domingo, 6 de octubre de 2024

América Latina y sus trances con la política del imperialismo

Por Gustavo de la Torre Morales.

La historia de la América Latina y el Caribe está matizada con el dolor que lleva en su piel, como resultado del sufrimiento de los atropellos y desmanes de las que han sido víctimas sus pueblos y, por otro lado, sus luchas intermitentes, pero constantes, por la rebeldía que corre en sus venas, por construir procesos propios que les garantice libertades y desarrollo.

Después de las amarguras vividas por las barbaridades de la colonización, cayó a golpes de martillo todo el peso del imperialismo estadounidense con su política Monroe; el cual, hasta nuestros días, sigue viendo a América del Sur como su patio trasero.

El prisma latente en la política de EEUU, así como en el rezago feudal con que se mira a América del Sur desde Europa occidental, se basa en el corolario de pertenencia y supremacía: en otras palabras, derecho a colonizar y a tratar con desdén.

Es imposible olvidar que en la agenda del imperialismo siguen estando en el orden del día las intervenciones militares e injerencias en asuntos internos de otros países, la intimidación diplomática, el uso del sabotaje y la guerra bacteriológica, la imposición de dictaduras y gobiernos corruptos, las alianzas que faciliten el expansionismo militar, la puesta en marcha de mecanismos de persecución, represión, encarcelación y torturas, la dependencia económica y el latrocinio de los recursos naturales, el uso de fuerzas mercenarias y la financiación a grupúsculos violentos (que hoy día se edulcoran con los vocablos “disidentes” u “oposición”), el asesinato de lideresas y líderes políticos y sociales (denominados “molestos”). También han hecho una moda acusar con calificativos como “Amenaza para la Seguridad Nacional” o “Eje del Mal”, con el simple objetivo de justificar la imposición de medidas económicas restrictivas, manejos de campañas mediáticas, agresiones paramilitares y sabotajes. Y sí, todavía hay mucho más en ese grueso expediente de TERRORISMO.

Sin intención de desmerecer el gran significado que tuvieron los diferentes procesos de luchas emancipadoras, anticoloniales y antiesclavistas de las gestas independentistas de la región, es indiscutible que el triunfo de la Revolución cubana, en enero de 1959, sembró un hito en todo el continente (también en otras partes del mundo), y demostró que las cadenas de la explotación se pueden romper y que un pueblo decidido es capaz de abrirse camino, aun afrontando colosales obstáculos y espinosas adversidades.

Además del triunfante proceso socialista cubano, en 1979 llegó la victoria de la Revolución Sandinista sobre el dictador Anastasio Somoza y en 1998 el Comandante Hugo Chávez Frías alcanzó el triunfo electoral y puso en marcha lo que denominó como Socialismo del Siglo XXI. En enero de 2006, el sindicalista y activista Evo Morales Ayma llegó a la presidencia de Bolivia, para rescatar la dignidad de los pueblos indígenas, y un año después, en enero de 2007, Rafael Correa llega a la cabecera del gobierno de Ecuador con su Revolución Ciudadana. Estos hechos propiciaron sustanciales cambios en la región, que la marcaron con avances de gran importancia en políticas económicas y transformaciones democráticas y antiimperialistas.

Sin embargo, el panorama actual en América Latina ofrece la imagen de una situación difícil. El giro de muchos países a gobiernos de políticas neoliberales y de subordinación a intereses yanquis, ha agravado la situación social y política de la región.

El golpe de Estado a Manuel Zelaya en 2009, en Honduras, el fulminante juicio político que llevó a la destitución del presidente de Paraguay, Fernando Lugo en 2012, el impeachment en Brasil a Dilma Roussef en 2016, la encarcelación de Lula da Silva en 2018 para facilitar el triunfo al fascista Jair Bolsonaro, el golpe de Estado a Evo Morales en Bolivia en 2019 y la destitución y encarcelamiento en Perú de Pedro Castillo en 2022, fueron duros golpes para los pueblos de la región.

El papel de instituciones nacionales y regionales (Organización de Estados Americanos (OEA), Human Right Watch, Freedom House, USAID, NED, entre otros tantos), como instrumentos de dominación y subordinación, sirvieron de acicates para minar a los pueblos desde dentro y que propiciaran los réditos que sirvieran a los intereses del Tío Sam: desorden social, colapso político, enfrentamientos sociales, presiones económicas, revertir las conquistas y derechos alcanzados, impedir el triunfo de gobiernos progresistas y mantener el control geopolítico en la región.

