Por Fabián Escalante Font.
En la primera parte de este texto exponía que
la guerra sicológica es una forma pérfida de manipular la conciencia de
grupos sociales o personas, mientras que la lucha ideológica es el
enfrentamiento de dos concepciones del Mundo, la burguesa y la
socialista, que tiene, cada una, repercusiones en todas las
manifestaciones de la ideología, trátese de la cultura, la política, la
religión, etc.
Mientras la
guerra sicológica se concibe con el objeto de confundir y engañar,
fundamentalmente por medios subversivos, la lucha ideológica es abierta y
transcurre principalmente en el terreno de las ideas, resultando su
arma esencial el debate, la discusión, la confrontación de los
conceptos.
La guerra
sicológica no solo pretende ganar las conciencias, sino además
desacreditar, calumniar y confundir, a veces bajo una apariencia ingenua
y neutral. Ejemplo de ello, son las ideas expuestas en reiteradas
ocasiones por el presidente Obama al afirmar que cuando comenzó la
agresión de Estados Unidos contra Cuba él no había nacido, y que por
tanto no era responsable de ello, obviando el hecho de ser el jefe de la
Nación agresora, en otras palabras, lo hecho hasta hoy, es asunto del
pasado, en todo caso de los historiadores.
La guerra
sicológica desplegada por Estados Unidos en más de 50 años ha sido
diversa, mientras que trataron de socavar la autoridad de Fidel Castro
con sucesivas campañas para desacreditar su figura, paralelamente
desacreditaban las leyes y medidas sociales tomadas por la Revolución.
Ejemplo de ello lo constituyeron las operaciones de la CIA dirigidas a
despojar al líder cubano de su barba o de provocar, por medio del
suministro de LSD, una risa incontenible que los desautorizara frente a
un auditorio que le escuchaba.
Caso
parecido ocurrió con el Presidente Chávez de Venezuela, al que trataron
de ridiculizar por todos los medios, desencadenando diversas campañas
calumniosas contra su persona y su gobierno. Igual sucede hoy contra el
Presidente Nicolás Maduro, al que pretenden denigrar por todas las vías.
Un caso
actual, donde la manipulación de las ideas y el engaño se ponen de
manifiesto lo constituyen las próximas elecciones generales en España,
donde el asunto de Venezuela ha constituido el eje de la campaña para
desacreditar a la coalición izquierdista “Unidos Podemos”, presentándola
como apéndice de los chavistas venezolanos.
La política
norteamericana con respecto al Latinoamérica sigue planteándose los
mismos fines, socavar y diluir sus procesos políticos democráticos, solo
que sin emplear como antes los “marines”. Nada nuevo, es la inveterada
política del garrote y la zanahoria implementada por el imperio contra
Cuba por más de cinco décadas.
Hay muchos
ejemplos en nuestra historia de esa “política”. En 1963 el presidente
John Kennedy la empleó, cuando al tiempo que escalaba en la agresión
contra Cuba, buscaba canales de comunicación con las autoridades cubanas
para eventuales negociaciones, claro, desde posiciones de fuerza,
después de asfixiar a nuestro país con un bloqueo que aún perdura y
hacer lo imposible por arrasar por medios subversivos nuestra industria,
agricultura y sociedad.
Más tarde el
presidente James Carter trató de hacer lo mismo, cuando quiso negociar
con Cuba, atemorizado por la presencia de nuestros combatientes
internacionalistas en Angola, pretendió utilizar la retirada de estos,
como moneda de cambio para un eventual restablecimiento de relaciones
entre ambos países.
En el caso
cubano, lo que más irrita al imperio ha sido sin dudas la vigencia del
pensamiento de Fidel Castro y por ello el empeño para desmontarla. No
desean solo eliminar a la persona sino también sus concepciones. Más que
asesinar al hombre se pretende aniquilar sus ideas y para ello se valen
de los más oscuros y deleznables métodos.
Armas
especiales, venenos letales, explosivos plásticos poderosos, tabacos con
sustancias peligrosas, granadas para ser lanzadas en plazas públicas,
fusiles con miras telescópicas, agujas con venenos mortíferos, tan finas
que su contacto con la piel no debía ser percibido, polvos para depilar
la barba o provocar un estado de hilaridad que lo desacreditara
públicamente, mientas un reloj descontaba minutos y segundos, en
espera de su blanco.
Por tales
razones debemos conocer los objetivos del enemigo en las condiciones
actuales, cómo proyectan sus campañas y cuáles sus ejes, para poderlas
desmontar y denunciar, para que nuestro pueblo las conozca, para que
nuestras organizaciones políticas y sociales puedan explicarlas y
denunciarlas.
Los cubanos
tenemos larga experiencia al respecto, pues Fidel Castro en 50 años, con
su magisterio nos enseñó el camino a seguir. En sus extensas
intervenciones, puntualizaba cada idea y concepto que entendía debía ser
del conocimiento y dominio público. Además realizaba esta labor,
desmenuzando sus pensamientos de manera que no existió nadie que dejara
de comprender el fondo de sus planteamientos. En otras palabras, preparó
a nuestro pueblo para cumplir y desarrollar las grandes hazañas
realizadas, desde la alfabetización hasta las campañas médicas que hoy
realizan nuestros hombres y mujeres de la salud pública.
Fidel es y
será un gladiador de la ideología y sus ideas perdurarán, no solo por su
vigencia, sino por la comprensión que de ellas realizara la inmensa
mayoría de nuestro pueblo. Él constituye un ejemplo de cómo realizar la
batalla ideas.
Si a ello
sumamos todas las posibilidades que nos brindan hoy los medios
audiovisuales, nos percataremos que nunca hemos estado con mejores
condiciones para participar en este combate ideológico al cual el
enemigo imperial nos convoca, ya sea tanto por medios subversivos, como
abiertos.
Sin embargo, si partimos solo de la justeza de la idea que nos ampara, sin combatir, debatir y analizar, no venceremos.
Los
comunistas de hoy estamos en mejores condiciones de combatir, no solo
por contar con las verdades necesarias, sino también, porque tenemos
organizaciones políticas y de masas, instituciones culturales,
representantes de la sociedad civil, que comunicarán las ideas y los
conceptos a todos los rincones del país. Estas organizaciones son
vitales en la confrontación actual y no podemos permitir que el hastío o
la abulia las neutralicen. El ejercicio de la discusión y el debate,
escuchar y pensar han sido y serán los métodos idóneos para lograr estos
fines. Digamos a nuestro victorioso Comandante en su 90 cumpleaños que
somos hijos de su prédica y que estamos y estaremos siempre en las
trincheras de ideas que él nos señaló.
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