viernes, 1 de junio de 2018

GUSTAVO PETRO ESTREMECE LAS ELECCIONES COLOMBIANAS Y HACE HISTORIA

Gustavo Petro. Foto: EFE / Archivo de Cubadebate
Por Adel Pereira.
Presidente de la Asociación deCubanos en Cataluña José Martí

"En muchos de los escenarios de análisis en los que se decía que éramos nosotros los que teníamos un techo, resulta que es al revés... Somos nosotros, las fuerzas libres de la ciudadanía las que no parecen tener techo. Vamos avanzando con paso firme, constante, siempre adelante. Pueden ustedes tener la certeza que vamos a vencer; que se puede cambiar la historia de Colombia"... Con estas palabras comenzó Gustavo Petro (Colombia Humana) su intervención, tras conocerse que pasaría a la segunda vuelta. Un hecho inédito y sin precedentes en la historia política colombiana.


El candidato de la izquierda, ex-guerrillero del entonces M-19, con el 25,09% de los votos, por primera vez, pasa a disputar la presidencia del país andino frente al candidato de Centro Democrático, Iván Duque, uribista de extrema derecha, ganador de la primera etapa con el 39,1%. No hay duda de que Colombia experimenta un movimiento telúrico importante en su realpolitik. La jornada a las presidenciales del pasado 27 de mayo, en ese país, nos ha dejado un resultado que pone al descubierto la polarización que vive la sociedad colombiana.

Cierto es que el candidato de centro, Sergio Fajardo (Compromiso Ciudadano), estuvo todo el tiempo pisándole los talones a Petro, y acabó con un 23,7%; y cierto también que entre ambos candidatos (Petro y Fajardo) suman más votos y porcentaje que Iván Duque si habláramos en términos de tacticismos parlamentaristas, pero en este caso no se trata de una simple cuestión de matemáticas entre fuerzas políticas que podrían confluir, sino de un proceso mucho más complejo.

Lo que sí es indiscutible es que colombianos y colombianas han vivido el pasado domingo una jornada electoral insólita, con una participación del 53,38%, la más alta de su historia, y que abre la puerta a una nueva etapa que rompe con la tradición política del país. "Ya Colombia no se divide en aquellas dos fuerzas tradicionales, ya Colombia no cayó en ese unanimismo, de un pensamiento único, somos plurales, somos diversos...", recordaba en su discurso Petro haciendo alusión a candidaturas representadas por personas con un origen que nada tiene que ver con la élite y la tradición política. Y es que, ciertamente, Colombia está pasando por un momento donde confluyen varios procesos que convulsionan la sinergia política establecida y que la empujan hacia una regeneración democrática, pese a las reticencias todavía existentes; un proceso que quiere superar un pasado de corrupción, autoritarismo y violencia extrema que aun está presente en la realidad que vive esta sociedad. Los asesinatos a líderes sociales, por ejemplo, están a la orden del día. Ante una respuesta de las autoridades que ha tratado de eludir su sistematicidad y ha catalogado muchos de ellos como “líos de faldas”, y con el apoyo de algunos medios, acaban siendo naturalizados, aceptados o ignorados, ya que se trata del día a día para colombianos y colombianas. Por tanto no hay que perder de vista el papel que juega en ese sentido el candidato uribista y la importancia que tiene Gustavo Petro como la opción de futuro para Colombia.

Entonces, estamos ante un escenario de polarización que, en un momento u otro, se iba a dar por razones de carácter natural. De aquí el estremecimiento que significa el hecho de que Gustavo Petro sea la figura que rivalice frente a la postura belicista, el retroceso y el obstáculo que representa, para la implementación de los acuerdos de paz, la figura de Iván Duque. Pero éste es un duelo que va más allá de eso. Se trata de "dos caminos que en cierta forma marcan dos grandes derroteros históricos en Colombia (...) ¿Volvemos a la constitución de 1886? ¿Volvemos a pensar que es sobre la base de eliminar derechos, libertades, justicia, que podemos realmente solucionar los problemas que aquejan hoy a la sociedad colombiana? (...) Nuestros casi cinco millones de votos hoy, son los votos de una juventud, son los votos de unos sectores excluidos a lo largo y ancho de Colombia que han querido irrumpir y decir: aquí estamos presentes, nosotros también contamos, nosotros también queremos decidir sobre Colombia...", recalcaba en su intervención Petro, reivindicando la constitución de 1991, (una de las más completas del mundo en temas de derechos humanos, y en la que tuvieron un papel fundamental los desmovilizados de los grupos guerrilleros: M-19, EPL y Quintín Lame). Un discurso lejos de la grandilocuencia y de los conceptos abstractos, lejos del populismo simplista y del chovinismo. Un discurso con profundidad, lleno de cosas concretas, cargado de visión de país, de proyecto de (re)construcción social, de sentido de Estado, lleno de esperanza y optimismo, pero con los pies en la tierra que pisa, consciente del momento histórico y de la calidad de una sociedad con grandes heridas por curar. En una frase: con conocimiento de causa.

Pero la colombiana es una sociedad tremendamente compleja, traspasada por el dolor, el duelo, la desestructuración, es una sociedad sesgada, estratificada, de mucha desigualdad, con un alto nivel de individualismo y de alienación, donde la violencia y el miedo están muy enraizados en el cuerpo y la mente de colombianos y colombianas. Por tanto, si bien Petro es lo mejor que le podría pasar a Colombia en estos momentos, para salir adelante, para avanzar y crecer, para superarse y lograr una verdadera transformación social en favor del bienestar de las mayorías, no está nada garantizado que opten por este camino. No hay que perder de vista el radio de acción y la efectividad de las fuerzas oscuras que operan a la par de toda síntesis positiva. Vale recordar, por citar un caso, el revés que sufrió el acuerdo de paz con el triunfo del No en el plebiscito de refrendación ciudadana, en octubre de 2016.

De hecho, nada será fácil para el candidato de la izquierda progresista, convencer e ilusionar al resto de la ciudadanía que votaron por otras opciones políticas. Ambos candidatos saben que tienen que saber seducir a los votantes de centro, a los abstencionistas y al voto en blanco, e incluso a los de la derecha. En este sentido hay que observar la peculiaridad de una derecha dividida y enfrentada, cuyo sector anti-uribista puede abrir la puerta a una paradoja. Así como la izquierda, en otras ocasiones, ha tenido que pedir el voto para la derecha con tal de impedir un gobierno de la extrema derecha, que hoy representa Duque, ahora es esta derecha que se verá en la disyuntiva de tener que mojarse por un gobierno del izquierdista Gustavo Petro, si no quieren ver en riesgo, o perdida, su capacidad de maniobra. Y aquí tienen un dilema importante, ya que Petro encarna un cambio de políticas que afectarían mucho sus intereses, ligados a los oligopolios foráneos, que someten al país a una economía extractivista, eje estratégico fundamental en el programa que Petro quiere desplegar, para revertirla en favor de una economía productivista. Esto representa un choque frontal a la acción de muchas empresas extranjeras que se benefician del expolio de grandes y variados recursos naturales yacentes en el país. Sin hablar ya del interés geoestratégico que representa Colombia para EEUU en la región. Sería una ironía de dimensiones espectaculares que, justamente cuando EEUU redirige su mirada hacia Latinoamérica para desestabilizar los gobiernos de izquierda progresista, les surja una Colombia, recién ingresada en la OTAN, en esa línea.

El panorama dibuja un escenario tan interesante como de infarto. Tres semanas en un país como Colombia es tiempo suficiente para que pueda pasar de todo. Desde lo más inverosímil hasta lo que ya alguna vez pasó. Cualquier pronóstico o vaticinio sería mera especulación, realmente. Colombia está a un paso de retroceder enormemente, estar peor de lo que está ahora mismo, o de dar un salto hacia su bienestar y desarrollo, hacia una sanación, hacia una transformación sin precedentes, en un momento en el que a nadie se le hubiese ocurrido apostar porque algo así pudiese ocurrir en ese país. Mucho tienen colombianos y colombianas a lo qué sobreponerse; y un reto descomunal se le plantea a Gustavo Petro por delante, éstos días, ante una maquinaria que no dudará ni un segundo en atacar a fondo para hundirlo, como ya se vio durante la jornada de campaña electoral, y dejarlo engullido por la satanización "Castro-Chavista", que sin duda es una munición cuya efectividad el uribismo sabe utilizar muy bien.

Pero hay razones y motivos para la esperanza. Sin duda, Petro ha dado muestras durante todos estos años de carrera política, habituado a la confrontación y al linchamiento, de que es un dinosaurio político que ha salido reforzado y curtido de cada batalla. Preparado, sereno, conocedor profundo de su realidad e identificado con ella, de mirada y palabra honesta, y con capacidad para manejar situaciones complejas en circunstancias adversas. "Pueden ustedes tener la certeza que vamos a vencer...", dijo.

El 17 de junio veremos si su proyecto de país logra configurar alianzas c0n las fuerzas políticas anti-uribistas, pero sobre todo si llega a despertar la ilusión de la mayoría de los votantes, y encontrarnos con una Colombia que sorprenda de esta forma al mundo y a las leyes teóricas de las ciencias sociales.

Por lo pronto, una cosa sí se puede asegurar: Petro y la izquierda colombiana han hecho historia. Nunca un candidato de las fuerzas izquierdistas había llegado tan cerca de la presidencia de Colombia. Nunca antes había podido ser tan posible.

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