Aunque el carisma de Barack Obama, durante su presidencia, no proyectaba la misma belicosidad que los anteriores presidentes de EEUU, como Nixon, Reagan o los Bush, y que se le concedió un “Premio Nobel de la Paz”, su etapa se basó en la prolongación de guerras, el uso de drones para el asesinato selectivo y extrajudicial (con unas 3.000 ejecuciones en Pakistán, Yemen, Somalia y Libia, sin contar Afganistán e Irak), sustituir las misiones del ejército de EEUU con fuerzas mercenarias, fortalecer la guerra fría, agredir a los gobiernos latinoamericanos que no seguían los dictados del imperialismo y por un cambio de táctica hacia Cuba: habló de acercamientos, flexibilización del bloqueo y cambiar la perspectiva de la política de garrote sostenida hasta entonces; pero en el fondo buscaba lo de siempre, el destruir la Revolución cubana desde dentro y tratando de destruir los órganos regionales de cooperación latinoamericanos.

Después llegó el Sr. Donald Trump, que durante su período de gobernación, rescató el denominativo de “Eje del Mal” de George W. Bush, para la puesta en marcha de políticas de sanciones, campañas mediáticas de descréditos y presiones políticas contra Nicaragua, Venezuela y Cuba.

A lo anterior, se le suma el declive que generó el azote de la pandemia de la COVID-19 y el paso de personajillos que fueron desmantelando conquistas en detrimento de pueblos latinoamericanos y en cumplimiento de los intereses imperialistas: la golpista Jeanine Añez en Bolivia, el Sr. Macri en Argentina, Sebastián Piñera en Chile, Iván Duque en Colombia, entre otros más.

A los ya mencionados, no faltan los que hoy día bailan al ritmo de los dictados de occidente y que se suman a las comparsas de agresiones imperialistas: Javier Milei y Gabriel Boric. Veamos algunos datos.

La llegada del Sr. Milei al gobierno de Argentina sentó las bases para aplicar crudas políticas neoliberales y de despojo de derechos al pueblo argentino. Pero también ha sido artífice de lanzar públicamente mentiras y embustes contra Cuba y la República Bolivariana de Venezuela y apoyar el genocidio del sionismo israelí contra la población palestina.

Un gobernante que prefiere entregar el país. El actual gobierno argentino realizó una reunión, señalada como secreta, donde firmó un acuerdo con el Reino Unido sobre las Islas Malvinas, en seguimiento a precedentes dados en el gobierno de Mauricio Macri con el Pacto Foradori – Duncan. Dicha firma se justificó en que el acuerdo respondía a establecer medidas humanitarias vinculadas a los reclamos de las familias de las víctimas de la guerra de 1982. Sin embargo, en los acuerdos adoptados, se le facilita al Reino Unido una ampliación en la explotación pesquera, iniciar la extracción petrolera, y se le dio un fortalecimiento definitivo a los ingleses como estado usurpador de las Islas”.

Javier Milei es un gobernante que desconoce el salario mínimo o el precio de los alimento en su propio país, porque este señor encuentra esos datos como insignificantes para su gestión presidencial y de “gestión administrativa” de los recursos del país. Un mandatario que públicamente expresó que el Estado le importaba un carajo.

Vaya si es tremenda la aberrante mentalidad de Javier Milei, que no desperdicia momento para ir rociando su desquiciado odio. Incluso se ha inventado un nuevo denominativo: lesbofeminismo neomarxista.

Está el Sr. Gabriel Boric Font, presidente de Chile, que por momentos se hace pasar por progre, pero la mayoría del tiempo esboza el mismo teatrillo verbal de agresiones dictadas contra Nicaragua y Venezuela. Pero lo llamativo de toda esa representación de creerse el continuador de la obra de Salvador Allende, es que ofende a su memoria, cuando permitió que en Chile se realizara la Conferencia Sudamericana de Defensa (SOUTHDEC), en la que participó la Laura Richardson, comandante del Comando Sur de EEUU (SOUTHCOM); una comandante del ejército que representa al sistema político de EEUU, que en la presidencia de Nixon apoyó el golpe de Estado a Salvador Allende y el asesinato de Víctor Jara, el mismo ejército cuya Agencia de Inteligencia organiza, asesora y financia los diferentes golpes de Estado que se llevan a cabo en muchos países latinoamericanos, el mismo que hizo intervenciones en la región y otras partes del mundo.

Por otra parte, la oleada de agresiones contra la República Bolivariana de Venezuela cuenta con diversos formatos, desde intento de golpes de Estado, el asesinato a sus presidentes (Hugo Chávez y actualmente a Nicolás Maduro), el bloqueo económico con más de 900 medidas restrictivas, guarimbas y financiación a comandos violentos, operaciones subversivas para generar desorden social, sabotajes a la estructura energética y operaciones paramilitares, con el objetivo de generar una crisis que justifique una intervención extranjera.

