Frente a caballería campesina 26 de julio de 1959 en la Plaza de la Revolución |
Por Alina Martínez
“Más fácil me será dejar de respirar que dejar de ser fiel a su confianza”, escribió Camilo a Fidel el 23 de abril de 1958 cuando recibió el ascenso a Comandante.
Esa fe en el líder de la Revolución cubana había nacido en él desde antes de conocerlo personalmente. Lo demuestran sus valoraciones en dos cartas escritas por Camilo desde los Estados Unidos, adonde había viajado en busca de mejores oportunidades económicas:
“Fidel es la esperanza del pueblo cubano”, escribió en mayo de 1956, desde San Francisco; y en septiembre, al comentar los males que padecía el país bajo la tiranía de Fulgencio Batista, reiteraba: “A mi modo de ver las cosas, hay un solo camino digno de terminar la situación actual y con sus responsables, seguir la causa de Fidel. (…)” y enfatizaba: “Fidel afirmó que este año seremos libres o él morirá. Yo desde hace mucho estoy con él, me lo había jurado y lo cumpliré”. Con esa decisión, en ese mismo mes llegó a México y fue de los últimos en la lista de la expedición del Granma.
Durante los dos años y pocos días transcurridos desde entonces hasta el triunfo de enero de 1959, Camilo se convirtió, al decir del Che, en el más brillante de todos los guerrilleros.
En los 10 meses que le tocó vivir en el empeño por construir una sociedad nueva, el Señor de la Vanguardia tomó parte activa junto a Fidel en todas las decisiones de importancia.
Una anécdota que revela su incondicionalidad al Comandante en Jefe se produjo en julio de ese año, cuando como parte de las funciones organizadas con vistas a recaudar fondos para la Reforma Agraria se preparó un juego de pelota en el estadio del Cerro, hoy Latinoamericano, entre un equipo de la Policía Nacional Revolucionaria y los Barbudos, integrado por miembros del Ejército Rebelde. Se esperaba que los lanzadores fuesen Fidel y Camilo, pero este último apareció en el terreno con el uniforme de los Barbudos y la explicación que les dio a los periodistas fue: “Yo no voy contra Fidel ni en un juego de pelota”.
En octubre Camilo se encontraba en Camagüey, donde le hizo frente a la traición que allí se fraguaba. El 22 compareció ante un panel de prensa de la provincia para explicar lo sucedido y esa misma noche se dispuso, en la casa de Jorge Enrique Mendoza, a escuchar a Fidel, quien iba a dirigirse al pueblo de Cuba desde La Habana. En medio de su intervención, alguien llamó por teléfono a Camilo, quien, con rostro serio, se levantó de frente al televisor para escuchar la llamada y le preguntó a su interlocutor qué estaba haciendo. Mendoza no supo qué le respondieron, pero nunca olvidó la reacción de Camilo: “Cuando Fidel está hablando lo único que debe hacer un revolucionario es oírlo”.
Tal vez la imagen más representativa de la identificación de Camilo con Fidel es esa que los muestra juntos, el 8 de enero de 1959, en la entrada de la Caravana de la Libertad a La Habana. Camilo había ido a esperarlo a El Cotorro, desde donde lo acompañó hasta el antiguo campamento de Columbia. En el acto está también en la tribuna al lado del Comandante en Jefe cuando este se dirigía a la multitud allí congregada. En medio del discurso se produjo un hecho revelador de la gran confianza existente entre ambos, y fue aquella pregunta inesperada e inolvidable: “¿Voy bien, Camilo?”, seguida de la respuesta que hoy está grabada para siempre al pie de la efigie del Héroe de Yaguajay en la Plaza de la Revolución: “Vas bien, Fidel”.
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