Ayer,
revisando mi cuenta de Facebook, encontré que un “amigo” de la plataforma,
había compartido el artículo de La Joven Cuba, escrito por Harold Cárdenas
Lema.
Debo
confesar que dejé ser un seguidor de LJC a cuenta de la ambigua posición que
Harold fue demostrando en el trascurso del tiempo y mucho más cuando fui testigo-lector
de las discrepancias entre Harold con Iroel Sánchez y algún antiguo colaborador
de LJC. Hoy en día, ninguno de los “artículos” de Harold me sorprende; más bien
me indignan.
Pero
aprovecharé muchas de sus palabras en “La Hegemonía de Izquierda”, del pasado
13 de junio de 2018 (están en cursiva), y adicionaré las mías (normal) para
comentar sobre sus opiniones.
Que la derecha mundial controle el
flujo de la información a su favor no es una injusticia, sino un horrendo
crimen; desde los grandes medios al servicio del gran capital se obnubilan las
desigualdades, de justifica la explotación, se encubre la corrupción a
conveniencia o se manipula la opinión pública para que termine aceptando las
piruetas leguleyas que dan facilidades a que expidan los crímenes de todo tipo
(principalmente de las grandes fortunas o políticos vinculados a éstas)… que los gobiernos de izquierda impongan regulaciones para no perder el
control de sus medios y éstos terminen sirviendo a los intereses enemigos, se
vuelve, lamentablemente, una imperiosa necesidad: el enemigo está ahí y siempre
cuenta con camaleones para ir introduciendo el virus de la alienación.
Triste destino depara a la Revolución cubana si queda en manos de quienes reclaman una “Glásnost” al estilo Gorbachov, porque
por fuerza de la lógica todos terminan convertidos en traidores de la
sociedad socialista y (solo en exiguos casos) de sí mismos, lo que por ende dejarán
de ser un verdadero revolucionario, porque fungiendo
como fanáticos del hipercriticismo entregarán
la Revolución primero al capitalismo que a quienes
mantienen una postura firme frente a los vicios destructivos de la mal llamada
“libertad de expresión”. Lo hicieron
en la URSS y tratan de hacerlo en Cuba.
La capacidad hegemónica del Estado
cubano,
por supuesto que no es comparable con la de la derecha
mundial,
ya que esta última tiene más recursos y muchas veces puede
pasarse por el forro de los coj…. el ser sutil en sus métodos y por mucho que
existan “personajes” que deseen pasar esto por alto, no significa que sea menos
real.
El solo hecho de tener tal control
sobre otros implica una responsabilidad pública sobre la que se debe rendir
cuenta al pueblo. Pero en el capitalismo no rinde cuentas al pueblo ni al
Estado, sino a los lobbies económicos y políticos en el poder. El gobierno revolucionario cubano sí pone dicha responsabilidad en función de amplios intereses sociales; aunque también hay consciencia que se deben
adecuar más medidas que fortalezca la labor para la que está la prensa cubana.
Igualmente,
la experiencia acumulada contra las agresiones imperiales y sus monigotes,
ponen la alerta en que se debe evitar que los medios de prensa estatales sean
espacios para favorecer a grupos o interpretaciones
específicas de la economía o la política que no cuenten con el respaldo de la
mayoría ni respondan a la realidad del país y el
sistema político, sino que están destinado a cumplir intereses foráneos y de
reducidos grupos que fungen de interlocutores ¿con la mejor de las intenciones?
Es
políticamente deshonesto entre revolucionarios querer vivir de la
acrobacia política. No se puede pretender vestir de revolucionario aquel que
vive de malabares, y con disfraz de “patriotismo” lanza dagas voladoras en
consabido interés de manejar la “crítica” para enterrar el dedo hasta el tuétano
del tema, solo para “demostrar la existencia de un problema”, en vez de usar
las herramientas adecuadas para dar una solución.
También
es políticamente deshonesto publicar en medios agresivos con
el proceso socialista cubano, sólo para satisfacer egos (o mandatos) y después
pretender tener derecho a un espacio en los medios revolucionarios. No existe tal cosa como revolucionarios, porque se autotitulan
así, para escribir en un medio y después migran a otros sitios consecuentes
con la postura anticubana.
En una revolución que hizo confluir
en el poder a distintas fuerzas en el 59, que supieron poner a un lado sus
diferencias por algo mayor que ellos mismos, es trágico que sesenta años
después se alimente apetencias serviles y que solo premian la carrera
de ese
periodismo amarillista que no piensa más que en tener un pulgar para tapar el
sol y así ver sus manchas, ayudando a los objetivos oscuros que buscan la enajenación política de la población cubana. Es como si le permitiéramos a la microfracción que visitaba la otrora SINA (hoy lo hace a las mismas
oficinas convertidas en Embajada de EEUU), que se da tranquilamente un trago
con Cuba Posible o se acomoda en El Toque gane hoy, sin la presencia de Fidel
y, además, le facilitáramos el avancen a sectores oportunistas con agenda propia/impuesta.
