Teniendo en cuenta
que estoy suscrito a La Jiribilla (Revista Cultural Cubana), en junio del
presente año, 2012, recibí el boletín que publicaba “Una carta a un joven quese va”, de Rafael Hernández. Seguidamente envié mi opinión sobre el tema a
través del enlace (“Envíenos su opinión”) que se presenta en la misma web de La
Jiribilla; ya que de lejana manera me sentí aludido con algunas cuestiones
mencionadas por Rafael en su misiva.
El pasado martes 4
de septiembre recibí el boletín del blog La Pupila Insomne con la entrada “Esperandoa AFP”, donde desarticula con certeros razonamientos los generales objetivos de
una supuesta carta, “famosa” (¿?), escrita por un tal Iván López Monreal, desde
Pomori, Bulgaria, la cual salió publicada en el blog
del archimercenario Ernesto Bush, Penúltimos Días, y que daba respuesta a la
misiva publicada por Rafael Hernández en la Joven Cuba.
Sin embargo, esos
mismos “cuestionamientos” usados por el tal Iván (¿O deberíamos decir CAM?),
enmarcados en la repetitiva retórica orientada desde los Estados Unidos, en su
política de ataque contra la Revolución cubana, se desmoronan con rapidez si se
hace un análisis crítico en cada punto, tanto en su contexto nacional como en la
influencia de la política hostil norteamericana sobre Cuba, en todos sus campos.
Ese mensaje
desconsolado, conformista, cansino, enajenado y auto excluyente que se puede
leer, entre algunas inadecuadas generalizaciones, en la misiva de “Iván”, es el
que denuncio en mi opinión al tema señalado por Rafael en su Carta a un joven
que se va.
Esa desnaturalización
expuesta por Iván o CAM es la que desea el imperialismo para la juventud
cubana, como única fórmula para destruir la Revolución e insertar en la Isla
ese capitalismo neoliberal que tantas desigualdades impone en los países que se
someten a este sistema y donde se violan impúdicamente los derechos humanos (dicho
sea de paso, ninguno de estos países están sometidos bajo un genocida bloqueo
económico).
Dejo a ustedes el enlace a la carta de Rafael Hernández y la oportuna reflexión de Iroel Sánchez en la Pupila Insomne, y también hago pública mi opinión enviada a La Jiribilla, en junio del presente año.
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Carta a un joven que se va
Rafael
Hernández • Especial para La Joven Cuba
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Esperando a AFP
Iroel Sánchez en La Pupila Insomne.
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Mi opinión enviada a La Jiribilla (Junio, 2012).
Pido ante todo se entienda que no intento endilgarle un discurso
parapetado dentro de los bastidores “oficialistas”, ni con esto alguien crea
que no necesité en algún momento replantear conceptos equívocos después de
diversas charlas o discusiones; pero deseo hacer llegar a todo el que lea mi
declaración, que al menos me siento satisfecho de haber sabido encarrilar a
tiempo mi andar y reafirmar o replantear mi posición en determinados aspectos_
eso sí, sin traicionar nunca mis principios.
La carta de Rafael Hernández en La
Jiribilla me llamó mucho la atención, porque la etapa juvenil se vuelve
convulsa si no hay una voz que brinde su experiencia con sabiduría. Rafael lo
ha logrado y espero ayude a quién va dirigida. De manera menos sabia, por
supuesto, brindo mi opinión y vivencia. Ya pasé hace años por ahí, pero detrás
vienen muchos con similares o distintas preocupaciones. Quizás más de uno se
vea reflejado; también espero ayude en su camino.
Creo fehacientemente que si hay
fuentes donde se pueda saciar cualquier duda sobre cuál camino tomar ante la
vida, tengo manantiales inextinguibles que me proporcionan un paso seguro y un
suelo firme: Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, las canciones de Silvio
Rodríguez y nuestro-universal José Martí.
Amén, he recibido críticas justas
e injustas en mí andar; incomprensiones de quienes supuestamente deberían ir
por el mismo camino de la Revolución que me inculcaron_ y de la cual me siento
responsable_ y ánimos de buenos amigos y compañeros que encontré en mi trayecto
por mis diversas etapas (aclaro: edad). También gocé de la convivencia de
quienes me dieron fortísimas herramientas y lecciones para mi mejoramiento
personal.
