Asociación de Cuban@s en Cataluña José Martí
No hay todavía distancia histórica suficiente para hacer
una exposición que abarque con total justicia el papel de Fidel en la historia
del ser humano. Una de esas personas cuya vida y obra son indisolubles. No es
posible una observación sobre algún aspecto de sí que no guarde una relación
directa con la idea de la Revolución, con la idea de transformar el mundo en un
espacio de habitable humanidad, con la idea de la acción concreta para la
trascendencia en la escala evolutiva de la convivencia humana.
Como se sabe, desde el punto de vista de la teoría
marxista clásica era imposible una revolución socialista en Cuba, al igual que
en la Rusia de 1917, y de hecho, justamente, después de la Revolución de
octubre, la Revolución cubana es la que más ha influido en el mundo. De ahí que
para muchos, Fidel haya sido el Lenin de América Latina. Por un lado, la
personalidad extraordinaria, voluntarista; por otro, la necesidad histórica que
exige transformaciones sociales. Por un lado el ímpetu del líder; por otro, las
condiciones objetivas, desfavorables. El resultado, una revolución imposible,
donde no debía y cuando no se podía; un fenómeno político con todas las leyes
de la historia en contra, y sin las condiciones subjetivas. Aún así, hubo
revolución, hubo triunfo de la revolución y hubo construcción de un nuevo país
en revolución, que hasta día de hoy, casi a 59 años después, permanece en pie
contra todo pronóstico.
Si bien el desarrollo de las fuerzas productivas
materiales no son suficiente para desencadenar, por sí solo, la contradicción
insoluble con las relaciones de producción vigentes, según evidencia la
historia de las grandes naciones industrializadas, la Revolución cubana ha
demostrado la posibilidad de la irrupción social en formaciones políticas más
atrasadas, en sociedades autoritarias, en regímenes de excepción con escasa
densidad industrial. Y es que Fidel comprendió rápidamente, tal vez debido a su
obsesión revolucionaria, con su fidelidad a los objetivos trazados sin guardar
demasiada ortodoxia por las leyes de la historia, que si el socialismo es una
posibilidad, no es una consecuencia ineluctable, no es una dádiva, sino una
posibilidad, una elección política que era preciso buscar para la supervivencia
de Cuba, pero que también lo es para la supervivencia de la especie humana.
Por eso es que Fidel no es sólo patrimonio de cubanos y
cubanas, porque su pensamiento y acción estaban focalizados sobre la humanidad
toda. Hasta en sus últimas palabras públicas, aquellas de la clausura del VII
congreso del PCC en abril de 2016, estuvo presente la preocupación por el
futuro del ser humano. Pero sobre todo, recuerdo en estos días aquel discurso
suyo, de 1979, en la ONU, por su abrumadora y total vigencia: “Se habla con frecuencia de los derechos
humanos, pero hay que hablar también de los derechos de la humanidad (...) hablo
en nombre de aquellos a los que se les ha negado la vida y la dignidad humana”.
(1)
Nadie le había hablado antes con esa claridad a las
naciones del mundo. En ese discurso lanzó una batería de preguntas que todavía
hoy resuenan en ese recinto: “¿Cuál es el
destino de estos? ¿Ser eternamente pobres? ¿Para qué sirve entonces la
civilización? ¿Para qué sirve la conciencia del 'hombre'? ¿Para qué sirven las
Naciones Unidas?” (2)
No resultan injustificadas tantas misiones médicas de
Cuba por el mundo, entre otros proyectos de ayuda y solidaridad. Pese a la
escasez de recursos y las duras limitaciones que impone el bloqueo de EEUU,
Cuba apuesta todo a la conciencia del ser humano. Mientras unos invierten en
Bolsa, y piensan sólo en el beneficio propio, la Revolución invierte en
formación y en trabajo por el bien común de la humanidad, porque parte de la
idea marxista de sacar a la propia humanidad de la prehistoria. Es indiscutible
que detrás de cada acción solidaria que hace Cuba está la convicción y
determinación de un pueblo entero, pero es innegable que las ideas de Fidel
están sembradas en esa conciencia colectiva.
