Por Therry Meyssan
La
Casa Blanca divulgó un expediente de prensa que supuestamente explica a los
periodistas qué es la resolución 1929 del Consejo de Seguridad de la
ONU [1]. Como de costumbre, los grandes medios de la prensa occidental se
han hecho eco del contenido de ese documento y de la gigantesca campaña de publicidad
montada en torno a él, sin la menor reflexión crítica.
Según la
prensa occidental –o sea, según la Casa Blanca, cuyos términos repite como una
cotorra la prensa occidental– la resolución fue adoptada por «una base muy
amplia» y constituye «una respuesta a la constante negativa de Irán a plegarse
a sus obligaciones internacionales en lo tocante a su programa nuclear». Veamos
cuál es la realidad.
De los 15
miembros del Consejo de Seguridad, 12 votaron a favor (incluyendo a los 5
miembros permanentes), 1 se abstuvo y 2 votaron en contra [2]. Tras esa «base muy amplia» se esconde en realidad la aparición
de una nueva tendencia: por vez primera en la historia del Consejo de Seguridad
de la ONU, un bloque de naciones emergentes (Brasil y Turquía, con el apoyo del
conjunto de países no alineados) se enfrentó a los miembros permanentes (China,
Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia) y a los vasallos de estos
últimos. O sea, esa «unanimidad menos dos votos» expresa en realidad la
existencia de una fractura entre el directorio de los Cinco Grandes y lo que
nuevamente debemos llamar el Tercer Mundo (por analogía con el Tercer
Estado [3]), que son aquellos países cuya opinión no se toma en cuenta.
Brasil
desempeñó un papel protagónico en la elaboración del Tratado de Tlatelolco,
documento que estipula que América Latina es una «zona desnuclearizada».
Turquía se esfuerza por hacer del Medio Oriente otra «zona desnuclearizada».
Nadie duda de la sinceridad de Brasil y Turquía en cuanto a su oposición a la
proliferación de las armas nucleares. Nadie duda tampoco que Turquía, país que
tiene una frontera común con Irán, se mantiene especialmente vigilante para
impedir que Teherán obtenga la bomba atómica.
¿Cómo se
explican entonces los votos de Brasil y Turquía contra la resolución 1929? Como
veremos más adelante, la problemática que plantean las grandes potencias no es
otra cosa que una cortina de humo tendiente a esconder el debate de fondo en el
que Irán y los países no alineados cuestionan los privilegios de esas mismas
potencias.
El mito de la bomba iraní
En tiempos del
sha Reza Pahlevi, Estados Unidos y Francia instauraron un vasto programa tendiente
a dotar a Teherán de la bomba atómica. Se admitía, debido a la historia misma
de Irán, que no se trataba de un Estado expansionista y que las grandes
potencias podían confiarle sin peligro ese tipo de tecnología.
A pesar de lo
anterior, los occidentales interrumpieron el programa a principios de la
Revolución Islámica, lo cual dio lugar a un largo litigio financiero alrededor
de la empresa Eurodif. Las autoridades iraníes afirman que nunca se retomó
aquel programa.
El ayatola
Khomeini y sus sucesores condenaron la fabricación, almacenamiento y uso de
armas nucleares, e incluso la amenaza de recurrir a ella, como actos contrarios
a los valores religiosos de la fe islámica. Según ellos, el uso de armas de
destrucción masiva que matan indistintamente a civiles y militares, a
partidarios y adversarios de un gobierno, es moralmente inaceptable. Dicha
prohibición adquirió fuerza de ley a través de la puesta en vigor del decreto
emitido por el Guía Supremo de la Revolución, el ayatola Khamenei, el 9 de agosto
de 2005.
Los dirigentes
iraníes han dado ya muestras de su respeto por ese principio, y lo han hecho de
forma que ha costado además muy caro al pueblo iraní. Durante la guerra que
emprendió Irak contra Irán (de 1980 a 1988), Sadam Husein dio orden de disparar
andanadas de misiles no dirigidos contra las ciudades iraníes. El ejército
iraní respondió haciendo lo mismo… hasta que se produjo la intervención del
imam Khomeini. El imam Khomeini ordenó el cese del lanzamiento de misiles
iraníes, invocando el principio anteriormente expuesto, y prohibió todo
lanzamiento indiscriminado de misiles sobre las ciudades enemigas. Irán
prefirió sufrir una guerra de más larga duración antes que ganarla mediante el
uso de armas que mataban indiscriminadamente [4].
