Huber Matos Benítez |
En
varias oportunidades el profesor Reinaldo Suárez —quien ha realizado una
encomiable labor de salvamento de testimonios imprescindibles para construir la
historia de la Revolución Cubana—, entrevistó a Jorge Papito Serguera
Riverí, abogado, defensor de revolucionarios ante el Tribunal de Urgencia de
Santiago de Cuba; combatiente y oficial del Segundo Frente Oriental “Frank
País”; Comandante y Auditor General del Ejército Rebelde. Fiscal revolucionario
en trascendentales procesos judiciales de los años iniciales de la revolución;
desempeñó luego otras responsabilidades y misiones políticas y de gobierno, en
las que impuso su carácter y personalidad, dejando marcas contradictorias o
polémicas con frecuencia. La intención de las entrevistas fue salvar su
singular memoria histórica, sin la cual muchos acontecimientos capitales de la
revolución sólo podrán conocerse limitadamente. En el esfuerzo de rescate,
avanzó un trecho considerable, hasta donde fue posible.
Entre
los temas tratados se encuentra el proceso penal que a finales de 1959 se le
siguió al comandante Huber Matos Benítez por un conato de sedición
contrarrevolucionaria en Camagüey y en el que Papito Serguera fue el fiscal.
Ante la imposibilidad por razones de espacio de reproducir la trascripción
íntegra de la entrevista que Suárez realizara a Serguera sobre el tema, Cuadernos
publica fragmentos de la misma.
La
conspiración trujillista y el desmantelamiento de los remanentes del viejo
Ejército en el Ejército Rebelde se produce a mediados de agosto de 1959. Dos
meses después, a los tres días que el comandante Raúl Castro asume como
ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, se produce la situación con
Huber Matos en la ciudad de Camagüey. ¿Qué conoce de estos hechos?
En
primer lugar, el conocimiento que yo tengo de toda la situación creada por Huber
Matos lo tengo porque fui el que instruyó el expediente completo de Huber
Matos. Fui el Fiscal del caso. Todo lo que se habló allí, yo lo sé. Puede haber
algunas cosas que se me hayan olvidado, pero el conocimiento esencial, ese lo
retengo.
Lo
primero que hay que aclarar, porque tú mencionas en esta pregunta el tema de
los trujillistas, es que son dos hechos totalmente desvinculados. Por lo menos,
que a mi me conste. No sé si habrá alguna otra información y algún otro
documento a partir del cual uno pueda basar una sentencia histórica de estos
hechos contrarevolucionarios vinculados con antelación. Yo no creo eso. La
única vinculación histórica que pueda tener, es que fueron hechos
contrarevolucionarios. Pero no estaban vinculados. Son independientes, y no
tiene que ver una cosa con la otra.
Existía
en algunos la tendencia a la preocupación, —para no tacharlos tampoco de
contrarevolucionarios—, frente a los objetivos de la Revolución. Los propósitos
tendientes a detener, atemperar o establecer límite o fronteras, como tú
quieras llamarles, implicaban crearle un malecón a la Revolución. Un malecón al
movimiento social. Las revoluciones con malecón terminan siendo un movimiento
reformista. Ninguna revolución verdadera tiene malecón. Son fuerzas externas a
la Revolución las que tratan de imponerle el contén. […]
En
el caso de Huber Matos, evidentemente tenía preocupaciones desde casi el
triunfo de la Revolución, de las que luego me fui enterando, a lo largo de ese
período. Primero, tenía algunas aspiraciones de ser ministro de Educación, y se
molestó cuando designaron a Armando Hart. Él creía que debió haber sido
designado ministro de Educación, que él venía llamado a serlo, y eso lo
molestó. Esa es una. La otra: él pretendía y pretendió siempre ser el primer
jefe militar de Oriente. En este caso ser el jefe militar del Cuartel Moncada,
que a su juicio lo revestía de una gran autoridad, pues estaba en Santiago de
Cuba, que era una ciudad símbolo.
[…]
Usted
ha calificado a Huber Matos como un advenedizo en la Revolución Cubana.
¿Qué criterios sigue o que prueba tiene para adjetivar de esa manera?
Yo
llamo advenedizo como sinónimo de extranjero en la Revolución, Huber Matos no
fue nunca un dirigente nacional de la Revolución ni un fundador del proceso
político que comenzó contra la tiranía estrictamente el 10 de marzo, en
Santiago de Cuba con una protesta estudiantil generalizada y en la Universidad
de La Habana. Huber ni estaba en Santiago ni en La Habana. Pudo haber
reaccionado individualmente contra la acción política del grupo de Batista,
pero ni a partir de ahí, ni en meses ni años posteriores aparece en el
horizonte político del proceso. Tampoco su nombre se encuentra vinculado con
gestas sociales de protesta nacional, ni vinculado con el estudiantado ni con
sindicatos obreros, ni con fuerzas campesinas.
