Por Simona V. Yagenova.
Politóloga, especialista en estudios sobre movimientos sociales.
En
el plano geoestratégico mundial asistimos a una transición
intrasistémica cuyo desenlace para la humanidad es incierto. Transición
porque algunos de los pilares y reglas del juego geopolítico están
modificándose [1], e intrasistémica porque se efectúa dentro del modo de acumulación del sistema capitalista.
Se
constata una crisis del modo de acumulación capitalista, que tiene
rasgos tanto cíclicos como sistémicos que implica una nueva
reconcentración de los capitales, e una intensificación de la disputa
inter-imperialista por territorios, bienes naturales, recursos
energéticos y mano de obra barata, que se desarrolla de manera paralela a
una crisis civilizatoria, ambiental, sustentado en imaginarios y modos
de vida-consumo que no son sustentables a largo plazo. Diversos
estudiosos del tema (Harvey, Dierkxsens, Houtard, Amin, Wallerstein,
Lowy) han planteado que las contradicciones sistémicas se agudizan, lo
que ofrece oportunidades para trascender hacia una sociedad
post-capitalista (Dierkxsens), o hacia un lento proceso de caos y
barbarie que llevaría a la destrucción del planeta y de la humanidad
(Luxemburg,).
El sistema mundial actual carece de un
mecanismo arbitral independiente, no existen efectivos contrapesos, como
tampoco mecanismos democráticos que permitiese al ciudadano -mundo
ejercitar su voz y voto en los ámbitos supranacionales e insuficiente
correlación mundial para transitar hacia otro sistema mundial distinto.
En este sentido, los Estados se constituyen aún en un eslabón
estratégico para cualquier estrategia de transformación del orden
mundial.
Mientras se gestan esfuerzos para la
constitución de un mundo multipolar encabezado por los BRICS y países
del ALBA, mediante una serie de acuerdos políticos relativos a una
eventual transformación del sistema financiero internacional, alianzas
económicas, políticas y diplomáticos que buscan reducir el margen de
maniobra de los EEUU, el Imperio impulsa una nueva ofensiva mediante
modalidades de la guerra descentralizada, el uso del sicariato y
ejército privados, la sofisticación del sistema de espionaje, y una
guerra mediática impulsada desde las empresas privadas de comunicación
como brazos ideológicos para la estrategia de control y manipulación de
población. Existe una creciente brecha entre la ciudadanía mundial y los
poderes fácticos que adquieren cada vez más poder y aspiran a
robustecer el sistema de dominación y saqueo total. La dramática
situación que se vive en Iraq, Siria y Libia, demuestra lo que sucede
cuando se desatan las fuerzas destructivas del capital sobre los
territorios y pueblos donde se sitúan recursos energéticos de vital
importancia para la reproducción del modelo.
Hoy por hoy,
no existe una correlación de fuerza política-social mundial que tenga
posibilidad de revertir o modificar el contenido del modelo
sustancialmente. Esto, implica, a corto plazo, que se asiste a un
contexto mundial cuyos rasgos sobresalientes son la inestabilidad
acompañada por un renovado ciclo de militarización y ofensiva
imperialista que tiene como sujeto principal al Imperialismo
Estadounidense, la OTAN y las empresas trasnacionales.
Cuando
en el 2014, el mandatorio cubano Raúl Castro proclamó a nombre de los
países integrantes de la Comunidad de Estado Latinoamericanos y
Caribeños ( CELAC) que nuestra región es una “ Zona de Paz” y solicitó a
los estados miembros respetar plenamente la resolución emitida, se
tenía plena consciencia, a lo menos por parte de los países del ALBA, de
las amenazas que se cernían sobre la Patria Grande y de la fragilidad
que prevalece aún en el ámbito de los procesos de integración regional.
La
contraofensiva imperial y de las fuerzas de derecha contra los
gobiernos progresistas de la región ha sido una parte consustancial de
la dinámica socio-política de la región, por lo que en sí, no es
novedoso. Basta recordar la larga historia de intervenciones, los Golpes
e intentos de Golpe de Estado que se registraron durante la última
década. Sin embargo, es evidente, que esta ofensiva se ha acrecentado
durante los últimos seis meses, dirigiéndose especialmente contra Brasil
mediante un golpe de Estado contra la Presidenta Vilma Rousseff y una
intensificación de la campaña internacional en contra a República
Bolivariana de Venezuela.