Conociendo el
modo de funcionamiento de ese país, no parece posible que un grupo de
individuos hayan podido pasar por alto la noción teológica anteriormente
mencionada e incluso la memoria de los mártires de aquella guerra para
instaurar un vasto programa secreto de investigación y fabricación de la bomba
atómica.
La posición
iraní es incluso anterior a la legislación internacional. No fue hasta 1996 que
la Corte Internacional de Justicia de La Haya estableció el carácter criminal
de toda destrucción masiva y estipuló que el principio mismo de la disuasión
nuclear, o sea la amenaza de perpetrar un crimen, constituye en sí mismo un
crimen [5].
La decisión de la Corte Internacional de Justicia de La Haya no es, sin
embargo, de obligatorio cumplimiento sino que tiene únicamente un carácter de
consulta, razón por la cual las grandes potencias no la tienen en cuenta [6].
El mito de un
supuesto programa nuclear iraní de carácter militar fue fabricado por los
anglosajones después de las invasiones, también orquestadas por los
anglosajones, contra Afganistán e Irak. El plan estratégico anglosajón
consistía en apresar posteriormente a Irán en una tenaza conformada por sus dos
vecinos. En aquel momento, los servicios estadounidenses y británicos
diseminaron informaciones falsas sobre ese tema, al igual que lo habían hecho
anteriormente sobre el supuesto programa de armas de destrucción masiva de
Sadam Husein. Los datos transmitidos a los aliados y a la prensa provenían por
lo general de un grupo de exiliados iraníes, los llamados Muyahidines del
Pueblo. Posteriormente resultó que aquellos exiliados inventaban sus
informaciones en función de las necesidades. Se trataba de individuos que
vivían en Irak y que, ni siquiera recurriendo al apoyo de familiares residentes
en el país, tenían la posibilidad real de penetrar en Irán la organización,
extremadamente compartimentada, de los Guardianes de la Revolución. Hoy en día,
los expertos estadounidenses reconocen que aquella fuente carecía de valor. Los
únicos que siguen creyendo en ella son los neoconservadores y los servicios
secretos franceses, que protegen en Francia la sede mundial de los mencionados
Muyahidines [7].
Esa maniobra de
intoxicación fue lo que sirvió de basamento al voto de las resoluciones 1737
(el 23 de diciembre de 2006) [8]
y 1747 (el 24 de marzo de 2007) [9].
Washington
abandonó las acusaciones contra Irán el 3 de diciembre de 2007, cuando el
almirante John Michael McConnell, director nacional de la inteligencia
estadounidense, hizo público un informe de síntesis. Aquel documento señalaba
que hacía años que Irán había abandonado todo programa nuclear de carácter militar
y que, de retomarlo, nunca sería capaz de producir una bomba atómica antes de
2015, cuando más [10].
Con la publicación de aquel informe, el almirante McConnell no buscaba
simplemente poner fin a la polémica sino que pretendía, sobre todo –y conforme
a la línea de un grupo de oficiales superiores reunidos alrededor del viejo
general Brent Scowcroft– suspender el proyecto de guerra contra Irán, dado que
Estados Unidos no disponía ya en aquel momento de los medios económicos y
militares necesarios [11].
Nuestros lectores recuerdan seguramente nuestro análisis de aquellos
acontecimientos publicado en estas mismas columnas, donde anunciamos el cambio
de política que iba a producirse en Washington 6 horas antes de la sorpresiva
publicación de aquel informe [12].
El almirante
William Fallon, comandante del CentCom, y sus homólogos iraníes llegaron
entonces a un acuerdo, con el consentimiento del ya entonces secretario de
Defensa Robert Gates, bajo la supervisión del inspirador de los oficiales
superiores, el general Scowcroft. Se había trazado un escenario de distensión
destinado a permitir que Estados Unidos pudiera salir de Irak con la frente en
alto. Pero el clan Bush-Cheney, esperanzado aún con aquella guerra, logró
obtener la adopción de nuevas sanciones contra Irán con la resolución 1803 (el 3
de marzo de 2008) [13],
a la que inmediatamente siguió la renuncia del almirante Fallon [14].
Y de nuevo, seguramente recordarán nuestros lectores aquel episodio, que
nosotros describimos detalladamente en estas mismas columnas [15].