La
Revolución en un sentido sociológico y coyuntural específico realmente es un
proceso largo, difícil, heterogéneo, en el que las ideas, los propósitos y los
proyectos van constantemente de lo utópico a lo posible y en el que se produce
constantemente una polémica interna dentro del proceso que afecta a todos los
revolucionarios y que los convoca constantemente a revisar viejas ideas y a
enfrentar nuevas ideas. Por eso es corriente escuchar que es un proceso lleno
de contradicciones, en el que se enfrentan todas las contradicciones, políticas
y sociales. En este sentido el proceso político revolucionario cubano no es una
excepción. Pero todo el que lea esto tendrá que convenir que mientras mas viejo
o antiguo en el proceso político sea un individuo más experiencia, más madurez
y menos expuesto a conflictos extremos se encuentra. Estas tendencias, comunes
a todo proceso político profundo de alcance social y político universal en una
determinada región o país afectan a todos los que se encuentran inmersos en
dicho movimiento. Es en este sentido en que lo califico de advenedizo, cosa que
se ratifica con el ingenuo comportamiento y la poca madurez política de
enfrentar este proceso apoyándose en un viejo esquema anticomunista típico de
la guerra fría. Parecía más un seguidor de Harry Truman o del senador Mac
Carthy que un ciudadano latinoamericano, revisando las causas y razones del
proceso social al que se encontraba sometido su país.
Huber
Matos es Comandante de la Sierra Maestra. ¿No desmiente esto todo lo anterior?
Bueno.
En puridad esto debería responderlo Fidel, ¡que es el Jefe de la Revolución!
Sin embargo, todo proceso tiene su historia, y este, la tiene.
Huber
Matos va a culminar como Jefe de una Columna que no hizo y de la que no fue
miembro en su gestación. El grupo de oficiales que van a formar parte de la
Columna número 9 “Antonio Guiteras” que dirigió Hubert, estaba integrado por
oficiales rebeldes que venían del grupo de Andrés Cuevas (Capitán del Ejército
Rebelde), que murió en combate al frente de este grupo en julio de 1958 en la
Sierra Maestra, por algunos oficiales de la tropa de la Columna comandada por
René Ramos Latour, quien murió en la Sierra Maestra a fines de julio de 1958 y
por otros oficiales que habían pertenecido al grupo del Comandante Francisco
Cabrera Paco, quien había sido operado de urgencia de apendicitis en la
Sierra Maestra por el doctor Trillo a mediados de julio de 1958. […] Teniendo
Fidel necesidad de designar un jefe para esta nueva columna que formaba con la
intención de apoyar el Tercer Frente del comandante Juan Almeida al Este de la
Sierra Maestra, en las proximidades de las ciudades de Santiago de Cuba, Palma
Soriano y Contramaestre, en una reunión que sostuvo en La Pata de la Mesa con
Félix Duque Güelmes, (sustituto de Andrés Cuevas), Duney Pérez Álamo y
Francisco Cabrera, Paquito, los tres capitanes de Cuevas y Paco Cabrera,
oriundos de la Columna Número Uno “José Martí”, fueron los que le propusieron a
Fidel designar a Huber Matos.
El
origen de Huber Matos hay que encontrarlo en su estancia en Costa Rica en la
que trabó amistad con José Figueres, presidente de esa República
Centroamericana en ese momento y quien logró con otros cubanos que estaban a su
vez en Costa Rica, como el moro José Assef, Pedro Miret, Samuel Rodríguez y
otros, un cargamento de armas que llevó a la Sierra Maestra, por Cieneguilla,
en un avión pilotado por Pedro Luis Díaz Lanz y Roberto Berdaguer, el 30 de
marzo de 1958. […]
Huber
recibió como tarea de Fidel llevar adelante la construcción de trincheras
escalonadas para defender a la Sierra Maestra de la ofensiva que pregonaba como
“definitiva” la dictadura de Batista. No hay dudas que en esta gestión se
distinguió por su eficiencia y disciplina. En esta época ya había sido maestro
en Manzanillo, poseía conocimientos y era un hombre mayor de cuarenta años.
Teniendo en cuenta su serenidad e inteligencia, a Fidel le pareció buena la
propuesta de Álamo, Paco y Duque, aún cuando Huber Matos no había mandado
ninguna tropa antes. Su grado se debía a su formación educacional, a la
disciplina que mostraba y al mérito de la expedición con armas y al trabajo
desplegado en la construcción de las trincheras. Si existen otros elementos, yo
no los conozco.
No
obstante lo anterior, después de su designación, Fidel tuvo la primera señal de
una torpeza política de Hubert. Me refiero al incidente de la beretta
que se puede apreciar en la declaración que hizo Fidel como testigo durante el
juicio, cuando alude al incidente. El incidente, está descrito en el
intercambio de notas. En la última carta Fidel le dice a Huber que o manda la beretta
o le entrega el mando a Duque, y Huber devolvió la beretta.
