Diariamente nos estamos enfrentando a adversidades económicas, cada vez más desgarradoras, las cuales nos inundan con esa creciente incertidumbre porque se nos acerca un futuro lleno de contingencias, abriéndose paso en nuestro horizonte, debido a las políticas errantes llevadas a cabo por las administraciones de diferentes países, principalmente aquellas del mal llamado primer mundo.
El sistema capitalista se reformula sólo para aferrar su existencia, no para solventar los problemas del hombre y su subsistencia. Por eso, sigue generando consigo mayores pesares para la humanidad.
Amén de los descontentos populares, el capitalismo privatiza los servicios sociales y va desapareciendo los elementales beneficios públicos, la hambruna crece como una marea en poblaciones del tercer mundo e incluso bate sus látigos en países desarrollados, se desalojan familias de sus hogares sin posibilidades de alternativas que no sea la desobediencia, se siguen salvando a instituciones privadas en bancarrotas con los fondos aportados por los contribuyentes (a quienes les crecen los impuestos) y se socializan las deudas privadas; las ofertas de trabajo son un va-y-ven según los intereses de los empresarios, quienes van pujando por la creación de reformas laborales que despojan a los trabajadores de todos sus derechos. Las deudas nacionales se van duplicando y más debido a la crecida de los precios y aranceles, manejos condicionados por los llamados “mercados”, los cuales campean “libres” con los dictados del 1% más rico del planeta. El desgaste de los recursos naturales por el abismo mercantilista del consumismo va podando al planeta de toda posibilidad de regenerarse con un debido ciclo, el cual facilite nuevos caudales.
Sin embargo, mientras millones de empresas pierden puestos de trabajo y medianas empresas entran en quiebra con el banco por impagos, existe un negocio que genera a unos pocos inmensas riquezas sin producir con ello bienes materiales, servicios o alimentos: el militarismo, el cual sigue alcanzando valores crecientes en referencias a años anteriores.
Solamente la comercialización de armas en todo el mundo ha alcanzado el valor de los 85 300 millones de dólares con respecto al año precedente.
Como ejemplos, se puede citar que Estados Unidos es el mayor exportador de armas; con el 78% de los valores mundiales, una cifra que iguala la suma de algunos de sus competidores a la vez: Francia, Rusia, China, otros.
Según el texto presentado por el Servicio de Investigación del Congreso, Estados Unidos triplicó las ventas de armas al extranjero en el 2011 con respecto al año anterior, 2010, hasta un valor de 66 300 millones de dólares (52 960 millones de euros). Armamento que fue principalmente dirigido a sus amiguetes del Golfo Pérsico. Sus principales interesados fueron Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Omán (De seguro, este año será igualmente beneficioso con los movimientos que se están dando para sostener el conflicto en Siria y fundamentar mucho más la buscada excusa para la invasión a Irán).
El pertrecho vendido estuvo conformado, principalmente por: aviones de combate F-15 y tipo C-17; cuatro tipos de helicópteros (70 Apaches, 72 Black Hawks, 36 Little Birds y Chinook); además de la venta de baterías antimisiles Patriot.
¿Por qué tanto interés en el sostenimiento y desarrollo de tecnología para crear muertes? La simple lógica indica un hilo hilvanando varios intereses juntos: guerras significan ventas, las ventas significa desarrollo de la industria armamentista, el desarrollo de la industria significa grandes capitales por concepto de ingresos, los ingresos significan comercialización directa y/o subterránea, la comercialización significa firmas de contratos, los contratos significan establecer estrategias que respondan a objetivos geoestratégicos, políticos, económicos, etc. Por tanto, estos objetivos para ser cumplidos, deben alimentarse de supuestas inestabilidades políticas y económicas en estas regiones, las cuales posibilitarían las condiciones idóneas para la creación de dichos conflictos. Es un negocio que engrasa desde empresarios, productores, comerciantes, intermediarios, el mercenarismo militar y, además, la subversión.
