lunes, 4 de mayo de 2009

Es evidente quién debe abrir la puerta del cambio.


Por Gustavo de la Torre Morales

Se evidencia una nueva era en el quehacer de la política exterior del gobierno de los Estados Unidos con la toma de la presidencia por parte de Barack Obama.

Sin crear un compromiso frente al tema Cuba, se ha enviado a este país una comitiva presidida por la diputada Bárbara Lee, con el objetivo de abrir una puerta de diálogo, como respuesta a la pujanza de un amplio sector de la población cubanoamericana y de una parte de la Cámara de Representante del gobierno norteamericano.

El senador republicano Richard G. Lugar emitió una carta al nuevo presidente con el objetivo de suavizar las relaciones con Cuba y entrar en una etapa de intercambios, donde además, incluye la propuesta de la reincorporación de Cuba a la OEA.

Los poderes mediáticos siempre han enfocado a Cuba como una disoluta rebelde que ha cerrado las puertas al resto del mundo, encerrándose en la llamada “Dictadura de Castro”. Sin embargo, es hora de mirar un poco más profundo en el entrelazo de esta historia propagandística por parte de los enemigos de la Revolución Cubana.

Si miramos las páginas de la historia del comportamiento de los gobiernos de la actual poderosa potencia de los Estados Unidos de América, nos podemos percatar que cada etapa de su enciclopedia está plagada por la implementación de políticas de desalojo, aplicación de la fuerza, hegemonía e ingerencia.

Después de la liberación de las trece Colonias, comienza una carrera expansionista caracterizada por el objetivo de ganar en poderío económico (dominación de los recursos naturales), aunque como medio para este fin incluyera (como ocurrió) la eliminación de la población autóctona y arrebatar territorios ajenos.

Cuba no quedó fuera de las ansias de dominación de los Estados Unidos. En carta emitida por John Adams (segundo presidente de este país), fechada el 23 de junio de 1783, a Robert R. Livingstone (uno de los redactores de la Declaración de Independencia) le decía que “las isla del Caribe constituían un apéndice natural del continente americano y que era casi imposible resistirse a la convicción de que la anexión de Cuba a la República Federal era indispensable para la constitución de la Unión y el mantenimiento de su integridad”.

La propuesta de esta anexión se incorporó a ser punto estratégico en la agenda del tercer presidente, Thomas Jefferson, y la obsesión quedó grabada como enfermedad genética en el resto que le siguieron.

Las posiciones de fuerza por la anexión hicieron al entonces Jefe del Departamento de Estado, James Monroe, en 1812, a conformar un mapa de las posesiones de los EE.UU donde incluyó al archipiélago cubano, con el simple objetivo de imponer a España una negociación sobre el dominio que ejercía sobre éste. Después, siendo John Quincy Adams presidente, expone la ley de la gravitación política, donde expresaba: “Pero hay leyes de gravitación política como hay leyes de gravitación física, y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del tiempo, no puede, aunque quiera, dejar de caer al suelo; así Cuba, una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga a ella, es incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana”. El secretario de Estado William L. Marcy, en carta dirigida al Ministro norteamericano en España (1 de mayo de 1855) también expone los objetivos de anexión.

No faltaron otras gestiones como la compra o el manejo de la opinión pública dentro de su territorio como en el campo internacional. Dentro de sus esfuerzos estuvo la amenaza a los gobiernos de México y Colombia para que no enviaran tropas a apoyar al ejército mambí en su lucha de independencia contra el coloniaje. Era preferible que se mantuviera subyugada hasta complotar la última alternativa a cumplir: la intervención militar en el conflicto hispano-cubano. La voladura del Maine fue el infame pretexto y el 19 de abril de 1898 se aprobó por el gobierno de los Estados Unidos la primera intervención Yanqui en Cuba.

En ese mismo año el Mayor General Nelson A. Miles, jefe del Ejército norteamericano, recibió instrucciones del Secretario de Guerra de ese país, Mr. J. G. Breckenridge, sobre la manera de dirigir la contienda para lograr la anexión: “Cuba, con un territorio mayor, tiene una población mayor que Puerto Rico. Ésta consiste en blancos, negros, asiáticos y sus mezclas. Los habitantes son generalmente indolentes y apáticos. Es evidente que la inmediata anexión de estos elementos a nuestra federación sería una locura y, antes de hacer, debemos limpiar el país, aun cuando esto sea por la aplicación de los mismos métodos aplicados por la Divina Providencia en Sodoma y Gomorra”… “Debemos destruir todo lo que esté dentro del radio de acción de nuestros cañones. Debemos concentrar el bloqueo, de modo que el hambre y su eterna compañera la peste, minen a la población civil y diezmen al ejército cubano.”

A partir de 1900, para Cuba comenzó una nueva etapa de dominación, bajo el nuevo estilo de Neocolonia. La Constitución de la República fue mancillada con una enmienda impuesta por el senador Oliver Platt, la cual daba potestad a los Estados Unidos de invadir Cuba militarmente en caso de ver en peligro la “integridad de su noble nación”; también el establecimiento de una base militar enclavada en Guantánamo y tratados comerciales que solo beneficiaban al norte y empobrecía mucho más a la nación y economía cubanas.