No
es fácil escapar del calificativo advenedizo si me retrotraigo a un incidente
promovido por Huber Matos en el Puerto de Boniato, al norte de Santiago de Cuba
y a unos veinte kilómetros de dicha ciudad, que era un nudo de comunicaciones
con el resto de la provincia y el país, y que territorialmente era el último
límite del Segundo Frente ya con la ciudad de Santiago de Cuba. Hasta días
antes del incidente podía afirmarse que esto era territorio ajeno al Segundo
Frente Oriental “Frank País”. En los días del incidente que paso a relatar este
territorio se convirtió en territorio del Segundo Frente. […]
En
la base de estas estribaciones, y hacia el Sur directamente hacia Santiago de
Cuba se encontraba la prisión provincial de Boniato. La carretera que ascendía
directamente al Puerto de Boniato y que pasaba delante del penal, antes de
llegar al mismo se bifurcaba en dos direcciones; la que ascendía hacia el
Puerto de Boniato y la que desviándose a la derecha rumbo Nordeste pasaba por
El Cristo, continuaba hacia Songo La Maya y Guantánamo y Baracoa. En
particular, en esta rama hacia El Cristo ¡muy importante! cruzaba delante del
Escuadrón del Ejército enclavado en dicho poblado y que contaba con una tropa
normal, reforzada por una compañía de 120 hombres. Esa tropa fue cercada por la
Columna 9 dirigida por el comandante Huber Matos. Tenía que enfrentar dos
problemas. Primero, defenderse de tropas provenientes del Este
(Guantánamo-Songo La Maya). Esto lo garantizaba la Columna 17 del Segundo
Frente al mando del comandante Antonio Enrique Lusson. El problema de las
tropas provenientes de Santiago de Cuba era más complicado. La Columna 9 podía
con sus propios recursos impedirlo con emboscadas en la carretera Santiago-El
Cristo, o sea cerca de la bifurcación con el Puerto de Boniato. Pero si los
guardias cruzaban por el Puerto de Boniato simulando la dirección de San Luis y
forzaban a través de las lomas en dirección al Cristo, ya esto era un problema
más serio. A esto se le unía que el Ejército tenía dos compañías acantonadas en
el lugar que se conoce como La Torre de Microondas para defender toda esta zona
y que podía darles órdenes que forzaran en esa misma dirección hacia El Cristo.
Había que impedir que estos refuerzos llegaran al Cristo, y por ello Huber
solicitó del Jefe del Segundo Frente, comandante Raúl Castro un apoyo para esta
operación que consistió en reforzar el flanco del Puerto de Boniato para
neutralizar el peligro tanto de la microondas como de Santiago de Cuba.
El
Comandante Raúl Castro le solicitó el refuerzo al segundo jefe del Frente,
comandante Efigenio Ameijeiras, y jefe de la Columna 6 “Juan Manuel
Ameijeiras”, el cual envió al segundo jefe de la Columna, comandante Samuel
Rodiles Planas al frente de 60 experimentados combatientes de dicha Columna
para reforzar el Puerto de Boniato y evitar que le entraran refuerzos al Cristo
provenientes de esa zona.
El
refuerzo de Boniato de la Columna 6 era un apoyo solicitado por Huber al Jefe
del Segundo Frente, comandante Raúl Castro. Las operaciones que se llevaban a
cabo en esta región, que iba a tener lugar lógicamente concluirían con una
expansión del Segundo Frente; con la unión física, territorial con el Tercer
Frente y con el Primer Frente, o sea con la Sierra Maestra, y determinaría un
aislamiento o cerco, primero psicológico y luego real, de las principales
ciudades de la provincia de Oriente. Sobre todo en el Sur de dicha provincia.
Quedarían aisladas Guantánamo, Santiago de Cuba y Palma Soriano entre sí.
Desconectadas. Esto era sumamente importante porque despejaba la situación
militar. Se creaban las bases para un cerco real sobre la segunda ciudad de la
nación, que quedaría cercada por varias aguerridas tropas rebeldes, de los tres
frentes guerrilleros que operaban en las cordilleras montañosas próximas.
Las
tropas de Huber Matos estrecharon el cerco sobre las tropas acantonadas en el
poblado de El Cristo, las que quedaron aisladas de posibles refuerzos
provenientes de Santiago o Guantánamo. […] Esta tropa ubicada en el Puerto de
Boniato enfrentó a las tropas de la microonda, basificadas en el firme y al
Oeste de Boniato. Allí había acantonados unos 150 hombres, bien pertrechados,
tropa operacional y con misiones concretas de defender ese nudo de
comunicaciones de cualquier ataque rebelde.
