miércoles, 18 de julio de 2012

Entrando en la historia: "El abogado de los humildes"

Tomado de Trabajadores.
Por Alina Martínez Triay.

Tres casos defendidos y ganados por el joven abogado Fidel Castro

Aceptó sin vacilar la causa aunque parecía imposible que los culpables fueran condenados. Se trataba del asesinato a golpes del joven Carlos Rodríguez, en septiembre de 1951, a manos del entonces teniente Salas Cañizares y el comandante Rafael Casals, connotados esbirros. La madre del mártir designó a Fidel Castro como abogado acusador y gracias a la valiente gestión del joven jurista, se logró que el fiscal pidiera para ambos 20 años de prisión.

Fue Fulgencio Batista quien impidió que se cumpliera la sentencia, ya que después de protagonizar el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, para escarnio de la justicia, la causa no sólo fue archivada sino que ascendió a brigadier general y nombró jefe de la policía a Salas Cañizares.

A fines de ese año, un grupo de trabajadores de la finca Ácana, en la provincia de Matanzas, recibieron una visita inesperada. El recién llegado se presentó como “un abogado de La Habana que viene a ayudarles a resolver el problema que ustedes tienen y tratar que le paguen sus adeudos.”

Aquellos campesinos habían sido víctimas de un litigio entre los dueños y un arrendatario que al no ponerse de acuerdo habían dejado de pagarles durante meses. En vano los afectados se habían quejado a las autoridades. Cuando ya habían perdido las esperanzas se les apareció aquella persona que resultó ser Fidel Castro.

Los litigantes al principio desconfiaron, porque ni lo conocían ni lo habían mandado a buscar y creyeron que era una maniobra de quienes los tenían en aquella precaria situación, pero pronto Fidel los convenció de confiaran en él. Les dijo que les daba su palabra de honor de que si le entregaban un poder dentro de cuatro días les cobraría el dinero. Al aceptar los trabajadores, el joven abogado se sentó a una mesita, redactó el poder y todos lo firmaron.

Al tercer día les envió un telegrama que decía: “Las gestiones van bien, Fidel”, y en el plazo fijado se apareció en el lugar, “en una maquinita vieja, toda escachá, que hasta le faltaba una puerta”, recordó uno de los campesinos, se reunió con los afectados, el arrendatario y uno de los dueños, logró que todos estuvieran de acuerdo y los trabajadores recibieron el dinero que se les debía.

Hace algunos años, el rememorar aquellos hechos, el abogado Jorge Aspiazo, en cuyo bufete habanero situado en el apartamento 204 de Tejadillo No. 57 trabajaba Fidel, y lo acompañó en esa ocasión, nos relató que este no quiso aceptar pago alguno porque, según le dijo, esa gente después que se acabara la zafra entrarían en tiempo muerto, lo que significaba que pasarían muchos meses sin trabajo, y les iba a hacer mucha falta el dinero. Ni siquiera aceptó el ofrecimiento de pagarle la gasolina del carro en que fueron de la capital a Matanzas.

Otro caso ganado por Fidel fue que logró detener el desalojo de los vecinos de los barrios marginales de La Pelusa, La Timba y la Corea, a quienes se les pretendía expulsar de los terrenos que ocupaban, para construir allí la Plaza Cívica, hoy
Plaza de la Revolución. Esos hombres y mujeres humildísimos, agradecidos por la actuación de su defensor, al enterarse de que iba a celebrar un mitin político en Santiago de Las Vegas, reunieron centavo a centavo en una lata el dinero necesario para alquilar un ómnibus y fueron allá a demostrarle su adhesión. Algunos de ellos se convirtieron después en espontáneos guardianes de seguridad de Fidel, cuando este se dirigía a la emisora La Voz del Aire, donde tenía una combativa hora radial de denuncia a los desmanes del régimen de Carlos Prío.

También fue el batistato el responsable de echar por tierra el derecho conquistado por los humildes en esa causa ganada por Fidel, cuando después del golpe de Estado del 10 de marzo, la mayoría de los vecinos fueron expulsados del lugar.

No fueron esos los únicos casos en que se involucró Fidel como abogado, pero pronto dejaría su profesión por dedicarse por entero a una batalla mayor por la justicia: la lucha armada por la verdadera y definitiva independencia de Cuba.

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