Y finalmente se
produjo el intento del clan Bush-Cheney por eludir la oposición del Estado
Mayor estadounidense poniendo el ataque contra Irán en manos de Israel. Fue en
función de ese objetivo que las fuerzas armadas israelíes alquilaron dos bases
aéreas militares en Georgia, desde las cuales sus bombarderos hubiesen podido
atacar Irán sin necesidad de reabastecerse en vuelo. Pero aquel proyecto se vio
bruscamente interrumpido por la guerra de Osetia del Sur y el bombardeo de las
bases israelíes en Georgia por parte de Rusia.
En definitiva,
el general Scowcroft y su protegido, Barack Obama, se apoderaron de aquella
polémica y la utilizaron para hacer llevar adelante sus propios planes. Ya no
se trataba de preparar una guerra contra Irán sino de presionar fuertemente a
Teherán para obligarlo a cooperar con los anglosajones en Afganistán y en Irak.
En efecto, las fuerzas occidentales se empantanaron en aquellos dos teatros de
operaciones, mientras que los iraníes gozan de gran influencia entre las
poblaciones azeríes afganas y los chiítas iraquíes.
Lo interesante
es que el general Scowcroft, el mismo que desinfló el mito nuclear iraní en
diciembre de 2007 y recibió como una bofetada las sanciones contra Irán en
marzo de 2008, se ha convertido ahora, en 2010, en el gran propagandista de
esas mismas sanciones.
La independencia energética de los Estados emergentes
La
preocupación de Irán por su independencia energética data de hace 60 años. Ya
en tiempos de la monarquía imperial, el primer ministro Mohammad Mosaddegh
nacionalizó la Anglo-Iranian Oil Company y expulsó a la mayoría de los
consejeros y técnicos británicos. Desde su punto de vista, similar al de otros
súbditos del sha, el objetivo de su acción no era tanto recuperar una fuente de
financiamiento como garantizar al país los medios necesarios para su desarrollo
económico. El petróleo iraní debía garantizar el crecimiento de la industria
iraní.
Considerándose
perjudicado, Londres llevó el caso ante la Corte Internacional de Justicia de
La Haya. Y lo perdió. Los británicos recurrieron entonces a Estados Unidos para
organizar un golpe de Estado [16]. Al término de la «operación Ajax», Mosaddegh fue arrestado y
reemplazado en el poder por el general ex nazi Fazlollah Zahedi. El régimen del
sha se convirtió entonces en el más represivo del planeta.
La
Revolución Islámica que derroca al sha retoma aquella exigencia de
independencia energética. Anticipándose al agotamiento de sus recursos
petrolíferos, Teherán incluye en su vasto programa de investigación científica
y técnica la investigación nuclear de carácter civil, teniendo sobre todo en
cuenta que, según los geólogos iraníes, el país parece disponer en abundancia
de uranio utilizable, riqueza más importante que el petróleo.
Al no
disponer de combustible nuclear, Teherán lo obtiene gracias al presidente
argentino Raúl Alfonsín. Se firman tres acuerdos con Argentina, en 1987 y 1988.
Las primeras entregas de uranio enriquecido al 19,75% tienen lugar en
1993 [17]. Pero los acuerdos con Argentina se interrumpen por causa de
los atentados de Buenos Aires, en 1992 y 1994, atribuidos a Irán pero
probablemente perpetrados por el Mossad [israelí] que se había instalado en
Argentina durante la dictadura del general Videla [18].
En 2003,
Irán firma el Protocolo Adicional del Tratado de No Proliferación Nuclear, que
toma en cuenta los progresos científicos. En virtud de las nuevas
disposiciones, los firmantes deben notificar al Organismo Internacional de
Energía Atómica (OIEA) las instalaciones que tienen en construcción, mientras
que en el pasado no estaban obligadas hasta 6 meses antes de su puesta en marcha.
Debido al cambio de reglas, Teherán confirma la construcción, entonces en
marcha, de las nuevas unidades de Natanz y Arak. Como el Protocolo Adicional no
incluye medidas transitorias para pasar de un sistema jurídico al otro, el
entonces presidente Mohammed Khatami acepta discutir las modalidades con un
grupo de contacto integrado por la Unión Europea, Alemania, Francia y Gran
Bretaña (UE+3) y suspende el enriquecimiento de uranio como muestra de su deseo
de resolver la situación.
Al ser
electo como presidente de la República Islámica, a mediados de 2005, Mahmud
Ahmadinejad estima que su país ha concedido al OIEA suficiente tiempo para la
realización de las inspecciones necesarias para la transición y que el Grupo de
los Tres ha retrasado el proceso de forma voluntaria como medio de prolongar
indefinidamente la moratoria iraní. Y decide por lo tanto retomar el proceso de
enriquecimiento de uranio.