Por eso es que hoy toda Cuba, prácticamente, dice #YoSoyFidel
y que #FidelEsCuba; y ciertamente es así, sin que se trate de una metáfora al
uso. La identificación extraordinaria que se dio entre Fidel y el pueblo fue la
de un vínculo empático consentido y consciente; porque nace de la estrecha
cercanía y no de la imposición, sino de la complicidad. No del artificio ni del
chovinismo, sino del reconocimiento mutuo. De verse compañeros y compañeras.
Entre Fidel y el pueblo se dio un claro ejemplo de colaboración directa en la
construcción social de la realidad, donde lo individual halla la manifestación
de su totalidad en lo/y en el colectivo. A fin de cuentas, un “hombre” (dígase
ser humano) solo no es nada.
La realidad objetiva del progreso humano le impone al “hombre”
la necesidad de la fuerza de toda la sociedad como única condición del
progreso, decía Fidel. Creo “… que mis
venas no terminan en mí sino en la sangre unánime de los que luchan por la
vida, el amor, las cosas, el paisaje y el pan, la poesía de todos”,
escribió el poeta, ensayista, periodista e
intelectual salvadoreño Roque Dalton. (3)
Sin duda, el resultado de esa relación entre Fidel y el
pueblo, es un claro ejemplo de cómo se construye un ser social nuevo, y de cómo
éste acaba determinando la conciencia social en favor de una sociedad nueva,
más justa, más igualitaria, más democrática. Una democracia "con todos y para el bien de todos"
(4). No la del espectro de partidos de derecha a izquierda, sino la del pueblo,
la de los trabajadores, la de los campesinos, la democracia de mujeres y
hombres humildes.
No hay que olvidar que para Fidel, Revolución es ayudarse
unos a otros, es ayudarse todos a todos, y su acción personal concreta en ese
sentido era hacer lo que más le gustaba: salir del despacho a la calle, a los
pueblos, a las comunidades. No por burdo populismo electoralista, esa no es la
esencia de la democracia cubana, sino por pura necesidad vital de hacer avanzar
la Revolución hacia consecución del socialismo. Como él mismo decía: “la experiencia, la vida me ha enseñado que
nada supera el método de estar en constante relación con los hechos, de estar
en constante relación con los problemas, de estar en constante relación con el
pueblo, porque es el manantial más inagotable de información, de conocimiento,
de sabiduría, de ,incluso, sentimiento revolucionario”. (5)
He aquí el factor clave en Fidel: el sentimiento
revolucionario. Sin duda alguna, mucho habrán de decir quienes se encomienden a
la tarea de dotar de razones científicas los estudios del pensamiento y la obra
de Fidel y de la Revolución cubana. De cómo ésta última, por ejemplo, ha
sobrevivido y sobrevive a las leyes objetivas de su propio contexto geopolítico,
a 90 millas del imperio más poderoso que jamás haya existido sobre la tierra.
De cómo se han podido implementar las políticas de una revolución socialista
ante sus narices. De cómo ha sido posible que Fidel les sobreviviera tantos
años, al punto de llegar a convertirse en algo todavía más importante (y
peligroso) que en un referente para los revolucionarios de cualquier latitud.
Fidel es, para los pueblos dominados y explotados, para los oprimidos del
mundo, una guía para la acción contra el capitalismo dominante y sus clases
opresoras. La voz que dice a nuestra conciencia que sí se puede luchar contra lo imposible y vencer.
(1) XXXIV periodo de sesiones de la Asamblea General de
las Naciones Unidas, Nueva York, el 12 de octubre de 1979, Discurso de Fidel
Castro.
(2) Idem.
(3) Antología Poética. Poemas Clandentinos, “Como tú”, Roque Dalton.
(4) Discurso pronunciado por José Martí en el Liceo cubano, en Tampa,
EEUU, en noviembre 26 de 1981. O.C. 4: 279
(5) https://lahistoriadecuba.wordpress.com/2016/11/09/fidel-y-el-pueblo/
No hay comentarios:
Publicar un comentario