miércoles, 13 de mayo de 2020

Kennedy y Cuba (primera parte)

Tomado de Contexto Latinoamericano. OceanSur
Por Elier Ramírez Cañedo

El demócrata John F. Kennedy llegó a la presidencia de los Estados Unidos en 1961 arrastrando una herencia maldita en la política hacia Cuba, que lo condujo por el camino de asumir la responsabilidad ante los dos acontecimientos más peligrosos que se recuerda en las relaciones entre ambos países: Girón y la Crisis de Octubre. Sin embargo, en medio de la campaña electoral, el 6 de octubre de 1960, en un banquete ofrecido por el Partido Demócrata en la ciudad de Cincinnati, Ohio, el joven senador hizo declaraciones que lo distanciaron en alguna medida de la administración anterior y que posiblemente hayan provocado desde ese momento el odio de los poderosos y oscuros enemigos que luego conspiraron contra su vida. Kennedy lanzó fuertes críticas a la derrocada dictadura de Batista y al apoyo que había recibido ésta del gobierno de Eisenhower. Entre otras cosas señaló:

Quizás el más desastroso de nuestros errores fue la decisión de encumbrar y darle respaldo a una de las dictaduras más sangrientas y represivas de la larga historia de la represión latinoamericana. Fulgencio Batista asesinó a 20 000 cubanos en siete años, una proporción de la población de Cuba mayor que la de los norteamericanos que murieron en las dos grandes guerras mundiales…[1]

«Cuba no fue para Kennedy un problema nuevo, ni su punto de vista sobre Fidel Cas­tro era completamente negativo», señaló años después Arthur M. Schlesinger, uno de sus asesores más cercanos. A principios de 1960, escribiendo sobre «el salvaje, airado y apasionado curso» de la Revolución cubana en The Strategy of Peace, describió a Castro como «parte de la herencia de Bolívar», parte también de «la frustración de la primera revo­lución que ganó la guerra contra España, pero que dejó intacto el orden feudal indígena». No dudaba, como dijo más tarde, que «la brutal, sangrienta y despótica dictadura de Fulgencio Batista» había provocado su propia caída; y declaró francamente su simpatía hacia los motivos de la Revolución y hacia sus objetivos. En The Strategy of Peace suscitaba la cuestión de si Castro no habría seguido quizás «un curso más razonable» si los Estados Unidos no hubieran respaldado a Batista «durante tanto tiempo y tan incondicionalmente», y hubiera dado a Castro una acogida más cálida en su viaje a Washington.[2]

Siempre me he preguntado qué hubiera sido de las relaciones Estados Unidos-Cuba, si en lugar de Eisenhower, hubiera sido Kennedy el presidente de los Estados Unidos al triunfar la Revolución en 1959.

Al cumplirse 50 años del magnicidio de Dallas, me parece importante volver sobre un tópico poco conocido y divulgado de las relaciones Estados Unidos-Cuba durante la administración Kennedy. A diferencia de temas como la invasión mercenaria por Playa Girón y la Crisis de Octubre, la diplomacia secreta practicada entre ambos países en el año 1963, meses antes de que ocurriera el asesinato del presidente Kennedy, no ha tenido la misma atención de los investigadores, a pesar de que pudiera también ofrecer algunas pistas acerca de los motivos que estuvieron detrás de la conspiración contra la vida del joven presidente demócrata y de que dicha experiencia aporta numerosas lecciones a tomar en cuenta para el presente y el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.[3]

J.F. Kennedy y la idea de la «dulce aproximación» a Cuba

Luego del fracaso de la invasión estadounidense por Playa Girón y de la terrible experiencia de la Crisis de Octubre de 1962, Kennedy, al parecer convencido de que no era inteligente en ese momento intentar cambiar el régimen cubano por la vía militar directa, comenzó a valorar un extenso espectro de tácticas donde quedaran por igual satisfechos los intereses estratégicos de los Estados Unidos. Entre el amplio abanico de opciones que se discutía, el presidente estadounidense aceptó explorar, de manera cautelosa y discreta, un posible modus vivendi con la Isla, pero antes necesitaba saber qué concesiones estaba dispuesta a hacer Cuba en caso de lograrse algún tipo de arreglo. Al mismo tiempo, la decisión de la URSS de retirar los cohetes sin contar con los cubanos y el disgusto de la dirección de la Isla con tal actitud, parecían mostrarle a Kennedy una brecha entre cubanos y soviéticos que valía la pena explotar. También un posible arreglo con Cuba sintonizaba muy bien con las intenciones de Kennedy de construir una estructura de paz con la URSS en esos momentos.

