Nils Castro[1]
Enseguida del
derrumbe del mayor aliado foráneo de la Revolución Cubana, a inicios de los
años 90, Fidel Castro, lejos de ceder terreno, animó otros escenarios de
movilización antimperialista. Tras haberse adelantado a rectificar errores del
modelo de socialismo que antes había prevalecido, y de enfrentar de inmediato
las exigencias del Período Especial, Fidel amplió el énfasis que su política
internacional ya le dedicaba a los problemas del desarrollo en los países del
Tercer Mundo, y a construir solidaridad es para afrontar en grupo las prácticas
con que las oligarquías de los países ricos dificultan ese desarrollo.
Esto es, al imperativo
de enfrentar colectivamente al régimen económico y político que esas
oligarquías le imponen al mundo y, además, revertir los daños que el consumismo
y la depredación ambiental propios de ese régimen le causan a la humanidad. Una
estrategia que conlleva encontrar ámbitos de coincidencia y proponer
entendimientos y cooperaciones con países de diferentes y hasta opuestas
orientaciones sociopolíticas.
Visión
más global
Su interés por
ese tema tenía reconocidos precedentes. Baste recordar hitos como la concepción
de principio que mucho antes Fidel le planteó al parlamento y el gobierno
cubanos en diciembre de 1976, así como el Informe que presentó a la VII Cumbre
de los Países No Alineados, de 1983, publicado como La crisis económica y social
del mundo,
con el elocuente subtítulo de Sus
repercusiones en los países subdesarrollados, sus perspectivas sombrías y la
necesidad de luchar [2].
En el primer
caso, al constituirse la Asamblea Nacional del Poder Popular, Fidel señaló que
"La liberación, el progreso y la
paz de la Patria están indisolublemente unidos en nuestra concepción a la
liberación, el progreso y la paz de toda la humanidad. La anarquía, las
guerras, el desarrollo desigual, los fabulosos recursos invertidos en armas y
los riesgos que hoy acechan a la humanidad, son frutos naturales del
capitalismo. Solo una distribución justa de las fuerzas productivas, la
técnica, la ciencia y los medios de vida; solo una utilización cada vez más
racional de los recursos naturales; solo la coordinación más estrecha de los
esfuerzos de todos los pueblos de la tierra […] puede salvar a la
humanidad de los peligros espantosos que la amenazan: agotamiento
de los recursos naturales que son limitados, contaminación progresiva del medio
ambiente, crecimiento descontrolado de la población, hambres desoladoras y
guerras catastróficas."[3]
Fidel
abordaría esos temas señalando la degradación neoliberal de un capitalismo en
crisis, y de cómo este a su vez distorsiona el fenómeno de la globalización a
favor de los grandes explotadores. “Quinientas empresas globales ‑‑explicó‑‑
dominan el 80 por ciento de la economía mundial”; por consiguiente, los precios
no vienen de competir. Así, por ejemplo, los medicamentos que venden a la gente
a un precio que en muchos casos es diez veces superior a los costos de
producción.[4]
Al criticar
cómo el neoliberalismo distorsiona el mercado conforme al interés de las
transnacionales, a la vez subrayó la necesidad de rescatar el concepto de
globalización reenfocándolo según los fines de la libración nacional y la
solidaridad. Al inaugurar en La Habana la Cumbre Sur, Fidel denunció que “la
globalización fue encerrada en la camisa de fuerza del neoliberalismo, y como
tal tiende a globalizar no el desarrollo, sino la pobreza; no el respeto a la
soberanía nacional de nuestros Estados, sino su violación; no la solidaridad
entre los pueblos sino el ‘sálvese quien pueda’ en medio de desigual
competencia en el mercado”.
No obstante,
precisó, es necesario comprender que estos fenómenos suceden a escala mundial y
lo que eso implica, pues "la gente lucha contra el
subdesarrollo, las enfermedades, el analfabetismo, pero todavía no se ha
hallado la solución global de los problemas de la humanidad. Tales
problemas […] no tienen solución sobre
bases nacionales, porque hoy más que nunca la dominación se lleva a cabo sobre
bases globales: la llamada globalización neoliberal, apoyada en el poder del imperio
y sus aliados."[5]
En ese
contexto, Fidel procuró ampliar el horizonte del debate para abarcar no
solo la liberación y las revoluciones nacionales, sino también los problemas
globales de la humanidad. Desde 1979 había planteado en la Asamblea General de
la ONU que allí mucho se habla de los derechos humanos, pero que igualmente es
indispensable hablar de los derechos de la humanidad. Y hacerlo a nombre de los
pueblos que andan descalzos para que otros viajen en lujosos automóviles, de
los que son miserablemente pobres para que otros sean exageradamente ricos, de
los niños sin pan y los enfermos sin medicinas. Si eso no puede resolverse
allí, preguntó, ¿entonces para qué sirven la civilización, la conciencia humana
y la ONU?