Soy de la generación que nació con el
dolor del asesinato del Che, después que ya se había cumplido “El programa del
Moncada”, aunque se continuaba arduamente en los cambios económicos y sociales,
fortaleciendo también a la Revolución en la mentalidad del pueblo cubano; y he
vivenciado la etapa de transición y la del período especial. Eso sí, las
epopeyas de la campaña de alfabetización, de Girón y la crisis de octubre me
sonaron todo el tiempo a proezas de una generación de cubanos que comprendieron
con certeza el principio de ¡Patria o Muerte! La cual con el tiempo se intenta
abanderar con frivolidad en una simple consigna por quienes se enajenan y/o se
bañan en la propaganda extranjera del cotilleo.
Por “suerte” viví una época donde los
cambios se daban sin enfrentamientos bélicos contra ejércitos al servicio de
dictaduras, ni bandas armadas desde el exterior recorriendo los montes cubanos y
asesinando campesinos y maestros.
Viví la época de las 6 u 8 horas de
discursos del Comandante (y que coste que no lo menciono por crítica alguna),
el cual nunca dejó de sorprenderme por su verborrea, conocimientos, análisis,
hábil aptitud para manejar estadísticas y una visión de futuro. Discursos que
muchas veces escuché con la satisfactoria presencia de mi padre, quien sin
llegar nunca a poseer el carnet del Partido Comunista de Cuba, actuó con mayor
rectitud y responsabilidad que muchos de aquellos que nos rodeaban y se
vanagloriaban de poseerlo.
También viví la gesta de Angola como
observador_ ya que no participé porque no me dejaron entrar al Servicio Militar
por problemas de salud_ pero sí tuve compañeros que estuvieron en los combates
y supe de otros que no “regresaron”. Desde ambas posiciones: activos y
observadores, algunos comprendimos el objetivo de tal empresa, siempre desde
una perspectiva guevariana. Otros la vieron desde el fútil ángulo de hacerse
cargo de un conflicto que pertenecía a otros. ¡Lamentable!
Escuché las versiones y simplemente
concluí que todo dependía de cómo se deseaba ver el tema: de la manera
solidaria de ayudar, aunque sea perdiendo la vida por defender el respeto a los
derechos universales para todos o desde un rincón del desentendimiento egoísta.
Imagino lo difícil y duro de estar allí,
poseo cercanas nociones porque Juan, mi cuñado, esposo de mi hermana mayor,
participó en la campaña.
De la memoria de esos años 80, se nos
“permitió” erróneamente el despilfarro y abuso de lo que reclamábamos por
“derecho”.
Soy de los que gozaron las conquistas
alcanzadas por la generación que me antecedió y pude disfrutar de los proyectos
terminados de esa que catalogan como “pasado”. Mis sueños fueron otros bien
diferentes, incluso pudiera decirse que más se acercan al plano de realización
individual (como grupo generacional de la sociedad) que desde el punto de vista
colectivo a esfera nacional_ y por qué no, mundial. Si me permito ser
hipercrítico en ambas direcciones, pudiera decirse que llegó a ser una
malcriadez tolerada por la benevolencia de la Revolución: quiso dar beneficios
que no todos aportaron para que se mantuvieran (de esto aportaré más adelante
una anécdota vivida).
Nunca antes me había planteado poner un
pie fuera de Cuba. No porque no deseara nuevos encuentros, experiencias y
conocimientos sobre otros lugares; simplemente tuve mi futuro visto en el
horizonte nacional.
Desde mi punto de vista, ni en la época
del Mariel ni en la actualidad, he criticado a quien ha optado por salir de
Cuba por decisión propia, usando las vías establecidas legalmente para ampliar
horizontes económicos y ayudar, de esta manera, a quienes aún están en la Isla.
O también porque las piruetas de la vida lo llevaron hacia el exterior con
otros motivos no económicos, tampoco políticos. Este último es mi caso.
¡Ah! Que conste que digo por decisión
propia, porque por mucho que otros influyan, solamente de uno mismo depende la
alternativa a tomar.
Ahora, sí he puesto, y mantengo, mi
tajante condena a quien se ha auto excluido del proceso nacional para vender su
alma a costa de ser lacayo de la propaganda contrarrevolucionaria y subversiva
del imperialismo. Aquí me apego a la máxima martiana: “la pobreza pasa, la
vergüenza no”. Y esto se constata hasta después de muerto; porque al perder la
vergüenza, siempre serás recordado, si lo eres, con la repugnancia y rechazo de
la actitud que se tuvo… algo bien doloroso para quien tenga medio milímetro de
vergüenza en la frente, como mínimo, y piense en el legado a dejar en el
futuro.
El proceso político-económico cubano no es
una obra perfecta ni tampoco lo idílico para abrazarse al conformismo. Hay
mucho que rectificar, mucho que actualizar y mucho que cambiar dentro del
proceso y en la mentalidad de las personas; no soy arquitecto de lo que nos han
entregado ni tampoco fui de los que aterrizó los sueños de esa generación
“pasada”; pero sobre todas las cosas, muchos de los arquitectos de esta obra
han dado sus vidas en el camino y otros tantos han entregado todo su empeño
para que mi generación y las posteriores no padezcamos en nuestros huesos los
dolores de épocas miserables de subyugación; presente aun en otros países hoy.
Esto merece al menos respeto.
Las convicciones que albergo y los
principios fortalecidos los agradezco a una etapa que para mí fue de vital
importancia en mi formación cultural e ideológica: trabajé por cerca de cinco
años como funcionario de la esfera ideológica en la Unión de Jóvenes Comunistas
en mi terruño Isla de la Juventud.
Mi relación más cercana con las tareas de
los jóvenes, se pudiera decir, comenzó dos años antes en las filas del llamado
Batallón Comunista (fuerza laboral de militantes que se sumaban para impulsar
la producción de alimentos); asumiendo tareas agrícolas para ayudar al avance
del sector en el territorio. Ya era un simple militante, que llamé la atención
porque no me quedaba quieto si algo no me encajaba o encontraba algo
incorrecto.
Es real que muchas reuniones me parecieron
vacías, dogmáticas, inmóviles para la agilidad necesaria; pero hice cuanto pude
para no dejar que fuese siempre así. Hay cosas que dependen de otros, pero la
mayoría dependen de uno mismo: lo peor es el inmovilismo conformista. El
antídoto a éste lo dio, creo, Raúl Castro cuando dijo algo así como “asumir
responsabilidades requiere buscarse problemas”. Aunque responsabilidades no es
sinónimo de cargos_ dicho sea de paso.
Todo el tiempo en mí cabeza supe que no
había sido el arquitecto de la obra que me legaban, pero sí deseaba ser uno de
los ingenieros que la actualizara a los momentos nuevos. No puedo ser
coinventor, pero sí parte del colectivo de profesionales que la mantuviera
firme.
Esto me impulsó, lleno de temores, a
asumir un compromiso dentro de la organización juvenil que involucraba a otros
miles más. Sólo el deseo de no sentirme que pasé por la historia sin poner
mi grano, me dio más miedo que cualquiera de las tareas que cumplí: recuperé el
Movimiento Juvenil Martiano y sus eventos, puse en marcha la Comisión
Político-Ideológica del Comité Municipal, se hicieron actividades dentro de la
Comisión de Asuntos de Atención y Prevención Sociales, escribí guiones de
actos políticos, culturales y deportivos; hasta fui artífice de una Radio Móvil
con la guagua del Grupo de Recreación de la UJC, entre otras tantas más.
De todas formas, pido perdón por citar esos
triunfos en las últimas líneas del párrafo anterior. Nunca me premiaron por lo
anterior; no lo esperaba y no me importa. Lo principal es que estoy satisfecho
con lo que hice: ese es mi mayor premio. Además, no me pertenecen solamente a mí,
también a otros tantos que hicieron suya cada tarea.
Recobrando lo que mencionaba sobre exponer
una anécdota, recuerdo que una vez, intercambiando con otros jóvenes, vimos un
vídeo sobre las opiniones expresadas por estudiantes de la Universidad de La
Habana. Igualmente, los participantes en el análisis del vídeo coincidían en un
20% de que la Revolución los había premiado con los derechos de recibir
Educación y Salud gratuitos; por tanto, “había que seguírselos dando”. Pero a
esta arrogancia de derechos le cabían algunas preguntas ¿Después que
desaparecieran físicamente la generación del centenario, arquitecta de estos
beneficios sociales, quién les daría por “obligatoriedad” esos servicios? ¿No
se daban cuenta estos jóvenes que esas conquistas debían ser defendidas,
desarrolladas y mantenidas por las nuevas generaciones: nosotros mismos? ¿Cómo
sostener una conquista convertida en derecho esencial si no se sostiene con un
soporte económico firme, logrado por nuestros esfuerzos en el trabajo
productivo? ¿O es que ellos se creyeron que la generación “pasada”, tan
injustamente criticada, será imperecedera para darnos eternamente esos derechos
por nuestra arrogancia o por obra del cielo seguiríamos recibiendo dichos
servicios? ¿Cómo mantener lo que sabemos es bueno y beneficioso, incluso para
nuestros hijos (las nuevas generaciones) si no hacemos como nuestras esas y
otras conquistas de la Revolución?