En
los diferentes encuentros que tuvieron esas tropas con las fuerzas de Rodiles
Planas, quedaron sin posibilidad operacional en dirección al Este y se hacia
precaria una presunta evacuación hacia Santiago a través de Boniato. Sólo le
hubiese quedado descender por las faldas en busca de la Carretera Central,
entre Santiago de Cuba y Palma Soriano para refugiarse en el poblado del Cobre
o en la capital provincial.
La
situación de las tropas cercadas por la Columna 9 era no sólo precaria por lo
estrecho del cerco y la embestida de las tropas de Huber Matos, sino angustiosa
porque a esa altura estaban convencidos de que no le llegarían refuerzos desde
Santiago de Cuba o Guantánamo. Al cerco militar se unía el cerco psicológico,
que se tornaba en un constante estímulo a la desmoralización. En esta
situación, las tropas cercadas lograron encontrar un hueco en la media noche y
a campo traviesa pretendían unirse antes de la salida del sol con las tropas
acantonadas en la microonda.
Es
difícil definir si era una retirada o una huida, pero todo hace suponer que iba
acompañada de un alto grado de desmoralización porque coincidiendo con el
amanecer ascendían por la falda Norte de Boniato en dirección Oeste cuando
tropezaron con las postas de seguridad del refuerzo de la Columna 6. Al primer
disparo tiraron las armas y levantaron los brazos en señal de rendición. La
mayoría se tendió bocabajo en la tierra. No hubo bajas. La rendición fue
general sin que mediara diálogo alguno.
Habían
logrado evadir el cerco de la Columna 9, pero habían caído ante las tropas de
la Columna 6. Todos prisioneros y cientos de armas ocupadas: una centena y
media de fusiles, cinco o seis ametralladoras bípode, dos ametralladoras
calibre 30, dos bazoocas, dos morteros y armas cortas.
Cuando
sobre el mediodía llegaron los primeros oficiales de la Columna 9 y el comandante
Huber Matos, no sólo constatando que los soldados que se le habían fugado a
ellos se le habían rendido a las tropas de Rodiles Planas, frustrándose el
intento de unión con la unidad militar acantonada en la microonda, sino que
todas las armas habían sido ocupadas. Cuando menos, se hacia evidente que se
había producido una victoria compartida entre la unidad principal que cercaba a
la tropa del Ejército de Batista y la que apoyaba con el propósito de impedir
los refuerzos.
Sin
embargo, el comandante Huber Matos reaccionó de una forma incomprensible, como
si no aceptara esto. Consideró que las armas ocupadas ¡todas! le pertenecían
porque habían sido ocupadas en territorio de su Columna. Incluso, se negó a
entregar la cantidad de balas que había usado el refuerzo de la Columna 6 tanto
en la contención de la unidad militar de la microonda como con la unidad
militar que se le rindió.
Esto,
por supuesto, produjo una discusión violenta entre el comandante Huber Matos y
el capitán Samuel Rodiles Planas en la que intervinieron de mediadores el
entonces capitán Manuel Piñeiro Lozada, Inspector del Segundo Frente y el
capitán Lester Rodríguez, también del Segundo Frente; y los capitanes de la
tropa de Huber Matos, Duney Pérez Álamo y Antolín Quiroga, además del comandante
Félix Duque Guelmes, segundo de su Columna. Ninguno de los oficiales que
intervino en la acalorada discusión tomó parte a favor ni de uno ni de otro, lo
que evitó un agravamiento del incidente.
Tengo
entendido que el acaloramiento en la discusión llegó al punto de casi provocar
un enfrentamiento personal entre Samuel y Hubert. ¿Es cierto esto?
El
asunto no pasó de una discusión acalorada. Finalmente, Samuel subordinó la
decisión última a la jefatura del Segundo Frente, o sea, al comandante Raúl Castro
y al comandante Efigenio Ameijeiras, su jefe inmediato y segundo jefe del
Segundo Frente.
Culminando
este relato, se impone una valoración que, naturalmente, está determinada por
la lógica de la época, las costumbres dominantes en el Ejército Rebelde y la
violación de un principio de cooperación que pertenece más al Derecho Natural
que a un reglamento militar rebelde. Era una ley guerrillera no escrita, pero
sí acatada, que arma cogida en combate le pertenecía al combatiente. Esto había
sido siempre así; era una decisión de Fidel y se había convertido en ley en el
Ejército Rebelde.
Todos
los combatientes involucrados en este incidente provenían de la Sierra Maestra
y conocían esta ley. Irónicamente, el más alto oficial participante del
incidente había sido el último combatiente que se había integrado a la
guerrilla. En su beneficio, probablemente no conocía a profundidad esta ley
rebelde, que había surgido en el Ejército Rebelde en lo momentos de su
situación militar y logística más precaria. No sabía, probablemente, que el
estímulo más grande para un combatiente era mejorar su arma, aún a riesgo de su
propia vida. Saltar de una escopeta a un arma corta semiautomática o a un
revólver de seis balas, o a un fusil mecánico, o a un fusil semiautomático, o a
un fusil automático, o a una ametralladora. Y naturalmente, era una ley no
escrita, proveniente del jefe del Ejército Rebelde, comandante Fidel Castro.