Afirmó que no
se puede hablar de paz a nombre de los millones de seres humanos que cada año
mueren de hambre o de enfermedades curables, ni de los millones de analfabetos.
Para resolver ese drama humanitario, la explotación de los países pobres por
los países ricos debe cesar. Aunque en los países pobres también hay
explotadores, “me dirijo a las naciones ricas para que contribuyan” y “a los
países pobres para que distribuyan”. Si bien hemos venido a hablar de paz y
colaboración entre los pueblos, es preciso entender que “si no resolvemos
pacífica y sabiamente las injusticias y desigualdades actuales, el futuro será
apocalíptico”. Y remató advirtiendo que el "ruido de las armas, del
lenguaje amenazante, de la prepotencia en la escena internacional debe cesar,
una vez que las bombas podrán matar los hambrientos, a los enfermos, a los
ignorantes, pero no pueden matar al hambre, las enfermedades, la ignorancia. No
pueden tampoco matar la justa rebeldía de los pueblos. Y, en el holocausto,
morirán también los ricos, que son los que más tienen qué perder en este mundo."[6]
Salvar
al mundo, pero no solo de la guerra
En 1983, como
presidente del Movimiento de los Países No Alineados, al presentar su informe
sobre la crisis económica y social del mundo, Fidel articuló el conjunto de sus
ideas sobre las opciones estratégicas del Tercer Mundo. Tras reconocer que este
abarca una gran diversidad de concepciones y modos de percibir, enfatizó que
más allá de sus diferencias, sus dirigentes comparten no pocas preocupaciones,
puesto que todos igualmente confrontan "los agobiantes problemas de
miseria y atraso acumulados, una deuda externa inmensa e impagable para la
enorme mayoría, una relación desigual de intercambio cada vez más brutal, el
terrible peligro de la guerra nuclear que se cierne sobre todos los pueblos y
que se une al despilfarro fabuloso de la más absurda carrera armamentista, en
medio de la enorme carga de explotación que pesa sobre nuestras naciones,
instrumentada de las más diversas formas, y la horrible herencia histórica que
dejaron sobre las patrias de cada uno de nosotros, siglos de explotación
colonialista o neocolonialista."
De todo eso,
dijo Fidel, es imperativo tomar conciencia. Al exponer en cifras la gravedad de
una sombría situación global, su intención no fue generar desaliento sino
analizar esas realidades, pues “ningún problema se ha resuelto jamás en la
historia hasta que no se ha hecho tangible realidad y conciencia de todos”. Ante
ese estado de cosas, prosiguió, "Hoy nos enfrentamos a las más
universales, graves y angustiosas situaciones que haya conocido la humanidad.
Se plantea, en fin, por primera vez en la conciencia del hombre, la cuestión de
si vamos a sobrevivir. Pero, por gigantescas que sean las dificultades y la
complejidad de la tarea, ser pesimista es renunciar de antemano a toda
esperanza y aceptar resignadamente la derrota, es decir, el final. No nos queda
otra alternativa que luchar, confiando en la inmensa capacidad moral e
intelectual de la especie humana y en su propio instinto de conservación."
Diez años más
tarde –después del colapso soviético y ante los desafíos de un escenario
unipolar–, en 1992, Fidel planteó otro de sus grandes temas. Ante la
Conferencia de la ONU sobre Medio Ambiente y Desarrollo, empezó por una
dramática advertencia: la de que “una importante
especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva
liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre”. A lo que enseguida
agregó que, si bien ahora se toma conciencia de este problema, ya “casi es
tarde para impedirlo”.
Señaló que las
sociedades de consumo son responsables de una atroz destrucción del medio
ambiente, pues nacidas de las antiguas potencias coloniales e imperiales,
generaron el atraso y la pobreza que agobian al resto de la humanidad. Con solo
el 20 por ciento de la población mundial, acotó, gastan tres cuartas partes de
la energía que se consume en el mundo, contaminan los mares y el aire, y
saturan la atmósfera de gases que alteran las condiciones climáticas, con los
efectos catastróficos que ya todos empezamos a padecer.
