El primer ministro Griego pidió al pueblo decir No a la troika | Foto: AP |
Por Martín Granovsky
De gira por la
Argentina, el dirigente de la izquierda griega explica cómo deforma el sector
financiero de su país la situación argentina, rescata el desarrollo posterior a
la crisis del 2001 y explica los desafíos de la oposición para superar al
neonazismo y llegar al gobierno en Atenas.
A los 38 años,
Alexis Tsipras es el líder de Syriza, el movimiento político y social griego
que enfrenta al gobierno conservador y proyecta llegar al poder por la vía
democrática para terminar con la austeridad como principio máximo de la
política. Tras unos días de visita en la Argentina, Tsipras aceptó comparar las
dos situaciones con todas sus similitudes y diferencias.
–¿La Argentina sigue siendo tema de discusión en
Grecia por la contracción de deuda, el default y la reestructuración?
–Sí. Hablamos
de ustedes. –
-¿Del default o de la reestructuración?
–De todo.
–¿Y después de este viaje a la Argentina?
–Terminamos mucho más sabios. Estudiamos con
detalle el proceso que se dio durante y después de la crisis. Vimos similitudes
y también diferencias. De parte del Fondo Monetario Internacional las recetas
fueron iguales en Grecia y en la Argentina. También fueron iguales en ambos
países los medicamentos que se le dieron a Grecia y a la Argentina. Iguales y
vencidos. Fracasaron. Nos llevaron a la catástrofe. El paciente griego
internado en una cama europea está en coma. Todos los tubos y los medicamentos
lo ligan al corazón de Europa. Es complejo. Si el paciente en coma muere,
parece que la Eurozona tampoco puede sobrevivir. Por eso digo que tenemos
similitudes y diferencias entre la Argentina del 2001 y la Grecia de hoy. Lo
que es interesante es cómo presentan el ejemplo de la Argentina en Europa.
–¿Quiénes?
–Los sectores
más ligados al sistema financiero. La Argentina es el ejemplo de un país que le
dijo no al sistema financiero mundial. Los sectores financieros de Europa
distorsionan lo que ocurrió aquí. El ejemplo molesta a los círculos
financieros. Por eso los centros ultraliberales están tratando no solo de
distorsionar las cosas en términos ideológicos sino de presentar una
trayectoria histórica diferente. Cambian los hechos. Durante nuestra estadía en
la Argentina y en los encuentros que mantuvimos, hubo cobertura en noticieros
de la televisión griega. Entonces ponían una imagen mía encontrándome con un
dirigente argentino y, en pantalla partida, mostraban ejemplos del corralito
argentino y la gente golpeando las persianas de los bancos.
–¿Sin poner las fechas de cada cosa?
–Sin ninguna precisión. El mensaje es claro:
“Sigan el camino que les propone la izquierda griega y llegarán a la bancarrota
como en la Argentina”.
–¿Es interesante para Grecia el ejemplo de
reestructuración de la deuda con quita?
–Sí, claro,
pero primero debemos ver qué hay de parecido en cada país y en cada coyuntura
histórica. La negociación que llevó a cabo el Estado argentino después de la
crisis es un ejemplo para estudiar y examinar. En los próximos años seguramente
esto va a ser un tema en las facultades de ciencias económicas. Eso prueba que
cuando hay un acreedor y un deudor, los dos están en situación difícil. No uno
solo. La propia negociación lo demuestra.
Pero yo veo otros
puntos positivos más allá de la reestructuración de la deuda. El desarrollo
económico argentino posterior a la crisis aguantó aunque el país quedó fuera de
los mercados de préstamo. Aguantó porque contó con una base productiva amplia,
y exportadora. Soportó porque desde un principio pudo revitalizar la economía
interna y cubrir las necesidades del pueblo. En su segunda fase las
exportaciones fueron importantes y garantizaron el crecimiento del Producto
Bruto Interno. Pero también hay que tener en cuenta que cuando la Argentina
pasó por la fase de crecimiento alta, el crecimiento global también era alto. Y
además todo ocurrió dentro de una coyuntura regional sudamericana positiva.
Nosotros en
Grecia no tenemos ninguno de los dos puntos positivos. Ni crecimiento global ni
coyuntura regional favorable.
–El peor de los mundos.
–Sí, pero al
mismo tiempo tratamos de hacer de la necesidad virtud. Con esa visión
participamos dentro de la Zona Euro. Grecia tiene solo el 2,5 por ciento del
PBI europeo y a la vez está en el centro de la opinión pública mundial. Esto no
pasa, claro, por el hecho de que todos se preocupen acerca del sufrimiento del
pueblo griego. El temor es el efecto dominó.
–O sea que un
punto fuerte de ustedes es el temor.
–Es que, si
Europa sigue así, el principal país que pensará en salir de la Zona Euro es
Alemania. Eso quiere decir que un pequeño país como Grecia puede ser una
piedrita capaz de romper esa máquina gigante del motor ultraliberal. Por eso
sufrimos un ataque frontal a nivel mundial en las últimas elecciones. Auguraban
que vendría el caos. Quizá pueden aguantar mínimamente un escenario
posneoliberal. Pero no lo pueden aceptar en el núcleo duro de Europa.
–La clave, pareciera, es la capacidad de daño de
Grecia.
–Muchas veces
comparé la situación de Grecia respecto de sus socios europeos con otras
épocas. Es como la Guerra Fría. Los dos sectores pueden tocar el botón, pero
aunque uno lo haga ninguno ganará. La catástrofe será para todos.
–¿Cuál sería hoy ese botón?
–El botón sería
la explosión del euro. Pero el que pierda en esta Guerra Fría es el primero que
dé un paso atrás. Por eso nosotros nos preparamos para un gran enfrentamiento.
Hemos dicho claramente que desde el gobierno vamos a romper con los tratados de
austeridad. Seguiremos en ese camino aunque nos corten los préstamos. No es un
chiste. Lo vamos a hacer. Pero necesitamos el apoyo popular.
–El movimiento político de la izquierda griega produce
en el mundo progresista admiración y preocupación. Admiración por su crecimiento
veloz en los últimos años. Preocupación por si esa velocidad no fuera
suficiente.
–El movimiento
empezó en dos plazas de Atenas. Vamos a llamarlas de alguna manera: la de abajo
y la de arriba. La plaza de abajo fue siempre más politizada, con asambleas
temáticas, con diferentes charlas. Participaba mucha juventud. Practicaba
democracia directa. Pero lo importante es que estas manifestaciones fueron
completamente pacíficas con gran participación de masas, con muchísima gente.
–¿Qué pasaba en la plaza de arriba?
–Fue menos
participativa. Por eso el sistema se asustó más con la de abajo. No era lo
mismo que romper un banco o romper un cajero electrónico. Romper fortalecía al
sistema. En cambio la actitud pacífica sí les marcó un alerta. Hay que tener en
cuenta que estas reacciones espontáneas y masivas derivaron en la caída de dos
gobiernos. Pero en cambio, volviendo a la comparación de las dos plazas, los
bancos quemados y las pequeñas propiedades quemadas no dieron resultados
políticos. Es muy simple: con los incendios, el gran capital encontraba un
pequeño comercio para llorar.
–¿Y ahora?
–Ahora hay un
reflujo del movimiento, una recesión política relativa. La gente espera cambios
políticos agudos y pone más esperanza en un enfrentamiento político con más
resultados. Por eso en las dos elecciones en mayo y en junio no pudimos ganar.
Eso también creó un tipo de cansancio. Es duro ver que tampoco había resultados
en un sentido de cambio.
–¿Cuál es el cambio deseable para la coalición de
izquierda?
–El único
camino es derrocar al gobierno por una vía democrática. Tenemos una
responsabilidad de la cual somos conscientes: una gran parte de la población
puso sus esperanzas en el proyecto alternativo y debemos reforzar esa meta.
Pero eso es al mismo tiempo positivo y negativo para nosotros. La gente espera
de nosotros muchísimas cosas.
–¿Eso es lo positivo?
–Sí. Y lo
negativo es que deposite sus esperanzas y solo espere. El riesgo de la
pasividad no existe solo cuando uno está en la oposición. Incluso en un futuro
gobierno no podemos plantear una opción verdaderamente alternativa sin
participación popular.
–¿Qué hacen para resolverlo hoy?
–Lo primero que
hacemos es decírselo a la gente permanentemente. Y vamos a seguir como antes de
las últimas elecciones, con las asambleas populares en los barrios, en las
grandes ciudades y en los lugares de trabajo. También pedimos a la gente que
asista a las huelgas y sea parte de los movimientos obreros y sindicales que se
están llevando a cabo. Al mismo tiempo estamos construyendo una gran red social
de solidaridad. La llamamos solidaridad para todos. Dentro de la crisis,
cualquier movimiento social es también muy político. Pero queremos crear una
conciencia social colectiva. No es filantropía. Es conciencia social. Estas
redes pueden ser el núcleo de una nueva organización social de masas, que a su
vez puede ser el núcleo de grandes cambios sociales.