En las recientes elecciones en el país, se ha podido observar como occidente prestaba más atención a los reclamos de una turba guarimbera y al exilio (“muy mediático”) del principal candidato opositor, Edmundo González, que al genocidio que se está cometiendo en Gaza o la difícil situación a la que se ha llevado a la República del Congo o a Somalia. Algo que también hace la gran prensa “libre”.

Lo que sí ha sido difícil de digerir fue escuchar a Lula da Silva esgrimir el mismo reclamo, violento y agresivo, de la derecha proimperialista venezolana, del gobierno de EEUU, la Unión Europea y de toda la turba de lacayos e instrumentos de colonización, como es el caso de la Organización de Estados Americanos (OEA), con referencia a las actas electorales y transparencia, pasando por encima de las instituciones venezolanas responsables de la valoración y dictamen del tema en ese país.

Sobre Cuba es imposible negar la dura situación económica que afronta y más con las batallas que se están librando contra aquellos que mantienen posturas de cooperación y solidaridad con la Revolución y el pueblo cubanos. Pero está demostrado que el principal causante de las carencias y necesidades que sufre la familia cubana, es el criminal bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por EEUU, muy a pesar de ser rechazado por más de una treintena de ocasiones en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Pero a junto con esa persistente y férrea política de estrangulamiento, los gobiernos de EEUU han aplicado una creciente escalada de agresiones. El historial recoge operaciones con bandidos infiltrados en zonas montañosas, operaciones militares de intervención con un ejército de mercenarios, atentados contra objetivos económicos y sociales, planes de asesinatos a líderes del gobierno, campañas mediáticas de engaños y embustes, guerra bacteriológica con enfermedades contra la población cubana y sus cultivos, financiación a una contrarrevolución cuyas divisiones internas compiten por ver quién se queda con la mayor parte de la financiación que les llega a través de la USAID, la NED y otras empresas y entidades foráneas radicadas en EE.UU y en Europa; así como un férreo bloqueo económico que cada día busca darle una vuelta más a la tuerca y que impone una situación difícil a la familia cubana.

En días pasados, el intelectual Ignacio Ramonet, emitió una carta al presidente Joe Biden, donde le demanda que se retire definitivamente a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo. La misiva de Ramonet ha sido secundada por firmas de numerosas personalidades del mundo. Varios mandatarios de diversos países o funcionarios de entidades internacionales, han expresado lo injusto e inmoral de tener a Cuba en esa lista; mucho más, cuando desde el propio gobierno de EEUU se ha dado a conocer que se reconoce que Cuba coopera con la lucha contra el terrorismo.

La inclusión de Cuba en dicha Lista fue con la presidencia de Ronald Reagan, en 1982, se le retiró en 2015 bajo la administración de Barack Obama y fue incluida nuevamente por la firma de Donald Trump, en 2021. Esta última vez se dio por demanda del exgobernante de Colombia, Iván Duque; el mismo que ahora presenta otra carta a Biden, solicitando el mantener a Cuba en dicha lista.

Es curioso que los firmantes de la carta de Iván Duque, pertenecen a la fauna de delincuentes y golpistas de América Latina:

El auto proclamado presidente de la Asamblea General de Venezuela, Juan Guaidó

Jeanine Añez, quien guarda prisión en Bolivia por ser golpista y responsable de la represión desatada, que ocasionó más de una cincuentena de muertes.

Guillermo Lasso, quien continuó las políticas neoliberales de Lenin Moreno y fue destituido como mandatario en Ecuador, por el delito de malversación de fondos.

Rafael Calderón Fournier, el primer expresidente costarricense juzgado y condenado a cinco años de prisión por corrupción.

Felipe Calderón, quien ganó la Presidencia por fraude en México y se recuerda por haber ocasionado 60 000 muertes en la llamada lucha contra las drogas.

Mireya Moscoso, que en el último periodo de su mandato en Panamá, en el 2004, liberó a los terroristas Luis Posada Carriles, Guillermo Novo Sampoll y otros más, que integraban un grupo que tenían como plan el asesinato de Fidel Castro y cuya operación con bombas, en un acto público en el paraninfo de la Universidad de Panamá, costaría la vida a miles de personas.

Pero tampoco escaseó una firma desde esta “España” acuñada por la sombra del franquismo y el fascismo de la derecha y la ultraderecha: el Sr. Mariano Rajoy Brey, protagonista de la trama de corrupción conocida como “caso Gurtel”.

Esta es la jauría de la que se nutre el imperialismo para lanzar sus mentiras y bulos contra pueblos que han decidido tomar un rumbo propio.

Sin embargo, nuestros pueblos latinoamericanos estamos conscientes que el camino es difícil, lleno de sacrificios, de replantearse a sí mismos para sortear los zarpazos del enemigo; pero sobre todo, se camina con firmeza, trabajando para fortalecer la región y los instrumentos creados para la cooperación y la ayuda mutua.

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