jueves, 21 de marzo de 2019

Guerra de símbolos en Cuba: notas para un debate necesario

Lo primero que deben aprender todos los pueblos nuestros, es que nosotros tenemos
que defender muestra identidad. Foto: Internet
Tomado de La Jiribilla. Revista de Cultura Cubana.
Por Yusuam Palacios Ortega.

Vivimos una guerra simbólica, como parte de una mayor, que es cultural. Una guerra desatada por el imperialismo y los centros de poder que operan a escala global y que es, sobre todo, contra la juventud. Es como una empresa invisible, glamorosa, embaucadora; que trata de impedir la construcción del pensamiento propio en respuesta al pensamiento único globalizado, que busca homogeneizar las conciencias y someterlas a la pérdida de las identidades, tanto individuales como colectivas, al consumismo, a la falta de libertad, a un programa ideológico que se basa en la dominación y no en la liberación de individuos y pueblos.

Resultan muy esclarecedoras las declaraciones del presidente de los Consejos de Estado y de Ministros Miguel Díaz-Canel Bermúdez el 24 de febrero, al ejercer su derecho al voto en el referendo constitucional:
Hay toda una intención por imponer una plataforma de restauración capitalista y neoliberal en América Latina, y se está acudiendo a las más perversas prácticas, a las cosas más groseras. Se trata de una agresión orientada fundamentalmente a los pueblos de América Latina, está orientada hacia la Revolución Bolivariana, hacia la Revolución Sandinista, hacia la Revolución Cubana, pero también hacia América Latina y el Caribe.
…Lo primero que deben aprender todos los pueblos nuestros, es que nosotros tenemos que defender muestra identidad, y esta guerra que se hace, que es económica, que es mediática, que es ideológica, es también cultural. El imperialismo lo que intenta es fracturar nuestras identidades; está buscando que los pueblos nieguen su esencia, porque con esas fracturas de identidades y esa estandarización de la cultura norteamericana, entonces es muy fácil dominar el mundo…
El imperialismo lo que intenta es fracturar nuestras identidades, entonces es muy fácil dominar
el mundo. Ilustración tomada de Cubadebate
Estamos ante una ofensiva capitalista inusual e impúdica, que se pone de manifiesto en la aplicación de métodos no convencionales para despojar a los pueblos de una capacidad creadora y crítica que les permita mantener a salvo el tronco y las raíces de sus culturas. Para asegurar estos fines, es preciso reproducir los valores del capitalismo, ante lo cual nos dice Enrique Ubieta:
…Las páginas sociales o del corazón de la prensa plana y televisiva, por ejemplo, cumplen una función ideológica: situar como héroes sociales a los millonarios (empresarios, príncipes, artistas ricos, etc.). Ese imaginario se renueva una y otra vez. Estamos hablando de una construcción de imágenes que se difumina por todas partes, que llega a muchos lugares; que ejerce una gran influencia en la gente. Esto es lo que llamo reproducción de valores del capitalismo, del imaginario capitalista: Hollywood, premios Grammy, Grandes Ligas, NBA: todo ese andamiaje reproduce el criterio de la cultura del tener, a través de su sistema de estrellas, de las que se destaca sobre todo el dinero que devengan y no sus cualidades esenciales. Es un sistema que se supedita al mercado y a través de él, hace ideología. Todo eso llega a Cuba, está en la Televisión cubana, en los paquetes que se distribuyen, está en Internet, pero no se hace solo para Cuba, sino más bien para que no existan otras Cuba.[1]
La guerra cultural vulnera los símbolos de nuestros pueblos; de ahí que
…el asedio de la hegemonía neoliberal, las campañas para desvalorizar la memoria de los pueblos, desacreditar la historia, desmontar los símbolos y simplificar o satanizar las culturas autóctonas, forma parte de las tácticas imperialistas para imponer su hegemonía a nivel mundial. La cultura chatarra que preconiza el consumismo, el individualismo, la violencia, el sexo, la prepotencia y el patrioterismo imperial, entre otros temas, son lujuriosas y tratan de imponer contagiosos modelos de hábitos y conductas ajenos a los valores originales de los pueblos.
Esto responde a la industria del frívolo entretenimiento, que gana cada vez más adeptos en niños y adultos. Una legión bien dotada de personajes de seriados, películas y telenovelas; superhéroes y barbies, portadores en lo esencial del extremo egoísmo capitalista, conforman el “caballo de Troya” que antecede a los portaviones y los misiles para asesinar en nombre de la civilización y los derechos, vendiendo a los más jóvenes las supuestas ventajas de prescindir de ideologías y conciencia social: Es la guerra de los símbolos.[2]