La compleja estrategia de
desestabilización que se ha aplicado en contra de la Revolución
Bolivariana, si bien reproduce viejos modus operandi del siglo XX,
boicot económico, intentos de Golpe, violencia opositora, campaña
orquestada de la derecha internacional etc.( URSS, Guatemala, Cuba,
Chile, Nicaragua etc.) ha incorporado nuevas modalidades que en su
conjunto consisten en una densa estrategia de guerra de “ baja
intensidad“ que involucra a los EEUU, capitales transnacionales, las
empresas mediáticas, y fuerzas políticas de derecha. Intentos de golpe
de Estado, la conformación de grupos paramilitares, la guerra económica,
la divulgación de información falsa y distorsionada sobre la realidad
venezolana, el financiamiento de operativos de desestabilización
interna, las guarimbas y promoción de violencia fascista que han dejado
más de decenas de personas asesinadas. Durante el 2014 se provocaron más
de 18 mil incidentes de violencia fascista y terrorista con la
respectiva pérdida de vidas, quema de puestos de salud, escuelas,
universidades, autobuses, en fin destrucción material y sabotaje al
aparato productivo, todo con el intento de crear un clima de zozobra y
terror en la ciudadanía.
Esta
ofensiva surge en un contexto de indudables impactos de la crisis
económica mundial sobre los países progresistas o de izquierda. A pesar
de ello, ha existido un claro compromiso político de no sacrificar las
políticas sociales dirigidas hacia la población más vulnerable, ni
modificar la ruta trazada de continuar impulsando los procesos de cambio
social, tal como lo demuestra la Venezuela, Bolivia y Ecuador. Su
enorme debilidad, sin embargo, reside de no haber propiciado medidas que
permitiesen una transición más decidida hasta un sistema
poscapitalista.
Si algo han demostrado los gobiernos
de ultraderecha de Macri en Argentina y el golpista de Temer en Brasil,
es que la derecha latinoamericana no tiene nada que ofrecer a su
población más allá de repetir los desgastadas recetas neoliberales,
favorecer a las elites políticas, al capital transnacional, cerrar los
espacios democráticos e imponer su gestión autoritariamente. Igualmente
preocupante es la tibia reacción del gobierno uruguayo y chileno ante el
Golpe de Estado en Brasil, lo que parece indicar por ahora una
reconfiguración de las fuerzas de derecha y centroderecha en el cono
sur.
El peso de revertir estos procesos, indudablemente,
lo cargarán los movimientos sociales, y diversas expresiones de
izquierda, quienes enfrentarán un doble reto: luchar frontalmente en
contra de los retrocesos y construir consensos que permitan direccionar
las fuerzas hacía una nueva etapa política que necesariamente debe
partir de los aprendizajes habidos y de dar pasos más contundentes para
salir de la trama del capital y hacía un nuevo modelo civilizatorio.
Los potenciales impactos de la contraofensiva están a la vista y trascienden por mucho las fronteras de la Patria Grande.
a)
Podrían significar el debilitamiento del ALBA, CELAC. UNASUR y con ello
los procesos de integración regional claves para enfrentar la
intervención imperial, los planes de despojo del capital transnacional y
resquebrajar los avances en la reconstitución de la patria grande como
una zona de paz,cooperación solidaria, así como impulso al debate y
construcción de un nuevo orden mundial y alternativas sistémicas.
b)
Podría implicar mayores retrocesos en los esfuerzos por constituir un
mundo multipolar y por ende favorecer la expansión de control
territorial de los EEUU mediante la ampliación de bases militares en los
lugares donde se ubican los recursos estratégicos (petróleo, agua,
minerales, etc.).
c) Potenciar procesos
contra-revolucionarios que desestructuran los avances, e instauran un
nuevo periodo de oscurantismo conservador;
d) Abre el
enorme riesgo de que América Latina y el Caribe se conviertan en un
teatro de operaciones bélicas con sus respectivas secuelas humanas y
ambientales.
Pero no hay equivocarse, el tejido
socio-político que se construyó durante los últimos 16 años tanto en el
plano regional como al interior de cada uno los países no es el mismo
que hace 30 años al inicio de la ofensiva neoliberal. Desde los
pueblos, movimientos y expresiones de las izquierdas se han tejido una
memoria común de los agravios imperiales, del saqueo transnacional, de
las rebeliones y revoluciones, de las derrotas y victorias; se ha
construido pensamiento crítico,perspectivas estratégica de cambio
social, agendas comunes, actualizando una rebeldía histórica propia de
los pueblos de nuestra Patria Grande, que no se doblegará tan fácilmente
ante las gastadas recetas de una cada vez más criminal y corrupta
derecha latinoamericana.
Tanto Cuba como la República
Bolivariana de Venezuela han dado enormes lecciones de dignidad ante la
permanente agresión internacional que ha buscado resquebrajar los
procesos revolucionarios. El blindaje jurídico-político, un flexible
repertorio táctico, la permanente movilización del pueblo, una fuerza
armada formada y leal a la revolución, alianzas internacionales y una
inteligente contraofensiva movilizando la solidaridad y combatiendo la
manipulación y desinformación, constituyen indudablemente ingredientes
claves del éxito.
