Cuba se hizo presente en Panamá con una amplia representación de su sociedad civil, que puso en alto la dignidad de la Isla. Autor: Ismael Francisco |
Por Yuniel Labacena Romero
El lobo, aunque se vista de seda, lobo se queda. Esta podría ser la lección para quienes intentaron disfrazar de caperucitas a ciertos especímenes que, con el perverso fin de convertir a la 7ma. Cumbre de las Américas en Panamá no ya un bosque, sino en un verdadero zarzal, buscaron en ese encuentro enredar la verdad sobre la sociedad cubana.
El Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro, ya había hecho la advertencia durante la 3ra. Cumbre de la Celac: «Se quiere que en la Cumbre de las Américas de Panamá esté la llamada sociedad civil y eso es lo que Cuba ha compartido siempre… Claro que la sociedad civil cubana asistirá y yo espero que no haya restricciones para las organizaciones no gubernamentales de nuestro país que obviamente no tienen ni les interesa ningún estatus en la OEA, pero sí cuentan con el reconocimiento de la ONU».
Como era de esperar, más de un centenar de representantes de nuestra sociedad civil —actores sociales, jóvenes, intelectuales, campesinos, cooperativistas, empresarios y académicos— participamos en los foros y las actividades paralelas de la 7ma. Cumbre de las Américas, un evento al que Cuba asistió por vez primera como resultado del sólido y unánime consenso de América Latina y el Caribe.
Los asistentes por la sociedad civil cubana, integrada por más de 2 000 organizaciones y asociaciones que aportan activamente a la vida económica, social y cultural del país, se encontrarían con un escenario plagado de restricciones, como avizoró el mismo Raúl meses antes de la cita, en la que se vivieron no pocos momentos tensos e innumerables enredos, solo destrabados por la conducta digna y limpia de los revolucionarios cubanos.
Plantar desde la llegada
Desde el momento en que nuestra delegación llegó a tierras istmeñas, aquel abril de 2015, fijó su posición de principios, de denuncia y de solidaridad. Para ello acudimos a los predios de la Universidad de Panamá para dialogar abiertamente y libremente con la prensa local e internacional, que pudo constatar la diversidad y amplitud de una sociedad civil defensora de su patria y representante de más de 11 millones de cubanos.
Allí se leyó una Declaración de principios, en la que se afirmó que «para la Cuba digna y soberana que ha resistido más de cinco décadas de bloqueo es inadmisible que estén aquí personajes de tan baja calaña moral», en referencia a los mercenarios que ya habían formado el espectáculo mediático en la capital panameña, en contubernio con quienes les pagan para intentar desprestigiar y desestabilizar la sociedad cubana.
Al texto, breve y contundente, le siguió un panel que rechazó de plano legitimar a los mercenarios con un diálogo al que los organizadores de algunos foros pretendieron obligar dándoles inmerecida acreditación. «Resulta ofensivo que participen en estos foros aquellos que han hecho de la traición a la patria un oficio bien retribuido y usurpan de manera vergonzosa el nombre del país que calumnian y ofenden día a día», se apuntó.
Como testimonio de la catadura moral de los elementos anticubanos presentes en la ciudad, que se mezclaban con figuras como el terrorista Luis Posada Carriles, se presentó el suplemento especial Mercenarios en Panamá, de la Unión de Periodistas de Cuba, que mostró las evidencias de que ellos trabajan a sueldo de entidades-fachada de la CIA, la Fundación Nacional para la Democracia (NED) y la Usaid. Las mencionadas pruebas fueron también puestas a disposición de los organizadores de los foros.
La sola llegada ya era el preludio de que se vivirían numerosas jornadas enturbiadas por la presencia de los mencionados mercenarios en los foros y actividades paralelas a la Cumbre, pues los organizadores les permitieron a estos, por ejemplo, estar en el Foro de la Sociedad Civil, una ofensa para el Gobierno panameño y una emboscada sin éxito contra la digna delegación cubana, la cual tuvo que imponerse a un tratamiento discriminatorio por parte de los hacedores del evento.
Parte de las zancadillas fue que 28 participantes nuestros no recibieron su credencial, a pesar de que los 68 miembros acreditados para el evento habían cumplido los requisitos burocráticos de inscripción y recibido en la Mayor de las Antillas la confirmación de su aceptación.
En contraste, se pudo comprobar que a los mercenarios se les brindaron todas las facilidades. Sus nombres encabezaban la lista de Cuba para las acreditaciones y sobresalían en negritas y el día de la inauguración tuvieron un acceso expedito a la sala.