A partir
de ese momento, los europeos –que consideran con desprecio a Irán como el
«régimen de los ayatolas» [19] – afirman que los iraníes han faltado a su palabra. La
administración Ahmadinejad señala por su parte que, como todos los gobiernos
del mundo, su compromiso es cumplir con los tratados ratificados por el
parlamento nacional, no con la política de la anterior administración. Y
comienza entonces el conflicto jurídico. Alemania, Francia y Gran Bretaña
obtienen el apoyo del G8 y convencen a la Junta de Gobernadores del OIEA para
que lleve el litigio al Consejo de Seguridad de la ONU.
El voto
del 4 de febrero de 2006 en el seno de la Junta de Gobernadores del OIEA es una
anticipación del que tendría lugar el 9 de junio de 2010 en el Consejo de
Seguridad de la ONU. Las grandes potencias conforman un bloque mientras que
Cuba, Siria y Venezuela votan en contra.
Furiosa
ante la humillación, la administración Ahmadinejad decide retirar la firma
iraní del Protocolo Adicional. Ese acto hace caducos los compromisos de la
administración Khatami y cierra la polémica con el grupo UE+3. El Consejo de
Seguridad de la ONU replica exigiendo una nueva suspensión del enriquecimiento
de uranio (resolución 1696 del 31 de julio de 2006) [20]. A la luz del derecho internacional esa resolución carece de
todo basamento jurídico ya que la Carta de las Naciones Unidas no autoriza al
Consejo de Seguridad para exigir que un Estado miembro renuncie a uno de sus
derechos para «restablecer la confianza» de otros Estados hacia él.
Desde
entonces, Irán –con el apoyo de 118 Estados no alineados– se niega a someterse
a las sucesivas exigencias del Consejo de Seguridad de la ONU basándose para
ello en el artículo 25 de la Carta de la ONU. Esta estipula, en efecto, que los
Estados miembros no están obligados a aceptar las decisiones del Consejo de
Seguridad cuando dichas decisiones no se corresponden con el contenido de la
Carta. Sutilmente, el debate jurídico internacional ha pasado, del control del
programa iraní por el OIEA, a convertirse en una prueba de fuerza entre las
grandes potencias y las potencias emergentes. O más bien ha regresado al punto
de partida de los años 1950 ya que la cuestión del control por parte del OIEA
no es más que un episodio en la lucha entre las potencias dominantes y el
Tercer Mundo.
Después del petróleo, el uranio
La
similitud entre el comportamiento de ayer de las grandes potencias ante el
petróleo iraní y su actual comportamiento ante el uranio iranio resulta
impresionante.
Antes de
la Segunda Guerra Mundial, los anglosajones impusieron a Irán contratos
leoninos para extraer su petróleo sin pagarlo a un precio justo [21]. También impidieron que Irán se dotara de grandes refinerías
para procesarlo, de forma tal que los iraníes tenían entonces que pagar altos
precios por la gasolina que la British Petroleum producía refinando en el
extranjero el petróleo que les robaba.
Hoy en
día, las grandes potencias pretenden prohibir que Irán pueda enriquecer su
uranio para convertirlo en combustible. De esa manera Irán no tendría la
posibilidad de utilizar sus propias riquezas minerales y se vería obligado a
venderlas a bajo precio. En 2006, los anglosajones impusieron al Consejo de
Seguridad una resolución que exige que Teherán suspenda sus actividades
vinculadas al enriquecimiento, incluyendo la investigación y desarrollo. Y
después le propusieron a Irán comprarle el uranio en bruto y venderle uranio
enriquecido.
La
reacción de Mahmud Ahmadinejad ante ese chantaje es exactamente la misma que la
de Mohandas K. Gandhi ante una situación similar. Los británicos prohibían a
los indios tejer el algodón. Les compraban entonces a bajo precio el algodón
que les prohibían utilizar y les vendían a altos precios las telas fabricadas
en Manchester con el algodón indio. El Mahatma Gandhi violó la ley imperial y
procesó él mismo el algodón utilizando una rueca rudimentaria, que se convirtió
así en el símbolo de su partido político. De la misma manera, los ingleses
habían instaurado un monopolio sobre la explotación de la sal y cobraban un
exorbitante impuesto por ese producto de primera necesidad. Gandhi violó la ley
imperial, atravesando el país en una épica marcha, y fue él mismo a recoger la
sal. Fue a través de ese tipo de acciones que la India logró recuperar su
soberanía económica.
