Tomado del Portal Cuba Sí.
Escrito por Edmundo García*
¿Por qué no pueden jugar los peloteros cubanos en las grandes ligas de
los EE.UU? Porque la Oficina de Control de Activos Extranjeros del
Departamento del Tesoro no les permite cobrar un centavo si no rompen
con Cuba.
Les prometí en mi último artículo (“Miami tampoco cree en lágrimas”, 2 de marzo, 2012)
que investigaría y escribiría sobre la historia oculta de los peloteros
cubanos que llegan a los Estados Unidos. Es la parte fea de la que
nadie quiere hablar; pero aunque la prensa no hable de ella, no quiere
decir no exista. Me refiero a la falsedad de esas leyendas sobre
jugadores y prospectos recién llegados a Miami que por arte de magia un
día firman para las grandes ligas de Estados Unidos y se vuelven
millonarios. Aclaro que no es que me guste verle el lado feo a las
cosas, escribo sobre esto porque dichas leyendas no son ingenuas y
manipulan o exageran datos con el fin de engatusar a los deportistas
cubanos e instigarlos a que abandonen la isla en riesgosos viajes por
mar o deserten de eventos deportivos en el extranjero donde participan
en representación de su país.
Las fuentes de esta investigación han estado o están vinculadas y
comprometidas con los hechos desde distintas posiciones; por lo sensible
y hasta peligroso del tema, han exigido dar la información porque
consideran desde su conciencia la necesidad de alertar sobre lo que
sucede, bajo condición de anonimato, subrayando que esta es una
industria llena de ilegalidad, trampas y mentiras, aunque para algunos
altamente lucrativa.
Según las fuentes en este momento hay en República Dominicana entre
120 y 150 peloteros o prospectos cubanos que no encuentran el prometido
camino hacia las grandes ligas de los Estados Unidos. Una de las
personas consultadas empezó por hacer una interrogante: “A las Grandes
Ligas de los EE.UU. llega solamente 1 de cada 14 peloteros que juegan en
el llamado beisbol organizado o ligas profesionales. De los otros 13...
¿Quién habla? ¿Quién cuenta sus destinos?”.
Muchos de los prospectos y peloteros cubanos (algunos con un
historial, como Kendrys Morales) que han llegado a Miami y obtenido un
permiso (“parole”) de las autoridades migratorias para permanecer en los
Estados Unidos, tienen que marcharse seguidamente a República
Dominicana con visas de turistas violando una de las condiciones de su
estadía. Una transgresión a cambio de un supuesto regreso ya contratados
para las ligas mayores; regreso que por supuesto no ha sucedido ni
sucederá en la mayoría de los casos. Resultado, que numerosos cubanos se
han quedado trabados en República Dominicana, sin papeles para volver a
los Estados Unidos, sin boleto para el deporte profesional y sin Cuba. O
sea, sin los viejos sueños y sin su país, que cambiaron por la dura
realidad de tener que llegar a trabajar después de los entrenamientos en
la limpieza de autos y otros menesteres de este perfil para completar
el dinero de su sobrevivencia allí. De este tema les cuesta hablar, pero
la procesión va por dentro.
La concentración en “academias” de entrenamiento del mencionado país
caribeño y otros países centroamericanos es la verdad que predomina
sobre casos excepcionales como el ya citado de Kendrys Morales, como el
de Alexei Ramírez, firmado directamente en el 2008 por los White Sox de
Chicago y ahora con Yoenis Céspedes, quien se va a Oakland.
Según algunos testimonios, resulta que esas llamadas “academias” no
son más que albergues o barracas en mal estado, con baños colectivos y
otras incomodidades que en nada se comparan a las condiciones en que
muchos de ellos competían en Cuba, por muy modestas que se las quiera
considerar. No son pocos los peloteros que han expresado su deseo de
aspirar a volver a jugar en la Serie Nacional de Cuba, ante la
alternativa de desempeñarse en ligas semi profesionales de poca calidad y
bajo nivel organizativo, donde se paga nada o casi nada, como la que
ofrece Tamiami en el Condado Miami Dade.