Esas irregularidades en el proceso solo fueron vencidas por la protesta de nuestros delegados a las puertas de una de las salas del hotel El Panamá, sede del foro. Solo así se logró que todos entraran minutos antes de la inauguración y mostrando el pasaporte. Los delegados antillanos —quienes acudieron a la invitación del presidente panameño Juan Carlos Valera— abandonaron el plenario en rechazo a la manipulación y antes de que este pronunciara su discurso, pues no compartirían el mismo espacio que los mercenarios.
Esa actitud fue especialmente apoyada por los jóvenes que participábamos en nuestro foro, pues tampoco estábamos dispuestos a dialogar con vendepatrias. Se trataba de una encerrona, para intentar legitimar a quienes nunca alcanzarán esa condición, y así humillar a un pueblo que no aceptó ni jamás lo hará después de más de 150 años de lucha por la independencia.
¿Acaso puede quedarse inmutable un hijo digno de esta Isla cuando ve a Félix Rodríguez Mendigutía, el asesino del Che, queriendo ser presentado como un luchador por la libertad y la justicia?
Su despreciable presencia en Panamá en esos días, exhibiéndose como «representante de la sociedad civil cubana» y «promotor de los derechos humanos en Cuba», fue contundentemente denunciada. Para colmo, participó en una provocación directa contra nuestra delegación y nuestros diplomáticos cerca de la Embajada cubana en la capital istmeña.
Decencia y firmeza contra manipulación
Mientras tan sórdidos contratiempos se daban en el foro de la sociedad civil, Cuba no dejó de exponer sus verdades en el foro de jóvenes, en cuya inauguración Isabel de Saent Malo, vicepresidenta panameña, saludó la presencia de nuestra representación. «Es una gran noticia que estén aquí», afirmó. La delegación cubana también estuvo presente en la Cumbre de los Pueblos, un espacio donde no existen presiones ni la imposición de los poderes imperiales, sino de quienes desean el camino de la paz y la unidad.
En ningún momento los cubanos se retiraron del debate. De los únicos espacios que acordaron hacerlo —luego de un análisis colectivo— fue de los protocolares, por respeto a los presidentes. Hubo una rigurosa y rica discusión en las mesas de salud, educación, seguridad, migración, energía y medio ambiente y en los foros de los jóvenes, empresarios y rectores.
Los debates en estos escenarios fluyeron sin dificultad, a pesar de las notables diferencias ideológicas entre los participantes, y los aportes de los cubanos presentes fueron significativos para la elaboración de los documentos finales.
Incluso en las mesas de gobernabilidad democrática y participación ciudadana, donde se denunció la presencia de los mercenarios y hubo un ambiente más confrontacional, no faltaron los argumentos y la serenidad. Los cubanos no nos retiramos, sino que permanecimos trabajando con los integrantes de las delegaciones de otros países. Los que tuvieron que abandonar la sala fueron los farsantes y parte de la derecha cómplice vestida de sociedad civil.
A quienes todavía achacan a nuestra presencia el altercado ocurrido en el parque frente a la Embajada de Cuba en Panamá, es preciso aclararles que nuestra delegación no estuvo allí. En ese escenario confluyeron los grupos de solidaridad y algunos compañeros de la sede diplomática, quienes respondieron como tenían que hacerlo ante la afrenta que pretendió hacerle a Martí un puñado de mercenarios junto al asesino del Che.
En esos días fueron miles las muestras de apoyo a los hijos de la tierra de Martí y Fidel; particularmente fueron emocionantes las intervenciones de apoyo que escuchamos de hermanos de Panamá, Colombia, Brasil, Venezuela, Chile… Estos comprendieron de inmediato que nosotros éramos los legítimos representantes del pueblo cubano, los que fuimos en busca de un diálogo abierto y constructivo, y con las propuestas de miles de hombres y mujeres plenos, que aportaron sus ideas en los foros previos realizados en Cuba. También se mostró comprensión sobre la imposibilidad de sostener un diálogo respetuoso con usurpadores que se querían presentar como parte de la sociedad civil cubana.
A pesar de las presiones a las que fuimos sometidos desde que llegamos a Panamá, ningún miembro de la delegación cubana utilizó violencia física alguna contra quienes estuvieron provocándonos todo el tiempo con alusiones injuriosas a nuestros líderes y a nuestra patria. Cuba fue a ese hermano país bien resguardada de razones y en defensa de sus verdaderos derechos humanos. Pero ello no fue lo que reflejaron los grandes medios hegemónicos, que todo el tiempo buscaron hacer deslucir la participación cubana y su incuestionable victoria, esa con que regresaron con la frente en alto a la patria.
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