Es en ese
contexto que deben analizarse las enérgicas declaraciones que hizo Mahmud
Ahmadinejad en el momento de la puesta en marcha de las centrífugas iraníes.
Sus declaraciones expresan la voluntad de Irán de explotar por sí mismo sus
propios recursos minerales y de dotarse así de la energía indispensable para
garantizar su desarrollo económico.
En todo
caso, en el Tratado de No Proliferación nada prohíbe el enriquecimiento de
uranio [22].
El Protocolo de Teherán
En ocasión
de la cumbre de Washington sobre la seguridad nuclear (los días 12 y 13 de
abril de 2010), el presidente de Brasil, Lula da Silva, propone sus buenos
oficios a su homólogo estadounidense, y le pregunta qué tipo de medida pudiera
restablecer la confianza y parar la espiral de resoluciones del Consejo de
Seguridad.
El señor
Lula da Silva, quien aspira a convertirse en secretario general de la ONU,
actúa como intermediario entre las grandes potencias y las pequeñas.
Sorprendido, el presidente Obama se reserva momentáneamente su respuesta.
Finalmente, Obama envía una carta a Lula da Silva, el 20 de abril de
2010 [23]. En ella indica que una medida que se había negociado en 2009,
y que fue posteriormente abandonada, arreglaría las cosas. Irán podría cambiar
el uranio insuficientemente enriquecido por uranio ligeramente enriquecido. Ese
intercambio pudiera tener lugar en un tercer país, como Turquía, por ejemplo.
Eso permitiría que Teherán alimentara su reactor con fines médicos sin
necesidad de realizar él mismo el proceso de enriquecimiento del uranio. El
señor Obama hizo llegar una carta similar a su homólogo turco, documento que no
se hizo público.
El
presidente de Brasil viaja inmediatamente a Moscú, donde, en el marco de una
conferencia de prensa común, el presidente ruso Medvedev confirma (el 14 de
mayo) que desde el punto de vista ruso esa medida sería considerada como una
solución aceptable [24]. El señor Lula da Silva se une al primer ministro turco en
Teherán, donde se firma el esperado documento con el presidente Ahmadinejad (el
17 de mayo) [25].
Mahmud
Ahmadinejad confirma entonces que, si se aplica el acuerdo, su país no tendrá
necesidad de proceder al enriquecimiento de uranio pero que, ante una posible
ruptura del Protocolo, Irán debe aprender a dominar esa técnica. Irán
proseguirá por lo tanto sus investigaciones.
En un giro
de 180 grados, Washington presenta entonces en el Consejo de Seguridad un
proyecto de resolución que ya había negociado por antemano con los demás
miembros permanentes. Luego de 3 semanas de melodrama, el Consejo somete a
debate ese texto, casi tal y como había sido presentado. Únicamente para
guardar las formas, los negociadores occidentales envían por fax a Teherán sus
observaciones sobre el Protocolo, sólo 4 horas antes de la apertura de la
reunión del Consejo de Seguridad en Nueva York [26]. Ya no quieren un acuerdo temporal sino que exigen que Irán
renuncie totalmente a la técnica de enriquecimiento del uranio. El Consejo de
Seguridad adopta la resolución 1929 con los votos favorables de los miembros
permanentes, incluyendo los de Rusia y China (el 9 de junio) [27].
Es un duro
golpe para Brasil, Turquía, Irán y los 118 países no alineados que los apoyan.
Es evidente que lo que quieren las grandes potencias no es impedir que Irán
pueda enriquecer uranio para fabricar bombas, sino impedir el acceso de Irán a
una tecnología que garantizaría su independencia.
Las consecuencias de la resolución 1929
Las
contradicciones internas de los dirigentes rusos se manifiestan en los días
posteriores. Una avalancha de declaraciones contradictorias confirman y niegan
que el embargo previsto en la resolución 1929 se aplique también a las entregas
de misiles tierra-aire rusos S-300. Finalmente, el presidente Medvedev decide
interrumpirlas, lo cual implica que, desde el punto de vista técnico, un
posible bombardeo contra Irán se convierte en una opción militar creíble.
