Por Gustavo de la Torre Morales.
La historia de la América Latina y el Caribe está matizada
con el dolor que lleva en su piel, como resultado del sufrimiento de los
atropellos y desmanes de las que han sido víctimas sus pueblos y, por otro
lado, sus luchas intermitentes, pero constantes, por la rebeldía que corre en
sus venas, por construir procesos propios que les garantice libertades y
desarrollo.
Después de las amarguras vividas por las barbaridades de la colonización, cayó a golpes de martillo todo el peso del imperialismo estadounidense con su política Monroe; el cual, hasta nuestros días, sigue viendo a América del Sur como su patio trasero.
El prisma latente en la política de EEUU, así como en el
rezago feudal con que se mira a América del Sur desde Europa occidental, se
basa en el corolario de pertenencia y supremacía: en otras palabras, derecho a
colonizar y a tratar con desdén.
Es imposible olvidar que en la agenda del imperialismo siguen
estando en el orden del día las intervenciones militares e injerencias en
asuntos internos de otros países, la intimidación diplomática, el uso del
sabotaje y la guerra bacteriológica, la imposición de dictaduras y gobiernos
corruptos, las alianzas que faciliten el expansionismo militar, la puesta en
marcha de mecanismos de persecución, represión, encarcelación y torturas, la
dependencia económica y el latrocinio de los recursos naturales, el uso de
fuerzas mercenarias y la financiación a grupúsculos violentos (que hoy día se
edulcoran con los vocablos “disidentes” u “oposición”), el asesinato de
lideresas y líderes políticos y sociales (denominados “molestos”). También han
hecho una moda acusar con calificativos como “Amenaza para la Seguridad
Nacional” o “Eje del Mal”, con el simple objetivo de justificar la imposición
de medidas económicas restrictivas, manejos de campañas mediáticas, agresiones
paramilitares y sabotajes. Y sí, todavía hay mucho más en ese grueso expediente
de TERRORISMO.
Sin intención de desmerecer el gran significado que tuvieron
los diferentes procesos de luchas emancipadoras, anticoloniales y
antiesclavistas de las gestas independentistas de la región, es indiscutible
que el triunfo de la Revolución cubana, en enero de 1959, sembró un hito en
todo el continente (también en otras partes del mundo), y demostró que las
cadenas de la explotación se pueden romper y que un pueblo decidido es capaz de
abrirse camino, aun afrontando colosales obstáculos y espinosas adversidades.
Además del triunfante proceso socialista cubano, en 1979
llegó la victoria de la Revolución Sandinista sobre el dictador Anastasio Somoza
y en 1998 el Comandante Hugo Chávez Frías alcanzó el triunfo electoral y puso
en marcha lo que denominó como Socialismo del Siglo XXI. En enero de 2006, el
sindicalista y activista Evo Morales Ayma llegó a la presidencia de Bolivia,
para rescatar la dignidad de los pueblos indígenas, y un año después, en enero
de 2007, Rafael Correa llega a la cabecera del gobierno de Ecuador con su
Revolución Ciudadana. Estos hechos propiciaron sustanciales cambios en la
región, que la marcaron con avances de gran importancia en políticas económicas
y transformaciones democráticas y antiimperialistas.
Sin embargo, el panorama actual en América Latina ofrece la imagen de
una situación difícil. El giro de muchos países a gobiernos de políticas
neoliberales y de subordinación a intereses yanquis, ha agravado la situación
social y política de la región.
El
golpe de Estado a Manuel Zelaya en 2009, en Honduras, el fulminante juicio
político que llevó a la destitución del presidente de Paraguay, Fernando Lugo
en 2012, el impeachment en Brasil a Dilma Roussef en 2016, la encarcelación de
Lula da Silva en 2018 para facilitar el triunfo al fascista Jair Bolsonaro, el
golpe de Estado a Evo Morales en Bolivia en 2019 y la destitución y
encarcelamiento en Perú de Pedro Castillo en 2022, fueron duros golpes para los
pueblos de la región.
El
papel de instituciones nacionales y regionales (Organización de Estados
Americanos (OEA), Human Right Watch, Freedom House, USAID, NED, entre otros
tantos), como instrumentos de dominación y subordinación, sirvieron de acicates
para minar a los pueblos desde dentro y que propiciaran los réditos que
sirvieran a los intereses del Tío Sam: desorden social, colapso político,
enfrentamientos sociales, presiones económicas, revertir las conquistas y
derechos alcanzados, impedir el triunfo de gobiernos progresistas y mantener el
control geopolítico en la región.
