viernes, 15 de junio de 2012

Desear la independencia en un mundo aun colonialista, es ser tachado de terrorista.



El mundo ha ido cambiando y el hombre, en su activo accionar con el entorno (cultural, económico y político) ha logrado ir cambiando los diferentes Sistemas de Formación Económicas (FES) donde convive.
Muchos de estos cambios se han dado por procesos de lucha armada. Sin embargo, hay un patrón presente en todos que han originado el empuje al cambio: la colonización. Un mal creado por el propio hombre que desde sus inicios ha conllevado otros gérmenes sociales malignos: discriminación, invasión, expansionismo, aniquilación de etnias, poblaciones y comunidades; explotación, expolio, abusos, asesinatos, violaciones, privación y cercenamiento de derechos, etc. Resultados de la maquinaria egoísta de dominación puesta en marcha por países declarados potencias: Inglaterra, Francia, España, Austria como principales, a los cuales se les sumó también Estados Unidos.
Este diabólico acto de colonización fue condenado por la Asamblea General de la ONU, el 14 de diciembre de 1960, aprobando la “Declaración de Garantías de Independencias para las Colonias y los Pueblos”.
Hoy en día, en pleno siglo XXI, aún existen colonias: Anguila, Bermudas, Gibraltar, Islas Caimán, Islas Malvinas, Islas Turcas y Caicos, Islas Vírgenes Británicas, Montserrat, Pitcairn, Santa Elena (Inglaterra); Islas Vírgenes de los Estados Unidos, Guam, Samoa Americana (EE. UU); Nueva Caledonia (Francia), Tokelau (pertenecía a Inglaterra, pero traspasada a Nueva Zelanda) y Sahara Occidental (que pertenecían a España, aunque la traspasó a Marruecos y Mauritania, sin reconocimiento por parte de la ONU ni aceptado en ningún concepto por el pueblo saharaui).
Algunos de estos territorios se encuentran en pugna por reclamaciones por parte de los países que les fueron arrebatados por la fuerza ese pedazo de territorio y por aquellos que se resisten en mantenerlos con el estatus de colonia, a cuentas de que sus actuales habitantes_ por cierto de la nacionalidad de la metrópolis_ desean tal estatus. Pero cabe las preguntas: ¿Por qué no se esgrimieron esa excusa hace siglos atrás antes de la ocupación? ¿Valdrá más la opinión de los nuevos colonos o sus descendientes sobre la de toda una nación que reclama el territorio que le arrebataron sin consulta alguna hace tiempo?
Argentina aún sigue reclamando su territorio de las Islas Malvinas, como El Sahara reclama su independencia de quienes le imponen el estatus de colonia, después de la traición del gobierno del Estado Español. Mientras que España, tiempo atrás colonizador, hoy se tiene que “conformar” con aceptar “acuerdos” de la poderosa Inglaterra en lo concerniente a la pertenencia y fronteras del Peñón de Gibraltar; aunque esto no satisface a los habitantes del país ibérico, porque sus pescadores son “advertidos” por las autoridades gibraltareñas y son desatendidos con oídos sordos por el propio gobierno de España.
Un tatuaje en la Independencia: las neo-colonias.
Muy a pesar del desarrollo cultural de la consciencia humana y el deseo de los pueblos, los círculos de poder de las potencias reconfiguraron el concepto a manera de maquillaje, manteniendo el mismo estatus: la dependencia, principalmente bajo condición económica y que la dominación militar (traducido por la presencia de personal por cuerpos profesionales y tecnología de guerras) se camufle en “ayuda” o “cooperación” para la defensa del país dependiente. A la opinión pública le suena más edulcorado.
Por lo tanto, ya no era necesario tener una representación de la metrópolis en condición de gobernadores, si se podía instaurar un gobierno nacional que figurara como servidumbre.
Cuba fue uno de esos países que transitó por la penumbra de la neocolonización, después que Estados Unidos se interpusiera en el conflicto hispano-cubano (estando prácticamente derrotada a la metrópolis española por el ejército mambí) y se autoproclamara sínicamente a favor de la independencia de la Isla; algo que muy bien demostró con la imposición de la llamada Enmienda Platt a la Constitución de Cuba y la aplicación de tratados de “reciprocidad comercial”, los cuales daban a la Isla la condición de “subordinada” a los intereses de la “angelical” nación norteamericana.
Cuba se vio convertida en un gran casino de juegos y prostitución, todo un paraíso fiscal del lavado de dinero de la mafia norteamericana y de gobernantes lacayos de la Isla en los casi próximos 60 años. Incluso, Cuba fue un varadero para mafiosos como Meyer Lansky, que se hicieron de todo un capital en la Isla, bajo el amparo del gobierno de Estados Unidos.
El triunfo de la Revolución cubana, en enero de 1959, fue un puntapié a todo el kiosko de lucrativos negocios montados por los monopolios norteamericanos establecidos en la Isla y la turba mafiosa. George Craft fue un personaje mafioso que usualmente ofrecía dentro de su paquete de ofertas, en el Hotel Capri, el consumo de cocaína, sexo y juegos de azar.
Puerto Rico es otro país que mal sufre el traspaso de estatus, al cual hoyse tiene bajo la condición de “Estado Libre Asociado”, pero para mover una piedra de su suelo tiene que pedir permiso al imperio… sin tener que mencionar en otras cuestiones de la vida interna política, económica, social y demás. Incluso donde el asesinato a líderes “terroristas” (mejor dicho, dígase independentistas) ha estado bajo el auspicio de organismos norteamericanos, como el FBI y la CIA (recuérdese como simple ejemplo el asesinato del activista cubano Carlos Muñiz Varela, en 1979, cometido por reales sicarios de terrorismo (contrarrevolucionarios en todas sus letras) protegidos por aparatos de seguridad de Estados Unidos. Su hijo reclama una justicia que las autoridades norteamericanas se desentienden de responder).
El imperialismo yanqui se ha encargado de proliferar el neocolonialismo a través de sus trasnacionales, de los préstamos de capitales por medios de sus instrumentos bancarios, de la ubicación de asentamientos militares (bases terrestres, navales y aéreas), del condicionamiento por presión de organismos internacionales que responden a sus intereses de estrategia geopolíticas y, sin dejar de mencionar, por la vinculación de entidades tapaderas que se destinan a la subversión y al asesoramiento de golpes de estados (United States Agency for International Development (USAID), National Endowment for Democracy (NED), Instituto Republicano Internacional (IRI), el Instituto Democrático Nacional (IDN), la Freedom House, y otras más, rectoradas por la CIA) . Las vivencias más actuales se han dado en Haití (2004) y los atentados por golpes de estados sufridos por Venezuela (2002), Bolivia (2008), Honduras (2009) y Ecuador (2010). Además, los líderes y procesos sociales de estos últimos cuatro países están marcados con asteriscos por el imperialismo y sus lacayos, catalogados como terroristas o con vínculos con entidades terroristas por las razones siguientes: realizar manifestaciones de la inoperancia del capitalismo para el verdadero desarrollo de los pueblos, de estar llevando a cabo grandes transformaciones sociales y políticas e integrados en un organismo alternativo de cooperación sincera y solidaria (ALBA) que desacredita por completo la genocida alternativa de dependencia presentada por el imperialismo con su Tratado de Libre Comercio (TLC); como también, ponen en práctica políticas sociales de beneficios generales que reduzcan las diferencias existentes entre los sectores de la población, aseguren servicios básicos para todos y tengan la verdadera libertad de no tener que pedir permiso a potencias extranjeras. Quiere decir: procesos con independencia soberana.
Muchos de los procesos revolucionarios desplegados en América del Sur fueron tachados de elementos “peligrosos” y “propensos al terrorismo” por buscar por diversas vías_ incluyo por derecho la lucha armada_ la independencia de sus países. Aun hoy hay organizaciones progresistas aferrados al camino del diálogo, que son tachados de terroristas y son infiltrados, controlados y atacados por sicarios al servicio de la cúpula burguesa de sus países o  por el imperialismo yanqui.
Sin embargo, órganos represivos orquestados por los gobernantes tiranos nunca estuvieron en la agenda para ser denunciadas por el imperialismo. Organizaciones como la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional perteneciente a Chile_ bajo el mandato de Pinochet) o la SIDE (Servicio de Inteligencia de Estado perteneciente a Argentina_ bajo el mandato de Rafael Videla) junto a otros países del área (Paraguay, Uruguay, Brasil y Bolivia, junto a elementos del CORU_ organización contrarrevolucionaria formada por elementos cubanos afectos al régimen derrocado de Fulgencio Batista) se unieron para llevar a cabo indescriptibles operaciones de terrorismo a nivel nacional de estos países y posterior a escala mundial, también, con la llamada Operación Condor.  Los atentados y asesinatos cometidos bajo el paraguas de este plan nunca fueron condenados ni clasificados como terroristas por los gobiernos norteamericanos o sus lacayos del fardo colonialista.

Represión en Chile

Más bien, los presidentes de Estados Unidos involucrados en la Operación Cóndor, en mayor o menor medida, fueron   Lyndon Blaines Johnson (1963 a 1969); Richard Nixon (1969  a 1973); Gerald Ford (1974 a 1977); James Carter (1977 a 1981); Ronald Reagan  (1981 a 1989) y George Bush, padre (1989 a 1993). Todos ellos bendijeron de alguna manera la participación norteamericana en los sangrientos sucesos.
Como tampoco han recibido el calificativo de terrorista el diabólico centro de propagación de dictaduras, instructivo en torturas, asesinatos y guerra psicológica: La Escuela de las Américas; hoy denominado Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad.
Tampoco se incluyeron en lista de terroristas alguna los generalatos que se extendieron por América del Sur con carácter golpista: Paraguay (1954); luego en Brasil (1964); y, posteriormente, en otras naciones del Cono Sur como Perú (1968), Uruguay (1972), Chile (1973), Argentina (1976) y Bolivia. Así como otros con patrocinio militar y crueldad represiva: Uruguay, Guatemala, El Salvador y Honduras.
Igualmente, los actos de la Operación Condor se extendieron por Estados Unidos y a Europa, donde se involucraron Francia y la “afamada” España franquista (por cierto, hay partidos de este país que intentan hundir en el olvido los crímenes cometidos por la falange_ aún viviente en un sector de la sociedad que integra a la extrema derecha).

Asesinato del ex canciller Orlando Letelier en Estados Unidos

Las potencias europeas no han dejado de ser continuadores de la misma metodología; aunque con la variante que después del Plan Marshall, el Tío Sam dicta las pautas en lo económico y en lo militar (principalmente). A esta observación se puede dejar escapar el caso Israel, el cual ha logrado soltarse de la correa de su maestro (EE. UU) y se ha vuelto un peligro nuclear, despojando a Palestina de sus territorios mediante el desalojo; manteniendo activo un conflicto que bajo la sombra mediática se propagandiza como “propiciado por los palestinos”. Así Israel justifica la sádica excusa de su represión.
Otro instrumento de vital importancia al servicio de los intereses capitales de las potencias es el aparato propagandístico por el cual se ponen a rodar una siembra psicológica de demonización de pueblos y líderes populares que buscan por diversas vías la verdadera independencia. También se ponen en marcha los aparatos represivos instaurados, con el visto bueno del Tío Sam y sus organismos de investigación y control, abriendo expedientes con el sello de “terroristas” a todo el que sostenga ideales “antiamericanos” (entiéndase antiimperialistas e independentistas).
Cuba lleva más de 50 años incluida arbitrariamente en una lista como terrorista, mientras es la que ha sufrido una encarnizada intifada de actos vandálicos complotados en gran número desde territorio estadounidense y bajo el conocimiento y amparo del gobierno y entidades de ese país. Es tan enfermizo el comportamiento colonialista, que llega hasta el punto de manipular la verdad y publicar como “agentes espías” en funciones de terrorismo, a los cinco cubanos condenados en Estados Unidos por penetrar las organizaciones anticubanas ancladas en territorio norteamericano y que llevan cinco décadas perpetrando actos vandálicos contra Cuba, con el amparo de los gobiernos estadounidenses.
Esta actitud belicista y hostil de Estados Unidos contra Cuba es por el simple hecho de que Cuba y su pueblo hacen valer su autodeterminación a mantener su independencia y soberanía nacional con un sistema socialista, sin permitir que la cúpula criminal que gobernaba antes vuelvan para destruir las conquistas sociales que se van alcanzando.
Igualmente, para el imperialismo, Corea del Norte es una pieza molesta que se debe abatir con montajes mediáticos y propiciando peligrosos trances con su contraparte del sur; así como menoscabando con menosprecio la rica y amplia cultura alcanzada de ese país asiático y sus logros.
Pero últimamente las estrategias por el control (dígase colonización) de los recursos naturales, en peligro de escasez por el sobre consumo en el mundo desarrollado, ha impuesto la obligación de redirigir todas las gestiones de poder hacia nuevas regiones: Irak, Afganistán e Irán; claro está, aunque eso conlleve eliminar algunos “estorbos” que ayudarían a crear un ámbito regional propicio para los golpes finales: Egipto, Libia, Siria, etc.



Los hechos que acaecen en el último y presente siglo son muestras que este es un mundo dominado por la mentalidad colonialista propiciada y creada por el capitalismo salvaje, donde hasta la propia ONU viola sus principios formulados y aprobados en los acápites 4 y 6 de la aprobada Resolución 1514 (XV) de la 947a sesión plenaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 14 de diciembre de 1960, los cuales expresan:
4. A fin de que los pueblos dependientes puedan ejercer pacífica y libremente su derecho a la independencia completa, deberá cesar toda acción armada o toda medida represiva de cualquier índole dirigida contra ellos, y deberá respetarse la integridad de su territorio nacional.
6. Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.

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