Washington
prosigue la escalada agregando a las sanciones de la ONU sus propias sanciones,
y la Unión Europea sigue su ejemplo. Este nuevo dispositivo busca privar a
Teherán de la energía necesaria para la economía de su país. En él se prohíbe a
las empresas que tienen intereses en Occidente la venta a Teherán de gasolina
refinada o de cualquier otro tipo de combustible [28]. Como primera consecuencia de esas medidas unilaterales, la
empresa francesa Total se ve obligada a retirarse de Irán. El ministro
brasileño de Relaciones Exteriores, Celso Amorim, anuncia por su parte que las
empresas agroindustriales de su país no pueden arriesgarse a proporcionar
etanol a Irán. Ambos anuncios constituyen verdaderas catástrofes económicas, no
sólo para los iraníes, sino también para franceses y brasileños.
Moscú
entra entonces en estado de ebullición. Los partidarios del primer ministro
Vladimir Putin se sienten engañados. Para ellos, las sanciones contra Irán no
deben desestabilizar el país. Ellos habían admitido la posición del presidente
Dimitri Mevdeved a favor de la cooperación con Estados Unidos con la condición
de que las sanciones serían solamente las de la ONU. Y ahora se ven ante el
hecho consumado: la resolución del Consejo de Seguridad está siendo utilizada
para justificar las medidas unilaterales de Washington y de la Unión Europea
tendientes a asfixiar a Irán. En audiencia ante el Senado, el secretario
estadounidense de Defensa Robert Gates se congratula por la confusión que reina
en el Kremlin y ante el «enfoque esquizofrénico» de la cuestión iraní por parte
de Rusia.
Alemania
también apuesta por la escalada. La canciller Angela Merkel ordena la
confiscación de los materiales destinados a la construcción de la central
nuclear de Busher y la detención de los ingenieros rusos que estaban reuniendo
dichos materiales. En Moscú, la tensión va en aumento y el embajador ruso en la
ONU lanza un llamado a la razón a sus interlocutores del Consejo de Seguridad.
En Pekín,
las cosas no parecen tampoco muy claras. China aceptó votar la resolución 1929
a cambio de que Washington renunciara a nuevas sanciones contra Corea del
Norte. Pekín, que no creía tener posibilidades de asumir simultáneamente la
defensa de Teherán y de Pyongyang, cedió terreno inútilmente ya que Estados
Unidos vuelve a la carga en la reunión del G8, en Toronto.
En
Teherán, el Consejo Supremo de Seguridad Nacional (iraní) subraya en una
declaración que el Consejo de Seguridad de la ONU carece de competencia para
adoptar la resolución 1929 [29]. Desde Caracas, el presidente de Venezuela Hugo Chávez anuncia
que su país no aplicará una decisión que carece de basamento jurídico.
Concretamente, Caracas proveerá gasolina a Teherán y le propondrá los servicios
bancarios que le están siendo negados.
Irán
decide manifestar su enfado posponiendo por un mes toda nueva negociación y
estableciendo condiciones para la reanudación de las conversaciones. Teherán
invierte la retórica dominante aceptando discutir sobre la aplicación del
Tratado de No Proliferación como medio de «restablecer la confianza» de los
occidentales, a condición de que a su vez éstos últimos «restablezcan la
confianza» de Irán y de los no alineados. El presidente Ahmadinejad exige para
ello que los negociadores emitan una declaración que no debería plantearles
ningún problema, si son de buena fe, y que eliminaría la sospecha sobre la
aplicación de una política de «doble rasero». Se trata de que exijan que Israel
firme el Tratado de No Proliferación (y que acepte por lo tanto el régimen de
inspecciones del OIEA y la desnuclearización progresiva) y que se comprometan
ellos mismos a aplicar el Tratado de No Proliferación (o sea que comiencen
desde ahora a destruir sus propios arsenales nucleares).
Visto
desde Occidente, esto parece una respuesta dilatoria: Teherán pone condiciones
irrealistas que manifiestan su deseo de ruptura. Visto desde el Tercer Mundo,
Teherán pone el dedo en la contradicción fundamental del Tratado de No
Proliferación, que desde hace más de 40 años permite que las grandes potencias conserven
su ventaja nuclear, tanto militar como civil, para dominar el mundo mientras
que impide el acceso de las potencias emergentes al club nuclear.
De forma
nada sorprendente, Washington reacciona reactivando la polémica. El director de
la CIA, Leon Panetta, declara en un programa de gran audiencia que, según
recientes informaciones, Irán ya dispone de uranio ligeramente enriquecido en
cantidad suficiente como para fabricar bombas [30].
La acusación es absurda ya que Irán sólo dispone de
uranio a menos del 20%, mientras que las bombas atómicas se fabrican con uranio
enriquecido al 70 e incluso al 85%. Poco importan los hechos y la lógica. «El
más fuerte siempre tiene la razón».