En cuanto a Kennedy – escribió Schlesinger-, sus sentimientos experimentaron un cambio cualitativo después de lo de Cuba [se refiere a la Crisis de Octubre de 1962]; un mundo en el que las na­ciones se amenazasen mutuamente con armas nucleares, le parecía ahora, no precisamente un mundo irracional, sino un mundo intolerable e imposible. Así, Cuba, hizo surgir el sentimiento de que este mundo tenía un interés común en evitar la guerra nuclear, un interés que estaba muy por encima de aquellos intereses nacionales e ideológicos que en algún tiempo pudieron parecer cruciales.[4]

En su célebre discurso en la Universidad Americana en junio de 1963, Kennedy hizo un fuerte llamado a la paz mundial y reexaminó la actitud norteamericana hacia la URSS.

Ninguna nación en la Historia –dijo- ha sufrido más que la Unión Soviética en el curso de la Segunda Guerra Mundial. Si volviese de nuevo la guerra mundial, todo lo que ambas partes han construido, todo aquello por lo que hemos luchado, quedaría destruido en las primeras veinticuatro horas. Sin embargo, unos y otros estamos acogidos a un peligroso y vicioso círculo, en el que la sospecha de un lado alimenta la sospecha del otro, y las nuevas armas originan otras para contrarrestarlas.

[…]

Si no podemos ahora poner fin a todas nues­tras diferencias, al menos podemos contribuir a mantener la diversidad del mundo. Pues, en último término, el lazo fundamental que nos liga es que todos habitamos este pequeño planeta. Todos nosotros respiramos el mismo aire. Todos acariciamos el futuro de nuestros hijos. Y todos somos mortales.[5]

Pasos como la firma de un tratado con la URSS sobre prohibición de pruebas nucleares, el establecimiento del llamado «teléfono rojo» para la comunicación directa en casos de urgencia entre el Kremlin y la Casa Blanca y el autorizo estadounidense a vender excedentes de su producción de trigo a la Unión Soviética, contribuyeron a establecer un clima de relajación de las tensiones entre las dos grandes potencias adversarias durante el transcurso del año 1963. Por supuesto, todo esto tuvo su impacto en la política norteamericana hacia Cuba.

Las gestiones de James Donovan

Las negociaciones para el regreso a los Estados Unidos de 1 200 mercenarios, encarcelados en Cuba después de la invasión de Girón, habían abierto el primer canal de comunicación entre ambos países desde el rompimiento de las relaciones. James Dono­van, abogado de Nueva York, encargado de negociar la liberación de los prisioneros de Bahía de Cochinos como asesor legal del Comité de Familiares,[6] se convirtió en el primer trasmisor de la disposición de Fidel –con el que se reunió en varias oportunidades- de resolver el conflicto bilateral. ¿Mas, cómo Donovan había llegado hasta el líder de la Revolución Cubana? Hay que decir que el gobierno de los Estados Unidos manejó el asunto de los prisioneros de Bahía de Cochi­nos de manera muy discreta, evitando en todo momento dar la imagen de que negociaba con el gobierno cubano. Todo debía parecer una gestión privada.[7]

Fue a mediados de junio de 1962, que a pedido del fiscal general, Robert Kennedy, el Comité de Familiares de los Prisioneros le solicitó al abogado James Donovan que los representara en las gestiones con el gobierno cubano para liberarlos mediante el pago que los Tribunales Revolucionarios exigían por cada uno de ellos. A finales de agosto de 1962 Donovan viajó a la Isla y sostuvo su primera conversación con el Comandante en Jefe. Las gestiones de Donovan con las autoridades cubanas continuarían hasta diciembre de ese año cuando se llegó al acuerdo definitivo. Solo serían interrumpidas durante el período de la Crisis de Octubre.

Hay que decir que mientras las conversaciones Donovan-Castro tenían lugar, la CIA preparó un plan para que Donovan llevara al líder de la Revolución Cubana un equipo de buceo manipulado por la agencia para atentar contra la vida del dirigente cubano. Los imple­mentos para respirar habían sido contaminados con bacilos de tuberculosis y el traje de inmersión estaba impregnado con los hongos que producen el «Pie de Madura» (madura­micosis), una enfermedad que comienza atacando las extremidades inferiores, aflorando como tumefacciones y fistulas, y penetrando –hasta destruirlos- músculos, tendones y huesos. Como Donovan bajo iniciativa propia ya le había regalado a Fidel un traje de buceo, el plan fue abandonado.[8]

Donovan continuó reuniéndose con Fi­del en el año 1963, pero en este caso para gestionar la liberación de varios ciudadanos estadounidenses presos en la Isla. En varias oportunidades el abogado neoyorquino reportó a Washington el deseo de Fidel y de algunos de sus más próximos asesores en mejorar las relaciones con los Estados Unidos.

