Arturo Corcuera
Foto: jerryschatzberg.com
Así como hay poetas que encuentran su forma de expresión en otros géneros literarios, como el teatro, o la narrativa Gabriel García Márquez, José María Arguedas, Julio Cortazar; los hay aquellos que eligen la acción y la palabra y a lo largo de su vida dejan en su actos una estela de poesía en la historia. De “palabras en acción, hechos que cantan”, hablaba Pablo Neruda.
Tal es el caso del comandante Fidel Castro. Desde sus albores, la Revolución Cuba estuvo ligada a la poesía. ¿Qué fue el asalto al Moncada sino un episodio épico digno de la mitología? ¿El dramatismo de la trágica escena de Abel Santamaría, avizorando, sin ojos, el porvenir, víctima de Caín y de sus horrendos crímenes? En La Historia me absolverá de Fidel, ¿No hay, acaso, líneas de conmovedora poesía?
La aventura del Granma, esa liviana nave aquea, parte inseparable de los pasajes más románticos de la guerrilla, ¿no contiene intensos momentos de poesía? ¿Los días de Sierra Maestra? ¿El ascenso al cielo de Camilo Cienfuegos? ¿La Primera Declaración de La Habana, pieza memorable solo comparable al Sermón de la Montaña?; el día de las expropiaciones: la épica victoria de Playa Girón; los poemas y las páginas del Diario del Che (“entramos en la Era del pájaro”, dice en uno de sus párrafos).
Ver a Fidel, con un millón de cubanos, liderando las marchas de resistencia y alerta en el malecón de La Habana ¡cuánta juventud en toda una edad entregada a la lucha por su pueblo, junto a su pueblo, en defensa sin desmayo de la condición humana! ¿Y los cantores de la Revolución comandando la revolución de la palabra? “Te lo prometió Martí y Fidel te lo cumplió”.
Alicia Alonso, el cisne sobre el cisne deslizado; poblando la Isla de arpegios pachangueros, Carlos Puebla. Y la Nueva Trova revolucionando la música y congregando multitudes, erigiéndole un pedestal a la poesía de los mártires, la poesía de los que se inmolaron -¡Patria o muerte!- y ofrendaron su simiente para que la patria naciera inexpugnable y lozana: la historia nos enseña que la poesía también se escribe con la piel y con la sangre y con el hueso duro de roer. No la poesía pura (admirada y respetada) sino esa pura poesía que constituye la historia de Cuba. Por eso al comandante Fidel Castro, el poeta de la historia, quiero saludarlo con un poema que se cimbree en el aire como una rosa blanca:
El perfil de Fidel
Escribe: Arturo Corcuera
Para hablar de Fidel
hay que cederle la palara al mar,
pedir su testimonio a las montañas;
los árboles lo recuerdan,
saben su edad y repiten su nombre.
La edad de Fidel
es la edad de los framboyanes en flor,
la enhiesta edad de su barba verde olivo.
Todos lo sabemos:
los héroes no tienen edad,
tienen historia,
hacen historia,
son la historia.
No le arredra a Fidel la cuadratura del Pentágono,
ni las bravatas al rojo de Cara Pálida
en la hora oscura de la Casa Blanca.
Quien lo dude puede ver en alerta al héroe
con un millón de cubanos cara al norte
en el malecón de La Habana.
Él es América Negra,
América Hispana,
América Andina,
el perfil de Fidel
es el perfil de América Latina.
El Fidel Verdadero
Escribe: Arturo Corcuera
1
Con ojos de lagartija
y manos de carnicero,
el Fidel que a diario veo
en la prensa matutina,
no es el Fidel verdadero.
El que revisten de espinas
con tintes de su tintero,
los periodistas del feudo,
los escritores a sueldo,
no es el Fidel verdadero.
El que pintan con su baba
el gusano algodonero,
el que inventan los gerentes
para amedrentar al pueblo,
no es el Fidel verdadero.
2
El Fidel que yo conozco,
valeroso caballero,
el Hidalgo de la Sierra,
Varón de la Primavera,
Es el Fidel verdadero.
El que cultiva una rosa
en junio como en enero,
el que limpia las malezas
con su látigo de fuego,
es el Fidel verdadero.
El que ha de surgir de nuevo
en el Perú que yo quiero,
el que palpita en la sangre
macerando nuestro anhelo,
es el Fidel verdadero.
1960
Canto Verde Olivo
Escribe: Arturo Corcuera
Quiero escribir un canto verde olivo
retemplado en paloma y en acero,
dejar por hoy al mar y sus palabras,
dejar al viento deshojando otoños
y ponerme a cantar al guerrillero.
Trasladarme a La Habana fulgurante
y rebelde danzar junto a su fuego,
ver a Fidel con rifle y barba verde
rescatando el aroma de las rosas
y entregando las rosas al labriego.
Mirar su frente de feroz rocío
nimbarle las heridas de sus puños,
las almas estrecharnos y las manos,
vistiendo el uniforme verde olivo
en medio de festejos milicianos.
Hablarle del Perú roto y mendigo
comiéndose sus hambres y dolores,
porque su sangre se la bebe el gringo,
porque las liendres se la come el indio
hay en mi pecho amargos ruiseñores.
Por el dolor del hombre de mi suelo,
por el fulgor del astro verdadero,
quiero pisar Sierra Maestra un día
para traer semillas subversivas
y sembrar en mi patria un guerrillero.
Mira Perú la aurora ya está en Cuba,
mira su luz da a luz una bandera,
miira su luz despertará tu pueblo,
y con su luz escribo este poema
con su luz se encenderá la hoguera.
1960
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