Conclusión
31 años
después del comienzo de la Revolución Islámica, Irán no se ha desviado de su
rumbo. A pesar de la guerra que las grandes potencias le impusieron a través de
sus intermediarios, a pesar de embargos y sanciones de todo tipo, Irán sigue
cuestionando el orden actual de las relaciones internacionales y sigue luchando
por su independencia y por la de las demás naciones. Si se hace un recuento de
las pasadas intervenciones de los diplomáticos y dirigentes iraníes ante la
ONU, se observa en ellas que han venido denunciando constantemente el control
que las grandes potencias ejercen sobre el resto del mundo gracias a su
condición de miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y mediante
su derecho de veto en el seno de ese órgano. Y la relectura de la prensa
occidental demuestra que esta última se limita a reportar un escándalo tras
otro como medio de escamotear las declaraciones de los diplomáticos y dirigentes
iraníes [31]
En ese
contexto, la posición iraní sobre la cuestión nuclear no ha cambiado sino que
ha ganado en profundidad. Irán ha propuesto convertir el Medio Oriente en una
zona desnuclearizada y Teherán no ha dejado de promover ese proyecto, que sólo
ahora acaba de ser sometido a examen en la ONU a pesar de la violenta oposición
de Israel [32]. Irán ha emprendido numerosas iniciativas en aras de que los
países del Tercer Mundo aúnen sus puntos de vista sobre el tema nuclear. La más
reciente de esas iniciativas ha sido la Conferencia Internacional sobre el
Desarme Nuclear organizada por Irán en abril de 2010 [33].
El
problema central en todo este asunto no es Irán sino la negativa de las grandes
potencias a asumir sus propias obligaciones como firmantes del Tratado de No
Proliferación, o sea a destruir lo más rápidamente posible sus propios
arsenales nucleares. En vez de emprender ese camino, la administración Obama
acaba de publicar su nueva doctrina nuclear, que prevé el uso del arma atómica
no sólo como respuesta a un ataque nuclear, sino a título de primer golpe
contra los Estados no nucleares que le oponen resistencia.
[1] «White House Fact Sheet on the new UN Security
Council Sanctions on Iran», Voltaire
Network, 10 de junio de 2010.
[2] Ver el
acta de la sesión sobre la Resolución 1929, Red Voltaire, 9 de junio
de 2010.
[3] Bajo el régimen monárquico que antecedió a la Revolución
Francesa, la sociedad se dividía en tres estamentos: la nobleza, el clero y el
llamado “Tercer Estado”. Este último no disponía de ningún poder político,
aunque representaba el 95% de la población.
[4] «Iran does not need military coalition», por Kourosh Ziabari, Voltaire Network, 2 de abril de 2010.
[5] «Licéité de la menace ou de l’emploi d’armes nucléaires», Opinión
de consulta del 8 de julio de 1996, Corte Internacional de Justicia, C.I.J.
Compilación de 1996, p. 226.
[6] «La
dissuasion nucléaire est contraire au droit international», por Francis
Boyle, Réseau Voltaire, 21 de octubre de 2009.
[7] Ver nuestro dossier «Mujahedin-e Khalq».
[8] «Resolución
1737 del Consejo de Seguridad», Red Voltaire, 23 de diciembre de
2006.
[9] «Resolución
1747 del Consejo de Seguridad», Red Voltaire, 24 de marzo de 2007.
[10] «Irán:
intenciones y posibilidades nucleares», fragmentos del National
Intelligence Estimate (NIE), Red Voltaire, 17 de diciembre de 2007.
[11] «¿Por
qué McConnell publicó el informe sobre Irán?», Red Voltaire/Horizons et
débats, 17 de diciembre de 2007.
[12] «Washington
decreta un año de tregua global», por Thierry Meyssan. Red Voltaire,
3 de diciembre de 2007.
[13] «Résolution
1803 del Consejo de Seguridad», Red Voltaire, 3 de marzo de 2008.
[14] «Pourquoi
William Fallon a-t-il démissionné?», Réseau Voltaire/New Orient News,
14 de marzo de 2008.
[15] «La
renuncia del almirante Fallon reactiva las hostilidades en Irak», por
Thierry Meyssan, Red Voltaire, 13 de marzo de 2008.
[16] All The Shah’s Men: An American Coup and the Roots of Middle East
Terror, por Stephen Kinzer (John Wiley & Sons, 2003).