Esto alcanzaba al parque, a las balas. ¡El botín de un rebelde eran las armas
capturadas en combate! ¡No el dinero, los alimentos, la ropa, las botas o el
transporte! De ellos se haría uso, pero no eran codiciados. Además, ¡el arma
era un símbolo de hombría! Cuando un guerrillero podía exclamar “esta arma la
cogí en combate” era como mostrar una condecoración al valor.
¡Eso
es lo que mata la actitud de Huber Matos! Tal vez también por esto es que
califico a Huber de advenedizo, como sinónimo de extraño a un proceso, de
extranjero a la psicología del rebelde. ¡Advenedizo entre rebeldes!
Es
en este sentido que uso el vocablo y no con ninguna idea de disminución de su
valor personal y hombría, cualidades que tienen que haber sido tomadas en
cuenta por Fidel para otorgarle la jefatura de la Columna 9.
[…]
Pero
en 1959 Huber Matos adquiere difusión nacional, pese a ser solamente el jefe
militar de la provincia de Camagüey. Pese a todo cuanto ha señalado, a lo largo
de los primeros diez meses de la Revolución en el poder, y pese al hecho de que
Huber sólo era el jefe militar de una provincia, continuamente emergía como si
se tratara, no de un advenedizo, sino como una figura nacional. Muchos
de sus discursos fueron difundidos íntegramente por el periódico Revolución,
Órgano Oficial del Movimiento 26 de Julio. ¿Cómo explicar esto?
Yo
creo que de hecho y de derecho Huber era una figura nacional, aunque no fuera
un dirigente nacional. Como Comandante del Ejército Rebelde gozaba de mucho
prestigio dentro y fuera de la institución. No hay duda que la tropa que Fidel
puso a su mando lo ayudó mucho, porque eran formidables combatientes y tenía
formidables capitanes. Y Hubert, como Comandante del Ejército Rebelde, tenía
cualidades intelectuales, de carisma y experiencia que mucho le ayudaron a
forjarse cierta aureola.
Pero
esto, no lo convierte en un dirigente nacional.
Los
problemas internos dentro de la Revolución, especialmente las reales y
supuestas —porque hay de ambas—, diferencias entre la jefatura clandestina del
Movimiento 26 de Julio y la jefatura de la Sierra Maestra le otorgaban a los
comandantes guerrilleros una posición política dentro de la Revolución que de
hecho los equiparaba, o, incluso, superaban en autoridad a algunos dirigentes
históricos del Movimiento. Esto tiene una explicación muy sencilla: el pueblo
no distinguía entre un comandante y un dirigente nacional del Movimiento. Para
el pueblo eran lo mismo o equivalentes. Como el Ejército Rebelde fue el que al
final se erigió como autor del triunfo revolucionario, era muy difícil
desvincular la idea del autor o autores de la victoria de un liderazgo social.
Por
otra parte, los dirigentes civiles del Movimiento, aún cuando tenían una
notoriedad interna eran, en buena medida desconocidos públicamente,
consecuencia, entre otras cosas, de la clandestinidad misma; no así los
comandantes rebeldes, que eran muy conocidos en las regiones en que operaban.
Así llegaron a ser famosos antes de ser conocidos físicamente. Ahí tienes los
casos de Camilo, Che, Almeida, Raúl. Y también de Huber Matos.
Por
otro lado, ciertamente, Huber se benefició de unos espacios mediáticos. ¿Por
qué? Por varios factores. Primero, él era habilidoso, sabía qué hacer en
materia de publicidad; la buscó. Segundo, no es de descartar que encontrara
simpatías entre algunos de los que dirigían los medios, como Carlos Franqui,
quien le abrió las puertas del periódico Revolución. Y tercero, y
probablemente muy asociado a lo anterior: Huber era manzanillero, amigo de
Celia y de Vallejo, muy cercanos a Fidel, lo cual debió tener alguna
importancia para abrirle puertas y facilitarle espacios. En fin, su edad y
nivel cultural, y sus dotes políticas, potenciaron el reconocimiento que Fidel
hizo de él, y el reconocimiento social también. Yo no tengo dudas de que la
apreciación que de Huber hizo Fidel fue justa.
Para
renunciar a su condición de jefe militar de Camagüey, Huber Matos alegó un
problema ideológico. Sostuvo en octubre de 1959 que se estaba produciendo una
infiltración comunista en la Revolución. Convirtió este hecho en la razón de su
actitud política. ¿Cuánto hay de razón y cuánto de pretexto en esto? ¿La
historia le dio la razón? ¿Han de adoptarse dos ángulos de aproximación al
problema: en el momento y en perspectiva? ¿Cuáles juicios le merece el asunto?
