lunes, 30 de enero de 2017

Martí, cronista de la ciencia

Fotografías a páginas de la Revista Las Américas que dirigiera José Martí.
La biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística del Citma conserva los únicos ejemplares disponibles en el mundo de la revista La América, en la cual Martí escribió muchos artículos para divulgar los avances científicos de su época. Foto: Yander Zamora
Nuestro Héroe Nacional desarrolló una vasta obra literaria y periodística, en la cual los temas referidos a la ciencia y la tecnología ocuparon una atención preferente.

Tomado de Granma
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Más allá de su profusa labor política en favor de la independencia de Cuba, nuestro Héroe Nacional José Martí desarrolló una vasta obra literaria y periodística, en la cual y quizá para sorpresa de no pocas personas, los temas referidos a la ciencia y la tecnología ocuparon una atención preferente.
Con apenas 22 años de edad, el 2 de julio de 1875 publica en la Revista Universal, en México, el que al parecer fue su primer artículo de corte científico, donde plantea la urgencia de rescatar la arqueología, disciplina a la que califica de necesario estudio en las tierras americanas.
En uno de los párrafos del escrito expresa: «El examen geológico de América resolverá una cuestión previa que a los que se dedican a estos conocimientos preocupa con justicia: ¿Apareció en las distintas comarcas de la tierra el género humano a un tiempo mismo? ¿La edad de piedra existía en Luisiana a tiempo que existía en Europa la perfeccionada sociedad actual?, siendo unos mismos los hombres, ¿marchan en tierras distintas por distintas leyes?
«Utilísimas cosas sabría la ciencia si a ella se dedicase la perspicaz inteligencia americana».
Sin embargo, será la revista La América (comenzó a salir en Nueva York en abril de 1882) el medio en que el más universal de los cubanos trascenderá como un notable divulgador de los principales avances de la ciencia y la tecnología de finales del siglo XIX, y su popularización entre las personas, sobre todo cuando en los primeros meses de 1883 asume la dirección de dicho órgano. Incluso, en determinado momento llega a redactar todos los trabajos y hasta contribuye con las ilustraciones.
Allí publica numerosos artículos para difundir los más recientes descubrimientos e invenciones tecnológicas. Baste citar los titulados Escuela de Mecánica, Escuela de Electricidad, Pasteur sobre la rabia, Telescopios astronómicos, Una máquina de vapor moderna, Últimas maravillas de la electricidad y Formación geológica de Cuba.
Igualmente reseña en La América la celebración de varias exposiciones internacionales que mostraban los últimos adelantos en disímiles esferas del conocimiento, además de comentar la salida de importantes libros científicos.
Tal es el caso del denominado Las leyes de la herencia, del profesor W.K. Brooks. Sobre ese texto Martí dice en su artículo aparecido en enero de 1884 que tiene el mérito de exponer claramente y de forma amena todo lo que se ha averiguado y teorizado sobre la producción y composición de la vida.
Y refiriéndose a esa cualidad de la nueva obra enuncia dentro del propio trabajo una de sus frases más célebres: «Poner la ciencia en lengua diaria: he ahí un gran bien que pocos hacen».
Durante su permanencia de 15 años en Estados Unidos, el Apóstol de la independencia de Cuba es testigo de la acelerada revolución técnica e industrial que tenía lugar en la nación norteña, lo cual contribuyó en gran medida a la consolidación de la notable cultura integral que poseía.
Si bien sintió suma admiración por esos avances, pensó siempre en la forma de aplicarlos en beneficio de los pueblos de la que llamó Nuestra América.
Como plantea el doctor Pedro Marino Pruna, reconocido historiador de la ciencia en nuestro país, en el transcurso de los tres lustros que vivió en suelo norteamericano Martí consultó revistas especializadas de prestigio, entre ellas Scientific American, estudió catálogos de exposiciones tecnológicas y estuvo al tanto de la más novedosa bibliografía médica de entonces.
En toda su obra de divulgación científica está presente la preocupación por la forma en que el hombre recibía el impacto de tales procesos. Por ejemplo cuando valora la revolución que se había operado en la electricidad, enfatiza que la misma contribuyó a la generalización del alumbrado público y a la difusión del teléfono, hechos de notable repercusión social.
Martí conoció asimismo la teoría evolucionista de Darwin y después de la muerte del renombrado científico, hizo un artículo elogiando su trabajo aunque consideraba incompleto lo enunciado en ella porque no explicaba la complejidad del ser humano mismo.
Convencido de la importancia de sembrar en los niños y jóvenes el interés por los temas de ciencia, al fundar en 1889 la revista La Edad de Oro, el Héroe Nacional de Cuba señala en la introducción al primer número:
«Para eso se publica La Edad de Oro, para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes y se vive hoy en América y en las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes y la luz eléctrica; para que cuando el niño vea una piedra de color sepa por qué tiene colores la piedra, y qué quiere decir cada color».
En sus trabajos para diferentes periódicos y revistas reiteró que la mejor manera de luchar contra las enfermedades radicaba en evitarlas. Para Martí la mejor medicina era la que precave.
De su pluma salieron profundas reflexiones acerca de la actitud del hombre ante los desastres naturales y subrayó la necesidad que para los pueblos latinoamericanos tenía el desarrollo de la agricultura. Supo resumir en la siguiente frase su defensa de la diversificación agrícola: «Tierra, cuanto haya debe cultivarse y con varios cultivos, jamás con uno solo».
Utilizó siempre un lenguaje didáctico para facilitar la comprensión clara de los temas técnicos más difíciles de abordar.
Pocas semanas antes de morir, el 9 de abril de 1895 en carta dirigida a la niña María Mantilla expresa que donde él encuentra poesía mayor es en los libros de ciencia.
Avezado cronista de los avances y acontecimientos tecnológicos más notables de la etapa que vivió, Martí comprendió con suma claridad y así lo supo enunciar, que no puede existir cultura alguna desligada de las ciencias. Se trata, sin duda, de uno de sus aportes de mayor trascendencia en el campo de las ideas.

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