martes, 12 de septiembre de 2017

La historia de Cuba en la concepción revolucionaria de Fidel

Foto: Juvenal Banal
Tomado de Granma
Por: Dr.C. Dolores B. Guerra López. Miembro del Instituto de Historia de Cuba.


En el ideario del líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz emerge, como originalidad, que supo asumir las tradiciones patrias como instrumento educativo para la acción política y lo expresó manifiestamente en su oratoria. De esta forma proyecta su pensamiento revolucionario, cuya trascendencia se demuestra en una visión nacional que contribuye a enriquecer su ejecutoria como estadista.

A través de su trayectoria como guía de la Revolución, el pensamiento evoluciona y crea un sistema de concepciones que poseen una unidad dialéctica y práctica, como base ideológica del proceso revolucionario cubano, al aplicar las lecciones de la historia al quehacer contemporáneo.
La influencia de las gestas independentistas en su pensamiento cobra fuerza, en los momentos iniciales de su carrera política, al ver en la historia de Cuba el instrumento que le permitiría movilizara las masas en torno a los propósitos revolucionarios y de liberación nacional. Desde las primeras acciones de su tarea transformadora, tuvo la perspectiva de que «[…] tenemos que conocer más de historia de Cuba […]Y digo que no puede haber una buena educación política sino hay una buena educación histórica, no puede haber una buena formación revolucionaria sino hay una buena formación histórica».
La urgencia ante las labores cotidianas lo obligó a utilizar como vía más expedita, el contacto directo y habitual para divulgar, con lenguaje sencillo, comprensible y directo, sobre el acontecer político e histórico de la nación, supeditando la posibilidad de utilizar complicados elementos teóricos o conceptuales, no asimilables para un pueblo que recién se había declarado libre de analfabetismo. Esta estrategia de intercambio es, per se, una aportación de su accionar político, pues en su oratoria afloran elementos que enriquecen su arte de hacer política y esa es la esencia íntima de su obra de trasformación social a través del papel educativo de la historia.
Asumió como principal originalidad, el saber universal, lo volcó hacia la acción política y lo expresó en su oratoria. De esta forma proyectó sus ideas revolucionarias, cuya trascendencia se demuestra, entre otras cosas, en que hay un ideario nacional que aspira a enfrentar los problemas actuales que deben ser examinados por todos aquellos preocupados por el futuro de la humanidad.
LAS LUCHAS INDEPENDENTISTAS EN EL ACCIONAR REVOLUCIONARIO DE FIDEL
Las contiendas por la independencia en el siglo XIX, ganaron desde temprano la adhesión de Fidel y al hacer uso de la función demostrativa de la historia plantea: «nada nos enseñará mejor a entender qué quiere decir Revolución, que el análisis de la historia de nuestro país, que el estudio de la historia de nuestro pueblo y de las raíces revolucionarias de nuestro pueblo».
Esta influencia de las gestas libertarias en su pensamiento cobra fuerza desde los momentos iniciales de su carrera como líder, al ver en la historia de Cuba el elemento que le permitiría movilizara las masas en torno a los propósitos revolucionarios y de liberación. En sus razonamientos, esta disciplina posee mayor connotación cuando el conocimiento tiene la capacidad de predecir, y es en la potencialidad de prever que muestra sus cualidades visionarias de los acontecimientos universales. Como se demuestra en la siguiente enunciación: «[…] ¡Y qué útil es hurgar en la historia extraordinaria de nuestro pueblo! ¡Cuántas enseñanzas, cuántas lecciones, cuántos ejemplos, qué cantera inagotable de heroísmo! Porque ningún pueblo en este continente luchó más por su libertad que el pueblo cubano […]».
Nos expresa el máximo líder, como idea central, que no podemos pensar ni hacer estrategias si no partimos de los modos y de las lecciones que estas nos dejan.
Estudiarla en retrospectiva histórica sirve para observar modelos de acción, analizar cómo fueron utilizados sus varios aspectos –recursos, análisis, liderazgo– y obtener conclusiones en torno a las ventajas y dificultades observadas. Pero más allá de las teorías, lo importante es el cúmulo de conocimientos que nos deja el análisis de los hombres y grupos protagonistas de diferentes epopeyas.
El estudio de las guerras, batallas y los actos de acumulación, conservación o incremento de poder a través de la historia, constituyen ricos ejemplos, de donde pueden obtenerse valiosos conocimientos.
