Por Froilan González
“Historias de la Aviación Cubana”, una obra que he leído este fin de semana, cuyo tema central es el origen y desarrollo de ese medio de transporte en Cuba, a la vez permite viajar, y experimentar las vivencias del escritor. Anécdotas narradas con profundo sentimiento en la ardua profesión de los que depende la vida de los viajeros.
Su autor es el investigador y escritor cubano Luis Martínez Menocal, también nombrado General Lucio dentro de las filas del Ministerio del Interior de Cuba.
Lucio es Licenciado en Periodismo y Contador y ha desempeñado importantes responsabilidades, tanto en la vida civil como militar. Actualmente es funcionario del Ministerio de Transporte. Sobre su libro contó que la idea de publicarlo surgió en el 2006 cuando recibió un Reconocimiento por conmemorarse 46 años de la unificación de todas las líneas aéreas comerciales cubanas y habérsele nombrado entonces presidente-director de aquel conglomerado de empresas.
Varias de las anécdotas son impactantes, pero hay una en especial, ocurrida a principios de la década del 60, que quiero comentar como homenaje a Fidel en el primer aniversario de su partida física, donde narra:
“Un avión bimotor DC-3 de pasajeros de la Compañía Cubana de Aviación, que hacía la ruta Habana-Santiago de Cuba, fue secuestrado por una persona armada con una pistola y una granada de mano. El sujeto en cuestión logró entrar al área reservada de la cabina, desarmar al custodio e inmovilizarlo y conminar al piloto y al copiloto a que desviaran el avión de su ruta, para trasladarlo a la isla de Jamaica, al sur del territorio oriental de Cuba, la cual entonces era territorio inglés.
“El piloto, haciendo gala de una extraordinaria dosis de sangre fría y valor, convenció al asaltante del avión de que no tendrían suficiente combustible para llegar a Jamaica y que, por lo tanto, era preciso reabastecer la aeronave en algún aeropuerto, proponiéndole Varadero, cuestión que el asaltante aceptó, con la advertencia de que, cualquier engaño por parte del piloto, del custodio o de las autoridades cubanas, traería como resultado la destrucción del equipo, con la consiguiente pérdida de la vida de toda la tripulación y de los pasajeros.
“Para hacer más creíble su afirmación, el asaltante extrajo el perno de seguridad a la espoleta de la granada que portaba, por lo que cualquier simple acción de la mano que la sostenía, podría causar la explosión…
“Esto último fue informado a la torre de control por el piloto mientras solicitaba pista para aterrizar en Varadero a rellenar combustible, lo cual nos permitió plantearnos soluciones extremas que impidieran el ulterior despegue del avión y al propio tiempo resguardaran de la muerte a los pasajeros y a los miembros de la tripulación.”
Explica en su obra Martínez Menocal que el plan elaborado consistió en persuadir al asaltante y convencerlo de que, si permitía salir de la aeronave a todos los pasajeros, le garantizaría el combustible adicional y el despegue del avión hacia Jamaica, llevándolo a él como rehén; y que le colocaron un pequeño revólver en un lugar protegido del cuerpo, para que, a la menor posibilidad, después que los pasajeros estuvieran a salvo, controlara al asaltante y ocuparse de la granada de mano. Que llegó al aeropuerto de noche y el avión estaba situado junto al edificio de la terminal aérea, iluminado desde el exterior por un reflector y los custodios designados para controlar la nave.
Continúa su relato:
“Cuando estábamos en los preparativos para ejecutar el plan, se nos anunció por el equipo de radio del auto que suspendiéramos cualquier acción y esperásemos por una persona que estaría allí en pocos minutos.
“Cinco minutos después llegó el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien ese día se encontraba en Varadero atendiendo a un visitante extranjero y, al ser informado del hecho, suspendió la otra actividad y se dirigió al aeropuerto en compañía del Jefe de su escolta y de algunos miembros de su seguridad personal.
“No preguntó sobre nuestros planes, sino que pidió le relatáramos los hechos desde el inicio, con el mayor detalle posible…”
En la obra Lucio explica lo que le informaron a Fidel y agrega: “Al cabo de unos 10 minutos, el Comandante en Jefe se levantó de su asiento, se deshizo de su pistola, se dirigió en aquella oscuridad casi absoluta hacia el costado de la terminal aérea que daba al área donde estaba situado el avión, tomó un fusil automático de uno de sus escoltas, lo manipuló para colocarle una bala en el directo y se lo entregó al Jefe de su escolta, con la indicación de que solamente él se situara detrás de la columna que le indicó, desde la cual se divisaba la puerta del avión DC-3 y cumpliera las órdenes que el Comandante le diera.
“Fidel Castro fue caminando hasta el área de la pista que quedaba de frente a la puerta del avión, dentro del marco de luz cubierto por el único reflector de la zona y se situó a unos dos metros de distancia de ella, donde quedaba totalmente identificado por la luz del reflector.
“Unos segundos antes de salir al exterior de la terminal aérea se viró hacia nosotros y, para calmar el estupor de todos los que estábamos allí presentes y poder convencernos de que lo dejáramos actuar, nos dijo en tono firme pero afable: “Este asaltante es un guajiro joven, miembro del Ejército Rebelde y no es un contrarrevolucionario”.
Lucio nos contó que en los 10 minutos previos a su decisión, Fidel pudo captar los elementos anteriores, a partir de las siguientes conclusiones: que una persona en Cuba medianamente educada, sabía que el desvío del avión a Jamaica, no implicaba la necesidad de reabastecerse de combustible, que el secuestrador deseaba ir específicamente a Jamaica y no a Miami, y que al entrar al área protegida donde se encontraba el escolta del avión no lo había reducido hiriéndolo o asesinándolo y explicó en su libro:
“Comenzó a dirigirse al hombre con un tono grave y sereno, quien al principio no contestaba; sin embargo, al cabo de algunos minutos, acertó a decir que él no deseaba entrar en explicaciones sobre lo que había hecho, sino que pedía lo dejaran irse a Jamaica como había exigido y que, a cambio de esto, no haría daño a las personas ni al avión y más nunca sabríamos de él.
“Fueron casi dos horas de diálogo, en las que el asaltante nunca mostró parte alguna de su cuerpo a través de la puerta abierta del DC-3; casi al final de la conversación, creímos captar sus sollozos en respuesta de algo que Fidel Castro le había expresado.
“El Comandante en Jefe se dirigió entonces a nosotros en voz alta pidiendo una escalerilla y un compañero desarmado que subiera por ella hasta la puerta del avión y esperara allí a que el asaltante le entregara su pistola, así como para ayudarlo a deshacerse de la granada, la cual sostenía desde hacía varias horas en su mano entumecida.
“Todo se hizo con rapidez aunque sin apuro y el asaltante, después de entregar sus armas, bajó por sí mismo por la escalerilla hasta donde se encontraba Fidel Castro, quien lo esperó en el lugar, lo tomó del brazo y lo acompañó a su propio automóvil, en el cual se dirigieron los dos, junto con el chofer y su jefe de escolta, hacia la casa en Varadero donde el Comandante en Jefe se encontraba hospedado…”
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