Estudiar mucho.

·        “Chivos”*4: Chuletas.

Fijarse*5: Hacer fraude mirando “chivos” (chuletas). 

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