No es un arbitrio ideológico acudir a la experiencia histórica, en ella encontramos una línea de reflexión sobre estrategia, naturaleza y aplicabilidad, que las convierte en saber indispensable.
Al examinar el pensamiento nacionalista de carácter revolucionario, nos encontramos con un rasgo distintivo, su defensa de la independencia, tanto económica como política. Vemos en Cuba este ideario con José Martí, que no es el único, pero sí uno de los más preclaros precursores.
Los pasos que guían a Fidel, están precedidos por la decisión martiana de conquistar la libertad o entregar la vida en el combate. Este es quizás el primer legado para las generaciones futuras, el de la lucha perpetua contra la opresión extranjera.
Esa identificación de ideales y aspiraciones, hace que el primer objetivo, sea el de dar cumplimiento a los sueños nunca realizados del Maestro, delo que resulta que en la prisión, aleccionadora, la identidad entre ambos revolucionarios se manifieste nuevamente, y que se ponga de manifiesto tanto en la conducta que asume el jefe del Movimiento 26 de Julio, como las doctrinas que atesora su epistolario. Y así ocurre en el exilio mexicano, la borrascosa epopeya del Granma, los reveses iniciales, el reagrupamiento esperanzador, la guerra y en la victoria.
JOSÉ MARTÍ EN LAS DOCTRINAS REVOLUCIONARIAS DE FIDEL CASTRO
Como máximo representante del Partido Revolucionario Cubano y desde la emigración, José Julián Martí Pérez organizó la lucha, buscando apoyo en las figuras cimeras de la gesta anterior, para vertebrar un movimiento que respondió al estallido del 24 de febrero de 1895, con el propósito de alcanzar sus objetivos libertarios.
Los discursos y trabajos de nuestro patriota mayor, sobre todo en el quinquenio 1890-1895,tienen como objetivo primordial buscar la unidad de los cubanos en torno al independentismo. En su prosa y oratoria cobran vida los mártires caídos, los héroes presentes y los procesos acontecidos para que dieran razón de ser a la nueva gesta, y este empeño enlaza firmemente su pensamiento y acción con el líder de la Revolución cubana de 1959.
Asimismo, Fidel Castro en diversas intervenciones hace una valoración de la personalidad del héroe de Dos Ríos, para resaltar su capacidad de pensador político, concepción revolucionaria, cualidades morales, sus ideas acerca de cómo debía concebirse la revolución, la necesidad de la existencia de un partido, y la decisión con la cual afrontó los problemas relacionados con la preparación de la nueva guerra.
De la interacción dialéctica del conjunto de funciones referidas de sus discursos públicos, en relación con la gesta de 1895, se deduce en buena medida la legitimidad de la necesidad sentida por él de fomentar un desarrollo ideológico popular propio, para una sociedad en inobjetable proceso de búsquedas.
Nótese que no se piensa solo en educar un buen ciudadano a través del ejemplo del Maestro, sino de hacerlo y al mismo tiempo generar preceptos que requieren ser históricamente trasformados para imponer un nuevo orden revolucionario que emana de las necesidades inscriptas en un nuevo estado histórico de la práctica y la fisonomía histórico-político de los hombres y mujeres que construyen a partir de 1959, una nueva sociedad en Cuba.
Si no se advierte en las concepciones de Fidel esta peculiaridad en la intencionalidad con que procura, para las condiciones de Cuba, la trilogía historia, política, pueblo, se desatiende su pensamiento al respecto, que se explicita con los realces de uno u otro concepto, según lo que cada situación histórica le aconsejen.
A lo largo de nuestra historia, la unidad ha sido un factor fundamental en el logro de nuestra independencia y el Maestro fue de los primeros en comprenderlo, por eso no es casual que las experiencias de las batallas desarrolladas por la soberanía nacional, vincule indisolublemente la actitud de ambos líderes.
Comprendía nuestro Apóstol que era impostergable la creación de un espacio político que agrupara a todos los cubanos por la independencia de la Isla, sin importar la edad, raza, sexo, nacionalidad o posición social, convencido de que la organización política de la guerra debía contar con el apoyo de todos los implicados y el apoyo de los fundamentales guías de la justa anterior.
