Foto: Alex Castro. Junio de 2011 |
Entrevista tomada de: López Blanch, Hedelberto: Historias
secretas de médicos cubanos, Ediciones La Memoria, Centro Cultural Pablo de la
Torriente Brau, La Habana, 2005.
Publicada en Pensar en Cuba Nº3/2016.
A
lo largo de cuatro décadas, millones de personas de diferentes continentes se
han beneficiado con la ayuda médica cubana.
Y esta lucha por la salud y la vida en otras
partes del mundo tuvo la chispa inicial, el 23 de mayo de 1963, cuando salió
desde Cuba hacia la recién liberada República de Argelia la primera brigada
internacionalista cubana.
De sus 55 integrantes iniciales, que en total
llegaron a 57 —contando a otros dos jefes de brigada que rotaron en esa etapa y
a un médico que se les integró—, en el año 2004 solo quedaban vivos 22. El
tiempo, que pasa implacablemente por nuestras vidas y no ofrece perdón a nadie,
ya se había llevado a 26 de los primeros colaboradores.
Ante estas dificultades, me resultó muy agradable
localizar al doctor Pablo Resik Habib, quien fungió como jefe de esa primera
brigada médica, aunque se incorporó unos meses más tarde, en enero de 1964, a
solicitud del entonces ministro de Salud, José Ramón Machado Ventura.
Resik, que nació en Santa Clara el 21 de octubre
de 1930, trabajaba en el año 2004 como profesor consultante en la Escuela
Nacional de Salud Pública Carlos J. Finlay.
Terminó la carrera de medicina en 1957, dos años
antes del triunfo de la Revolución.
Como alumno labora como anestesiólogo en el
Hospital de Emergencias y después en una clínica mutualista en la calle
Lugareño. Tras graduarse estuvo como anestesiólogo en los hospitales Frank
País, William Soler y la Liga contra la Ceguera. Desde el triunfo de la
Revolución se incorporó a trabajar en la organización de la salud pública y
cuando partió hacia Argelia era subdirector de Asistencia Médica de la
provincia de La Habana.
A pesar del largo tiempo pasado, Resik mantiene
muy claros sus recuerdos de aquella epopeya, los que narra con soltura y
facilidad.
¿Cómo
era la realidad de Cuba en aquellos momentos?
La
situación de Cuba no era muy halagüeña, pues de los 6 000 médicos existentes
antes de la Revolución, ya había emigrado la mitad, entre ellos muchos
profesores de la única escuela de medicina. Se habían iniciado las agresiones
militares, políticas y económicas de Estados Unidos contra Cuba y eran momentos
difíciles. Pero la situación de Argelia era peor, pues tras zafarse las cadenas
del colonialismo, se quedó prácticamente sin médicos. También había caído toda
la economía que estaba regida por los colonialistas.
La
decisión de Fidel y del gobierno fue genial, y demuestra la sensibilidad y la
valentía política desde los inicios de la Revolución. Hoy, cuarenta años
después, comprendo y valoro más estos principios.
¿Hubo
presión para que los galenos se integraran a la brigada?
Aquella
misión se estableció bajo el concepto de la voluntariedad. Se estructuró sobre
esa base, pues nadie fue presionado ni obligado a participar, y desde entonces,
en todas las misiones internacionalistas ese concepto ha primado. Muchos más de
los que fuimos estaban dispuestos a cumplir con la tarea.
¿Qué
conceptos primaron para conformar la brigada?
Se
conformó sobre la base de las necesidades más urgentes planteadas por las
autoridades argelinas. Fueron 54 compañeros: 42 hombres y 12 mujeres
(posteriormente se integró uno más para hacer el cómputo de 55). Fueron 29
médicos de variadas especialidades; 14 enfermeros (8 hombres y 6 mujeres); 7
técnicos (RX, optometría, laboratorio, anestesia) y 4 estomatólogos.
¿Quién
viajó al frente de la brigada?
La
misión embarca hacia Argelia en un antiguo avión Britania el 23 de mayo de
1963. Al frente iba el doctor José Ramón Machado Ventura, entonces ministro de
Salud Pública y el doctor Gerald Simon, quien era viceministro de ese
organismo. Después de ubicar a los internacionalistas, Machado regresa y Simon
se queda al frente para acabar de asentar a la misión. Más tarde fue sustituido
por el doctor Mario Escalona, ya fallecido, quien se mantuvo al frente del grupo
hasta enero de 1964 cuando yo viajo a Argelia, en avión, vía Gander, y me hago
cargo del destacamento. Esa primera misión regresa a mediados de 1964 y yo me
quedo hasta agosto para ubicar a la segunda delegación.
¿Cómo
se entera usted que va de jefe de la brigada médica?
Un día
Machado Ventura me ve en el Ministerio y me dice: «Oye, ven acá, tú eres árabe,
y podrías ir a Argelia a sustituir a Mario Escalona. Dime si estás dispuesto y
si es así prepárate para salir lo antes posible». Le dije que sí y al poco
tiempo partí para Argelia.
¿Dónde
fueron ubicados los internacionalistas?