Los gobiernos de turnos en Cuba, financiados por el visto bueno de los gobiernos del norte, subyugaban a la población bajo sangrientas tiranías, donde los asesinatos, las torturas y las vejaciones eran el menú en la forma de gobernación. Se implementaron el vicio, la corrupción y la llamada zona franca para el lavado de dinero y el trasiego de negocios turbios.

Pero con la rebeldía de los mambises en la sangre de los cubanos buenos, como los denominó José Martí, Héroe Nacional, se levantó la antorcha de lucha nuevamente y con la entrada del 1ro enero de 1959, el triunfo de la Revolución, se comenzó una nueva era para Cuba.

En un principio, el gobierno de Estados Unidos creyó que todo sería como otro proceso más de cambio de poder, donde nacería una nueva burguesía que aceptaría los mandatos de su hejemonismo. Pero en breve tiempo comprendió que sus lazos de dominación ya se habían roto y no vio con beneplácito el carácter Democrático Popular, Agrario y Antiimperialista del nuevo proceso social que se erigía en Cuba. Con las nacionalizaciones y confiscaciones de los consorcios y compañías norteamericanas, la respuesta del gobierno norteamericano no se hizo esperar. La administración republicana del general Eisenhower prohibió todo tipo de transacción comercial de azúcar entre ambos países, lo cual condujo a que los expropietarios norteamericanos no recibieran las indemnizaciones por el hecho de las confiscaciones.

También se suprimió de forma absoluta la exportación de piezas de repuesto, por la industria interna y las subsidiarias, para Cuba; se organizó y se llevó a cabo una nueva invasión por Playa Girón y se logró la expulsión de Cuba de la OEA, siendo esta organización la servilleta de los Estados Unidos. Solo México tuvo la valentía de ponerse a favor de Cuba.

A la agenda de los gobiernos de la gran potencia se incluyeron los intentos de asesinatos a los dirigentes políticos de la Revolución Cubana, el adiestramiento y financiación de bandas terroristas con el objetivo de operar en Cuba y realizar simulaciones de levantamiento armado contra el gobierno revolucionario, financió la realización de actos terroristas dentro de Cuba, ha apoyado y refugiado a terroristas connotados como Posada Carriles y Luis Orlando Bosh (actores del atentado al avión de cubana en Barbados en 1976), ha preparado y financiado sabotajes y atentados a instalaciones sociales y económicas de Cuba. Se ha aplicado la guerra bacteriológica, la cual ha afectado tanto a la economía como a la población cubanas.

Con los gobiernos de los Bush, se incrementó la política anticubana y se recrudeció el bloqueo económico a Cuba con la firma de la ley Torricelli, las cual expone un carácter extraterritorial, y la ley Helms-Burton, que propone el nuevo modelo “democrático” para la nación caribeña.

El bloqueo recrudecido fue el vocablo de orden que entró en la mentalidad de los gobiernos de Estados Unidos y fue tergiversado en el discurso a la opinión pública como un simple embargo.

¿Pero qué hizo el levantamiento de una Revolución en Cuba y qué la ha hecho tan resistente? Sin alejarnos mucho, simplemente nos podemos remitir con una mirada a la mismísima Declaración de Independencia de los Estados Unidos, donde podemos encontrar en su preámbulo lo siguiente: “…que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla, o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad.” Y continúa diciendo: “…Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, evidencia el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y proveer de nuevas salvaguardas para su futura seguridad y su felicidad.”

De la misma forma que el pueblo naciente de Estados Unidos se levantó en contra del coloniaje inglés, Cuba lo hace de las garras de sus destructores.

Se puede decir que el pueblo de Cuba ha hecho suyas las palabras escritas en esta Declaración, decidiendo cambiar el curso de vejaciones y explotación a la que era sometida con los gobiernos de turno y servilistas a los señores del norte. Desde el 1ro de enero de 1959, el pueblo cubano escogió un nuevo camino y se lucha y persiste tenazmente en mantener vivo y en desarrollo su proceso social socialista y su independencia.

No hay página en la historia de esta Isla que haya implicado o implique peligro o agresión contra los Estados Unidos u otra nación del mundo, cuando solamente ella ha sufrido la vejación de las amenazas. Cuba solo ha puesto al servicio de la humanidad su carácter internacionalista y solidario.

Solo los enemigos de este proceso se anquilosan y enfocan su rabia e impotencia en el campo internacional hacia con Cuba.

Obama tiene ante sí un gran reto: Desea realizar la proeza de establecer una nueva era en la relación de los Estados Unidos con el resto del mundo y reestablecer su papel de rector en la economía global.

El gobierno de Cuba siempre ha expresado su disposición de establecer el diálogo y el intercambio, sin que medie la imposición de condiciones políticas e ideológicas, sino el entendimiento y el respeto mutuo.

Ahora, se hace muy evidente quién es el que debe abrir la puerta del cambio.

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