Por Gustavo de
la Torre Morales.
La etimología
de la expresión “Halloween o Hallowe’en” proviene de 1745, de la contracción de
“All Hallows’ Eve”, lo que sería literalmente “Víspera de Todos los Santos”.
Una fiesta que se ha expandido por todo el mundo después de la segunda mitad
del siglo XX, por la obra y gracia del cine estadounidense, en su expansionismo
cultural.
Pero para muchos pueblos no hay disfraces, fiestas y mucho menos dulces; sino que todo se convierte en un constante “juego” para sobrevivir a la muerte que les acecha, mientras las grandes barbaridades que se cometen contra ellos, eufemísticamente, la prensa capitalista occidental las camufla con manipulaciones y mentiras.
No hay Jack-o’-Lanterns
para adornar, sino la intromisión de tropas militares foráneas que destrozan
naciones; no hay festejos que promuevan alegres algarabías, sino la anulación
de toda independencia y soberanía nacional; no hay juegos ni bromas, sino la burda
tragedia de la subyugación; no hay
atracciones “embrujadas”, sino el infierno de violaciones y abusos; no es como
observar una película que detrás del lente es todo un montaje, sino que es
vivir en la piel el dolor del horror, del sádico montaje de la tortura como
instrumento de dominación y control.
Por mucho que se quiera inundar el mundo de esa subcultura
esparcida por el águila imperial, para muchos pueblos no es la víspera de los
Santos, sino el apocalipsis diabólico del infierno justificado por esa gran
prensa, autotitulada “libre”, que manipula para que las potencias imperialistas
sigan cometiendo sus bestiarias campañas militares, las cuales camuflan bajo el paraguas de “Ayuda
Humanitaria”, imponiendo leyes bajo intereses foráneos imperialistas.
¿Dónde está la felicidad que supuestamente deben traer las más de 800 bases militares esparcidas
por todo el mundo? No son para festejos, sino para imponer reglas que hagan
cumplir los intereses imperialistas.
¿Los verdaderos monstruos? Habría que preguntarle, incluso, a
esos barrios marginados y discriminados dentro de los propios EE.UU, que nunca
han recibido la atención a sus grandes necesidades y se encuentran ahogados en
destructivos flagelos, mientras el gobierno de ese país destina 840 millones de
dólares al presupuesto militar.
Es imposible confiar en el Presidente que en un simple tweet expone
que la enseñanza de su padre es “no me digas lo que
tú vales. Muéstrame tu cuenta_ y yo te diré lo que vales”. Esto escribió el
Sr. Biden el 28 de marzo del presente año, para quien sólo valen los
adinerados, los afortunados que se enriquecen con el sudor y la vida de otras
personas: entonces no es el presidente del pueblo estadounidense y no goza de
moral alguna para dictar lecciones a otras naciones.
¿Los verdaderos monstruos? Habría que
preguntarle a Palestina sobre las violaciones y abusos físicos y psicológicos cometidos
contra sus niñas y niños, del expolio y robo de sus territorios por parte de
colonos, de la destrucción de sus casas y cultivos, de sus miles de muertes
cometidas por los bombardeos y disparos realizados por el ejército de Israel.
¿Los verdaderos monstruos?
Habría que preguntarle al Sahara sobre la nueva
colonización de sus territorios por parte de Marruecos, bajo la vil complicidad
del “Reino” de España y la pasiva mirada tuerta de la ONU.
Habría que preguntarle a Yemen que desde marzo de 2015 hasta
la fecha, más de 10 mil niñas y niños han muerto o han resultado heridos por el
asedio y salvajismo de Arabia Saudita, el cual cuenta con la indulgencia y
complicidad de la OTAN y EE.UU.
¿Los verdaderos monstruos?
Esos grandes señores
que mueven los hilos y generan conflictos y promueven guerras de rapiñas con el
falso pretexto de “crisis humanitaria”, la “democracia” y la “libertad”; pero
van destruyendo pueblos y naciones enteras con las sombras de sus poderes hasta
reducirlas en fragmentados reductos que facilite su control geopolítico.
Las invasiones
militares que camuflan bajo el paraguas de “Ayuda Humanitaria”, pero terminan
imponiendo leyes bajo intereses foráneos imperialistas.
¿Los verdaderos monstruos?
Habría que preguntarles a esos pueblos sometidos por el
fascismo, por dictaduras paramilitares apoyadas por EE.UU o por esas
organizaciones terroristas fundadas y financiadas por EE.UU y gobiernos de Europa.
Los verdaderos
monstruos no se distinguen por la apariencia física, su etnia o religión; sino
porque van disfrazados en trajes y corbata, manejando la bolsa y los grandes
recursos financieros; son esos polítiqueros con un lenguaje “ilustrado” que al
llegar al poder se vuelven serviles a los intereses oligárquicos.
Los verdaderos
monstruos van apertrechados con porras, gases lacrimógenos y armas, que usan bajo
supuestas leyes de “orden” público e imponen aquellos “estándares” que
satisfacen sólo a las élites económicas y políticas.
El terror y
miedo lo sufren los pueblos que conviven con el hambre, el abuso, la
subyugación, el robo y expolio a que son sometidos por dictados colonialistas.
El desasosiego sólo
forma parte de aquellos pueblos que son blanco de la injerencia y el
expansionismo imperialista.
¿Los verdaderos monstruos?
Aquellos que usan la ciencia para agredir con contiendas
bacteriológicas o crean desesperación, hambruna y enfermedades por medios del bloqueo económico, con el objetivo de
rendir a un pueblo: el pueblo cubano es digno ejemplo de lo que han vivido
estas 6 décadas de estrangulamiento económico, de constante cacería para
impedir cualquier posible relación comercial: un genocidio lento y letal.
Lo más hipócrita es que los verdaderos monstruos
se creen bendecidos por Dios y obran con impensables atrocidades, para llenarse
de más poder.
Mientras las élites en EE.UU y Europa viven y disfrutan sus
fiestas de Halloween, el verdadero pánico lo viven los países pobres de América
Latina, África u Oriente Medio, con sus derechos lacerados bajo las leyes del
Tío Sam o el bochornoso elitismo europeísta de una Comunidad que comete sus atrocidades
en campañas de la OTAN (también instrumento de EE.UU).
Halloween es una celebración de disfraces, como
lo es la clase política y económica capitalista que se disfrazan de “gente
agraciada por las oportunidades y el duro trabajo”, para dictar las reglas que
somete a la mayoría y deja a millones de personas esclavizadas, discriminadas y
expoliadas de sus derechos elementales.
Es hora de construir un mundo mejor, alternativo, que ponga a las personas en la cúspide de lo más importante y cuide nuestro planeta.
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