Kennedy reaccionó con interés ante todos los informes de las conversaciones Dono­van-Fidel. Incluso, en marzo de 1963, ante la propuesta de uno de sus colaboradores de trasladarle a Fidel por intermedio de Dona­van el mensaje de que solo dos cosas eran no negociables: (1) los lazos de Cuba con el bloque chino-soviético y (2) su interferencia en el Hemisferio, asombrosamente el presidente estadounidense indicó que no estaba de acuerdo en convertir esta exigencia del «[…] rompimiento de los lazos chino-soviéticos» en un punto no negociable. «No queremos presentarnos ante Castro con una condición que obviamente él no puede cumplir. Debemos comenzar pensando en líneas más flexibles», expresó Kennedy.[9]

Donovan viajó a Cuba entre el 5 y el 8 de abril, para continuar sus negociaciones con las autoridades cubanas, que tuvieron como resultado la liberación de los agentes norteamericanos. En un memorando enviado a Kennedy sobre estas conversaciones, el director de la CIA expresó que el propósito central de estas conversaciones -más allá de la liberación de los agentes norteamericanos- había sido político y estaba dirigido a sondear la posición de las autoridades cu­banas sobre las relaciones con los Estados Unidos. McCone informó además a Kennedy que el ayudante de Fidel Castro, René Vallejo, le había dicho a Donovan que el líder cubano « […] sabía que las relaciones con Estados Unidos eran necesarias y que quería estas se desarrollaran».[10]

El 10 de abril, Kennedy conversó en privado con McCone acerca del contenido del memorando antes citado. El Presidente expresó gran interés por las conversaciones de Donovan con las autoridades cubanas y formuló varias preguntas «acerca del futuro de Castro en Cuba, con o sin la presencia soviética». Mc­Cone declaró que el asunto «[…]se hallaba en estudio y propuso enviar a Donovan de vuelta a Cuba, el 22 de abril, para asegurar la libera­ción de los prisioneros y mantener abierto el canal de comunicación».[11]

Discusión de los posibles cursos de acción con relación a Cuba

El 11 de abril de 1963, Gordon Chase, quien se desempeñaba como asistente de McGeor­ge Bundy, había señalado en memorándum enviado a este último, que todos estaban preocupados por solucionar el problema cubano, pero que hasta ese momento solo habían tratado de resolverlo a través de «maldades abiertas y encubiertas de diversa magnitud», obviando la otra cara de la moneda: «atraer suavemente a Castro hacia nosotros». Chase expuso a Bundy sus consideraciones de que si la «dulce aproximación a Cuba» tenía resultado, los beneficios para los Estados Unidos serían sustanciales. «Probablemente –sostenía Chase- pudiéramos neutralizar a corto plazo por lo menos dos de nuestras principales preocupaciones en rela­ción con Castro: la reintroducción de los misiles ofensivos y la subversión cubana. A largo plazo, podríamos trabajar en la eliminación de Castro a nuestra conveniencia y desde una posición de ventaja».[12]

Asimismo, Chase planteó a Bundy que los dos obstáculos que se divisaban frente a este posible giro político con relación a Cuba: el rechazo interno de la opinión pública estadounidense y la renuencia de Fidel a dejarse seducir, eran difíciles, pero no imposibles de superar. De esta manera, hacia abril de 1963, la administración Kennedy analizaba todas las variantes que pudieran resolver el «problema cubano», lo cual se convirtió prácticamente en una obsesión del presidente hasta el fatídico 22 de noviembre de 1963. Junto con las propuestas de espionaje, guerra económica, sabotaje encubierto, presiones diplomáticas y planes de contingencia militar, en los documentos ultrasecretos del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos se incluía la posibilidad de «un desarrollo gradual de cierta forma de arreglo con Castro». En un memorándum sobre «El problema cubano», fechado el 21 de abril, McGeorge Bundy explicó la lógica de este tipo de iniciativa:

Siempre existe la posibilidad de que Castro u otros que actualmente ocupan altos cargos en el régimen vean alguna ventaja en un viraje gradual de su actual dependencia de Moscú. En términos estrictamente económicos, tanto Estados Unidos como Cuba tienen mucho que ganar con el restablecimiento de las relaciones. Un Castro «Titoísta» no es algo inconcebible, y una revolución diplomática total no sería el suceso más extraordinario del siglo XX.[13]

 

El 30 de abril de 1963, en una reunión del Grupo Permanente, se acordó «mantener la línea de comunicación con Castro que había abierto el señor Donovan durante las negociaciones de los prisioneros norteamericanos».[14] Pero por esa fecha se abriría otro importante canal de comunicación entre ambos gobiernos a través de la periodista Lisa Howard.[15] La bella reportera había sido presentada a Fidel por Donovan en el transcurso del propio mes de abril, quien además le había gestionado una entrevista con el líder cubano para la ABC. La entrevista, de una hora de duración, sería trasmitida en los Estados Unidos el 10 de mayo de 1963 y generaría titulares como: «Castro quiere hablar con Kennedy» y «Castro da indicios de que quiere negociar con Kennedy».[16] A su regreso a los Estados Unidos, Lisa Howard informó a la CIA el interés del líder de la Revolución Cubana de conversar con la administración Kennedy. El Subdirector de Planes de la CIA, Richard Hel­ms, elaboró un memorándum con la información recopilada de la entrevista para McCone, con copia para el Fiscal General; el asistente especial del Presidente para Asuntos de Seguridad Nacional; y otros altos mandos del aparato de inteligencia. Helms concluyó sus valoraciones de la siguiente manera: «Lisa Howard definitivamente quiere impresionar al gobierno de los Estados Unidos con dos hechos: Castro está preparado para analizar el reacercamiento y ella misma está preparada para debatir el asunto con él si el gobierno de los Estados Unidos se lo solicita».[17]

Entretanto, una comunicación enviada a Ro­bert Kennedy el 2 de mayo por instrucciones de McCone, daba testimonio de las preocupaciones que asistían al Director de la CIA ante cualquier iniciativa que significase un acercamiento al régimen cubano. También mostraba su falta de interés y voluntad política para avanzar en ese camino.

A propósito del informe de Lisa Howard –señalaba el documento-, el Sr. McCone me envió un cable esta mañana, planteando que no puede hacer excesivo énfasis en la importancia del se­creto en este asunto y solicitó que yo emprenda todos los pasos apropiados en este sentido para reflejar su visión personal de su sensibilidad. El Sr. McCone percibe que el rumor e inevitables filtraciones con su consecuente publicidad serían lo más perjudicial. Sugiere que no se emprendan pasos activos acerca del tema de la reconciliación en este momento e insta a las más limitadas discusiones en Washington. Que ante estas circunstancias se enfatice, en toda discusión, que se está explorando el camino de la reconciliación como una remota posibilidad y una de las diversas alternativas que implica varios niveles de acción dinámica y positiva.[18]

El inicio de la diplomacia secreta

No fue hasta el 6 de junio de 1963, que el Gru­po Permanente evaluó con amplitud el tema de las conversaciones de James Donovan con Fidel Castro y los demás informes de inteli­gencia que señalaban el interés de Cuba en mejorar sus relaciones con los Estados Unidos. Información que había estado llegando reiteradamente en 1963 a través de varias fuentes de la CIA. En dicha reunión se valoraron las distintas vías para establecer canales de comunicación con el líder de la Revolución Cubana y el grupo coincidió en que este era un esfuerzo útil.[19] Más habría que esperar al mes de septiembre para que comenzaran a materializarse los contactos,[20] y en ello desempeñaría un papel catalizador Lisa Howard. En septiembre de 1963, Howard le contó a William Attwood,[21] funcionario de la administración Kennedy adscrito a la misión de los Estados Unidos en las Naciones Unidas, que Fidel Castro, con el que se había reunido por varias horas durante su visita a La Habana, le había expresado su disposición a establecer algún tipo de comunicación con el gobierno de los Estados Unidos y voluntad de explorar un modus vivendi. Coincidentemente, este mismo criterio se lo había trasladado también a Atwood el embajador de Guinea en La Habana, Seydon Diallo. Atwood además había leído el interesante artículo de Howard en el periódico liberal War/Peace Report, bajo el título «Cas­tro`s Overture» (Las insinuaciones de Castro), donde la periodista señalaba que en 8 horas de entrevista con Fidel, éste había sido aún más enfático acerca de su deseo de sostener negociaciones con los Estados Unidos.[22] Como resultado, Atwood y Howard echarían a andar un plan para iniciar conversaciones secretas entre los Estados Unidos y Cuba.