Aunque
el carisma de Barack Obama, durante su presidencia, no proyectaba la misma
belicosidad que los anteriores presidentes de EEUU, como Nixon, Reagan o los
Bush, y que se le concedió un “Premio Nobel de la Paz”, su etapa se basó en la
prolongación de guerras, el uso de drones para el asesinato selectivo y
extrajudicial (con unas 3.000
ejecuciones en Pakistán, Yemen, Somalia y Libia, sin contar Afganistán e Irak),
sustituir las misiones del ejército de EEUU con fuerzas mercenarias, fortalecer
la guerra fría, agredir a los gobiernos latinoamericanos que no seguían los
dictados del imperialismo y por un cambio de táctica hacia Cuba: habló de
acercamientos, flexibilización del bloqueo y cambiar la perspectiva de la
política de garrote sostenida hasta entonces; pero en el fondo buscaba lo de
siempre, el destruir la Revolución cubana desde dentro y tratando de destruir
los órganos regionales de cooperación latinoamericanos.
Después
llegó el Sr. Donald Trump, que durante su período de gobernación, rescató el
denominativo de “Eje del Mal” de George W. Bush, para la puesta en marcha de políticas
de sanciones, campañas mediáticas de descréditos y presiones políticas contra
Nicaragua, Venezuela y Cuba.
A
lo anterior, se le suma el declive que generó el azote de la pandemia de la
COVID-19 y el paso de personajillos que fueron desmantelando conquistas en
detrimento de pueblos latinoamericanos y en cumplimiento de los intereses
imperialistas: la golpista Jeanine Añez en Bolivia, el Sr. Macri en Argentina,
Sebastián Piñera en Chile, Iván Duque en Colombia, entre otros más.
A
los ya mencionados, no faltan los que hoy día bailan al ritmo de los dictados
de occidente y que se suman a las comparsas de agresiones imperialistas: Javier
Milei y Gabriel Boric. Veamos algunos datos.
La
llegada del Sr. Milei al gobierno de Argentina sentó las bases para aplicar
crudas políticas neoliberales y de despojo de derechos al pueblo argentino.
Pero también ha sido artífice de lanzar públicamente mentiras y embustes contra
Cuba y la República Bolivariana de Venezuela y apoyar el genocidio del sionismo
israelí contra la población palestina.
Un
gobernante que prefiere entregar el país. El actual gobierno argentino realizó
una reunión, señalada como secreta, donde firmó un acuerdo con el Reino Unido sobre
las Islas Malvinas, en seguimiento a precedentes dados en el gobierno de
Mauricio Macri con el Pacto Foradori – Duncan. Dicha firma se justificó en que
el acuerdo respondía a establecer medidas humanitarias vinculadas a los
reclamos de las familias de las víctimas de la guerra de 1982. Sin embargo, en
los acuerdos adoptados, se le facilita al Reino Unido una ampliación en la
explotación pesquera, iniciar la extracción petrolera, y se le dio un
fortalecimiento definitivo a los ingleses como estado usurpador de las Islas”.
Javier
Milei es un gobernante que desconoce el salario mínimo o el precio de los
alimento en su propio país, porque este señor encuentra esos datos como
insignificantes para su gestión presidencial y de “gestión administrativa” de
los recursos del país. Un mandatario que públicamente expresó que el Estado le
importaba un carajo.
Vaya
si es tremenda la aberrante mentalidad de Javier Milei, que no desperdicia
momento para ir rociando su desquiciado odio. Incluso se ha inventado un nuevo
denominativo: lesbofeminismo neomarxista.
Está
el Sr. Gabriel Boric Font,
presidente de Chile, que por momentos se hace pasar por progre, pero la mayoría
del tiempo esboza el mismo teatrillo verbal de agresiones dictadas contra Nicaragua
y Venezuela. Pero lo llamativo de toda esa representación de creerse el
continuador de la obra de Salvador Allende, es que ofende a su memoria, cuando
permitió que en Chile se realizara la Conferencia Sudamericana de Defensa (SOUTHDEC), en la que
participó la Laura Richardson, comandante del Comando Sur de EEUU (SOUTHCOM);
una comandante del ejército que representa al sistema político de EEUU, que en
la presidencia de Nixon apoyó el golpe de Estado a Salvador Allende y el
asesinato de Víctor Jara, el mismo ejército cuya Agencia de Inteligencia organiza,
asesora y financia los diferentes golpes de Estado que se llevan a cabo en
muchos países latinoamericanos, el mismo que hizo intervenciones en la región y
otras partes del mundo.
Por otra parte, la oleada de agresiones contra la República
Bolivariana de Venezuela cuenta con diversos formatos, desde intento de golpes
de Estado, el asesinato a sus presidentes (Hugo Chávez y actualmente a Nicolás
Maduro), el bloqueo económico con más de 900 medidas restrictivas, guarimbas y financiación
a comandos violentos, operaciones subversivas para generar desorden social,
sabotajes a la estructura energética y operaciones paramilitares, con el
objetivo de generar una crisis que justifique una intervención extranjera.
En
las recientes elecciones en el país, se ha podido observar como occidente
prestaba más atención a los reclamos de una turba guarimbera y al exilio (“muy
mediático”) del principal candidato opositor, Edmundo González, que al
genocidio que se está cometiendo en Gaza o la difícil situación a la que se ha
llevado a la República del Congo o a Somalia. Algo que también hace la gran
prensa “libre”.