En
primer lugar, los terratenientes, hacendados, ganaderos, con el triunfo de la
Revolución, se enfrentaron a dos cosas fundamentales. Primero, la desaparición
o muerte de la clase política anterior, como fuerza de presión nacional,
víctima de la corrupción propia, la politiquería, la pérdida de prestigio, la
participación o complicidad con la dictadura y su huida de Cuba; ese era el
estamento político en que descansaba la confianza de los sectores económicos y
sociales dominantes. Segundo, el surgimiento de un nuevo estamento político,
desconocido.
¿Cuál
es el miedo fundamental de los estamentos conservadores? El radicalismo
político. ¿A quién se asocia el radicalismo? Con el comunismo, con los
comunistas. Y entonces, cuando tú sumas la carta de Fidel de 14 de diciembre de
1957, denunciando una asociación política con los viejos políticos; unas especulaciones
acerca de si el Che es comunista o no; la Operación Antiaérea, con el secuestro
de los norteamericanos; los fusilamientos de Santiago de Cuba y en La Cabaña;
la desarticulación de las antiguas Fuerzas Armadas; la retórica revolucionaria;
el discurso doctrinal de producir una revolución social; la guerrilla que
derrota a un Ejército, una juventud sin lazos ni ataduras políticas con el
pasado; la ausencia de vínculos o relaciones con los Estados Unidos; la
presencia de comunistas en algunas tropas del Ejército Rebelde y en puestos
importantes dentro de la administración pública; la cantidad de estudiantes o
recién graduados universitarios con tendencia natural al radicalismo político
en la oficialidad rebelde y en posiciones claves del Gobierno; entonces aquella
clase se sintió sentenciada a muerte. Todo apuntaba a un desastre político y de
clase. Y reaccionaron buscando apoyos y garantías. Y Hubert, en buena medida,
vino a jugar ese papel.
Huber
es de los nuevos elementos, pero ya es conocido por ser un productor de arroz
en las proximidades de Manzanillo, por ser maestro y profesor en los
principales colegios de aquella ciudad; se distingue además por su edad y
relaciones sociales y su prestigio militar por haber cercado a Santiago de Cuba
y dirigir la Columna 9. Los grandes propietarios tienen información sobre él, y
él tiene sus propias aspiraciones y sus diferencias ideológicas con los
elementos más radicales de la Revolución. Ambas cosas, coincidiendo e
interactuando lo van a empujar a decisiones que lo alejaban, y lo alejaron
irremediablemente, de los objetivos fundamentales del proceso revolucionario.
Hubert,
cuando le dan el cargo en Camagüey, comenzó de una u otra manera a establecer
relaciones con ganaderos, latifundistas, gentes perjudicadas por las leyes
revolucionarias. Pero gentes con más temor en ser perjudicadas que perjudicadas
en sí mismo, pues realmente la Revolución no había desplegado a plenitud todas
sus leyes.
Y
busca el apoyo del doctor Manuel Urrutia, el Presidente Provisional.
Y
busca el apoyo de Manuel Urrrutia.
Huber
Matos, que comenzó a crear una red de intereses en Camaguey que pudieran
apoyarlo en una pretensión política, demuestra dos cosas. La primera, que no
tenía una gran visión de la realidad política y de hacia donde iba el proceso.
Esto era una fase de la formación político-cultural de Hubert, que queda
evidenciada al pretender rivalizar con Fidel, haciendo alianzas con ganaderos y
latifundistas. Por otra parte, Huber Matos es un hombre que llega tarde al proceso
político del Movimiento 26 de Julio […] Y él quiere en esta última hora de la
historia aparecer como un oficial del barco, cuando él es un tripulante,
siempre. El tiene pretensiones de oficial de barco, y en el fondo no es más que
un tripulante más. Alguien que coge la vela, tira el ancla, la saca.
De
acuerdo con la visión de advenedizo que usted manifestó, Huber Matos no
tiene posibilidades de producir con éxito un conato sedicioso en Camagüey.
En
ese momento Huber es un hombre, digamos, que tenía más ambiciones que
posibilidades. Te reitero la idea: Huber tiene pretensiones de oficial de
barco, y en el fondo no es más que un tripulante más. Siempre que eso ocurra,
un individuo que tiene más ambiciones que posibilidades, lo conduce a actos
donde se busca rollos para los que no está preparado.
Y
eso le pasó a Huber Matos. Una de las maniobritas que pretendió realizar fue la
de producir un enfrentamiento con Fidel. Una maniobra que implicaba un desvío
de la atención sobre él. Una maniobra suficientemente bien calculada, fue
promover la renuncia de los oficiales de su Regimiento, de renunciar a
pertenecer al Ejército Rebelde, porque el Ejército Rebelde estaba siendo o
podía ser conducido al comunismo. Y que ellos no estaban de acuerdo. Es un acto
de protesta.
