Aleida Guevara tenía solo 7 años cuando murió su
padre. Era apenas una niña cuando escuchó de su madre aquellas letras en las
que el Che se despedía de sus hijos con un triste “si alguna vez tienen que
leer esta carta, será porque yo no esté entre ustedes”, y aunque son muy pocos
los recuerdos que guarda en su memoria, los escritos, las historias ajenas y
los relatos de su madre, la han ayudado a reconstruir al Ernesto Che Guevara
padre, al hombre capaz de combinar en su justa dimensión la ternura familiar
con sus responsabilidades como revolucionario.
Con motivo del aniversario 89 del natalicio del
guerrillero heroico, Cubadebate comparte algunas de las
historias contadas por la hija mayor de Ernesto Che Guevara y Aleida March,
como parte del documental “Ausencia presente”, del Centro de Estudios Che
Guevara.
¿POR QUÉ
QUIERO A MI PAPÁ SI NO LO TUVE CASI NUNCA A MI LADO?
Según narra el documental, esta interrogante llegó con
fuerza a la cabeza de Aleida Guevara cuando tenía 16 años. Antes no había
reparado en ello. Ocupó su asiento cuando él faltó, se arropó con la armazón de
que no podía llorar su muerte porque a su padre no le hubiera gustado, y sin
darse cuenta, la niña que no llegaba a 10 años ya sabía cómo el Che tomaba el
agua, el café, el vino y lo sentía presente en la casa.
“Los padres no siempre tienen automáticamente el
afecto y el cariño de sus hijos, hay que cultivarlo, ganarlo, y mi papá no
había tenido tiempo para hacerlo. Sin embargo, siempre lo he querido, lo he
respetado y lo he admirado. En aquel entonces, me pregunté por qué”, cuenta
Aleida, devenida médico pediatra.
Buscó en su memoria entre imágenes y recuerdos, y cada
uno de ellos le fueron demostrando que, efectivamente, “a pesar del poco tiempo
que convivimos, mi papá se había ganado ese afecto, ese amor y ese respeto que
siempre he tenido por él”.
“Papi demostró que era un hombre con una gran capacidad
para amar, y que a pesar de la distancia y el tiempo, logró que nosotros lo
quisiéramos y lo amaramos”
EL
RECUERDO MÁS ESPECIAL DE SU PADRE
Hay
muchos recuerdos que viven en la memoria de la hija del Che, la mayoría
impulsados por terceras personas, pero hay uno que asegura Aleidita permanece
intacto entre sus vivencias, y que nunca nadie ha interferido en él.
“Es una
imagen que ha quedado en mi memoria y para mí es de las cosas más tiernas. Esta
mi papá vestido de militar, y yo estoy mirándolo como de un perfil. Mi madre
está de espaldas a mi papá y en su hombro está la cabecita de mi hermano más
pequeño, Ernesto, que apenas tiene un mes de nacido. Él, con una mano grande,
está tocando la cabecita del niño, pero lo hace de una manera muy especial… hay
mucha ternura en esa escena. Yo tenía apenas cuatro años y medio, y recuerdo
perfectamente lo que estoy diciendo. Mi
papá quizás se estaba despidiendo, no lo sé, muchos años después yo supe que
esos fueron los últimos momentos que estuvo con nosotros.
Pueden haber sido muchas cosas, pero lo que sí es cierto es que muchos años
después yo mantengo muy fresca esa imagen, y es la última que me queda de ellos
dos juntos”.
EL REGALO DE PAPÁ
Quizás
una de las anécdotas más lindas contadas en el documental tenga que ver con la
que muestra a un Ernesto Che Guevara detallista. Todavía en la actualidad,
Aleidita conserva dos de los regalos que la han unido por siempre a su padre:
un león de peluche, y una muñeca. ¿Pero cuál es la historia detrás del día en
el que el Che regaló un león de peluche a su hija? Aleidita lo reconstruye de
este modo:
“Un día
mami se da cuenta de que yo empiezo a tener mucha dificultad para ir al baño en
la noche sola. Ella comenta esto con mi papá, pero a la vez encuentra un libro
de un cuento muy simpático donde un niño que tiene mucho miedo se encuentra con
un león, y este león lo acompaña hasta que el niño pierde el temor.