Los sueños de los peloteros cubanos chocan además contra la evidencia
de que en los Estados Unidos existe un sistema casi impenetrable de
llegada a las grandes ligas. Comienza en las escuelas elementales, sigue
en High School, en College y luego en la Universidad, con un circuito
bien asentado. Frente a esos carriles cerrados es casi imposible
improvisar y solo unos pocos entre los muy talentosos y con dinero para
pagarse un agente pueden irrumpir en las ligas profesionales. No existen
en realidad, como algunos dicen por ahí, treinta asociaciones de
grandes ligas esperando desesperadamente porque arriben peloteros
cubanos a Miami para contratarlos. Es falso. Hay en los Estados Unidos
una enorme cantera de nacionales para el gran circuito profesional, a lo
que hay que sumar la competencia de otros muy buenos peloteros formados
en Venezuela, México, Panamá, República Dominicana, Japón. Surcorea,
China Taipei y demás países con tradición en ese deporte.
Es necesario decirles la verdad a los peloteros cubanos, sus
familiares y al resto de los interesados antes de invitarlos a irse de
Cuba o desertar en competencias; porque lo cierto es que una vez que dan
el paso muy poca gente está en condiciones reales de ayudarles. Los
famosos cazatalentos o “scouts” apenas tienen poder para redactar
informes sobre algún que otro pelotero con buenas condiciones. Esos
cazatalentos casi siempre dependen de un “coatch”, técnico o entrenador
que les avisa sobre algún talento que tienen bajo su tutela; y todos
juntos dependen de un agente que muchas veces tampoco tiene algo seguro
que ofrecer por mucho que prometa.
Existe toda una cadena de negociantes colgados del talento de un
joven pelotero que llega a Estados Unidos. En el mejor de los casos, que
repito solo se da en contadas ocasiones, uno de esos peloteros logra
obtener un “bono firma” o contrato del que tiene que entregar un elevado
por ciento. Una fuente consultada dijo: “Un pelotero, según cálculos
revelados por el célebre comentarista deportivo Bob Costas, se queda hoy
con cerca del 40% del monto total de sus contratos.” Desde el momento
en que empiece a cobrar tendrá que cubrir sus gastos con el dinero que
le queda, pagar impuestos y saldar todas las deudas contraídas. Deudas
que se cuentan desde el mismo momento de emprender el viaje de salida de
Cuba, que cuando incluye a la familia suele ser mucho más caro. Para
que se hagan una idea, otra de las fuentes consultadas para este
artículo y perfectamente informada porque es parte del proceso dijo que
el viaje de Yobal Dueñas y de Maels Rodríguez (sus familiares hacia
Miami y los peloteros hacia El Salvador), salió a 350 mil por cada uno;
un total de 700 mil dólares. Un gasto de esa magnitud no se hace por
gusto y hay que reembolsarlo.
En otros casos, sobre todo para los que llegan muy jóvenes y sin su
familia, los sueños chocan con la soledad, la falta de afecto y la
discriminación; que algunas veces es indirecta pero igualmente ofensiva.
Además de la discriminación por condiciones explícitas de raza y
nacionalidad, se habla de un tipo de discriminación en la pelota
norteamericana que está ligada al propio juego. Como cuando dejan a un
pitcher lanzar más de lo debido para que le caigan a batazos, o le
apuntan un hit o un jonrón que perjudica su record, o cuando no lo sacan
de abridor o no lo rotan adecuadamente aunque lo esté haciendo bien, o
cuando le critican la forma de celebrar una buena jugada. Uno de los
entrevistados recordó que en una Serie Mundial al Duque Hernández lo
dejaron seguir lanzando en un juego donde se le veía agotado; con el
relevo listo, salió en la otra entrada y le dieron un jonrón que le
empató el juego. A partir de esto también contó sobre lo duro que le
resultó al pelotero William Plaza, quien por demás tuvo la oportunidad
de firmar en el 2004 con 21 años para las menores de los Yankees. Gary
Gálvez, que también pasó por las menores, tuvo otras experiencias muy
duras en los concentrados. Ambos llegaron a valorar después muy
positivamente el tipo de pelota que jugaban en Cuba. Otro de los
entrevistados citó el caso de Jesús Ametller, ex jugador de cuadro de
los Industriales que terminó jugando beisbol nada menos que en Moscú.
