Por Gustavo dela Torre Morales
Fidel Castro, en su alegato de defensa por las acciones llevadas a cabo con un grupo de jóvenes contra los cuarteles Carlos Manuel de Céspedes y Moncada, en 1953, y cuyo testimonio se publicó con el título “La historia me absolverá”, planteó la problemática de la educación como uno de los 5 problemas fundamentales que afrontaba Cuba en aquel entonces y que era parte de la degradante pictografía socio-política del país, causada por el régimen de Fulgencio Batista, un resultado de años de neocolonialismo y gobiernos de turnos a los servicios de los intereses de EEUU.
Una vez derrocado el dictador Fulgencio Batista y se declara el 1 de enero de 1959 como el triunfo de la gesta armada rebelde, el nuevo gobierno comienza con las primeras medidas sociales, y entre ellas, el llevar a cabo dentro de la propia Revolución, una revolución cultural que despegara con una masiva campaña de alfabetización.
La realidad heredada por a Revolución triunfante fue un alto número de profesionales, de maestros y maestras sin trabajo, además de un analfabetismo de un 11% en la ciudad y de un 41,7% en la zona rural; cifras que incluían poco más de medio millón de niños sin recibir enseñanza alguna y muy pocos centros educacionales.
Se tenía claro que no podría desarrollarse el país si primero no hay un despunte en la educación como herramienta fundamental para la formación de los profesionales necesarios en los diversos sectores; por supuesto, se partía de la idea de que la economía del país no contaba con todos los recursos necesarios, pero como expresó el Comandante y Primer Ministro, Fidel Castro, en el Congreso de Maestros Rurales, el 27 de agosto de 1959: “… albergamos la seguridad de que esos servicios, esos recursos, vamos a contar con ellos en el curso del desarrollo de nuestra economía y que es posible que dentro de algunos años dispongamos de todos esos recursos; pensábamos que era realmente criminal que ese enorme número de maestros, capacitados para enseñar, continuasen con los brazos cruzados sin ganarse la vida y sin prestar ningún servicio al país, que tanto los necesita en estos momentos, que son momentos de hechos y no de palabras”_ reafirmando en el mismo discurso que_ “detrás irá la movilización de todo el pueblo para que no quede un solo cubano que no sepa leer ni escribir, para ganarles la batalla a la incultura y a la ignorancia.”
Un año después, el líder de la Revolución retomó el tema y en la graduación del primer contingente de Maestros Voluntarios, el 29 de agosto de 1960, expresó: “El año que viene, vamos a librar la batalla contra el analfabetismo. El año que viene tenemos que establecernos una meta: liquidar el analfabetismo en nuestro país. ¿Cómo? Movilizando al pueblo.”
Es por ello que no solo se movilizaron profesionales de la educación, también se incorporaron al llamado jóvenes de la enseñanza secundaria y preuniversitaria, e igualmente estudiantes de comercio. La campaña de alfabetización contó con una fuerza de 268 420 alfabetizadores, de los cuales 120 632 eran instructores populares, 100 000 brigadistas Conrado Benítez, 34 772 maestros(as) y 13 016 brigadistas obreros Patria o Muerte.(1)
Fidel Castro expresó en el acto de entrega de certificados a 4000 alfabetizados, el 18 de junio de 1961, en Ciudad deportiva: “¡qué será un país en que ese amor, esa generosidad y ese entusiasmo, siga creciendo indefinidamente!”
“¡Qué será nuestro país dentro de diez, dentro de veinte, dentro de treinta, dentro de cincuenta, dentro de cien años, si todo lo que hoy se observa, y se ve avanzar, y se ve crecer, continúa!, de manera que todas las generaciones reciban, una tras otra, esa herencia, reciban una tras otra esa antorcha, y lejos de permitir que ese fuego se apague, alimenten esa llama, de manera que sea cada vez mayor.
“Y entonces nosotros, que hemos tenido esta oportunidad, podremos sentir la alegría infinita de imaginarnos lo que será nuestro pueblo en el futuro. ¡Qué pueblo tan extraordinario será este! ¡Qué pueblo, que sabrá marchar al compás con los demás pueblos del mundo! ¡Y qué pueblo que, además, ayudará con su ejemplo a muchos otros pueblos que todavía permanecen en el oscurantismo, que todavía permanecen en la ignorancia, que todavía permanecen en la explotación!
“Esa misión y esa tarea nos ha tocado desempeñar. Y en esta ocasión, pues no puedo menos que exhortar al pueblo a que siga adelante. Y nosotros sabemos que el pueblo seguirá adelante, porque, como hemos dicho, tenemos una fe infinita en el pueblo, en su inteligencia, en su fuerza creadora, en su espíritu de solidaridad, en su capacidad de avanzar. Y por eso nosotros sabemos que así será, que seguirá avanzando el pueblo, que cumpliremos todos nuestro compromiso, ¡que todos sabremos cumplir con nuestro deber!”
Por supuesto, ha sido un deber cumplido con creces, ya que se afrontó difíciles condiciones económicas dentro de un país subdesarrollado y frente a constantes agresiones, por el simple hecho de haber escogido el camino de la emancipación. La Revolución cubana ponía en práctica el ideario martiano: “Ser culto es el único modo de ser libres” (2).
La campaña de alfabetización cambió la concepción de todo un pueblo sobre la construcción de un nuevo país, sobre los valores de una verdadera Revolución, donde dieron un paso adelante quienes realmente hacían el proceso suyo y pusieron todos sus esfuerzos para sumar a todos aquellos que hasta 1959 habían sido los más desfavorecidos y sabían muy bien sobre las penurias de la pobreza y los abusos.
Sin excepción, todas y todos, tanto alfabetizados como alfabetizadores, sufrieron cambios. Los primeros conocieron un nuevo mundo en las letras, en la libertad de saber firmar con sus nombres y no con cruces o marcando documentos con sus huellas dactilares, de ver que la esperanza verde olivo les entregaba la llave del nuevo horizonte y con la responsabilidad de hacerlo florecer por el esfuerzo y capacidades propias de cada persona; pero quienes alfabetizaron se acercaron más al pobre y al desvalido, se vieron como actores importantes para brindar conocimientos, pero sobre todo, sintieron que el convivir con sus alumnos y compartir sus propias tareas, dificultades y carencias les aportaba más cultura, en la convivencia les fortalecía un principio esencial de la Revolución: el sentido solidario de humanismo.
Una muestra para demostrar los conocimientos y habilidades adquiridas como alfabetizado(a) era escribir una carta dirigida a Fidel. Muchas fueron la que llegaron con mensajes de quienes comenzaban a ver el mundo con nuevos ojos y a comprender la realidad circundante con un nuevo prisma. Aquellos mensajes muy bien podrían hacer saltar de alegría a cualquiera como podían dejar escapar una lágrima de la emoción que creaban. “No me sentí cubano hasta que aprendí a leer y a escribir” dejó saber uno de los alfabetizados. Es una cuestión simple ¿Cómo no sentir orgullo de pertenecer a Cuba y ser testigo directo de los beneficios de la Revolución?
Mirar en la historia de esta gesta es transitar por un interesante viaje entre miradas y experiencias de sus protagonistas, de personas que se sintieron más del pueblo y de cómo todos se sintieron que eran actores fundamentales de la Revolución y la construcción del futuro del país, de un pueblo que fue capaz de escribir gloriosas páginas en la historia de Cuba, que a su vez serían las luces para otros pueblos del mundo.
Pero los detalles más insospechados de esta gesta los proporcionó Luisa Yara Campos Gallardo, Directora del Museo Nacional de la Campaña de Alfabetización, quien en ocasión de su participación en el XXXVI Congreso Internacional de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), en Barcelona, Cataluña, proporcionó decenas de sorprendentes anécdotas en sendas charlas: una en la Universidad de Barcelona, en la Facultad de Geografía e Historia, organizada por la Asociación de Cubanos en Cataluña José Martí (ACCJM), La Fundació L’Alternativa y la Associació d’Estudiants Progressistes y la colaboración de la propia Universidad; y otra en la localidad de Mollet del Vallès, organizada por la ACCJM y el Casal d’Amistat Mollet amb Cuba.
Con Luisa supimos que la campaña logró alfabetizar a 476 155 personas de la zona rural y a 231 057 de la ciudad, para un total de 707 212 personas. Campesinos, obreros, mujeres, ancianos y niños fueron los beneficiados de tan magnánima obra, expreso Luisa y que tal empresa fue solo posible porque detrás hubo un pueblo directamente involucrado en el proceso revolucionario.
Luisa Campos contó sobre la preparación que tuvieron los alfabetizadores, del método de la cartilla, de la continuidad del proceso educativo e instructivo para seguir venciendo cursos.
También dio a conocer el ambiente de agresiones en la que se realizó la campaña de alfabetización, con grupúsculos de mercenarios financiados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y alentadas desde Estados Unidos, que operaban en las zonas rurales principalmente, mancharon con hechos sangrientos el suelo cubano, asesinando a maestros y campesinos que les acogían. El primer maestro víctima de la contrarrevolución fue Conrado Benítez García (18 años), junto al combatiente del Ejército Rebelde y fundador de las Milicias Nacionales Revolucionarias en el Escambray, Heliodoro Rodríguez (Erineo).
El único delito de Conrado fue enseñar a leer y a escribir a los necesitados, con su asesinato los bandidos querían mandar un mensaje de terror e infundir miedo; sin embargo, ocurrió todo lo contrario, de la indignación del pueblo salieron cien mil maestras y maestros a cubrir nuevos puestos de enseñanza en disímiles rincones de Cuba.
Lamentablemente también resultaron víctimas de las salvajadas de los bandidos apertrechados desde EEUU, Pedro Miguel Morejón (20 años), Pedro Blanco Gómez (13 años), Modesto Serrano Rodríguez (19 años), Tomás Hormiga (22 años), Delfín Sen Cedré (25 años), José Galindo, Vicente Santana, Manuel Ascunce Domenech y Pedro Lantigua Ortega, entre las más de 400 víctimas.
Pero ni las dificultades económicas, ni los crímenes de los bandidos ni la invasión mercenaria por Playa Girón pudieron detener la Campaña de Alfabetización: no se detuvo la Revolución.
En ambas charlas, también pudimos contar con la presencia de Caridad Morales Nussa, de origen cubana y profesora de lenguas en la Universidad de Towson, Maryland (EEUU), quien centró su exposición en la presencia de la mujer en la campaña de alfabetización, de cómo en esta gesta rompió con las matrices y cánones discriminatorios y racistas que se arrastraban de gobiernos neocoloniales, del fruto que dio el proceso revolucionario en la emancipación de la mujer en el proceso revolucionario y socialista cubano.
A modo de ejemplo de la participación femenina, en el informe diario de la Brigada Conrado Benítez, el 28 de agosto de 1961, a solo pocos días de terminar la campaña, se reportó en el acumulado hasta el momento 54 953 mujeres alfabetizadoras, las cuales conformaban el 52% del total de esa fuerza.
Hoy la Revolución cubana, asediada por una política imperialista agresiva y bloqueada económicamente por más de medio siglo, muestra conquistas sociales, económicas, culturales, políticas y científicas que compiten con potencias desarrolladas y que gozan del reconocimiento de organismos internacionales; conquistas que son el resultado del empeño del gobierno revolucionario y de todo un pueblo. Son el resultado del sacrificio de mujeres, hombres y hasta niñas y niños que dejaron su infancia atrás para asumir la histórica responsabilidad de enseñar a leer y a escribir. Son el resultado palpable en las disímiles misiones internacionalistas que cubanas y cubanos han llevado a cabo para ayudar a los pueblos necesitados del mundo. Misiones médicas, militares, culturales y que también incluye la alfabetización de otros pueblos.
Cuba emprendió su propio camino de emancipación y soberanía desde enero de 1959 y con la culminación de la campaña en septiembre de 1961 certificó la máxima martiana “saber leer es saber andar” (3)
La titánica tarea de alfabetizadoras y alfabetizadores merece el mayor respeto y admiración. Como reconoció Fidel castro en el acto por el XXXV Aniversario de la Campaña de Alfabetización, el 22 de diciembre de 1996, las nuevas generaciones del pueblo cubano también lo hacen: “Un día habrá que levantarles un monumento a los educadores, como habrá que levantarle un monumento gigantesco a todo el pueblo, aunque no se pueda hacer el monumento que merecen de piedra, o de mármol, o de acero. Hay algo más duro que todo eso y más duradero, porque un monumento material puede ser destruido, lo que no podrá ser destruido jamás es la página de la historia que ustedes han escrito.”
- Catherine Murphy y Carlos Torres Cairo, “Un año son domingos. Imagen de la alfabetización en Cuba”, de. Aurelia Ediciones, 2018. Métodos y medios utilizados en Cuba para la supresión del analfabetismo (Informe de la UNESCO). Instituto del Libro, La Habana, 1970.
- Martí, José; “Maestros Ambulantes”, La América, mayo 1884, Obras Completas, Tomo 8, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pág. 289.
- José Martí, Folleto Guatemala. México, 1878.
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