Objetivamente,
en el Derecho Penal Militar esto es un acto de sedición. Esto es un delito
típico del Código Penal Militar. Si un grupo de personas se ponen de acuerdo
para renunciar a su cargo en un Ministerio eso lo más que puede ser es un acto
de renuncia colectiva, que puede poner en crisis a un ministro, o ellos se van.
En fin, el ministro se los quita de arriba. Puede ser el grupo, incluso,
víctima de una provocación. Incurrieron en la provocación y el ministro se
desprendió de ellos, a través de una maniobra. Pero en el caso de los militares
eso es sedición, delito que se sanciona severamente en cualquier parte del
mundo.
Este
hecho por sí solo ponía de manifiesto no solamente las ambiciones de Huber
Matos, sino el embarque al que había llevado a una serie de oficiales,
traicionando la autoridad que la Revolución había depositado en él como jefe
militar de Camagüey. Pretendiendo insurreccionar todo el Regimiento de Camaguey
contra el Ejército Rebelde. Una cosa muy peligrosa, que, como luego se descubrió,
tenía vinculación con los norteamericanos, porque los norteamericanos hicieron
una película en una semana de todos estos hechos; que nunca se dio a conocer en
Cuba, pero de la cual tuvimos noticias después. Nunca pusieron la película
porque fracasó la maniobra.
Usted
actúa como acusador revolucionario. ¿Qué instrucciones recibe de Fidel?
Al
entrar al juicio, yo le dije a Fidel: “Este juicio está perdido”. Pero todo
cambió durante el proceso.
Fidel
sabía que la carta de renuncia que Huber Matos le había enviado como personal y
secreta había circulado. No había pruebas. Así lo trató de plantear Huber en el
juicio. Que su carta era privada, que no había circulado, que él no tenía nada
que ver con la circulación de su carta de renuncia.
¿Es
entonces que se produce la testifical del comandante Félix Duque en el juicio?
¿Qué aportó?
Para
que te ubiques. Nosotros estábamos en el estrado del teatro de la Ciudad
Militar de Columbia. En el lunetario, en las primeras filas, estaban los
acusados. El público estaba compuesto por miembros del Ejército Rebelde.
Ya
había testificado en ese juicio el comandante Félix Duque, segundo de la
columna de Huber Matos. Habiendo testificado, vino y se sentó a mi izquierda.
Un testigo después que testifica puede sentarse donde quiera, dentro del
público. Pero él vino y se sentó al lado mío, para seguir viendo el juicio,
porque era amigo personal mío.
Fidel
estuvo testificando a lo largo de siete horas. Fue haciendo un relato minucioso
de la lucha en la Sierra Maestra desde el inicio, y habló de algunos de los que
estaban acusados allí. Se extendió en explicaciones de la Sierra Maestra, no
porque tuvieran un significado político-jurídico preciso. Fidel está hilando
los hechos, de manera que se viera con claridad que había un complot, y que
muchos de los que aparecían acusados allí eran víctimas de una conspiración que
desconocían. Fidel quería dejar sentado las maquinaciones de Huber Matos. Las
conversaciones que había tenido con Jorge Enrique Mendoza, con Suárez Gayol,
donde lo sondeó para ver qué posibilidades tenía de comprometerlo con él; y
también con otros oficiales rebeldes. Algunos de aquellos oficiales habían
alertado a Fidel.
Fidel
quería desenmascarar los procedimientos subterráneos de Huber Matos. Se refirió
entonces a la carta de renuncia que Huber Matos le dirigió a él, que se suponía
era privada, y no pública, lo que la convertía en política. Sin embargo, sobre
este particular en el juicio se demostró que habían tenido conocimiento de su
existencia y contenido algunos oficiales, entre ellos el comandante Félix
Duque. Llegado a este punto, Huber Matos se paró y le dijo a Fidel:
-
Esto es mentira suya.
Y
el comandante Félix Duque, que está al lado mío, me dice:
-
Eso es verdad, Papito. Es como dice Fidel.
-
¿Y tú cómo lo sabes?
-
Porque Huber Matos me dio una copia de esa carta para que yo viniera y se la
entregara a Miguel Angel Quevedo en Bohemia.
-
¿Y dónde está esa carta?
-
La tiene mi padre en Sancti Spíritus, porque cuando yo venía de Camagüey para
La Habana, paré allí y le pedí a mi padre que me guardara esa carta.
-
Párate, y dilo ahí.
-
Pero mira Papito...
-
Duque, párate y dilo ahí, coño, que yo no puedo plantear que tú vuelvas a
testificar. Párate y dilo ahí.
Y
Fidel hablando.
-
Párate y dilo, Duque.
Y
el comandante Félix Duque se para. Entonces Fidel lo mira como preguntándose:
-
¿Qué hace este parado ahí?
