El artículo de Roger Salas, “Cuba se cuela en la gala del Real”, publicado en El País, el 9 de enero del presente año, no sólo encierra un mensaje xenófobo al intentar desacreditar a los bailarines cubanos por estar presentes en la Gala Inaugural de la Presidencia Española de la Unión Europea; sino que también intenta crear un estado de opinión que conlleve a enfrentar a dos pueblos con tanta conexión histórica y cultural como Cuba y España.
Este “eminente” escritor y periodista, deja claro su partidaria inclinación a la enemistad, a la separación de culturas, al áspero enfrentamiento por diferencias ideológicas y al poco acercamiento cultural de los pueblos. ¡Vaya cultura la de este señor! No alcanza más que ver asperezas en el mundo, cuando expone en su artículo lo siguiente: “Se vio anoche una versión de la ya famosa e histórica "diplomacia del pimpón" que regló los albores de las relaciones diplomáticas entre China y Estados Unidos, como también ha existido la "diplomacia del ballet", pero en versión más refinada, cuando en plena guerra fría viajaron el Ballet Bolshoi de Moscú y el Ballet Kirov de Leningrado a Londres y Nueva York respectivamente.”
¿Debido a las diferencias de sistemas políticos, China y Estados Unidos no pueden sostener relaciones diplomáticas para llegar a acuerdos de cualquier tipo, incluyendo los culturales? ¿Debido a la absurda y maquiavélica Guerra Fría implementada por el área capitalista una vez terminada la Segunda Guerra Mundial y encabezada por el imperialismo norteamericano, los londinenses no tenían derecho a deleitarse con la presentación artística del Ballet Bolshoi de Moscú ni los neoyorquinos con el Ballet Kirov de Leningrado? ¿Las diferencias políticas o los mezquinos mecanismos de la Guerra Fría tenían obligatoriamente que levantar barreras como el muros que separa a México de los Estados Unidos o el que se levanta por Israel para aislar al territorio palestino?
Es mucho más lamentable que la ciega hipercrítica de Roger Salas, la cual ciertamente quita el espacio a lo subliminar para desdibujar su criterio artístico con el ataque político, dirigido a los bailarines Lienz Chang y Romel Frómeta, quienes se han ganado con alto prestigio los aplausos en varios lugares del mundo y también el merecido puesto en el Ballet Nacional de Cuba; de igual manera, descarga inmerecidamente su desdeño al sistema social cubano, el cual es sostenido por la lucha del propio pueblo de la Isla; un sistema del cual Roger Salas se excluyó de ser parte, haciéndose evidentemente contrario a los miles de prestigiosos artistas, escritores y periodistas cubanos que colaboran al desarrollo de Cuba y al amistoso intercambio cultural entre los pueblos.
Roger Salas, en su artículo “Cuba se cuela en la gala del Real”, publicado en El País, deja su túnica de crítico de danza para convertirse en otro personero de ese fardo de cubanos indignos que se ciegan con rabia contra Cuba, por el simplón hecho de hacerse uno más de la lista que la agreden con críticas mediocres y falacias dentro de las campañas de descrédito que engendran los monopolios mediáticos del capitalismo.
Los dos artistas cubanos que participaron en dicha gala no estaban para subvalorar la valía de bailarines españoles (valía que no se cuestiona en lo absoluto); sino, para estrechar los vínculos culturales que unen a nuestros pueblos desde hace siglos y que de igual manera nos hace más humanos.
Creo que de crítico de danza pasó a ser un patético.
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