[17] «Iran
looks to Argentina for nuclear fuel», por Kaveh L Afrasiabi, Voltaire
Network, 9 de noviembre de 2009.
[18] «Washington
pretende rescribir la historia de los atentados de Buenos Aires», por
Thierry Meyssan; «Ataques
terroristas en la Argentina 1992 y 1994: no fueron de origen islámico», por
James Fetzer y Adrian Salbuchi; Red Voltaire, 13 de julio de 2006 y 9 de
noviembre de 2009.
[19] Esta expresión es simplemente risible ya que Mahmud Ahmadinejad
representa a los veteranos de la guerra entre Irak e Irán y no tiene nada que
ver con el alto clero chiíta, que en su mayoría se opone a su política.
[20] «Resolución
1696 del Consejo de Seguridad», Réseau Voltaire, 31 de julio de
2006.
[21] «BP-Amoco,
coalición petrolera anglosajona», por Arthur Lepic, Red Voltaire, 10
de junio de 2004.
[22] «Traité sur la non-prolifération des armes nucléaires (TNP)», Réseau
Voltaire.
[23] «Letter
to Lula da Silva», por Barack Obama, Voltaire Network, 20 de abril
de 2010.
[24] «Joint
News Conference», por Dimitri Medvedev y Luiz Inácio Lula da Silva, Voltaire
Network, 14 de mayo de 2010.
[25] «Joint Declaration by Iran, Turkey and Brazil on
Nuclear Fuel», Voltaire Network,
17 de mayo de 2010.
[27] «Resolución
1929 del Consejo de Seguridad», Red Voltaire, 9 de junio de 2010.
[28] A pesar de ser un país exportador de petróleo, Irán –debido al
embargo que le fue impuesto desde el principio de la Revolución Islámica– no
dispone de refinerías y se ve por lo tanto obligado a importar gasolina.
[29] «The Islamic Republic of Iran’s Declaration in
Response to Resolution 1929», Voltaire
Network, 18 de junio de 2010.
[30] Entrevista de Leon Panetta concedida a Jake Tapper, This
Week, ABC, 27 de junio de 2010.
[31] Los lectores recordarán probablemente que Francia creó una
secretaría de Estado para los Derechos Humanos, cuya principal actividad consistió
en sabotear la participación iraní en la Conferencia Contra el Racismo
realizada en Ginebra y conocida como «Durban II». La secretaria francesa de
Estado Rama Yade incluso obtuvo identificaciones diplomáticas para militantes
sionistas que interrumpieron el discurso del presidente iraní mientras que los
embajadores de las potencias europeas abandonaban la sala en un gesto
planificado de antemano. El lector interesado podrá leer el discurso allí
pronunciado por el señor Ahmadinejad y evaluarlo a la luz del análisis que
hacemos en este trabajo. Dicho discurso aborda el papel del Consejo de
Seguridad de la ONU en la evidente impunidad que disfruta el apartheid israelí
(Ver «El Consejo de
Seguridad dio a los sionistas luz verde para proseguir sus crímenes», por
Mahmud Ahmadinejad, Red Voltaire, 20 de abril de 2009). Para completar
el cerco de censura alrededor de las posiciones de Irán, el alto funcionario
francés Bruno Guigne, quien expresó públicamente su indignación por la
explotación mediática de toda esta maniobra, fue inmediatamente depuesto por el
presidente Sarkozy (Ver «Quand
le lobby pro-israélien se déchaîne contre l’ONU», por Bruno Guigne, Réseau
Voltaire, 24 de marzo de 2008.
[32] «Capacidades
nucleares de Israel», Resolución adoptada en la décima reunión plenaria del
OIEA, Red Voltaire, 18 de septiembre de 2009. «Aplicación de las
salvaguardias del OIEA en el Oriente Medio», Resolución adoptada en la
novena reunión plenaria, Red Voltaire, 17 de septiembre de 2009. «Creación de una zona libre
de armas nucleares en el Oriente Medio», Informe presentado por la
República Islámica de Irán en la Conferencia de la Partes encargada de examinar
el Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares 2010, Red Voltaire,
4 de mayo de 2010.
[33] «Mensaje
a la Conferencia Internacional sobre Desarme Nuclear», por Ali Khamenei; «Address at the
International Conference on Nuclear Disarmament», por Mahmud Ahmadinejad; «Address at the
International Conference on Nuclear Disarmament», por Saeed Jalili; Red
Voltaire, 17 de abril de 2010.
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