Fidel
me mira. Sergio del Valle que está presidiendo no dice nada. ¡Yo no puedo
hablar!
Entonces
es que Duque se para y afirma que Huber le había entregado un copia de la carta
para que se la entregase a Miguel Ángel Quevedo en La Habana para que la
publicara en Bohemia, pero que cuando él pasó por Sancti Spíritus la
dejó bajo custodia de su padre.
En
ese instante se produjo una escena formidable. Ese diálogo, tal y como yo lo
recuerdo ahora fue así:
-
El que tiene la razón es Fidel, porque usted me dio una carta a mí para que se
la entregara a Miguel Ángel Quevedo en Bohemia.
Fidel
se queda asombrado:
-
¿Y dónde está esa carta?
-
La tiene mi papá en Sancti Spíritus. Porque yo le dije a Huber Matos: ustedes
mañana están presos apenas Fidel se entere de todo esto.
Días
antes, Duque había hablado con Fidel, pero como él no le daba importancia
política al asunto de la carta, no habló nada de esto. Tanto Fidel como yo
fuimos con total desconocimiento del asunto al juicio. Yo me enteré allí. Pero
no es como se ha dicho por ahí. ¡Mentira! Es como yo te lo estoy contando. Si
lo hubiésemos conocido antes, todo hubiese sido más simple, porque ese era el
eslabón que faltaba en la acusación. Y yo era el primer interesado en aportar
todos los elementos para condenar a Huber Matos por traidor. El juicio no lo
tuvimos ganado hasta esta aplastante intervención de Duque.
¿Cómo
explicar que Duque no le hablara de eso a Fidel cuando se encontraron antes del
juicio? ¿Por ignorancia?
Yo
creo que ahí existe un problema moral. Probablemente Huber Matos, con sus
afirmaciones sobre la penetración comunista en el Gobierno y en el Ejército
Rebelde, y sobre las supuestas complicidades de Fidel en una conspiración que
escapa a sí mismo, logró entronizar dudas en Duque, quien no vio el alcance de
la intriga que Huber Matos sembraba en su cabeza. Desde mi punto de vista, esto
se hizo claro en el momento del juicio ante el insólito diálogo que se produjo
con las interrupciones de Huber a Fidel. Y le quedó todo claro a Duque de que
había sido víctima de un engaño.
Duque
deja la carta en Sancti Spíritus porque tiene dudas, las que luego le originan
reservas con el proceso judicial a que se somete a Huber Matos y a los demás
encartados. En el juicio se termina de aclarar y es por eso que entonces
reconoce públicamente el conocimiento que él tenía de la carta y aporta la
información de dónde estaba la copia de la carta.
Duque
se percató de que los hechos lo colocaban ante una disyuntiva moral. Ante la
verdad, o caía del lado de Huber Matos o reconocía la verdad de su jefe
histórico. Probablemente este hecho central y pivote del proceso político-penal
es la manifestación o presencia de la tragedia en el seno de todo gran hecho
político en un proceso revolucionario.
Pero
este nuevo testimonio de Duque, ¿no violenta el procedimiento penal? ¿Cómo
reaccionaron los defensores?
No
protestaron, que yo recuerde. Si tú revisas las actas del proceso, la
transcripción de la sesión del juicio oral en que declaró Fidel, seguramente
encontrarás decenas de escenas similares, en que otros testigos intervienen
para aclarar aspectos o afirmaciones que indistintamente realiza Fidel y
realiza Hubert, quien en todo momento tuvo la oportunidad de manifestarse,
incluso, interrumpiendo a Fidel. No ha de extrañar, en último caso, que en un
juicio así, Duque volviera a declarar. De hecho, anteriormente a este momento,
ya lo había hecho, y dentro del propio testimonio de Fidel.
Una
hipótesis. Si Lorié Bertot, el defensor de Huber Matos, hubiese dicho, por
ejemplo: Esto rompe la continuidad del proceso. Esto violenta el
procedimiento penal. ¿Qué respuesta le hubiese dado?
Probablemente:
-
Lo importante aquí no es velar por la rigurosidad del procedimiento. En los
Tribunales Revolucionarios lo que importa es la verdad, no la claridad del
procedimiento. Aquí todo vale, como si un testigo tiene que declarar cinco
veces.
Ese
podría ser un argumento, al calor de las circunstancias. Pero, en realidad,
estrictamente, fue una violación del procedimiento penal, porque un testigo no
puede declarar dos veces, después que ya haya declarado y esté presente en la
sala. Más, aquí lo importante es la justicia revolucionaria, la verdad; no la
justicia que se desprende de los procedimientos jurídico-penales.
[1] Esta entrevista fue
publicada originalmente en la Sección “Palabra viva” del Cuadernos de
historia principeña 8, compilación de Elda Cento Gómez, Editorial Ácana,
Camagüey, 2009.
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