Miles y
millones de hectáreas de tierra fértil se pierden, destacó, y muchas especies
se extinguen porque la presión poblacional y la pobreza demandan esfuerzos
desesperados para sobrevivir a costa de la naturaleza. Pero “no es posible
culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones
explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto”. Lo real es
que todo lo que hoy contribuye al subdesarrollo y la pobreza constituye un
ataque a la naturaleza. “El intercambio desigual, el proteccionismo y la deuda
externa agreden a la ecología y propician la destrucción del medio ambiente”.
Sostuvo que
“si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir
mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta”, aplicar un orden
económico internacional justo y utilizar toda la ciencia necesaria para lograr
desarrollo sostenido sin contaminación. Y sentenció: “Páguese la deuda
ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre”.
Y finalizó
preguntando que, si las supuestas amenazas del comunismo han desaparecido y no
quedan pretextos para guerras frías, carreras armamentistas ni gastos
militares, ¿qué impide dedicar de inmediato esos recursos a promover el
desarrollo del Tercer Mundo e impedir la destrucción ecológica del planeta?
“Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho
tiempo”.[7]
Luego, en el
50º Aniversario de la ONU, en 1995, Fidel le recordó a la Asamblea General que,
medio siglo después de que esa organización se fundara tras una guerra que
sacrificó tantas vidas, “hoy 20 millones de hombres, mujeres y niños mueren
cada año de hambre y de enfermedades curables” y, mientras unos pueblos ricos
tienen la perspectiva de vivir hasta 80 años, otros apenas alcanzan 40. “¿Hasta
cuándo debemos esperar para que cese esta matanza?”.
Terminada la
guerra fría, indicó, la carrera armamentista, el hegemonismo militar, la
prepotencia, las presiones internacionales y el uso de la fuerza continúan. Los
avances de la ciencia y la tecnología se multiplican pero sus beneficios no
llegan a la mayor parte de la humanidad, mientras un consumismo irracional
derrocha recursos y amenaza la vida en el planeta.
No obstante,
observó Fidel, América Latina y África no tienen un solo miembro permanente en
el Consejo de Seguridad, donde un grupo de poderosos abusan del anacrónico
privilegio del veto y “entronizan un nuevo colonialismo dentro de las propias
Naciones Unidas”. […] Y concluyó afirmando:
"Queremos un mundo sin
hegemonismos, sin armas nucleares, sin intervencionismos, sin racismo, sin
odios nacionales ni religiosos, sin ultrajes a la soberanía de ningún país, con
respeto a la soberanía y a la libre determinación de los pueblos, sin modelos universales
que no consideran para nada las tradiciones y la cultura de todos los
componentes de la humanidad, sin crueles bloqueos que matan a hombres,
mujeres […] como bombas atómicas
silenciosas."[8]
Cinco años
después, en la Cumbre del Milenio, Fidel recalcó que “tres decenas de países
desarrollados y ricos que monopolizan el poder económico, tecnológico y
político se reúnen aquí con nosotros para ofrecernos más de las mismas recetas
que han servido solo para hacernos cada vez más pobres, más explotados y más
dependientes”. No obstante, no se habla de reformar esta vetusta institución,
nacida hace más de medio siglo, cuando apenas había unos pocos países
independientes, y convertirla en una entidad que refleje los intereses de todos
los pueblos, sin que para nadie detente el antidemocrático derecho de veto.
Repitió que
las causas fundamentales de los actuales conflictos están en la pobreza y el
subdesarrollo de la inmensa mayoría de los pueblos, así como en la desigual
distribución de las riquezas y los conocimientos que impera a consecuencia del
saqueo colonial, el imperialismo y las guerras por nuevos repartos del planeta.
Este orden es insostenible, advirtió. Hoy el 80 por ciento de habitantes de la
Tierra es pobre, mientras los países ricos invierten sumas fabulosas en gastos
militares y lujos.