Por su parte Fidel, como antes Martí, depositó en el pueblo su absoluta confianza. Toda la estrategia de la Revolución se basó en el pueblo, en sus ilimitadas energías morales, en la enorme fuerza revolucionaria que se encerraba en él. Y en ese pueblo buscó no solo a los integrantes del destacamento inicial, sino también los medios indispensables para comenzar la lucha.
Igualmente se identifica Fidel con Martí, en otras muchas manifestaciones de su actitud ante la vida; la subordinación de su conducta a los principios revolucionarios, a los valores morales; el rechazo a cuanto signifique eludir el cumplimiento del deber; la conjugación del heroísmo con la sencillez, y su entrega a la causa de la redención de todos los pueblos del mundo.
De la misma forma que sentimos la presencia de Martí en los objetivos y en la organización del Movimiento encabezado por Fidel, la encontramos en cada uno de los pasos de su acción insurreccional, incluso en la actitud asumida ante los reveses. La imagen de nuestro Héroe Nacional estuvo presente en la tarea, llena de sacrificios, de allegar los recursos humanos y materiales indispensables para el combate contra el gobierno de Fulgencio Batista Zaldívar que se instaura el 10 de marzo de 1952 en Cuba.
Con una profunda convicción martiana, se manifiesta en el guía histórico de la Revolución cubana, una preocupación permanente por el devenir y porvenir del proceso político, porque el presente viabilice el futuro a través de una orientación hacia la transformación constructiva del estado de cosas existentes, dirigida a la vez a fomentar una actitud proactiva ante los grandes objetivos a lograr. De ahí que subraye la importancia de armarse de ideas, de conceptos revolucionarios para el porvenir; levantar trincheras ideológicas sin desestimar a la par, las trincheras de piedras, haciendo a los jóvenes abanderados de estas ideas.
En consecuencia, se trata de situaciones generadoras de una voluntad colectiva, así como de una espiritualidad emancipadora, la que implica no solo la conciencia de posesión de poder sino además la capacidad para utilizarlo bien, de acuerdo con su misión histórica de avanzar en el campo de la política, en la construcción continua de hegemonía y en consecuencia trascender progresivamente a cuotas superiores de soberanía nacional y humana.
De manera general, el análisis de sus exposiciones, muestra una construcción política en diálogo entre las ideas y la realidad, las aspiraciones y las demandas presentes, entre los apegos doctrinales y los problemas específicos de la nación y del pueblo.
Pero al mismo tiempo se observa un permanente pensar la situación nacional e internacional y el repasar la historia desde las perspectivas eruditas que le caracterizan creando un reservorio de ideas con valor para explicársela y comprenderla así como para orientar la práctica.
No obstante, Fidel Castro no deja de esforzarse por empujar el curso de la historia en el sentido que le marcan aquellas matrices ideológicas y doctrinales, razón por la cual no clausura su esfuerzo político en pensar lo inmediato cualquiera que sea la fuerza que porte, pues tiende a hacerlo en conexión con el futuro cercano y lejano que está en el horizonte del ideal; lo que le hace ser profundamente consecuente en lo ideológico y políticamente responsable. Por lo que su interpelación al pueblo ocurre a través de la política que abraza, procurando hacerlo receptor y productor en ambas direcciones.
El reconocimiento del papel decisivo de la historia en el desarrollo económico y social es, con toda probabilidad, una de las características esenciales de su pensamiento, que aparece muy tempranamente en sus pronunciamientos y muestra la frecuencia cada vez mayor con que esta concepción se traduce en acciones.
En diferentes circunstancias, Fidel reafirma sus convicciones sobre la significación de la historia en la contribución decisiva a la consecución de los objetivos urgentes de la Revolución y al desarrollo ulterior de la sociedad socialista. A esa combinación se debe, en buena parte, su reconocida talla de estadista mundial.
Fuentes utilizadas
Acto central por el XXX Aniversario de la entrada en La Habana, 8 de enero de 1989.
Velada conmemorativa de los Cien Años de Lucha, Demajagua, Oriente, 10 de octubre de 1968.
Velada solemne por el centenario de la caída en combate del mayor general Ignacio Agramonte Loynaz, Camagüey, el 11 de mayo de 1973.
Fidel Castro y la Historia como ciencia. (Selección Temática 1959-2003) Tomo I.
Centro de Estudios Martianos. La Habana, 2007.

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