Por Víctor Angel Fernández.
Al igual que muchos cubanos, tengo motivos para la felicidad. El llamado a que Nuestra América sea cada día más una zona de paz, se va cumpliendo, tal y como hemos visto, en este jueves 23 de junio de 2016.
La voluntad de muchos. De los colombianos entendiéndose mediante el largo dialogo. De Chile y Venezuela, de Noruega, junto a mi bella Cuba, como países acompañantes y garantes. Me siento feliz, cuando a La Habana, capital de la paz, llegan una vez más varios presidentes, acompañados del Secretario General de Naciones Unidas.
No obstante, utilizando el llamado que nuestro Presidente Raúl nos ha hecho en reiteradas ocasiones, voy a utilizar mi derecho para tener alguna discrepancia, aunque no es a él sino a las partes del conflicto que durante décadas se beneficiaron del permanente compromiso del pueblo y gobierno cubanos con la paz de Colombia desde el liderazgo del Comandante Fidel Castro a quienes hubiera correspondido la gratitud hacia el que durante décadas fue el más constante aliado de cualquier gestión pacificadora en ese país.
En una OEA incapaz de levantar cabeza y nada protagonista en estos sucesos del jueves, el Canciller Cubano, hace más de medio siglo, se levantó y pronunció sus conocidas palabras de “me voy y conmigo se marcha la Dignidad latinoamericana”. Era y es la Dignidad que Cuba se ganó verticalmente. La Dignidad que ha costado casi sesenta años de enfrentamiento con su poderoso vecino y con muchos de los acólitos que siempre buscan alguna variante para tratar de acercar la brasa a su sardina.
Es la Cuba que había triunfado en Girón, hoy sede de la paz que nunca la OEA hubiera podido gestar ni obtener. La Cuba que demostró el real concepto de sólo llevarse sus muertos al salir victoriosa de Africa. Es la Cuba de la mano extendida, no para dar sobras, sino para compartir lo poco e incluso, lo que muchas veces ni siquiera tenía para sí. Es la Cuba de las misiones médicas y educacionales. Es la Cuba que todos destacan y agradecen.
Es la Cuba que con su ejemplo nos enseñó a construir Fidel y hoy, cuando todos sabemos que él no reclamará nada, porque nunca lo ha hecho, está ahí, pero luego de oír las intervenciones oficiales, las declaraciones de prensa, las felicitaciones, me falta por sentir su nombre sonando alto y bien claro.
No tengo nada en contra de los que se han nombrado. Creo que todos se lo han ganado, pero sin él, sin su ejemplo, sin su vida que va a llegar a las nueve décadas, habría sido muy difícil ver estos acontecimientos en Colombia y tampoco en América Latina. Ha triunfado la paz porque han triunfado los principios de la política exterior de la Revolución Cubana, esos a los que se refirió Raúl -nuestro fidelista mayor- en la Cumbre Extraordinaria del Grupo de Río, en Costa de Sauipe, Salvador, Bahía, Brasil, el 16 de diciembre de 2008, preámbulo de lo que luego sería la CELAC:
“Nos incorporamos con el compromiso de ser fieles a los principios de la política exterior de la Revolución Cubana, en los que nos ha educado el compañero Fidel, maestro de la solidaridad y artífice de los valores que la han caracterizado.”
Congratulo a las partes. Aplaudo los hechos, pero pido y ejerzo mi derecho para felicitar, en grande, al artífice hoy silencioso, pero nunca acallado, de que tengamos paz en Colombia y Cuba para el bien de todos.
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