A la vez, “la
naturaleza es destrozada, el clima cambia a ojos vista, las aguas para el consumo
humano se contaminan y escasean; los mares ven agotarse las fuentes de
alimentos para el hombre; recursos vitales no renovables se derrochan en lujos
y vanidades”. Así las cosas, concluyó Fidel, cualquiera comprende que, en el
apremiante siglo que así comienza, el objetivo de las Naciones Unidas es salvar
al mundo no solo de la guerra, sino asimismo del subdesarrollo, el hambre, la
pobreza y la destrucción de las condiciones naturales indispensables para la
existencia humana. Y hacerlo con premura, antes de que sea demasiado tarde.[9]
Nuestra réplica, globalizar la cooperación
En febrero de
2003, al abordar la cuestión del desastre ecológico que la llamada
“civilización occidental” le está causando a la humanidad, Fidel Castro le
advirtió a la Cumbre del Movimiento de los Países No Alineados que "Nuestra especie por primera vez
corre real peligro de extinguirse por las locuras de los propios seres humanos,
víctimas de semejante “civilización”. Nadie, sin embargo, luchará por nosotros,
que constituimos la inmensa mayoría. Solo nosotros mismos, con el apoyo de
millones de trabajadores manuales e intelectuales, sembrando ideas, creando
conciencia, movilizando a la opinión pública del mundo y el propio pueblo
norteamericano, podremos ser capaces de salvarla".[10]
Un mes antes,
al clausurar la Conferencia Internacional por el Equilibrio del Mundo, había
propuesto una opción que, más allá de llamar a una simple alianza ecológica,
rebasaba el horizonte inmediato anticipando la posibilidad de un movimiento
antimperialista de las naciones más explotadas por el sistema reinante. Pero no
lo hizo convocando a una confrontación, sino a desarrollar otro modo de
orientar el destino de todos los pueblos, al sostener que la gran batalla se
librará en el campo de las ideas y no en el de las armas, “porque cada fuerza,
cada arma, cada estrategia y cada táctica tiene su antítesis surgida de la
inteligencia y la conciencia inagotables de los que luchan por una causa justa”.[11]
Luego, en su
mensaje a la XI Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo, en 2004,
Fidel empezó por reconocer el mérito de los fundadores de la UNCTAD, que
identificaron al intercambio desigual como una de las principales causas del
subdesarrollo. Pero señaló que, si bien ese diagnóstico fue un gran aporte a la
cultura económica de la época, “hoy el flagelo del intercambio desigual apenas
se menciona en discursos y conferencias”, pues las viejas metrópolis siguen
lejos de admitir el deber y la necesidad de cumplir el objetivo de
equilibrarlo.
Allí a los
países pobres se les prometió ayuda para el desarrollo y reducir
progresivamente el abismo entre ricos y pobres. No obstante, señaló, lo que el
Tercer Mundo recibe es una ínfima parte de lo que les paga a los países ricos
por servicio a la deuda. Y el saqueo continúa, añadió, mediante los subsidios
que impiden el acceso de los productos de los países pobres al mercado de los
ricos. Además, a través de los senderos sinuosos de la OMC y los términos que se
le imponen a las naciones pobres en los tratados de libre comercio, en
condiciones en las que éstas no pueden competir con la tecnología, el control
sobre la propiedad intelectual y los inmensos recursos financieros de los
países ricos.
Esto, agregó,
aparte de la grosera explotación de la mano de obra barata por medio de las
maquiladoras, la especulación monetaria, el comercio de armas y la brutal
transferencia de recursos financieros de los países pobres a los países ricos,
y la fuga de capitales. Dinero de todo el mundo, principalmente de los países
pobres, se fuga hacia Estados Unidos, sin lo cual esa potencia no podría
sostener sus enormes déficits fiscales y comerciales. Dicho esto, preguntó
Fidel: "¿Alguien se atrevería a negar
las consecuencias sociales y humanas de la globalización neoliberal impuesta al
mundo? ¿Cómo pueden los líderes del imperialismo y los que comparten con él el
saqueo del mundo hablar de derechos humanos y mencionar siquiera las palabras
libertad y democracia en este mundo tan brutalmente explotado? Lo que se
practica contra la humanidad es un crimen permanente de genocidio."
El sistema
imperialista que hoy impera ‑‑concluyó‑‑, ha arribado a un orden económico
global neoliberal, despiadadamente irracional e injusto, que es insostenible.
Esa evolución ha traído consigo las llamadas sociedades de consumo y sus
tendencias despilfarradoras e irresponsables. Ellas envenenan las mentes de
gran número de personas en el mundo, que en medio de una ignorancia política y
económica generalizada son manipuladas por la publicidad a través de los
fabulosos medios masivos que la ciencia ha creado.