La explosión de llegadas de peloteros cubanos a los Estados Unidos
tuvo que ver mucho con la experiencia de los primeros que vinieron; con
los que triunfaron y con las versiones de ese triunfo que algunas
personas inescrupulosas han puesto a circular por la isla como gancho
para atraer jóvenes peloteros al negocio del deporte. Lo cierto es que,
como dijimos, esa idea de desembarcar en Miami y seguir camino a las
grandes ligas pertenece a una novela que muy pocas veces se hace
realidad. Según un entrevistado en Miami que asiste regularmente a las
exhibiciones o “tryout” de peloteros que se celebran, por ejemplo, en la
Universidad Saint Thomas, a esas demostraciones deportivas no suelen ir
observadores con posibilidades reales de sacar a los jóvenes hacia
adelante en una carrera profesional. Más bien se pierde tiempo y se mal
gastan ilusiones y dinero. Muchos de esos cazatalentos que se ven en los
bancos de los terrenos de pelota no hacen más que tomar notas que luego
nadie leerá. Nuestras fuentes agregan que ese tipo de desgaste lo
habían visto en otros lugares como en Hermosillo, México, pero no
pensaron que también fuera así en los Estados Unidos.
Sobre las experiencias en la pelota profesional de los Estados Unidos
el ex lanzador de los equipos de Villa Clara, Cuba y Tampa Bay Rolando
Arrojo (junto a un periodista y comentarista amigo suyo) editó un libro
titulado “Confesiones más allá del dugout” (EE.UU. 2007) que recoge
entrevistas sobre las experiencias en Estados Unidos de conocidos
peloteros cubanos como Jorge Luis Toca, Euclides Rojas, Ariel Prieto,
Maels Rodríguez, Osvaldo Fernández y otros; incluido el mismo Arrojo que
recuerda todavía las palabras que le dedicó el Comandante Fidel Castro
cuando decidió abandonar el equipo Cuba; las cito porque resumen muy
bien lo que venimos tratando y muestran una vez más la posición positiva
de la parte cubana para solucionar ese problema de las “deserciones”.
Dijo Fidel el 10 de julio de 1996 en el Palacio de la Revolución durante
la despedida a la delegación cubana a las Olimpiadas de Atlanta:
“compraron al mejor del equipo, una persona, por lo demás, respetada y
considerada por todos, al pitcher Arrojo, desaparecido, como es clásico,
comprado —sabemos quiénes participaron—, porque se asustaron. No pueden
vencer al equipo de béisbol, y compraron a Osvaldo, compraron a Liván y
compraron a Arrojo”. En el libro no solo se habla de las glorias en los
Estados Unidos, también de los obstáculos, de los fracasos, de los
trabajos y negocios en que se tuvieron que ocupar para seguir adelante,
de los olvidos tras el retiro y de lo que significó para ellos jugar a
la pelota en Cuba.
Hace alrededor de un año se vio en la televisión de Miami al Duque
Hernández promoviendo una academia de pelota; y más recientemente a
Agustín Marquetti acompañado de un hijo del mismo nombre al que no le
fue bien como jugador, también promoviendo una empresa para enseñar
beisbol.
Resulta que todos, quienes no les fue tan bien y quienes ganaron
series mundiales en las grandes ligas con sueldos millonarios, tienen
que ponerse a trabajar cuando declinan sus carreras y se retiran porque
el dinero nunca es suficiente. Al final resulta que tampoco se gana
tanto como se vocifera y hay que seguir sudando en el terreno de pelota o
luchando el cheque de jubilación y las ayudas.
Por cosas como estas a veces me pregunto lo mismo que se preguntan
muchos de ustedes: ¿por qué no pueden jugar los peloteros cubanos en las
grandes ligas u otra liga profesional menor de los Estados Unidos sin
que rompan con su país? ¿Por qué no pueden los cubanos, como los demás
peloteros latinoamericanos, trabajar profesionalmente en algún equipo de
la Major League Baseball (MLB) y residir o vacacionar en la isla? Lo
diré claramente: No pueden hacerlo porque sencillamente OFAC (Office of
Foreign Assets Control), la Oficina de Control de Activos Extranjeros
perteneciente al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, no les
permite cobrar un centavo si esa ruptura no se produce. Para decirlo de
otra manera: para jugar y cobrar en los Estados Unidos los peloteros
cubanos están obligados, quieran o no, a “desertar”.