Las páginas sociales, cumplen una función ideológica: situar como héroes sociales
a los millonarios. Foto: Internet
En esta se inscribe, como uno de sus elementos más usuales, el empleo de símbolos extranjeros que funcionan como instrumentos enmascarados de dominación. Es el caso de la bandera de Estados Unidos, promovida de diversas maneras, colocada, por ejemplo, en prendas de vestir. Este fenómeno del uso cada vez más extendido de la bandera que representa al imperio yanqui nos obliga a reflexionar en relación al significado de una práctica, aparentemente ingenua, pero muy peligrosa si de ideología y cultura se trata. Al respecto, intelectuales como Eusebio Leal, Graziella Pogolotti, Fernando Martínez Heredia y Luis Toledo Sande, nos han invitado a reflexionar sobre el tema.
En este sentido, ha comenzado entre los diputados cubanos la discusión del proyecto de nueva ley de símbolos nacionales. Las palabras del Dr. Eusebio Leal en la presentación del proyecto constituyen un basamento importante: “…estamos discutiendo un tema de cultura para hacer nuestra patria más real y más cercana” (…) “Los símbolos nacionales representan los más puros, altos y elevados sentimientos de una comunidad humana”. Por su parte, el Dr. Luis Toledo Sande ha dicho:
No se debe menospreciar el valor cultural, político, histórico y moral de los símbolos, ni sucumbir al pensamiento pragmático, al acomodamiento y la resignación, que llevan a ignorar “detallitos” como la importancia de que, quien esté en Cuba, sienta que se halla en este país, no en otro, y lo rodea la cultura cubana, no otra. Si se desestima —ya sea en aviones o en uniformes de peloteros— lo que representa a la nación, desde la lengua —que tiene nombre de otro país, pero lo han creado pueblos que le han impregnado su alma— hasta la bandera, el himno y el escudo, ¿por qué asombrarse de que proliferen símbolos y expresiones del imperio que se las ha arreglado para poner en marcha una maquinaria cultural, o anticultural, dominante, con recursos para imponerse como si fuera un hecho natural, si no divino? Se trata del mismo imperio que, pese a todo, mantiene el bloqueo económico, financiero y comercial contra Cuba y sigue tratando de torcerle el camino.[3]
Ser patriotas es amar nuestros símbolos. Y  los símbolos en los pueblos que luchan contra el colonialismo:
…son fuerzas inmensas con las que cuentan, muy superiores a sus escasas fuerzas materiales, porque son capaces de promover la emoción, exaltar los valores y guiar la actuación hasta cotas de esfuerzo, incluso de abnegación, heroísmo y sacrificios, que serían imposibles sin ellas, y propician triunfos que pueden ser asombrosos. Al mismo tiempo, son el santo y seña cívicos de una comunidad nacional, las canciones, las telas, los nombres, los lugares que identifican y reúnen a las hijas y los hijos de un pueblo orgulloso de su historia.[4]
José Martí, en un llamado al combate, a juntarse las fuerzas del Partido Revolucionario Cubano; en canto patrio, por el himno de esperanza, proclamaba el saludo a “…la bandera de una revolución de energía y concordia que proclama el bien de todo el país”.[5] Y había que, juntos, salir adelante para vencer al enemigo que nos quería dividir y ahogar. He ahí su alerta de tener un plan de resistencia para enfrentar el plan de ataque del enemigo:
A un plan obedece nuestro enemigo: el de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo, hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan. Sin plan de resistencia no se puede vencer un plan de ataque.[6]
Hoy es más fuerte el plan de ataque del enemigo. Nos quiere destruir, mancillar la libertad que con tanta sangre derramada logramos los cubanos, la soberanía e independencia de la Patria, nuestra Revolución socialista. Tenemos que hacer cada vez más fuerte nuestro plan de resistencia, y ello pasa por la conciencia, las ideas, el patriotismo, por sentir en lo más hondo nuestros símbolos
Notas:
 
[1]“La cultura del ser, para ganar la guerra cultural”, Enrique Ubieta Gómez, Juventud Rebelde, “Generaciones en diálogo”, 2017.
[2]“La guerra de los símbolos”, Roilán Rodríguez Barbán, Juventud Rebelde, “Generaciones en diálogo”, 2017.
[3]“Cultura de los símbolos y realidades de la cultura”, Luis Toledo Sande, Cubadebate.
[4]Fernando Martínez Heredia: “La sabrán defender todavía”, publicado en Generaciones en Diálogo, Juventud Rebelde, julio 2016.
[5]José Martí: “Adelante, juntos” 11 de junio de 1892; en Obras Completas. Cuba. Política y Revolución. Tomo 2. 1892-1893. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963; p.13
[6]Ibídem, p.15.

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