Cuando por motivos incomprensibles y
grandes disgustos al verme sin continuidad dentro de la sede juvenil por
decisiones no personales, redirigí mis esfuerzos para laborar como funcionario
de Relaciones Públicas y esto sólo se dio en el sector del turismo.
Esta nueva etapa, con no menos problemas y
disgustos por las responsabilidades que entendía debía asumir, seguí
confirmando que mientras algunos compañeros buenos se enajenaban y cansaban, los
oportunistas_ ¡que los hay en nuestra sociedad socialista cubana!_ se
aprovechaban en ganar ese espacio para sacar beneficios individuales.
El problema de lidiar con estos elementos
no está en que han logrado escalar a cargos y niveles; sino por qué. ¿Quién ha
dejado en nuestra sociedad que estos personeros ocupen lugares estratégicos y
que sus incumplimientos y lucros molesten a la sociedad? Pues han sido todos
aquellos que no comprendieron que tenía una responsabilidad dentro de la
sociedad y el proceso revolucionario socialista (aun sin tener cargos), que no
hicieron suyas las conquistas de la generación “pasada” y que prefirieron “no
buscarse problemas”.
Yo me seguí ganando el cartelito de
"conflictivo y problemático" de bocas de los oportunistas (y más de uno se
desplomó por su propio “peso”), pero al menos fui logrando resultados en el
trabajo donde mi accionar incidía, y la satisfacción de muchos compañeros,
incluso de aquellos que prefirieron ser ovejos.
Desafortunadamente, un pequeño por ciento
de la juventud prefiere darle orejas a los cánticos de fronteras exteriores por
no sentirse dueños de lo que ya tienen en las manos y se van a buscar “otras
brizas”.
Hay algo que sí deben tener claro todos
los que busquen “otras brizas”. Mientras en Cuba los mismos de dentro están
permitiendo reuniones vacías y demagógicas en algunos centros (aun cuando el
escenario está propiciado por derecho para hacer parlamento), sin soluciones
palpables en ágiles gestiones; en el capitalismo se encontrarán dueños y
propietarios que no pestañarán para dejar a cualquiera en la calle, o “jefes”
que con altanería y prepotencia dejaran caer todo el peso del trabajo en tus
hombros para llevarse ellos los lauros y los premios monetarios; pero sobre
todas las cosas, no habrá ni tan siquiera esas reuniones vacías porque NO HAY
escenarios para pronunciarse ni derecho a ellos.
La vida, sin habérmelo planteado nunca,
puso en mi camino a una mujer excepcional natural de Barcelona (España) y que
con todo su voluntario empeño por continuar su vida al lado de la mía, se me
acercó con total dulzura y me conquistó.
Por esas leyes que aún pueden cambiar en
Cuba en algún momento, preferí dar un nuevo paso por amor y empezar de cero.
¡En esto, tampoco me equivoqué!
Quiero concluir diciendo que hoy en día
resido en el exterior con un “Permiso Especial de Residencia” que por supuesto
no tiene nada que ver con renuncias ideológicas. Hago propias las palabras
“Llevo en mi corazón las doctrinas del maestro”: “mudar de tierra no es mudar
de alma”. Sigo sintiendo por Cuba esa intranquila responsabilidad por resolver
problemas y seguir dando granos de arena.
Me he mudado de tierra, pero sigo
sosteniendo en mi alma los principios revolucionarios de esa generación
“pasada” que hizo de mí un hombre nuevo. En esta nueva tierra donde me
encuentro, soy parte de quienes ven a Cuba con una sana envidia de lo que
anhelan para sí y entregan cada minuto de sus vidas en reciprocar a Cuba con
esa solidaridad que siempre ha emanado por otros pueblos.
Estas mujeres y hombres de estas tierras
“extrañas”, me han enseñado a amar con más fuerza mi cachito de tierra natal,
que peligrosos enemigos y sus hienas traidoras desean destrozar en pedazos.
Si ese joven que Rafael desea rescatar, aun desea irse
de Cuba, pues le pido sólo que no mude su alma por verse más “rico”.
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