Yo sé que a muchos deportistas cubanos en los Estados Unidos no les
gusta que se les llame “desertores”, y les entiendo, porque casi todos
los que han llegado desde mediados de los años 60 hacia acá se sienten
parte del movimiento deportivo cubano. Recuerdo que en los momentos de
mayor éxito con los Yankees de New York el Duque Hernández seguía
diciendo que su equipo era Industriales. Y conozco también que René
Arocha sigue queriendo a sus seguidores en Regla, o que el propio
Rolando Arrojo sigue conectado con Ranchuelo; el problema es más
sencillo y práctico: como les dije, es que si no rompen con Cuba no hay
dinero. Y eso pasa solo con Estados Unidos, porque peloteros y
entrenadores de pelota de Cuba están contratados en México, Panamá,
Japón, España, Italia y hasta en Rusia. Algunos dirán que la Federación
Cubana de Beisbol tiene regulaciones y convenios firmados sobre ese
intercambio. Y es verdad. Pero países como China, Japón y Corea también
son muy estrictos en las condiciones para autorizar la participación de
sus deportistas y atletas en el escenario internacional. Por cierto, la
dirección de la MLB de los Estados Unidos también regula la
participación en eventos de los peloteros de las grandes ligas.
Pero es que ni siquiera se trata de jugar; solamente para que un
equipo de la Major League Baseball (MLB) pueda hablar, conversar
legalmente con un pelotero salido de Cuba se necesita primero que OFAC
emita una declaración oficial que certifique el permiso o se corre el
riesgo de una multa bastante alta.
Ni siquiera hay que vivir en los Estados Unidos para recibir esa
presión; una persona consultada al respecto envió un correo que creo
vale la pena citar extensamente: “Si tienen alguna duda pregúntele al
Congresista Demócrata por Nueva York José Serrano el porqué redactó y
trató de manera totalmente infructuosa, que se discutiera en el Congreso
su proyecto de ley denominado Cuba Baseball Diplomacy Act. Este
consistía precisamente en describir la discriminación a los cubanos y
eliminar esta prohibición para que como cualquier otro pelotero de
cualquier país del mundo los cubanos pudieran jugar en los EE.UU. sin
tener para ello que renunciar a su patria. Y si todavía le queda alguna
duda averigüe por qué Cuba tuvo que renunciar a priori a los ingresos
que legalmente le correspondían, para poder participar en el I Clásico
Mundial de Beisbol (Cuba decidió donarlos al Fondo para las víctimas del
Katrina). O por qué todavía no se ha podido cobrar lo que le
correspondió a Cuba del segundo Clásico.”
He querido dejar para el final lo que me dijo una entrevistada muy
especial; una madre que sacó a su hijo a través de Centroamérica, con el
objetivo de llegar a los Estados Unidos y que jugara en las grandes
ligas, donde ella estaba segura que se haría una estrella. Con cierta
emoción narró las peripecias por El Salvador donde su hijo de quince
años fue obligado a jugar en un equipo de mayores junto a jugadores de
hasta 38 años. Le pidieron el 30% de lo que pudiera ganar el muchacho
para traerlo a Miami y aquí lo pasearon por las estaciones de radio y
televisión, donde rehusó criticar a su país.
Un canal de televisión local hasta les pidió a él y su madre que
cambiaran el hecho de su salida legal por una travesía en balsa; algo a
lo que por supuesto ellos se negaron. La madre contó que siempre inculcó
a su hijo que más importante que el dinero era poner a un estadio de
pie. Y eso puede confirmarlo José Ariel Contreras, quien dinero, habrá
ganado, pero nunca más ha recibido un aplauso, nunca más le han pedido
un autógrafo, nunca más ha sentido jugar beisbol como lo sintió jugando
en Cuba. Aplausos y honores que nunca le faltarán a su coterráneo, y
compañero de equipo, Pedro Luis Lazo.
* Periodista cubano radicado en Miami.
* Periodista cubano radicado en Miami.
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