–Escuché que le preocupaba el neonazismo en Grecia.
¿Cuál es el nivel de arraigo popular de los neonazis?
–Es un
acontecimiento muy triste. Este contexto político nació dentro de la
destrucción de la cohesión social de la sociedad, en combinación con el terror
y el temor. Al mismo tiempo con dificultades. En ese contexto aparecen como
chivo expiatorio las grandes masas de inmigrantes.
–¿De dónde?
–En los últimos
años Grecia se convirtió en una prisión de inmigrantes. En Europa tenemos
Dublín II, el famoso tratado, que “protege” a los países del norte y del centro
de Europa. Eso crea un colchón de inmigrantes en Italia, España y Grecia. En
nuestro país gran parte de la frontera es agua. Son islas. Hay grandes
organizaciones mafiosas que traen especialmente inmigrantes a través de
Turquía. La mayoría, cuando llega, ya caminó miles y miles de kilómetros.
Vienen de países en guerra o de naciones que sufrieron cambios climáticos
dramáticos... Venden lo que pueden a los mafiosos, que los trasladan en barcos
como sardinas en lata. Cuando llegan a Grecia los meten en centros. Después los
dejan libres. Hacen lo que pueden para sobrevivir. Pero son muy frágiles ante
la manipulación del crimen organizado. Decenas de personas viven hacinados en
pequeños departamentos. Hay lugares dentro Atenas que ya son ghettos. En esos
lugares hay grandes enfrentamientos. Es dentro de esa compleja situación que
nace la ideología de la xenofobia y del fascismo. Hay una base real de donde
salen estas ideas.
–La crisis en todas sus dimensiones.
–Con la crisis
esto se multiplica. Es triste, porque el pueblo griego no tiene comportamiento
racista. No está en su tradición. Es un pueblo de inmigrantes. ¿Cómo puede ser
racista? ¿Cómo un pueblo que organizó partisanos antifascistas puede permitirse
que de su seno crezcan movimientos neonazis? Por eso existe un hombre de 92
años, Manolis Glezos, que fue guerrillero y estuvo en el Parlamento griego para
dar lecciones de historia.
–¿Los pueblos aprenden de la historia?
–La Historia la
escriben los que ganan. Hay que ver si esa Historia es la verdadera. Pero
nosotros queremos guardar la memoria histórica de nuestro pueblo de generación
en generación en la construcción de una conciencia social colectiva. Grecia
sufrió mucho porque es un territorio vital. En el último siglo tuvimos dos
ejemplos de batallas heroicas. Primero la resistencia en la Segunda Guerra
Mundial, cuando el Frente de Liberación Nacional estuvo muy cerca de llegar al
poder y la invasión a nuestro país no lo permitió. Segundo ejemplo, la
resistencia contra la Dictadura de los Coroneles, entre el ’67 y el ’74. Eso
tiene un peso histórico muy fuerte y seguiremos adelante mirando ese faro.
–¿Por quién se sienten acompañados en Europa?
–Europa está
pasando por una fase de transición. Afrontamos la mutación de la
socialdemocracia en una fuerza neoliberal pura. Deja un hueco político inmenso
porque rompe sus lazos de tradición con capas sociales importantes. Son las
capas que convirtieron a la socialdemocracia en hegemónica.
Syriza nació en
gran parte dentro de ese hueco político. En el resto del sur del Europa
tendremos esa misma trayectoria, pero con pasos quizás más lentos. Por eso
nuestras alianzas europeas comienzan a la izquierda de la izquierda y terminan
a la izquierda de la socialdemocracia. Los aliados más fuertes en el continente
europeo son los movimientos sociales y los que se convencen cada día más de que
la austeridad no es el camino. Ahí comienzan nuestras alianzas.
–En Grecia debe ser una tentación inspirarse en
figuras clásicas, ¿no?
–¿Mitológicas o
reales?
–No sé. Queda a gusto del consumidor.
–Elijo una
figura mitológica, entonces: Hércules. Cuando los dioses lo castigaron, una de
las tareas de Hércules era limpiar la mierda. Pasó meses y meses sacándola.
Terminó su obra. Entonces le encargaron otra tarea: debía cortar la cabeza de
la hidra. El problema es que cuando cortaba una cabeza salían otras dos nuevas.
Eso pasa con el sistema financiero internacional. Tenemos que limpiar la mierda
y enfrentar a la hidra. Por eso queremos construir una gran fuerza política:
porque no será fácil.
**Entrevista realizada por Martín Granovsky en 2012 en Argentina al
entonces líder opositor Alexis Tsipras, quien ahora es primer ministro de
Grecia.
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