domingo, 6 de enero de 2019

Revolución obrera, socialista, de los humildes, por los humildes y para los humildes.

Foto tomada, en Cuba, Plaza de la Revolución, La Habana, el 1 de mayo de 2018

Tomado de Rebelion.org
Por Miguel Cruz Santos.
CELEBRANDO LA REVOLUCIÓN MUNDIAL.
Hace poco más de 50 años, el 16 de abril de 1961, en la masiva despedida de duelo de los jóvenes mártires víctimas de los bombardeos realizados por aviones de la CIA de los Estados Unidos, Fidel Castro, Primer Ministro del gobierno revolucionario, proclamaba el carácter socialista de la Revolución Cubana. En aquella inmortal alocución, ante miles de milicianos, fusiles en alto, el comandante en jefe de la revolución presagió lo que le deparaba a Cuba en las próximas horas: “Compañeros obreros y campesinos, ésta es la Revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes. Y por esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes estamos dispuestos a dar la vida
Aquí, junto a los restos de los jóvenes heroicos, hijos de obreros e hijos de humildes, reafirmaremos nuestra decisión de que igual que ellos dieron su pecho a las balas, al igual que ellos dieron su vida, vengan cuando vengan, todos nosotros, orgullosos de nuestra revolución, orgullosos de defender esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, no vacilaremos, frente a quienes sean, en defenderla hasta nuestra última gota de sangre”.
Mientras el pueblo obrero en uniforme de miliciano se movilizaba en toda la isla para defender su poder proletario y su revolución socialista, a Cuba se aproximaban las fuerzas invasoras que pocas horas después, en la madrugada del 17 de abril, con 1,500 mercenarios de la Brigada 2506, fuertemente escoltados por la fuerza aérea y la marina de guerra yanqui, desembarcarían en la Bahía de Cochinos, en el sur de la provincia de Matanzas. Contra los invasores, una vez pusieron un pie en suelo cubano, se batirían las fuerzas que, dirigidas directamente por el Comandante en Jefe Fidel Castro, no darían ni un minuto de tregua al enemigo.
Según dijera el Comandante Raúl Castro: “No vino al mundo nuestro socialismo en pañales de seda, sino en el rudo algodón de los uniformes de las milicias obreras, de los combatientes del Ejército Rebelde y la Policía Nacional Revolucionaria. No hubo agua bendita en su primer bautismo de fuego en medio del combate contra los enemigos de la nación, sino sangre de patriotas, una vez más derramada en esta Isla por sus bravos hijos, en su prolongada lucha por la libertad, en su largo camino por la independencia”.
Sesenta y seis horas después de la invasión, caían en Playa Girón los últimos reductos de los invasores derrotados por el empuje de quienes combatían y morían por el socialismo, junto a su pueblo, desde los primeros minutos del desafío.
Dos años antes de la victoria militar en Playa Girón, había triunfado la revolución cubana —1 de enero de 1959— derrocando a la sanguinaria tiranía pro imperialista de Fulgencio Batista. Desde entonces, evolucionó y revolucionó continuamente, enfrentando siempre al enemigo de clase: la burguesía parasitaria y el imperialismo con sus corporaciones, desde su carácter democrático popular y antiimperialista, hasta su culminación como revolución socialista.
Desde ese primero de enero de 1959 se ponían en práctica las sabias palabras de quien fundara en 1925 el primer Partido Comunista de Cuba, Julio Antonio Mella: «La causa del proletariado es la causa nacional. Él es la única fuerza capaz de luchar con probabilidades de triunfo por los ideales de libertad en la época actual. Cuando él se levanta airado como nuevo Espartaco en los campos y en las ciudades, él se levanta a luchar por los ideales todos del pueblo. Él quiere destruir al capital extranjero que es el enemigo de la nación. Él anhela establecer un régimen de hombres del pueblo, servido por un ejército del pueblo, porque comprende que es la única garantía de la justicia social… Sabe que la riqueza en manos de unos cuantos es causa de abusos y miserias, por eso la pretende socializar…»
Según se profundizaba la revolución con rumbo socialista, y se distanciaban de ella —hasta la ruptura, el sabotaje y la guerra civil— quienes sólo se habían sumado a la lucha para derrocar a Batista pero se resistían a toda transformación de la sociedad, se aclaraba lo que Julio Antonio Mella adelantaba ya en los años veinte: «El nacionalismo burgués primero desea una nación para vivir su casta parasitariamente del resto de la sociedad y de los mendrugos del capital sajón; el revolucionario desea una nación libre para acabar con los parásitos del interior y los invasores imperialistas, reconociendo que el principal ciudadano en toda la sociedad es aquel que contribuye a elevar con su trabajo diario, sin explotar a sus semejantes».
La revolución cubana presenta una lección clave y siempre vigente para todos los pueblos de América Latina, inclusive el nuestro: todas las aspiraciones a la liberación nacional frente al imperialismo sólo pueden ser realizadas mediante una política resueltamente socialista, con la clase obrera en el poder, que plantee el derrocamiento de la burguesía nacional, y la expropiación de sus capitales y de los monopolios imperialistas como tarea prioritaria. El ejemplo de Cuba Socialista es más que elocuente y significativo: sólo se alcanzó la plena soberanía nacional —para las masas trabajadoras antes desposeídas y no para las clases explotado ras— cuando la revolución expropió a la burguesía nacional, a los terratenientes y a los monopolios yanquis, rompiendo así, definitivamente, con el capitalismo.
Ha sido una gran hazaña resistir a sangre y fuego contra un enemigo implacable. Durante más de medio siglo el pueblo cubano ha estado sometido a un bloqueo económico sin precedentes en la historia de la humanidad. Aun con el bloqueo y las agresiones imperialistas de todo tipo a lo largo de estos 53 años, los avances de Cuba con su clase obrera en el poder —en los renglones de salud y educación, e incomparablemente superiores al resto de América Latina— son admirados por el mundo entero. Por ello la esperanza de vida aumentó en pocos años a niveles que sólo disfrutaban los países capitalistas desarrollados. Por ello, a contracorriente del mundo capitalista, desde muy temprano se alcanzó en Cuba la educación gratuita, y a todos los niveles, para todas y todos. En fin, por ello el enorme desarrollo social, impensable bajo el capitalismo, logrado por el pueblo cubano en estos últimos cinco decenios.
Indudablemente, con todos los obstáculos y reveses, el impulso que ha dado la economía socialista planificada a la sociedad cubana demuestra el enorme potencial de desarrollo económico y social que le depara a la humanidad, luego de deshacerse del capitalismo parasitario.

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