Por otra
parte, 60 años después del estallido de la bomba atómica en Hiroshima, ahora en
el mundo hay decenas de miles de artefactos más potentes y sistemas de armas
más sofisticados. Por primera vez en la historia, observó Fidel, el hombre ha
creado la capacidad técnica para su total autodestrucción. Así, en apenas medio
siglo, "Han surgido dos grandes y
mortales peligros para la propia supervivencia de la especie: el que emana del
desarrollo tecnológico de las armas, y el que viene de la destrucción
sistemática y acelerada de las condiciones naturales para la vida en el
planeta."
En la disyuntiva a que ha sido
arrastrada por el sistema, no hay otra alternativa para la humanidad: o
la actual situación mundial cambia, o la especie corre el riesgo real de
extinción".
En esa
perspectiva, los pueblos se harán ingobernables, terminó Fidel; no habrá
métodos represivos que puedan impedirlo. Y en esa lucha por su supervivencia
estarán no solo los hambrientos del Tercer Mundo, estarán asimismo todas las
personas conscientes del mundo rico. De esa crisis inevitable, predijo, más
temprano que tarde saldrán pensadores, guías y organizaciones sociales y
políticas de diversa índole que harán el máximo esfuerzo por preservar la
especie. “Sembremos ideas y todas las armas que esta civilización bárbara ha
creado sobrarán; sembremos ideas, y la destrucción irremediable de nuestro
medio natural de vida podrá impedirse”.[12]
El siguiente
año, en la Segunda Cumbre Cuba‑Caricom, celebrada en Barbados, Fidel reseñó
cómo, en el entorno que ese grupo de países enfrenta para asegurar su
supervivencia, las acciones egoístas de algunos de sus principales socios
comerciales se suman a los devastadores huracanes que azotan al Caribe.
La brecha
entre el Norte cada vez más rico y el Sur cada día más pobre no para de
ensancharse y constituye una amenaza permanente a la estabilidad del mundo.
Somos, dijo, víctimas de un sistema de comercio internacional plagado de
barreras –arancelarias y no arancelarias–, sistemas de cuotas, subsidios y
onerosas condiciones, mientras nos obligan a soportar el hipócrita discurso del
“libre comercio” repetido por los mismos que nos cierran los mercados.
El colosal
derroche consumista no solo afecta la economía mundial, añadió Fidel, sino que
también amenaza al medio ambiente. ¿Cómo enfrentarán nuestros países los daños
de la temporada ciclónica en los próximos diez años? ¿Cómo enfrentaremos el
peligro de desaparecer por el calentamiento global y la elevación del nivel de
los mares? El despilfarro de los recursos naturales acabará con la vida en la
Tierra, pero los primeros en perecer serán nuestros pequeños Estados insulares.
Cuba responsabiliza a los países ricos y a las suntuosas economías de consumo
por el agravamiento de la magnitud de los desastres naturales en el Caribe. En
consecuencia, "¿Cómo enfrentar estos desafíos
y el reto de sobrevivir y avanzar en medio de la crisis económica, social,
política y ambiental que sufren nuestro hemisferio y el mundo?"
A la globalización neoliberal y
egoísta, al antidemocrático orden político y económico internacional, debemos
responder con la unidad y la globalización de la solidaridad, y la promoción
del diálogo, la integración y la cooperación genuina."[13]
La
batalla global
Pero esa
talentosa movilización de la lucha por los derechos del Tercer Mundo y del
conjunto de la humanidad frente a la arbitrariedad imperialista, asimismo debía
desarrollar una conciencia mundial más lúcida de sus razones y posibilidades.
Tan temprano como en 1993 –lejos aún de la crisis que en 2008 emergería en Wall
Stree–‑, Fidel Castro ya había manifestado que “el neoliberalismo no tiene
porvenir”, porque en su momento todo ese andamiaje de explotación de los
pueblos empezaría a ser cuestionado. Sin embargo, ante la ostensible hegemonía
neoliberal de aquel momento, Fidel admitió que pasaría un tiempo para que esto
ocurriera. Mientras, dijo, “tenemos que estar ahí luchando por las cosas más
justas, por las ideas más correctas, formando conciencia”.[14]
Pese al poder
que entonces el “pensamiento único” neoliberal alcanzó ante la confusión y las
deserciones que algunas izquierdas padecieron, el descrédito de las políticas
neoliberales pronto siguió a las desastrosas consecuencias de su aplicación. En
apenas seis años Fidel constatóque con la gravedad de los problemas económicos
y ambientales en curso, el debate ideológico resurgía en nuevas circunstancias.