Entusiasmado con la idea de establecer algún tipo de acercamiento entre La Habana y Washington, Atwood conversó el asunto el 12 de septiembre de 1963 con el subsecretario de Estado, Averell Harriman, quien le sugirió que escribiera un memorándum al respecto. Attwood no perdió tiempo y seis días después tenía listo el documento. Este comenzaba diciendo:

Este memorándum propone un curso de acción que, de alcanzar resultados positivos, podría eliminar el tema de Cuba de la campaña (presidencial estadounidense) de 1964.

No propone ofrecer un «trato» a Castro –decía a continuación- , lo que desde un punto de vista político sería más peligroso que no hacer nada, pero sí una investigación discreta sobre la posibilidad de neutralizar a Cuba según nuestros propios intereses […].

Ya que no pretendemos derribar el régimen de Castro por la fuerza militar, ¿hay algo que podamos hacer para promover los intereses estadounidenses sin que se nos acuse de contemporizar?

Según diplomáticos neutrales y otros con los que he hablado en las Naciones Unidas y Guinea, existen motivos para creer que a Castro no le agrada su actual dependencia del bloque soviético; que no le agrada ser en realidad un satélite; que el embargo comercial lo daña, aunque no lo suficiente como para hacer peligrar su posición; y que le gustaría tener algún contacto oficial con Estados Unidos y haría mucho por obtener una normalización de las relaciones con nosotros, aunque la mayoría de su séquito comunista a ultranza, como Che Guevara, no lo acogiera con beneplácito.

Todo esto puede no ser cierto, pero parecería que tenemos algo que ganar y nada que perder averiguando si en realidad Castro desea hablar y qué concesiones estaría dispuesto a hacer […].

Por el momento, lo único que desearía es autoridad para hacer contacto con (Carlos) Le­chuga (el jefe de la misión de Cuba en las Naciones Unidas). Veremos entonces qué ocurre.[23]

Era prácticamente imposible que, bajo esta visión que refleja el memorándum de Atwood, pudiera llegarse a algún tipo de arreglo entre los Estados Unidos y Cuba. La propuesta se reducía a sondear a la Isla, para ver si ésta estaba dispuesta a realizar una serie de gestos y concesiones a los Estados Unidos. Al parecer, el funcionario estadounidense olvidaba que los líderes cubanos ya habían fijado su posición de rechazo a cualquier forma de negociación que implicara el menoscabo de la autodeterminación de la Isla. Tampoco es un absurdo pensar, que la dirección cubana, de percibir la maniobra de Washington, aprovechara el proceso de diálogo con vistas a ganar tiempo y preparar al país política y militarmente ante un eventual enfrentamiento militar directo con los yanquis. De esta manera, la finalidad de los tenues acercamientos a Cuba que iniciarían los Estados Unidos bajo la anuencia de Kennedy, había quedado perfectamente delineada en el memorándum de Attwood: neutralizar a Cuba según los intereses de los Estados Unidos, sacándole la mayor cantidad de concesiones posibles. Por supuesto, estas concesiones implicaban que Cuba debía comenzar a satisfacer las exigencias de Washington con relación a: «la evacuación de todo el personal militar del bloque soviético», «el fin de las actividades subversivas de Cuba en América Latina» y «la adopción por parte de Cuba de una política de no alineamiento». De no ser bajo esas condiciones, los Estados Unidos no se arriesgarían a explorar un modus vivendi con Cuba.

Attwood mostró el propio 18 de septiembre el memorándum al entonces embajador de los Estados Unidos ante la ONU, Adlai Stevenson, quien se comprometió a discutir el asunto con el Presidente.

Cuando le hablé por primera vez sobre esta iniciativa o aproximación de los cubanos a Adlai Stevenson –recordó Atwood ante una comisión del Senado de los Estados Unidos en 1975-, dijo que le gustaba pero,… desafortunadamen­te la CIA todavía estaba a cargo de Cuba. No obstante, dijo, estaba dispuesto a conversar el asunto con la Casa Blanca.[24]


Notas:

[1] Citado por Carlos Lechuga en: Itinerario de una Farsa, Editorial Pueblo y Educación, Ciudad de La Habana, 1991, pp.127-129.