Ella le hace esta narración a papi, que no
estaba en Cuba porque estaba por los países africanos y él decide mandarme de regalo
un león de peluche. Fue una cosa muy bonita para mí, y ahora que soy adulta lo
valoro mucho más,
porque era un león que representaba el verdadero animal del cuento; por tanto,
iba a ser mi compañero a partir de ese momento. Además, era un regalo de mi
papá, que casi no lo hacía, porque papi en esas cosas era muy austero”.
FLORES PARA CAMILO
Entre
las imágenes que aparecen en la memoria de Aleidita, hay una de la que no puede
despegarse y que la ha marcado para siempre. Se trata de aquella primera vez en
que, junto a su padre, echó flores al malecón en tributo a Camilo Cienfuegos.
“Recuerdo
una tarde en el malecón, papi iba a manejando el carro, con mami, Camilo y yo,
y de pronto paró el auto. No recuerdo si íbamos al malecón en especial o si
íbamos por la zona, lo que si sé es que paramos. Él nos bajó a Camilo y a mí,
nos encaramamos encima del muro del malecón, y habló con nosotros. Algo nos explicó, no recuerdo
con exactitud, pero sé que fue el primer momento en que yo recuerdo haber
tirado una flor al mar a Camilo”.
MAMÁ, ESTE HOMBRE ESTÁ ENAMORADO DE MÍ
Uno
de los recuerdos más impresionantes es el del día en que vieron por última vez
a su padre sin saber que se trataba de él, porque venía disfrazado de Ramón.
“Mami
nos lleva a todos a cenar y nos dice que se trataba de un amigo de mi papá. (…)
Me dicen que este hombre es español, y yo inmediatamente le digo, pero tú no
pareces español. Todo el mundo en ese momento se sintió raro, porque si una
niña de apenas 5 años de edad puede decir que este hombre no es español, todo
el trabajo que habían pasado transformando a mi papá era en vano, porque no
sería creíble para otras personas. Mi papá me pregunta, por qué dices eso, y yo
le dije, “se me ocurrió”.
“Seguimos
conversando hasta que él nos invitó a cenar. (…) Esa noche cuando él se sienta
se sirve el vino tinto puro, y papi siempre tomaba el vino tinto con agua. Así
que yo me levanto como un resorte de mi lugar y le digo, oye ves, tú no eres
amigo nada de mi papá, porque mi papá se toma el vino tinto con agua y tú te lo
estás tomando puro. Tomé una botella de agua y le eché agua en su vino y le
dije, “ahora tómalo, porque así es como realmente es rico”. Dice mami que el hombre no
cabía dentro de la ropa, estaba súper orgulloso de que aquella mocosa de apenas
5 años defendiera con tanta pasión los gustos de su papá.
“Después
de cenar empezamos a jugar mis hermanos y yo, y me resbalé y me di un golpetazo
enorme en la cabeza. Mi padre me toma en sus brazos, me palpa. Hay un contacto
muy especial porque él era médico, pero era mi papá y son muchas las
preocupaciones que tenía encima. De alguna manera me protege. Entonces yo
empiezo a dar vueltas alrededor de mi mamá y le digo, tengo que decirte un
secretico, y mi mamá me dice que no se dicen secretos, hasta que papi le dice
que, o me dejaba decir el secreto o yo no los iba a dejar hablar. A plena voz
he gritado: “mamá, yo pienso que este hombre está enamorado de mí”.
“Fue
impactante en ese momento porque mi papá se emocionó. Dice mami que ella vio sus ojos muy tristes,
porque él quizás quiso decirme que, efectivamente, estaba enamorado de mí porque
era su hija, pero no podía hacerlo. Si lo hacía al otro día yo
diría a todo el mundo que había visto a mi papá y él estaba clandestino en
Cuba”.
EL DÍA DE LA TRISTE NOTICIA DE LA
MUERTE
¿Cómo
decirle a una niña de seis años que no verá más a su padre? El día de la muerte
del Che no ha podido despegarse de la memoria de Aleidita.
“Hay
imágenes que vienen de pronto: estoy en un auto, dando vueltas en la calle, y
de pronto empiezo a ver imágenes de mi papá. Son fotos grandes, y no entiendo
por qué hay tantas fotos suyas, no leo corrido todavía, tengo 6 años, no llego
a 7, y me cuesta trabajo leer rápidamente”.
