Por Gustavo de la Torre Morales
La palabra fue un invento de la civilización, la cual facilitó en
el complejo ejercicio de la comunicación, la posibilidad de recrear a lo
infinito una fantasía como de hacer diáfana una verdad.
Pero la fantasía es ese abanico que
posibilita adornar hechos lejanos, pasados o futuros con reflejos de la
imaginación, adicionando pictóricamente una invención hasta el punto de
idealizar una supuesta realidad; aunque la verdad no es más que la expresión
clara, sin rebozo ni lisonja, o el juicio que no se puede negar racionalmente.
Muchos se aventuran en la información
y otros en la literatura (aunque ambos se entremezclan en puntos ocasionalmente
difusos). Algunos incursionan el campo de la ficción, otros se aferran a
exponer los sucesos ocurridos, y aunque ambos necesitan de la investigación, se
tiene la salvedad que el primero embelesa la mente con quimeras y el segundo
rescata hechos reales… el periodismo no está exento de iguales
comportamientos.
¿Recuerdan la llamada “Guerra de
Hearst” (“Hearst’s War”), refiriéndose a William Randolph Hearst y la explosión
del acorazado Maine que obligó al presidente William McKinley a intervenir en
el conflicto hispano-cubano? Resuena aún dentro del periodismo la frase:
“¡Ponga usted las ilustraciones, que yo pondré la guerra!”… ¡Y tanto la guerra como
la imposición del neo-coloniaje con sus desmanes contra el pueblo cubano se hicieron realidad!
El uso de la mentira, como
herramienta para crear estados de opinión favorables a lo que debe ser
reprobable es tan común en el periodismo como en la literatura.
De la misma manera que se inventaron
una guerra
fría contra la otrora URSS en la norteamericanización de Europa
durante el Plan Marshall, y una amplia gama de literatura lanzó a EEUU como el
“único” salvador del viejo continente occidental del fascismo, también están
las famosas y nunca encontradas “armas de destrucción masiva” de Aznar, Blair y Bush para empujar
la nefasta guerra contra Irak.
Ejemplos hay incontables y que hoy
llaman “Operaciones de falsa bandera”.
Como
expresó José María Fraguas de Pablo (Pirracas): “No es cuestión de
simplemente no decir la verdad, o de callarse, sino de difundir falsedades de
una forma activa o agresiva, porque supone siempre una acción, utiliza una
técnica y responde a una estrategia que busca determinados efectos”.
En la literatura también aparecen
quienes son reclutados porque fácilmente se acogen a las maquinaciones de montajes y
campañas (y así rascar fama), como también intencionalmente se han fabricado
“escritores”, lanzados sorprendentemente en carrera ascendente, sin importar
los escasos o nulos valores profesionales y éticos, sólo con el objetivo de crear puntas
de lanzas contra aquellos que llaman "molestos". ¿En las campañas contra Cuba, no le suena el nombre de Alberto Montaner, un engendro de la CIA?
La realidad muestra que hay
periodistas y escritores (algunos hacen ambas funciones) que dedican sus
esfuerzos en llevar la verdad a cada rincón de la humanidad, mientras lamentablemente hay otros creando “excusas” que faciliten intereses de lobbies de poder.
De
la misma manera que la CIA intentó eliminar físicamente a Fidel Castro en 638
ocasiones (que hasta hoy se conozcan), también reclutó o creó para sus diabólicas
campañas de mentiras a marionetas del periodismo y la literatura; aunque
algunos se prestan “gratis” con el afán de desacreditar a quien los pueblos
levantan en forma de bandera para sus causas de rebeldía.
Es extremadamente notorio
que en el año del aniversario 50 del asesinato del Che, salga a la luz pública
el lanzamiento del libro “Tengo a papá, las últimas horas del Che”, de JJ Benítez, el cual no esconde el
empeño de seguir ese guión imperialista de sembrar el rechazo a quien Cuba con
gran cariño, denominó como El Guerrillero Heroico.
El
autor de la saga “Caballo de Troya”,
en su intento de desmitificar a Ernesto “Che” Guevara, refleja en su nueva
“obra” los mismos gatuperios de cuando incursionó en los expedientes X
españoles sobre OVNI’s su presentación del vídeo “Mirlo Rojo”, en el programa
Planeta Encantado, con imágenes inéditas de “construcciones alienígenas” en la
luna.
Sorprende, hasta lo
inimaginable, que con libertina desfachatez, el propio JJ Benítez declare que
la mayor parte de la información obtenida en su investigación provenga de la
Agencia Central de Inteligencia de EEUU (CIA), cuartel donde se engendró las
acciones criminales de la famosa Operación Cóndor, cuna de complots y
conflictos internacionales, centro de planificación de “Primaveras” o
“Revoluciones de Colores” y lugar de donde salió precisamente la orden del
asesinar al héroe argentino-cubano, la cual se llevó a cabo el 9 de octubre de
1967, en Bolivia.
Si en el 2007 el Tribunal Supremo del Estado
español condenó a Luis Alfonso Gámez a pagar
una suma de 6000.00€ por expresar en su blog personal criterios que supuestamente
vulneraban el honor a JJ Benítez, cabría preguntarse ¿También condenarán a JJ
Benítez a indemnizar a la familia del Che y al pueblo cubano por las falsedades
y tergiversaciones publicadas en su libro?
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