[2] Arthur M. Schlesinger: Los Mil Días de Kennedy, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970, pp.183-184.

[3] Véase también Elier Ramírez: «Una historia poco conocida de las relaciones Estados Unidos-Cu­ba», Rebelión, 25 de noviembre de 2011 y en coautoría con Esteban Morales Domínguez, “De la confrontación a los intentos de normalización. La política de Estados Unidos hacia Cuba”. Edi­torial de Ciencias Sociales, La Habana, 2011.

[4] Arthur M.Schlesinger: ob.cit., p.728.

[5] Ibídem, pp.734-735.

[6] Donovan coordinó entre agosto y finales de di­ciembre 1962 –las conversaciones concluyeron el 21 de diciembre- la liberación de los prisio­neros de Bahía de Cochinos a cambio de un pago del gobierno de los Estados Unidos de 62 millones de dólares en alimentos y medicinas para niños en seis meses. A principios de 1963 continuó sus viajes a La Habana para lograr la liberación de una veintena de ciudadanos esta­dounidenses, incluidos 3 operativos de la CIA, encarcelados en Cuba.

[7] Pero la realidad fue que no menos de 14 orga­nismos federales de los Estados Unidos, inclui­da la CIA, estuvieron involucrados en el des­embolso de los fondos que se emplearon para la adquisición de los productos que se debían entregar a Cuba, a cambio de la liberación de los prisioneros de Bahía de Cochinos.

[8] Oscar Pino Santos: Complot, Editorial Nuestro Tiempo, S.A., México, [s.a.], p.23.

[9] Tomás Diez Acosta: Los últimos 12 meses de J. F. Kennedy y la Revolución Cubana, Editora Política, La Habana, 2011, p.175.

[10] Ibídem, p.184.

[11] Ídem.

[12] Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 11 de abril de 1963, documentos desclasificados, www.gwu.edu/~nsarchiv/, (Internet), (traducción del ESTI).

[13] Peter Kornbluh: «JFK and Castro: The Secret Quest for Accomodation», Cigar Aficionado, September-October, 1999.

[14] Tomás Diez Acosta: ob. cit., p.85.

[15] Lisa Howard fue una de las primeras mujeres en tener su propio programa de televisión en los Estados Unidos. Antes de incursionar en el pe­riodismo había sido actriz. En 1960 realizó la pri­mera gran entrevista al premier soviético Nikita Khruschev, que fue vista en los Estados Unidos. Posteriormente fue contratada por la televisora ABC.

[16] Peter Kornbluh and William M. Leogrande: «Tal­king with Castro», Cigar Aficionado, Febrary, 2009.

[17] Memorándum de Richard Helms para McCone, 1 de mayo de 1963, documentos desclasifica­dos, www.gwu.edu/~nsarchiv/, (Internet), (tra­ducción del ESTI).

[18] Memo ándum del Teniente General de la CIA, Marshall S.Carter al Fiscal General, Robert Ken­nedy, 2 de mayo de 1963, documentos descla­sificados, Robert Kennedy Papers, http://www. jfklibrary.org/About-Us/News-and-Press/Press- Releases/2012-10-11-RFK-Papers-Released. aspx

[19] Peter Kornbluh: ob. cit.

[20] Como señala el Dr. Tomás Diez Acosta en su libro Los últimos 12 meses de J.F.Kennedy y la Revolución Cubana, quizás la demora en ini­ciar pasos prácticos de acercamiento a Cuba estuvo vinculada al temor a las «filtraciones de información», más bien a «una acción “gris” de inteligencia ejecutada por los elementos que dentro del gobierno de los Estados Unidos se oponían a cualquier intento de acercamiento a Cuba». Pero la documentación estadounidense también refleja que la CIA se oponía rotunda­mente a un arreglo con Cuba y el Departamento de Estado mostraba menos entusiasmo en la idea que el propio presidente Kennedy.

[21] Anterior a eso, Attwood había sido editor de la revista Look y entrevistado a Fidel Castro en 1959.

[22] Peter Kornbluh: ob.cit.

[23] Citado por Piero Gleijeses: Misiones en Conflic­to. La Habana, Washington y África 1959-1976, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, pp. 42-43.

[24] Declaraciones de William Atwood ante el Sena­do de los Estados Unidos. Comisión de Investi­gación sobre las operaciones gubernamentales relacionadas con actividades de Inteligencia. Washington DC. Jueves 10 de julio de 1975, www.gwu.edu/~nsarchiv/, (Internet), (Traduc­ción del ESTI).

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