Fueron
destinados a los lugares de acuerdo a las necesidades planteadas por las
autoridades argelinas y asignados a seis ciudades. En Argel se ubicó 1
estomatólogo; en Blida, relativamente cerca de la capital, 6 médicos, 1
estomatólogo, 3 enfermeros y 3 técnicos; en Sidi-Bel-Abbés, 12 médicos, 2
estomatólogos, 5 enfermeros y 3 técnicos. En Constantina, 5 médicos, 4
enfermeros y 1 técnico; en Sétif, 3 médicos, 1 técnico y 1 enfermero; y en
Biskra, 2 médicos, 2 enfermeros y 1 técnico, contando al jefe de la misión.
¿Cuba
les enviaba el sueldo o se lo entregaba a algún familiar?
En
Argelia no recibimos pago, pues el gobierno cubano asumió los gastos. Las
autoridades cubanas nos daban un pequeño estipendio como dinero de bolsillo. El
sueldo se les entregaba a los familiares en Cuba.
Hábleme
un poco de la retaguardia que quedó en Cuba.
A veces
hablamos de las misiones internacionalistas sin referirnos a la retaguardia, y
debemos mencionar lo que dejamos atrás porque tuvo una connotación
extraordinaria para el desarrollo de la misión en Argelia. Los compañeros que
asumieron en Cuba la responsabilidad que teníamos y los familiares que debieron
resolver todos los problemas que se presentaban. Yo dejé a mi esposa con una
hija recién nacida de tres meses y ella sola en La Habana porque no teníamos
otra familia en la capital. Ella trabajaba y debió asumirlo todo, sin el apoyo
que yo le podía brindar.
¿Puso
su esposa algún reparo?
En
ningún momento. Nunca puso obstáculos a mi misión, sino que me estimuló a que
cumpliera no solo con ese sino con los trabajos posteriores que he realizado.
Por eso creo que es necesario hablar de la retaguardia, porque estimo que
fueron tan internacionalistas y pasaron tanto trabajo como el que pudiéramos
haber pasado nosotros.
¿Otra
anécdota?
Me
emocionó mucho cómo lloraban los habitantes argelinos cuando regresaron los
primeros integrantes de la brigada.
En medio
del desierto, en pequeños grupos, conocían ya de nosotros. Algunos a veces
hasta nos invitaban a sus bodas, que es una experiencia completamente distinta
a la nuestra. Concurrí a dos o tres, cosa que ellos no hacen con frecuencia,
pues son actividades muy cerradas por la religión musulmana.
En otra
ocasión, cuando varios compañeros nos trasladábamos en el Peugeot de la misión,
de una ciudad a otra, nos sorprendió una tormenta de arena. Eso fue de
película. En Argelia te recomiendan que, si te sorprende una tormenta, pares el
carro, subas todos los cristales y ni se te ocurra moverte porque la arena, con
la fuerza con que viene, te hace un daño tremendo. Cuando terminó, dentro del
carro y en nuestros bolsillos había arena. La carrocería del vehículo, de la
mitad hacia abajo, estaba completamente pulida, es decir, lo dejó en la lata,
sin pintura. Los cristales de todo el carro estaban opacos por la pulida que
les dio. En ese lugar estuvimos varias horas, hasta que llegaron los tractores
que quitaban la arena de la carretera. El vehículo, que era el único que
teníamos en la misión, no arrancaba, pues estaba lleno de arena. Tuvimos que
remolcarlo y después cambiarle el motor.
¿Cómo
evaluaría esa misión?
Siempre
digo que dejamos atrás la gran patria: Cuba y la pequeña familia. Y allá
formamos una pequeña patria con todos los cubanos que estuvimos y una enorme
familia porque, constantemente, todos nos preocupábamos por todos.
La
misión tuvo una profunda significación en cuatro aspectos: el humano, al dar
esa ayuda con un sentido de fraternidad, de humanismo, comprender la necesidad
que tenía ese pueblo y brindarle nuestro aporte desinteresado. A mí me dejó con
una gran satisfacción interna, con la felicidad de dar, que es mucho mayor que
la de recibir; el político: conociendo a Argelia y su situación, pudimos
comprender en la práctica lo que fue el colonialismo para las grandes masas del
pueblo argelino; el cultural: para muchos de los participantes fue la primera
salida al exterior y aprendimos cosas en un medio muy diferente al nuestro, con
un clima desértico, sahariano. Diferencias culturales relativas al idioma, la
comida, costumbres, religión, hábitos. El científico: nos ayudó a completar
nuestra formación profesional, pues trabajamos en un medio extraño, con
tremendas dificultades, no con las posibilidades técnicas que teníamos en Cuba,
y con enfermedades nuevas que no conocíamos.
¿A
cuarenta años de aquella misión cuál es su sentir?
Cuarenta
años después me encuentro muy feliz de haber dado ese aporte. Me siento deudor
de la Revolución por aquella experiencia humana, política, cultural y
científica, pues recibí mucho más de lo que di. Hay miles de cubanos que han
hecho misiones internacionalistas en diversos campos y se ha forjado una
conciencia nacional sobre esa ayuda que ya forma parte de nuestra tradición y
cultura solidaria.
Me
siento orgulloso de haber sido uno de los pioneros de este enorme ejemplo que
la pequeña Isla del Caribe ha dado al mundo.
Tras regresar de la nación árabe, Resik se formó
como epidemiólogo, especialidad que estudió en Chile. Además, en Cuba pasó un
curso de administración de salud. A partir de 1965 ocupó diferentes cargos de
dirección, entre estos, director del Instituto de Higiene y Epidemiología,
director del Hospital Las Ánimas, director nacional de Nutrición y director de
Biomedicina del Comité Estatal de Ciencia y Técnica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario