miércoles, 13 de junio de 2018

Origen de la contundente frase de Antonio Maceo

Composición de imagen por Gustavo de la Torre Morales
Tomado de INFODIR. Revista de Información a Directivos de INFOMED.
Por Raúl Rodríguez La O
Historiador e investigador


Carta del Titán de Bronce al patriota cubano José Dolores Poyo, director del periódico independentista El Yara, de Cayo Hueso, dirigida el 13 de junio de 1884 desde San Pedro Sula, Honduras.


Luego del fracaso de la Guerra Chiquita en 1880, el general Antonio Maceo aceptó los consejos del general Máximo Gómez, quien residía en Honduras desde el 5 de febrero de 1879, para viajar a ese país. Por esas razones, procedente de Jamaica arribó a esa República centroamericana, el 20 de julio de 1881, como también lo hicieron más adelante otros destacados patriotas, entre los cuales se encontraban Carlos Roloff, Flor Crombet, Eusebio Hernández, Manuel de Jesús Calvar, Rafael Rodríguez y Manuel Morey.

Entonces el protagonista de la Protesta de Baraguá sirvió como general de división en el Estado Mayor General del Ejército de Honduras, y al mismo tiempo asumió la Comandancia Militar de Tegucigalpa. También desempeñó el cargo de Juez Suplente del Tribunal Supremo de Guerra en ese país y en julio de 1882 lo nombraron Comandante de los Puertos de Puerto Cortés y Omoa con residencia en el primero.

Siempre se ha afirmado en determinados textos de Historia que, con el objetivo de ayudar a los patriotas independentistas cubanos, el gobierno hondureño, presidido por el doctor Marco Aurelio Soto (1879-1883) les había ofrecido altos puestos militares y civiles y en algunos casos, ayuda económica y humanitaria. Sin embargo, documentos confidenciales inéditos, localizados por el autor de este trabajo en los legajos 4822 y 4829 de la Sección de Gobierno del Fondo de Ultramar del Archivo Histórico Nacional De Madrid, España, revelan que toda "esa generosa ayuda" del gobierno hondureño obedecía realmente a una importante actividad de inteligencia del gobierno de Madrid ante el gobierno de Tegucigalpa, mediante un precio elevado de dinero.

Claro está que Antonio Maceo, Máximo Gómez y el resto de los patriotas cubanos desconocían de ese plan enemigo y fueron hacia Honduras con la intención de trabajar en dicho país para sostener a sus familias y continuar en sus actividades revolucionarias y patrióticas a favor de la independencia absoluta de Cuba.

Por las razones ya expuestas, mantuvieron vínculos estrechos y permanentes con la emigración revolucionaria e independentista en diferentes lugares de América Latina y del Caribe, pero especialmente con los patriotas cubanos residentes en los Estados Unidos de Norteamérica, entre los que se destacaba José Martí.

De esa manera y debido a la intensa correspondencia que mantenían para transmitir informaciones y orientaciones sobre las labores conspirativas y preparativos independentistas, así como denunciar y alertar sobre los planes del gobierno español y de las actividades de los espías al servicio de España y de los Estados Unidos de Norteamérica, es que el Titán de Bronce escribe una carta muy importante entre su correspondencia de ese periodo hondureño, donde se destaca la frase trascendental y ya histórica.

He aquí textualmente la carta en cuestión del Titán de Bronce, dirigida el 13 de junio de 1884 desde la ciudad hondureña de San Pedro Sula al patriota cubano José Dolores Poyo, quien era entonces Director del periódico independentista El Yara, de Cayo Hueso, en los Estados Unidos de Norteamérica:

San Pedro, junio 13 de 1884.
Sr. Director de El Yara
Cayo Hueso.

Distinguido compatriota:

Conseguido el objeto de mis pretensiones políticas, de que me doy enhorabuena, puedo decir con franqueza que estamos de plácemes. No hay uno solo de nuestros antiguos compañeros de armas que no piense en los días de gloria que darán a la Patria, desenvainando su espada con el Vencedor de las Guásimas y Naranjo.

Acá en mi retiro, y cuando preparaba unir mis pequeños esfuerzos a los de Uds., llega a mi noticia la nueva trama que pretenden pegarnos los españoles fingiendo arreglos importantes para los cubanos, en que aparece la intervención de extrañas naciones. ¿Habrá ilusos como los del Zanjón que les crean? No es posible, aquel golpe enseñó a los ignorantes y no creo que de buena fe se entreguen a sus enemigos. El ejemplo más vehemente que tienen los crédulos es el procedimiento infame que sufren en las prisiones españolas, los que acreditaron sus promesas, quedándose en el país. Cuba será libre cuando la espada redentora arroje al mar sus contrarios. La dominación española fue mengua y baldón para el mundo que la sufrió; pero para nosotros es vergüenza que nos deshonra. Pero quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha. Cuba tiene muchos hijos que han renunciado a la familia y al bienestar, por conservar el honor y la Patria. Con ella pereceremos antes que ser dominados nuevamente; queremos independencia y libertad.

Conviene no apurar la protección americana, antes bien tenerla de nuestra parte.

Me parece que con alguna discreción se conservaría neutral en nuestros asuntos, si no indiferente como hasta ahora, pues creo verla salvando las apariencias españolas. Las naciones tienen entre sí principios internacionales que respetar, y que les obligan a ser indiferentes contra su propia voluntad; pero hay algo más entre ellos.

Con la esperanza de verles se ofrece a V. su affmo. Amigo.

J. A. Maceo

Y así, en cumplimiento de su compromiso con la Patria casi a los dos meses de haber escrito tan valiosa carta, donde refleja sus principios éticos y revolucionarios a favor de la independencia absoluta de Cuba y sin intervención extranjera, salió de Honduras junto al general Máximo Gómez con destino a los Estados Unidos para encabezar el nuevo movimiento separatista que se conoce en nuestra historia como Plan insurreccional Gómez-Maceo de agosto de 1884 hasta septiembre de 1886, cuando el propio Gómez lo dio por finalizado.

Cita: Biblioteca Básica de Cultura Cubana. "El pensamiento vivo de Maceo". Por José Antonio Portuondo. Consejo Nacional de Cultura. La Habana, 1962.

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