Tomado de Vanguardia
Por Narciso Fernández Ramírez.
Desde el 1.º de enero de 1959, Cuba entera se vistió de verde olivo. Un traje ajustado al cuerpo que ha servido para identificar la historia de un pueblo en Revolución a lo largo de 60 años.
Ahora muchos se rasgan las vestiduras por la decisión adoptada de prorrogar dos meses el mandato de los delegados a las asambleas provinciales y los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, con lo cual la instauración del nuevo Parlamento no se realizará el 24 de febrero, como ha sido habitualmente, sino el 19 de abril, y en titulares —que llenan las páginas de muchos diarios— resaltan de manera tendenciosa cómo Cuba posterga el mandato de Raúl Castro por 60 días más.
Mientras, otros se frotan las manos a la espera de lo que sucederá después de ese día, en una era que han denominado pos-Castro.
Dos errores en uno: el primero, porque omiten que dicho acuerdo parlamentario está en total correspondencia con la Constitución de la República de Cuba y sus leyes, que estipulan el derecho a adoptar ese tipo de decisiones ante situaciones excepcionales, como la acontecida tras el paso del huracán Irma, que atrasó inevitablemente el proceso de elecciones generales en el país.
El segundo, y de mayor cuantía: quién dice que Raúl se va. Quién dice que las ideas defendidas durante más de 100 años de luchas por la independencia, la soberanía y el socialismo se irán por la borda cuando de manera constitucional se produzca el inevitable relevo generacional, tantas veces adelantado por el Comandante en Jefe y que el propio general de Ejército ha explicado en reiteradas ocasiones.
Quienes así piensan poco conocimiento tienen de la Historia de Cuba y su Revolución. Esa iniciada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, reiniciada por José Martí en 1895, continuada por Mella, Villena y Guiteras en los años 30 del pasado siglo, y llevada a vías de hecho por la Generación del Centenario, con Fidel al frente.
La historia de un país, aunque se puede personalizar, y la nuestra es ejemplo fehaciente de ello, no se resume en personas, sino en la obra colectiva de todo un pueblo.
De ahí que lo que sucederá el 19 de abril, día de la victoria de Playa Girón y de la primera gran derrota del imperialismo yanqui en América Latina, será un cambio, sí, necesario e inevitable, pero no de ideología ni de rumbo político.
Después de su partida física Fidel está más vivo que nunca en el alma del pueblo cubano, y sus ideas, aplicadas de manera creadora por Raúl durante estos últimos dos mandatos constitucionales, de cinco años cada uno, mantendrán su lozanía y esplendor una vez que las riendas del Gobierno estén en manos de los mejores y con mayores aptitudes para continuar la obra revolucionaria que tanta sangre y sacrificio ha costado.
Desde aquel primer día de enero —hace ya casi 60 años—, y tampoco ahora, en el convulso mundo en que vivimos, la tarea ha sido ni será fácil. Fidel fue profético cuando al entrar en La Habana, el 8 de enero de 1959, afirmó con luz de futuro que, aunque la tiranía había sido derrotada, quizás en adelante todo sería más difícil. Y así ha sido.
Acaban de concluir las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular y poco, o casi nada, de la realidad cubana han dejado de abordar nuestros parlamentarios. Sin paños tibios, sino al contrario, con una mirada bien crítica a nuestros errores e insuficiencias.
Una lectura detallada del discurso de clausura de Raúl nos da una idea cabal de la complejidad de la realidad económica de Cuba y del caótico contexto internacional en que se desenvuelve, signado este último por un marcado retroceso de las relaciones con Estados Unidos y, en consecuencia, un recrudecimiento del bloqueo contra la isla.
Cierto que hubo un discreto avance en la economía y que el Producto Interno Bruto no decreció, pero la realidad es que eso tiene poco reflejo en la cotidianidad. Una cotidianidad agravada por las carencias dejadas tras el paso devastador de «Irma», y por los problemas no resueltos y en ocasiones acentuados de la llamada pirámide invertida, además de una dualidad monetaria y cambiaria cuya solución, al decir de nuestro presidente, se ha dilatado demasiado en el tiempo. A ello se suman manifestaciones de indisciplina social y casos de malversación, robo y desvío de recursos, por mencionar solo algunos ejemplos.
Pero también resulta cierto que nadie quedó desamparado después del terrible huracán, el cual causó daños cuantificados en 13 mil millones 185 000 pesos y afectó más de 179 000 viviendas; de ellas, más de 51 000 en nuestra provincia. Con organización, unidad, disciplina y solidaridad, nuestro pueblo enfrentó este evento y la posterior etapa de la recuperación, que aún transcurre.
También se lograron preservar los servicios de educación y salud, y se aseguró la estabilidad epidemiológica. Asimismo se ha desarrollado, aun en medio de tamañas dificultades, un proceso de elecciones con la participación del 89,02 % del electorado en la primera vuelta.
Mantener el rumbo será responsabilidad de todos. Una obra colectiva donde las manos blancas, negras y mulatas de los cubanos tendrán que ponerse a trabajar en el empeño común.
En lo simbólico, el ejemplo de Fidel nos seguirá guiando. Mientras, la sabiduría y la experiencia de Raúl y la generación histórica continuarán despejando el complejo camino de la construcción del socialismo en nuestro país. Nunca el relevo será ruptura, sino continuidad.
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