Más allá de la izquierda militante, cada ciudadano/a
cubano/a tiene una gran responsabilidad con su país y donde no cabe
ambigüedades. La Revolución tiene que utilizar su hegemonía, la del Poder Popular,
para no dar cabida a libertinajes mercenarios ni a mayordomos del injerencismo.
Ejemplo de esto último se encuentra el periodista uruguayo
Fernando Ravsberg y su blog Cartas desde Cuba. No es
necesario coincidir con él para saber que la
mayoría de sus lectores nunca visitarán el sitio web de Cubadebate sino a El Nuevo Herald y medios de
oposición… y en caso de hacerlo, sería para
prestar el gran servicio al Tío Sam y dejar en comentarios sus pestíferas perlas.
Realmente
da náuseas ver cuán empecinamiento hay en defender a quien Fidel Castro
catalogó como MENTIROSO, pero el epíteto no se lo ganó porque Fidel se lo
endilgara, sino porque la vida ha demostrado en más de una ocasión que
realmente lo es, además de manipulador.
Pero
mucho más repugnante es que se levante de estandarte a un farsante, culpando a
Cuba de expulsarlo, cuando en la realidad es que el medio digital extranjero
para el que trabaja es el que no ha tramitado la reactivación e acreditación de
Fernando Rasvsberg.
Como
reza el refrán (lo escribiré en inglés, puede se entienda mejor): Lies have
short legs; por lo que al tema respecta, el sitio CubaSí dio luces al respecto,
esclareciendo la realidad de la situación de Ravsberg: Ver
aquí
Hoy existen en Cuba revolucionarios
buenos,
porque
luchan ocasionalmente, aunque estos se dejan llevar por el “vive y deja vivir” el
resto del tiempo. Hay otros revolucionarios que son mejores, porque mantienen
la lucha con mayor tenacidad, pero sin reforzar su capacitación política. Hay
otros revolucionarios que son muy buenos porque además de su tenacidad, se
reafirman en los principios que son base fundamental del proceso. Pero hay
otros revolucionarios que son imprescindibles, porque además de mantener la
lucha cada minuto, en cada esfera de la vida, también están conscientes de nuestra
historia y que sus páginas se han construido con esfuerzo y que tienen el dolor
de todo un pueblo (ocasionado por una agresiva política imperialista, pero
también por quienes, desde el olvido o el ¿perdón?, se congracian con quienes
siguen manteniendo como sutil objetivo el atacar a la Revolución… que no es específicamente
para perfeccionarla).
Veo
irracional que Harold Cárdenas, como también ha hecho su defendido Ravsberg,
acuse a la prensa cubana de no ser crítica con los problemas que van surgiendo.
Sin embargo, omiten que en Granma hay una sección de Cartas a la Dirección (que se actualiza
cada jueves), donde se develan las quejas de la población sobre las
dificultades que se afrontan en diferentes sectores, u omite con toda
arrogancia que Cubadebate, Granma, Juventud Rebelde y otros medios (incluso por
su versión impresa) han sacado artículos que denuncian
problemas que dificultan el desarrollo de la economía o la atención a la
población, entre otros.
Puede
que les moleste que se priorice la documentación e información política a la
población (que se afanan en llamar “oficialismo”) y no el chismorreo.
Finalmente,
para cerrar, me es profundamente paradójico por parte de Harold Cárdenas Lema,
que acuse al gobierno cubano de mantener una hegemonía sobre los medios de
comunicación del Estado, cuando él mismo ha mantenido una postura reaciamente
hegemónica como “editor” de La Joven Cuba, vetando o censurando parcialmente
artículos que no le ha convenido (pero que excusa su actitud con seguir la línea
editorial ¿de LJC?).
Claro,
en relación al párrafo anterior y a mi personal apreciación, veo natural que el
Estado lleve con celo el manejo de sus medios de comunicación, con el objetivo
que cumplan sus funciones sociales; pero veo anti natural el empecinamiento de
Harold (que se auto-titula “revolucionario”) mientras adopta actitudes en
defensa de lo ambiguo (en ocasiones), lo subliminar (en muchas ocasiones) y lo radicalmente
antirrevolucionario, como Cuba Posible, Ravsberg y demás (siempre).
Puede que Harold tenga
una nueva Revolución de Colores… Al menos, la Revolución que yo defiendo para
Cuba es y será verde olivo.
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