De aquel
triste día, Aleida recuerda una conversación con Fidel:
“Me
llevan esa noche al lugar donde vivía mi tío y me dicen que él quería hablar
conmigo. Mi hermana mayor también estaba ahí, y me pareció raro. Él nos recibe,
habla con nosotros normal, muy tranquilo, y después de comer nos dice que tenía
que darnos una noticia. Dice
que ha recibido una carta de mi papá, donde le pide que hable con nosotros.
Explica que mi papá plantea que si él un día muere en combate, nosotros no
deberíamos llorar por él, porque él habría muerto como quería y cuando un
hombre muere como quiere no puede de ninguna manera llorarse. Después supe que él quería darnos la
noticia, pero mi mamá no le permitió que lo hiciera conmigo, ella quería
dármela personalmente.
Aleida
recuerda el día siguiente cuando habló con su mamá y supo que algo malo había
sucedido.
“Yo la
vi ese día como destruida, era una cosa difícil. Como no sabía cómo reaccionar,
puse el plato de sopa sobre la mesa y le dije: “mamá que te pasa, por qué estás
así?”
“Ella me
sentó en la cama y me dijo, tengo que hablar contigo. Yo no recuerdo en ningún
momento que mi mamá me haya dado la noticia. Ella sacó una carta y la empezó a
leer. Mi mamá estaba llorando leyendo la carta y al final dice: un beso grande
de papá. Esa
niña pequeña unió las dos frases, la de adelante y la del final, y se dio
cuenta de que ya nunca más iba a tener papá. Me acuerdo de que una lágrima
iba a salir, y me acordé de mi tío Fidel. Me incorporé en la cama y le dije a
mi mamá: no podemos llorar, si mi papá murió, murió combatiendo como él quería, y no se
puede llorar por los hombres así. Es el recuerdo que me queda de esa noche,
cuando por primera vez supe que mi papá había muerto”.
LA ÚLTIMA DESPEDIDA DE UNA HISTORIA DE
AMOR
Cuando
en el año 1997 regresaron a Cuba los restos del Che y sus compañeros, Aleidita,
sus hermanos y madre, fueron a recibirlos.
“Recuerdo
la impresión de ver a mi mamá llorando, temblando, y en un momento determinado
no pudo soportar más la tensión y dijo: “este
hombre cargó a mis hijos, este hombre me amó, y ahora solo veo esta pequeña
cajita frente a nosotros. Fue un momento difícil, pero ella estuvo
siete días junto a mi padre como si no lo pudiera dejar solo. Era como si se
estuviera despidiendo de una historia de amor”, recuerda Aleidita.
Una de
las anécdotas más simbólicas en relación con ese día sucedió una jornada antes
de que enterraran sus restos.
“Ella
empezó a llorar. No sabíamos que hacer porque se había comportado con mucha
dignidad y valor hasta el momento, y le preguntamos ¿qué pasa mamá? ¿en qué te
podemos ayudar? Ella dijo: cuando tu papá partió yo le di un pañuelo blanco y
negro para que lo llevara con él siempre, y él escribe en uno de los escritos
que hizo en el Congo y habla de ese pañuelo, y dice que fiel hasta en la muerte
lo llevaría siempre. Por razones de la vida nunca apareció el pañuelo junto a
sus restos, pero mi mamá tenía otro igual y quería ponerlo en sus restos pero
no sabía cómo. Así que tomamos el pañuelo y mi hermana lo coloco junto a su cadaver”.
ALEIDA GUEVARA RECUERDA A SU PADRE, EN DOCUMENTAL
AUSENCIA PRESENTE.
CARTA DE DESPEDIDA DEL CHE A SUS HIJOS
A
mis hijos
Queridos Hildita,
Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto:
Si alguna vez
tienen que leer esta carta, será porque yo no esté entre Uds.
Casi no se
acordarán de mi y los más chiquitos no recordarán nada.
Su padre ha sido un
hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones.
Crezcan como buenos
revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite
dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada
uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir
en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier
parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.
Hasta siempre
hijitos, espero verlos todavía. Un beso grandote y un gran abrazo de Papá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario