Por Arthur González
Mientras la parte cubana ratificó su voluntad de tener relaciones civilizadas, de respeto y reciprocidad con Estados Unidos, Tom Malinowski, secretario de la Oficina de Derechos Humanos y Democracia del Departamento de Estado, declaraba a la prensa el 14.10.2016, que “los dos años transcurridos desde que Estados Unidos y Cuba anunciaron la normalización de sus relaciones no han supuesto avances en la situación de los derechos humanos en la isla, y la situación en esa materia sigue siendo bastante pobre”.
Dándole continuidad a las campañas tendenciosas que ellos mismos construyen contra Cuba, argumentó que “existe un aumento de las detenciones arbitrarias” de corta duración en el último año.
Los miembros de la contrarrevolución interna en la Isla, financiada con parte de los 20 millones que asigna anualmente el Presidente Barack Obama, para subvertir el orden interno en Cuba, este año han viajado constantemente a los Estados Unidos para recibir orientaciones precisas de cómo ejecutar más acciones en la vía pública, con el propósito de ser trasladados a las estaciones de la policía y a partir de ahí hacer propaganda de las supuestas “detenciones arbitrarias”.
La prueba de que esos mal llamados “disidentes” gozan de plena libertad de movimiento, reunión y de palabra, son sus viajes al exterior para difamar de la Revolución. La propia imagen que trasladan es de personas bien alimentadas y con alta solvencia económica, que le permite adquirir nuevas vestimentas en cada sesión de fotografías que les proporcionan los diarios al servicio de la CIA.
Malinowski señaló a la prensa que esa situación no le sorprendía, y personalmente dudaba que alguien esperara que el anuncio del deshielo en las relaciones diplomáticas entre ambos países pudiera en sí mismo conducir a algún cambio fundamental en Cuba.
Como parte del guion preparado en la Casa Blanca, para hacerle creer a la opinión pública que han modificado sus acciones contra Cuba, el secretario de la Oficina de Derechos Humanos y Democracia del Departamento de Estado, afirmó sin el menor pudor:
“Las nuevas políticas de Washington hacia la Isla desactivan cualquier argumento por parte del Gobierno cubano a la hora de culpar a EE.UU. de los problemas económicos del país caribeño”.
Era de esperar que así se pronuncien, y para calzarlo el presidente Barack Obama acaba de firmar la Directiva Presidencial de Políticas PPD-43, sobre la Normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba.
Todo conforma la nueva estratagema yanqui para empañar la imagen de Cuba, cuando próximamente se presente nuevamente el informe de condena al bloqueo económico, comercial y financiero que Estados Unidos mantiene desde hace casi 60 años contra el pueblo cubano.
La actual posición de EE.UU. recuerda las declaraciones del embajador estadounidense en la ONU en abril de 1961, quien ante las pruebas mostradas por el canciller cubano Raúl Roa, él negaba que aviones de su país hubiesen bombardeado los aeropuertos cubanos, en vísperas de la invasión mercenaria por Bahía de Cochinos.
Días después no le quedaba otra alternativa que reconocerlo y defender el supuesto derecho de los Estados Unidos a no permitir un sistema socialista en Cuba.
Una prueba de que el apoyo que le brindan a la mal llamada sociedad civil y la estimulación desmedida al pequeño sector de los trabajadores no estatales fomentado por el gobierno cubano, fueron las palabras del funcionario norteamericano al asegurar que:
“A mi juicio, el cambio que se necesita en términos de respeto a los derechos humanos” solo puede provenir de dentro de la Isla, de una interacción entre el pueblo cubano y su propio Gobierno”.
Y para redondear la táctica que emplearán a partir de ahora añadió:
“Para que el pueblo cubano pueda beneficiarse de las medidas de relajación del embargo, (entiéndase Bloqueo) aprobadas por la administración Obama, será necesario que La Habana elimine las restricciones aún vigentes sobre la capacidad de los cubanos de relacionarse con EE.UU. y el resto del mundo, tanto en términos económicos como en vínculos entre los pueblos”.
¿Hasta dónde tendrá que aguantar Cuba con declaraciones deformadas como esas, cuando las acciones de injerencia en los asuntos internos se incrementan en vez de cesar?
Para no dejar lugar a dudas de las pretensiones de Washington en desmontar el socialismo desde adentro, Malinowski reiteró sin el menor ápice de sonrojo:
“Nuestra agenda en materia de derechos humanos trata de empoderar al pueblo cubano para que tome decisiones sobre su vida, para que sea capaz de expresarse, de beneficiarse del uso de internet, de viajar, de contactar con gente de todo el mundo. Esos pasos, son importantes a la hora de mejorar el respeto a los derechos humanos en Cuba y de que los cubanos vean cubiertas las expectativas creadas por el deshielo”.
Otros de los temas expuestos por la delegación estadounidense fueron sus críticas al sistema electoral cubano, el aumento en el último año de las detenciones arbitrarias y la base legal de esas actuaciones policiales, la libertad de asociación, los derechos de los cubanos a sindicalizarse y la legislación que regula la presencia de Organizaciones No Gubernamentales en Cuba, y que ellos consideran ilógicas, al no permitir a más de una ONG trabajar a la vez en el mismo ámbito.
Lo que realmente resulta muy difícil de entender es como después de esas posiciones imperiales que, a la vista de todos, pretenden derrocar a la Revolución mediante la estimulación y preparación de sus asalariados, los planes sostenidos de actividades sobre los jóvenes y las falsas acusaciones de que Cuba viola sostenidamente los Derechos Humanos, se puede calificar la reunión de “respetuosa”, por el simple hecho de que no se alzaran las voces.
Cada una de las acusaciones de la delegación estadounidense son una total falta de respeto al pueblo cubano, el que estoicamente resiste el más cruel y largo bloqueo económico de la historia de la humanidad, bien calificado por la CIA como guerra económica, unida con una guerra psicológica mediante cruzadas propagandísticas globales para satanizar a la Revolución.
Estados Unidos tiene el más amplio currículo de violaciones de los derechos humanos que va desde el lanzamiento de las dos bombas nucleares sobre la población civil de Hiroshima y Nagasaki, el apoyo sostenido al estado de Israel que masacra a mujeres, hombres y niños, la actuación de su policía contra los negros, hasta sus más recientes guerras imperiales.
La lucha será larga porque Estados Unidos nunca abandonará sus propósitos de ver derrocado el sistema socialista en Cuba y para lograrlo continuará con todos sus programas, violando lo normado en la Convención de Viena de 1961.
Los cubanos siempre recordarán a José Martí cuando expresó:
“Los pueblos perdonan a quien ahorra su sangre, y llegan a aborrecer a quien se la envenena”.
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