miércoles, 21 de noviembre de 2018

Hacer la guerra adentro y hablar de paz afuera

Iván Duque (Presidente de Colombia) y Uribe: los guerreristas de Colombia
Tomado de ALAI. Agencia Latino Americana de Información
Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez.

Estados Unidos es el campeón mundial del terrorismo, asegura Chomsky, y Colombia quiere ser la campeona latinoamericana de la guerra, para asegurar la existencia de un gobierno cada vez más reprochado adentro y desconcertante afuera, que trata como sea de quedarle bien al amo, infundiendo en todo su vecindario el nuevo espíritu de la época, que disciplina a la sociedad igual a como se disciplina a un batallón de soldados, como dijo Uribe, al invitar a que cada colombiano fuera un soldado más. El gobierno de los Estados Unidos tiene como política hacer la paz adentro y promover la guerra afuera y el de Colombia como país subalterno, hablar de paz afuera y hacer la guerra adentro.


En nombre de las víctimas del conflicto armado (La cuarta parte del total de población), el presidente Santos recibió un premio nobel de paz (afuera) y las víctimas adentro son negadas y revictimizadas y acaban de ser rechazadas en su existencia política, porque el partido de gobierno les impidió acceder a las 14 curules pactadas para el fin del conflicto firmado entre el Estado y la insurgencia más fuerte de América hasta entonces.

La otra parte del acuerdo, la insurgencia, que se convirtió a fuerza política, es acechada con ataques sistemáticos coordinados por distintas instancias estatales, la Fiscalía acosa y acorrala judicialmente a sus dirigentes, fuerzas “no determinadas” asesinan a antiguos guerrilleros (la cifra supera 80 militantes políticos asesinados) y el presidente y sus ministros, crean confusión entre el pasado insurgente y el presente político, como excusa para incumplir los acuerdos y evitar que la paz ocupe su lugar como un derecho constitucionalmente reconocido que al ser negado de manera consciente, equivale a un delito de estado.

Como ocurrió en el experimento nazi, en Colombia, el temor, es usado estratégicamente para unir entre sí a las distintas fuerzas centrifugas, que se juntaron en el no al plebiscito por la paz y pretenden hacer creer que tienen patente de corso para llevar al país al despeñadero, ahogar en impuestos y desempleo y deudas bancarias a la clase media, excluir de todo sistema social a las mayorías marginadas y empobrecidas y alentar nuevas guerras internas que faciliten el despojo de las riquezas de biodiversidad y la concentración de capital en el sector especulativo y financiero.

El temor es esparcido entre las masas como un veneno, sentenciando que todo podrá ir peor si la sociedad no obedece ciegamente a su gobierno y el temor infundido a sus propios militantes y simpatizantes del poder es que las minorías, (que en realidad son mayorías) se van a tomar el poder y a privarlos de sus prebendas, inclusive de su heterosexualidad y de su machismo.

El temor es manipulado, reiterado, hasta que cuando se necesita salte del temor discursivo a la práctica del terror, que no resulta difícil en un país donde el régimen Uribe le otorgo impunidad a más de 35.000 declarados paramilitares, que nunca fueron a juicio, ni hubo seguimiento sobre su real reincorporación a la vida civil.

Duque en Europa prometió un país entero para que lo conviertan en su mercado exclusivo y les ofreció las poblaciones de los territorios ricos y olvidados por el Estado, como sus trabajadores, clientes y productores obligatorios. Afuera la paz, que adentro es guerra.

Promociona la economía naranja basada en la cultura, la creatividad y los principios de los 7 enanitos, mientras adentro los que tejen la cultura en los territorios (indígenas, campesinos, afro) son perseguidos, bombardeados, sus líderes asesinados y la población puesta en destierro con hechos de guerra, glifosato, estigmatización y odio traducido en sufrimiento.

Adentro no florece la capacidad de los enanitos, si no las 7 plagas que destruyen, (corrupción, clientelismo, exclusión, olvido, otros) y el presupuesto de guerra superior en cerca de 100.000 veces al de cultura y empleo. La salud no llega al cuerpo de los marginados y la educación es tratada con desprecio. La mentalidad de guerra de las fuerzas armadas, no pudo convertirse en mentalidad de paz y regresó el espíritu del enemigo interno, y las acciones bélicas tratan de garantizar que las promesas del gobierno se cumplan. El tono de violencia y arremetida feroz contra la protesta social, volvió a ser inhumano, para impedir que la gente resista, proteste, hable y se oponga en defensa de su dignidad y derechos que crece entre la adversidad con el entusiasmo de los estudiantes, la paciencia de los trabajadores y la milenaria resistencia indígena, afro y campesina.

El partido en el poder finge no creer en ideologías, ni en el poder misterioso de los débiles, pero está dispuesta a seguir a su líder, mientras este siga siendo lo que ha sido hasta ahora, un símbolo del hombre frentero, astuto, el mesías, que tiene la eficiencia tenebrosa demostrada para decidir quién sería el presidente de la república, el del senado y la agenda de poder a seguir, y de notificarle al país que quien sea ungido por él entra a su reino (Reich) y quien lo rete recibirá la desgracia eterna. Es la eficiencia radicalmente contraria al bienestar y se ampara en hacer que la sociedad acepte el discurso de vender la paz afuera y hacer la guerra adentro, fruto del autoritarismo eficiente, la violencia eficiente, la explotación eficiente y el empobrecimiento y la opresión eficientes.

El partido de gobierno sabe cuándo transformar el temor en terror para mantener unidos a sus socios, militantes y simpatizantes. En la siguiente fase será en la calle que se defina la gobernabilidad del gobierno de Duque y no en las instancias de la democracia desdibujada y lánguida.

En esta fase se sostiene con distractores (venezolanos, conflicto de mares con Nicaragua, fiscal en corrupción, Odebrecht) y promoviendo leyes bárbaras (cadena perpetua, castración), acoso mediático, linchamientos ilegales y burocratización que organiza a grupos humanos como medios útiles al fin específico de negar garantías a derechos, justificando una pretendida racionalidad técnica que entre cifras e indicadores va negando la realidad, pero también la historia, la memoria y creando desesperanza y resignación. Las técnicas del poder están basadas en la transformación de todas las relaciones sociales y personales en funciones controladas por el aparato de poder, pero hay nuevas resistencias acentradas, que se organizan y se mueven de otra manera, permanecen en movimiento constante, ahí está su consistencia

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