Foto tomada del blog Pupila Insomne. |
Por Pascual Serrano.
Noticia neutra: El gobierno cubano va a distribuir entre las familias tres
tipos de ollas eléctricas, serán gratuitas para los pensionistas y
subvencionadas para el resto de las familias. Se inicia una campaña de
sustitución de electrodomésticos anticuados y el reparto de bombillas de bajo
consumo para ahorrar energía el estado. En Cuba la electricidad está
subvencionada a un precio por debajo de su coste y es el Estado quien paga el
exceso y derroche de consumo.
Veamos lo que informa el corresponsal de El Mundo, el cubano Angel Tomás
González, el pasado ocho de mayo a doble página.
En la entradilla, referido a la sustitución de bombillas: “Quien se
resista puede ser acusado de «disidente lumínico»”. Al parecer como este
corresponsal, en otros tiempos jefe de redacción de Juventud Rebelde, no
encuentra disidentes políticos, ha inventado la modalidad de disidente lumínico,
nadie ha hecho referencia a ese término ni ha planteado la resistencia a la
sustitución de bombillas.
En referencia a una mujer que comete el sacrilegio de hablar bien de la
propuesta del gobierno: “ La mujer demuestra tener la lección más que bien
aprendida” .
“El propio Castro habló de ese tema cuando anunció las innumerables
ventajas económicas que supondrá para la isla el reparto de ollas, hasta ahora
vedadas” . El corresponsal ha inventado otro término “la veda de ollas”.
Evidentemente no puede existir en ningún lugar del mundo algo tan absurdo, lo
que sucedía es que el estado hasta ahora no distribuía ese tipo de
electrodoméstico porque el sistema eléctrico nacional no estaba en condiciones
de asumir ese gasto eléctrico. Algo que sabe bien Angel Tomás de Salas como
cubano que es.
“Frente a ello ahora se abre camino el socialismo de la olla” . Quizás
podríamos hablar del “capitalismo de la inanición” que afecta a gran parte del
resto de América Latina, ayudaría a aclarar los dos modelos.
“Cada familia recibirá tres ollas y una cocina eléctrica portátil en una
gran operación política tramada con el fin de oxigenar el modelo socialista
isleño” . En muchos países capitalistas de Asia, Africa y América Latina
seguro que echan de menos muchas “operaciones políticas tramadas” que les
permitan dejar de cocinar con leña.
“Desde hace unos 40 años, las mujeres cubanas, además de inventar comidas
en un país donde el abastecimiento de alimentos es inestable, han enfrentado la
carencia de equipos de cocinas y de combustible. Para el sector femenino las
tres ollas y las hornillas eléctricas son un tardío milagro justiciero” .
Por las fechas que plantea, el corresponsal insinúa que la desaparición de la
dictadura de Batista provocó las carencias, nostálgico parece. Llama la atención
el término “inestable” para referirse al abastecimiento de alimentos.
Efectivamente en gran parte del mundo capitalista el abastecimiento está
estabilizado. Estabilizado en la ausencia de comida, pero eso no es noticia. No
parece que el reparto de ollas en Cuba sea un “tardío milagro justiciero”, en
ningún país del mundo se ha hecho todavía, resulta que es una medida tardía a
pesar de ser los primeros en aplicarla .
Recuerda el periodista que “el módulo de tres ollas y hornilla eléctrica”
cuesta unos seis dólares y que es un precio que muchos no pueden pagar. Pues
imagínense si el precio fuese el del mercado libre de cualquier otro país, sin
ninguna subvención estatal. No olvidemos que para los pensionistas es gratis y
que la mayoría de esos pensionistas viven con sus hijos.
“El destino de las bombillas incandescentes en la isla es el peor de
todos. Desterradas de los comercios, las que aún existen en las casas tienen que
ser delatadas por las familias ante la comisión de vecinos encargada de
censarlas” . Lo que el corresponsal llama comisión de vecinos no se encarga
de delatar las bombillas, si no de inventariar los electrodomésticos y cuántas
bombillas de bajo consumo necesitan para entregárselas a las familias. En el
impreso que ha llegado a la casa de Angel Tomas en La Habana, como a la de
cualquier cubano, se le pregunta si funciona el motor de su refrigerador, si
está averiado el termostato o si necesita sustituir la junta de la puerta para
que no pierda energía. También se le pregunta si necesita algún tipo de
asistencia social para que cubra esos gastos. No es precisamente delación esa
recogida de información.
“Hay cubanos que no quieren dejar de tener bombillas incandescentes,
pero... Temen ser acusados de disidentes lumínicos” . Insiste en la nueva
modalidad de disidencia descubierta.
La diferencia entre la política energética de Cuba y la de un país
capitalista consiste en que en España, por ejemplo, un pensionista debe pagar
todos los meses el recibo de la luz que incluye los gastos de producción de la
electricidad, los dividendos que hay que repartir entre los accionistas de la
empresa hidroeléctrica y los millonarios sueldos de los altos ejecutivos de la
compañía. Después viene el Estado y le incrementa los impuestos (IVA). En Cuba
no hay que pagar dividendos a ningún accionista ni sueldos desorbitados a ningún
ejecutivo, y el Estado pone dinero subvencionando parte del gasto de consumo
eléctrico de las familias. Hagamos algunos números. Los cubanos pagan 0´09 pesos
por kilowatio de electricidad que, al cambio, quiere decir 0’0032 euros. No hay
cuota por el servicio, de modo que una familia paga normalmente al mes 14’60
pesos de consumo eléctrico. ¡Medio euro al mes!. Con lo que le cobre del diario
El Mundo Angel Tomás González por el reportaje del que estamos hablando, puede
pagar la electricidad de su familia durante más de sesenta años. Por eso está
obsesionado el gobierno cubano con que los electrodomésticos consuman menos,
porque es el Estado el que está pagando el consumo. Ese es el delito por el que
le condenan en los medios de comunicación.
Pero además lo que el periodista denomina “disidente lumínico” no es otra
cosa que la necesidad de dejar en manos de la colectividad los criterios de
respeto medioambiental y no a merced de cada individuo. Si el medio ambiente es
común, no debe escandalizar que también sea común y vinculante para todos el
modelo de ahorro energético.
Y si en nuestros países de microondas y vitrocerámicas resulta ridícula una
ofensiva gubernamental distribuyendo ollas eléctricas es porque nuestro modelo
social se fundamenta en la carrera sobre la adquisición del último modelo
electrodoméstico, sin pararnos a pensar en todos los que se quedaron atrás sin
acceso al mínimo avance tecnológico. Por mucho que a algunos les parezca una
aberración, en Cuba se piensa que no es justo –aunque no sea ilegal- tener un
microondas si el último cubano no dispone de un sistema eficaz para cocinar. Ese
es el pecado de “socialismo de la olla” que algunos no le perdonan.
En conclusión, si el principal motivo de crítica contra Cuba es que se
reparten tres tipos de ollas eléctricas y se sustituyen los electrodomésticos
para disminuir el consumo, respetar el medioambiente y que siga estando
subvencionada la electricidad es que ya les quedan pocos argumentos para atacar
el socialismo cubano.
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