Lo
que sí ha sido difícil de digerir fue escuchar a Lula da Silva esgrimir el
mismo reclamo, violento y agresivo, de la derecha proimperialista venezolana,
del gobierno de EEUU, la Unión Europea y de toda la turba de lacayos e
instrumentos de colonización, como es el caso de la Organización de Estados
Americanos (OEA), con referencia a las actas electorales y transparencia, pasando
por encima de las instituciones venezolanas responsables de la valoración y
dictamen del tema en ese país.
Sobre
Cuba es imposible negar la dura situación económica que afronta y más con las
batallas que se están librando contra aquellos que mantienen posturas de
cooperación y solidaridad con la Revolución y el pueblo cubanos. Pero está
demostrado que el principal causante de las carencias y necesidades que sufre
la familia cubana, es el criminal bloqueo económico, financiero y comercial
impuesto por EEUU, muy a pesar de ser rechazado por más de una treintena de
ocasiones en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Pero
a junto con esa persistente y férrea política de estrangulamiento, los
gobiernos de EEUU han aplicado una creciente escalada de agresiones. El
historial recoge operaciones con bandidos infiltrados en zonas montañosas, operaciones
militares de intervención con un ejército de mercenarios, atentados contra
objetivos económicos y sociales, planes de asesinatos a líderes del gobierno, campañas
mediáticas de engaños y embustes, guerra bacteriológica con enfermedades contra
la población cubana y sus cultivos, financiación a una contrarrevolución cuyas
divisiones internas compiten por ver quién se queda con la mayor parte de la
financiación que les llega a través de la USAID, la NED y otras empresas y
entidades foráneas radicadas en EE.UU y en Europa; así como un férreo bloqueo
económico que cada día busca darle una vuelta más a la tuerca y que impone una
situación difícil a la familia cubana.
En
días pasados, el intelectual Ignacio Ramonet, emitió una carta al presidente
Joe Biden, donde le demanda que se retire definitivamente a Cuba de la lista de
países patrocinadores del terrorismo. La misiva de Ramonet ha sido secundada
por firmas de numerosas personalidades del mundo. Varios mandatarios de
diversos países o funcionarios de entidades internacionales, han expresado lo
injusto e inmoral de tener a Cuba en esa lista; mucho más, cuando desde el
propio gobierno de EEUU se ha dado a conocer que se reconoce que Cuba coopera
con la lucha contra el terrorismo.
La
inclusión de Cuba en dicha Lista fue con la presidencia de Ronald Reagan, en
1982, se le retiró en 2015 bajo la administración de Barack Obama y fue
incluida nuevamente por la firma de Donald Trump, en 2021. Esta última vez se
dio por demanda del exgobernante de Colombia, Iván Duque; el mismo que ahora
presenta otra carta a Biden, solicitando el mantener a Cuba en dicha lista.
Es
curioso que los firmantes de la carta de Iván Duque, pertenecen a la fauna de
delincuentes y golpistas de América Latina:
El
auto proclamado presidente de la Asamblea General de Venezuela, Juan Guaidó
Jeanine
Añez, quien guarda prisión en Bolivia por ser golpista y responsable de la
represión desatada, que ocasionó más de una cincuentena de muertes.
Guillermo
Lasso, quien continuó las políticas neoliberales de Lenin Moreno y fue
destituido como mandatario en Ecuador, por el delito de malversación de fondos.
Rafael
Calderón Fournier, el primer expresidente costarricense juzgado y condenado a
cinco años de prisión por corrupción.
Felipe
Calderón, quien ganó la Presidencia por fraude en México y se recuerda por haber
ocasionado 60 000 muertes en la llamada lucha contra las drogas.
Mireya
Moscoso, que en el último periodo de su mandato en Panamá, en el 2004, liberó a
los terroristas Luis Posada Carriles, Guillermo Novo Sampoll y otros más, que integraban
un grupo que tenían como plan el asesinato de Fidel Castro y cuya operación con
bombas, en un acto público en el paraninfo de la Universidad de Panamá,
costaría la vida a miles de personas.
Pero
tampoco escaseó una firma desde esta “España” acuñada por la sombra del franquismo
y el fascismo de la derecha y la ultraderecha: el Sr. Mariano Rajoy Brey,
protagonista de la trama de corrupción conocida como “caso Gurtel”.
Esta
es la jauría de la que se nutre el imperialismo para lanzar sus mentiras y
bulos contra pueblos que han decidido tomar un rumbo propio.
Sin embargo, nuestros pueblos latinoamericanos estamos conscientes que el camino es difícil, lleno de sacrificios, de replantearse a sí mismos para sortear los zarpazos del enemigo; pero sobre todo, se camina con firmeza, trabajando para fortalecer la región y los instrumentos creados para la cooperación y la ayuda mutua.
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