martes, 11 de octubre de 2016

Normalización entre Cuba-EEUU: Un deshielo que no es tal


Tomado de Fundaciò l'Alternativa
Por Adel Pereira. Poeta cubano, miembro de la Asociación de Cubanos en Cataluña José Martí.
El pasado 13 de septiembre el presidente de los EEUU, Barack Obama, cumplía con un ritual común a todas las figuras de la administración estadounidense que hasta el sol de hoy han sido. La rúbrica que oxigena y mantiene viva la conocida “Ley de Comercio con el Enemigo” engendrada en 1917, y en la que se sustenta el archiconocido (y condenado ante la ONU 24 veces consecutivas), bloqueo económico, comercial y financiero de ese país contra Cuba, desde que John F. Kennedy recurriera a ella en 1962.
Sí, claro, yo también me hago las mismas preguntas: ¿Cuánto ayuda, o en qué beneficia la ratificación de esta ley al llamado “proceso de normalización” entre ambos países? ¿Es éste un gesto de voluntad al respecto?, y una más, ¿tiene EEUU verdaderas y honestas intenciones de restablecer sus relaciones con el actual gobierno cubano? Lo digo por subrayar el detalle de que, a pesar de los años, se trata del mismo gobierno revolucionario con el que ellos decidieron romper relaciones diplomáticas, y al cual se han dedicado agredir y someter por hambre, precariedad, desesperación y enfermedad a millones de personas con la política genocida más larga de la historia jamás ejercida contra nación alguna. Un hecho pagado con creces en cuotas de alto sacrifico que el pueblo cubano conoce mejor que nadie. De ahí su heroicidad y su reclamo al derecho de poder ser sin que nadie se arrogue la potestad de impedirlo.
Es evidente, por si todavía existe alguna duda al respecto, que sólo con la desarticulación incondicional del bloqueo y la devolución del territorio que ocupa ilegalmente la Base Naval de Guantánamo es que dicho proceso de normalización llegaría a cumplirse.
El pasado 17 de septiembre el máximo mandatario cubano Raúl Castro Ruz en su intervención en la cumbre del NOAL, remarcaba lo dicho agregando que “tampoco será posible si no se pone fin a otras políticas aún vigentes que son lesivas a la soberanía de Cuba, como los programas subversivos e injerencistas”. Es decir, al mismo tiempo que ratificaba “la voluntad de sostener relaciones de convivencia civilizada con Estados Unidos”, dejaba claro que “Cuba no va a renunciar a uno solo de sus principios, ni a realizar concesiones inherentes a su soberanía e independencia”, como tampoco cejaría en la defensa de sus ideales revolucionarios y antiimperialistas.
Muchas son las expectativas puestas sobre este tema, sobre todo por parte de aquellos que ven en ello una oportunidad de ampliar su mercado. Pero queda claro que una cosa pasa por la otra, y no parece, en lo que queda de la administración de Obama, que se vaya someter a votación en el Congreso la cuestión del bloqueo impuesto contra Cuba. Como se conoce bien, esto no depende del poder de la presidencia, pese a que el mismo Obama reconociera públicamente que se trata de una política obsoleta, y manifestara al Congreso la necesidad de eliminarla.
“El aislamiento no ha funcionado”, dijo en diciembre de 2014, “no podemos continuar haciendo lo mismo que durante 50 años y esperar un resultado diferente”. De ahí precisamente que se mire con cierta dosis de recelo el apenas relapso acercamiento de EEUU. Si en algo está bien entrenado el pueblo cubano, y su gobierno, es precisamente a leer entre líneas, sobre todo si los mensajes vienen de la administración estadounidense. Y es que no hay que ser muy aguzado para ver que detrás de esas declaraciones del presidente Barack Obama se esconde un cambio de táctica situada en la misma estrategia de acabar, cuando las condiciones sean propicias, con la revolución cubana.
Pero es obvio que esas condiciones no vendrán por sí solas si no se las “ayuda”, es decir, si no se crean. Es por ello que el foco se dirija hacia el cambio generacional. Más concretamente, sobre las generaciones más jóvenes de Cuba. Un caso destapado recientemente apunta en esa dirección. El propio movimiento estudiantil cubano se ha movilizado denunciándolo ante la opinión pública internacional. Se trata de las ofertas de becas por parte de World Learning para cubanos de entre 16 y 18 años. Una organización supuestamente no gubernamental y “sin ánimo de lucro”, cuyo objetivo es el empoderamiento de las personas y el fortalecimiento de las instituciones. Es decir, la formación y preparación de líderes o agentes de cambio en la sociedad, y de cuyos métodos se han servido las conocidas “revoluciones de colores”.
Claro que Cuba no se opone a los programas de intercambio académico de ningún tipo, incluso con EEUU. Pero esta situación ha sobrepasado la legalidad procediendo sin el consentimiento y el acuerdo de la parte cubana, y con total desconocimiento del funcionamiento de sus instituciones. ¿Por qué World Learning no dio cuenta de ello a las autoridades cubanas? ¿Qué le hacía evadir la presentación formal de su “Programa de verano para jóvenes cubanos” a los organismos correspondientes? Pues nada más y nada menos que cuenta con la financiación de una institución que no escatima dólares para derrocar el gobierno cubano: la USAID.
Entonces, ¿otra vez un nuevo intento injerencista del gobierno de los EEUU en su línea de fomentar la subversión dentro de Cuba, esta vez queriendo manipular a quienes son el garante de la continuidad de la revolución? Sí. A día de hoy, en que el gobierno estadounidense acaba de hacer su propuesta de embajador para Cuba, nos encontramos con el mismo tratamiento de cinismo y juego sucio. De hecho, bajo la administración de Barack Obama, pese a que el mismo presidente dijera en su discurso del Gran Teatro Alicia Alonso, en La Habana, que su gobierno no tiene el más mínimo interés de fomentar subversión en Cuba, cada año de su mandato se han destinado alrededor de 20 millones de dólares para proyectos que buscan precisamente sabotear el proceso revolucionario cubano y la desestabilización interna del país como punta de lanza para un cambio político favorable a una intervención de los EEUU, que monitoree la transición hacia el capitalismo en Cuba y la instauración de un gobierno totalmente servil a los intereses de la gran potencia. Incluso este año ese presupuesto se ha incrementado a 30 millones, según fuentes de la misma National Endowment for Democracy (NED), el organismo que se dedica a hacer este tipo de trabajos para la CIA en más de una decena de países.
Ante estos hechos, las preguntas que nos hacíamos al comienzo de este artículo deberían quedar respondidas por sí solas. Sobran las razones para la desconfianza. La deshonestidad en dichas relaciones, por parte del vecino del norte, se hace evidente. Por lo tanto, nos encontramos ante un proceso bastante complejo, probablemente muy largo, y con grandes obstáculos y dificultades a superar. Aunque por la parte cubana al menos se trabaja para que algún día pueda llegar a ser una realidad. Pero de momento el llamado “proceso de normalización” dista mucho de ser normal. Y lo del “deshielo” (que por ahí se ha dicho) no es más que un titular sensacionalista, y lo seguirá siendo mientras persista el doble rasero y la política de guerra fría por parte de EEUU.
Así de claro. Ya veremos qué nos depara el futuro con la administración venidera. ¿Hillary o Trump? Ufff… Ya saben. ¿Alguien que apueste su mano?

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