Esta nueva ofensiva, enfrenta entonces a
pueblos que están dispuestos a librar la batalla en defensa de la
Patria Grande, en defensa de la vida y futuro de la humanidad.
Hemos
recorrido un largo camino para lograr la liberación de nuestros
pueblos. El siglo XXI nos ofrece la oportunidad para profundizar y
trascender lo aprendido desde hace tanto.
a) Hemos
aprendido de que dentro del marco del capitalismo no hay salida y futuro
para la humanidad, y que hoy como nunca es necesario dar pasos claros y
decididos hacia una nuevo modelo civilizatorio:
b) Hemos
aprendido que recuperar la economía de las garras de las empresas
transnacionales mediante proceso de nacionalización, ensancha la
soberanía y nutre los presupuestos nacionales en pro de políticas de
inversión social o desarrollo;
c) Hemos aprendido que la
socialización de los medios de producción, la diversificación
productiva, y hacer partícipe al pueblo en las decisiones económicas,
dignificando a los trabajadores, es un requisito clave para combatir la
desigualdad,la sobreexplotación y subordinación política a los poderes
oligárquicos. Hemos aprendido que es necesario crear poder popular
territorial, la autogestión productiva y alimentaria, la agroecología,
abandonar el modelo rentista y extractivista, así como crear circuitos
productivos y de comercialización horizontales populares desde abajo
para desplazar a los monopolios y las transnacionales. Hemos aprendido
que el boicot y des-inversión económico es una herramienta eficaz en
contra de las empresas violadores de derechos humanos y ambientales.
d)
Hemos aprendido que si es posible erradicar la pobreza, el
analfabetismo, las enfermedades prevenibles y mejorar las condiciones
materiales de nuestros pueblos mediante políticas sociales progresivas; y
que éstas deben estar acompañadas de poder real de decisión e intensas
batallas ideológicas –políticas.
e) Hemos aprendido que
existen distintas formas y ámbitos donde impulsar las transformaciones, y
estas se deben combinar dialécticamente en torno a un objetivo común.
Esto implica confrontar las perspectivas cosificadas sobre el sujeto y
la vía de la liberación o emancipación social.
d) Hemos
aprendido que dentro de marco de la democracia burguesa puedan existir
oportunidades para una transición reformista, pero éstas más temprano
que tarde sucumben ante la capacidad de maniobra de la clase dominante,
si no se radicalizan dialécticamente las estrategias.
e)
Hemos aprendido que la democracia no es una categoría cerrada, sino una
permanente dinámica socio-política que traslada y potencia el poder de
participación y decisión de los pueblos y debe desmontar las relaciones
patriarcales, clasistas, racistas y mercantilizadas.
e)
Hemos aprendido que el sistema actual de dominación es muy complejo y
requiere un abordaje que corresponde a su nivel de complejidad. Implica
desconexión individual y colectivo de los mecanismos reproductores de
este sistema, sean en el ámbito ideológico, político, económico o
socio-cultural, subvirtiendo la hegemonía dominante en un permanente
proceso de de-construcción de lo existente y re-construcción en
dirección de las alternativas sistémicas. Telesur, constituye
indudablemente un importante aporte en esta dirección.
f)
Hemos aprendido que la lucha por un nuevo modelo civilizatorio tiene
que ser necesariamente global y articulado, y que en esta dirección
deben darse pasos mucho más claros y contundentes.
La
batalla por la Patria Grande, la libren millones de hombres y mujeres
latinoamericanos y caribeños quienes desde sus trincheras y
micro-espacios de vida cotidiana, luchan en defensa de la vida, los
bienes naturales, la memoria histórica, los derechos individuales y
colectivos, la justicia, la equidad, y en contra del saqueo, la
explotación y la intervención imperial.
En el centro de la
batalla por la Patria Grande hoy se sitúa la defensa y movilización a
favor de la República Bolivariana de Venezuela, cuyo pueblo erguido y
digno, eleva la bandera de Bolívar y del Comandante eterno Hugo Chávez.
¡Aquí no pasarán! ¡Carajo!.
[1]
La transición hacia un mundo multipolar encabezado por los BRICS, el
agotamiento de los recursos fósiles ( petróleo) y su paulatina
sustitución por otras fuentes energéticas; cambios en el sistema
financiero internacional y el previsible fin de la era del dólar y sus
consecuentes repercusiones sobre la economía de los EEUU; ( ver análisis
de Wim. Dierkxsens en www.mariwim.info,)
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