La humanidad podrá salvarse, observó, porque el imperio está sufriendo una
profunda crisis y “un día de crisis forma más conciencia que […] 10 años sin
crisis”.[15]
Poco después,
al explicar la situacióneconómica internacional y las amenazasambientales,
señaló que “es mundial el problema y por eso también se está formando una
conciencia”, a lo que enseguida agregó: “Creo en las ideas y […] en los
conocimientos, en la cultura y especialmente en la cultura política”, y hoy
esta realidad del mundo globalizado obliga a buscar mayores conocimientos y
encontrar soluciones globales. Por consiguiente, ahora no hay tarea más urgente
que crear una conciencia universal sobre esos problemas y llevarlos a la masa
de miles de millones de hombres y mujeres de todas las edades. Las condiciones
objetivas y los sufrimientos que padece la mayoría de ellos, destacó Fidel,
ahora crean las condiciones subjetivas para llevar adelante ese proceso de
concientización.
Recordó que a
lo largo de la historia la sociedad humana ha cometido colosales errores, y los
sigue cometiendo. Pero, aun así, él seguía convencido de que el ser humano es
capaz de concebir las más nobles ideas, albergar los más generosos sentimientos
y, superando los instintos que la naturaleza le impuso, también es capaz de dar
la vida por lo que siente y piensa, como lo ha demostrado tantas veces a lo
largo de la historia[16].
Por ello creoque este mundo puede salvarse pese a los inmensos poderes creados
para implementar y explotar esa situación, dijo, “porque creo en la preminencia
de las ideas sobre la fuerza”. Por esto, señaló, hoy hablamos de la “batalla de
ideas”.[17]
¿Pero qué
género de ideas, orientadas a qué fin? Se equivoca quien suponga que la
estrategia fidelista de movilizar a las naciones del Tercer Mundo en la lucha
por la justicia económica global, y a la inteligencia y las jóvenes
generaciones contra el consumismo y la depredación ambiental, disimule un
repliegue defensivo distinto del ánimo revolucionario expresado en la segunda
Declaración de La Habana. Al contrario, a las pausas en la marcha del proceso
esto las repotencia como oportunidades para reflexionar sobre la siguiente
ofensiva de los pueblos.
Como Fidel
mismo lo resumiría, en la presente coyuntura nadie puede asegurar que ya se van
a producir cambios revolucionarios en América Latina, como tampoco nadie puede
asegurar que no vayan a suceder en cualquier momento, en uno o varios países.
Porque “si uno analiza objetivamente la situación económica y social en algunos
países, no puede tener la menor duda de que se trata de una situación
explosiva”. Si a esos problemas no se les halla solución urgente, advirtió,
“puede ocurrir más de una revolución en América Latina cuando menos se lo
imagine Estados Unidos. Y no podrá culpar a nadie de promover esas
revoluciones”.[18]
[1]. Intervención Especial en el XIII Seminario
“Geopolítica y Relaciones Internacionales en el siglo XXI”, ISRI, La Habana
2018.
[2]. Ver Fidel Castro, La crisis económica y social del mundo, Oficina de
Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1983.
[3]. Discurso en la sesión solemne de
constitución de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el teatro Carlos
Marx de La Habana, el 2 de diciembre de 1976.
[4]. Ignacio Ramonet, Cien horas con Fidel, Segunda Edición, Oficina de
Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006, p. 440.
[7]. Discurso en la Conferencia de la ONU sobre
Media Ambiente y Desarrollo, el 12 de junio de 1992.
[10]. Discurso en la XIII Conferencia de Jefes de
Estado o Gobierno del Movimiento de Países No Alineados, en Kuala Lumpur,
Malasia, el 26 de febrero de 2003.
[11]. Discurso de clausura de la Conferencia
Internacional por el Equilibrio del Mundo, en homenaje al 150º aniversario del
natalicio de José Martí, el 29 de enero de 2003.
[12]. Mensaje de Fidel Castro a la XI Conferencia
de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, el 13 de junio de 2004.
[13]. Discurso en la Segunda Cumbre Cuba‑CARICOM,
en Bridgetown, Barbados, el 8 de diciembre de 2005.
[14]. Discurso en el encuentro con organizaciones
de solidaridad con Cuba, en el hotel Bahía Othon, de Salvador de Bahía, Brasil,
el 19 de julio de 1993.
[15]. Discurso ante la Conferencia Mundial Diálogo
de Civilizaciones, La Habana, el 30 de marzo de 2005.
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