El ejemplo que mejor ilustra esta telaraña es el dominio sobre los yacimientos petrolíferos; el cual desentraña igualmente el regazo colonialista que aun perdura en países llamados primermundistas, los cuales abogan por su expansionismo y poderío sobre los recursos naturales yacientes en otros países. Basta citar un documento redactado en 1947 por parte del entonces gobierno de los Estados Unidos titulado "United States Petroleum Policy"; el cual menciona que los Estados Unidos debía establecer una estrategia que posibilitara la "eliminación o modificación de las barreras existentes a la expansión de las operaciones petroleras Americanas en el extranjero", así como "...promover...la entrada de nuevas firmas Americanas en todas las fases de las operaciones petrolíferas extranjeras".
En los países del Oriente Medio se sentó mucho más este concepto: ¡Crear conflictos y hacer guerras es un sustancial negocio!
¡Atención! Otros países, como el caso de Venezuela que también maneja extensos recursos energéticos, del mismo modo están en la diana imperialista.
España también pone su industria armamentista como un negocio “necesario”; aunque arrastra una deuda acumulada de 27.000 millones de euros en los Programas Especiales de Armamentos (PEAS), los cuales son contratos de larga duración para la compra de armamento. Entre éstos están: aviones cazas Eurofighter y de transporte A400M, blindados Leopard 2E y Pizarro, torpedos DM2A4, helicópteros Tigre, submarinos S-80 fragatas y diversos buques de guerra, entre otros.
Lo más curioso sobre estos gastos, lo expresó el propio ex Secretario de Estado de Defensa, Constantino Méndez: “no deberíamos haber adquirido sistemas que no vamos a usar, para escenarios de confrontación que no existen y con un dinero que no teníamos entonces ni ahora”.
¿Entonces para qué demonios se llevaron a cabo tales gastos y compromisos?
Sin embargo, el dominio de los recursos naturales no es el único “motivo” que genera riquezas en este negocio de las armas; teniendo en cuenta la necesidad constante del capitalismo de “buscar” nuevos mercados donde expandir su mercancía basura, y transferir la cultura del consumismo en otras latitudes.
También dentro de los propio Estados Unidos, los comerciantes de armas han encontrado un espléndido nicho de mercado, ya que hay cerca de 100 millones de ciudadanos que poseen armas, para un total de 240 millones de armas en manos de estadounidenses. En este país la tasa de muertes por armas de fuego es de 14.5 por cada 100 mil habitantes. Un comercio que se justifica en la Segunda Enmienda (1791) de la Constitución de Estados Unidos, en la cual se expone: "… el derecho del Pueblo a tener y portar armas no será vulnerado”. Por la misma cita se “justifica” y lo que se incluyó en la Constitución como el reclamó a la libertad de tener una fuerza capaz de actuar en cualquier contingencia si la fuerza federal no podía, se convirtió en una agravante bien aprovechada por oportunistas para hacer negocio.
Por tanto, quiénes defienden la tenencia de armas, los grandes comerciantes que manejan este mercado y se esfuerzan en sostener este negocio lucrativo, legalmente se apoyan en la Novena Enmienda (1791) de la Constitución. Negocio que se dispara cada vez que una oleada de actos belicistas cunde en este país, como los generados en Denver (EUA_2012), con la puesta en escena de la última versión de la saga Batman.
En los Estados Unidos el comercio legal de armas ligeras y de pequeño calibre mueve cada año un aproximado de 8 500 millones de dólares (el doble del valor del año 2006).
Mientras el mundo entero se ahoga en una crisis creada desde los países industrializados, sentados bajo el paraguas del neoliberalismo, y arrastrando consigo al resto de los países del planeta y la supervivencia del hombre como especie; unos pocos inescrupulosos se aprovechan creando artífices de la muerte con la industria armamentista. Pero lo peor de todo este fatalismo real, es que existen gobiernos llenos de políticos, que amparan con políticas antipopulares (“oportunos” paquetes de recortes y subida de impuestos) la actuación inmunda de los grandes fabricantes y comerciantes de armas.
Si encuentra alguna semejanza con lo que está viviendo, no es ficción; es la realidad que nos imponen.
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