Por el editor del blog: Gustavo de la Torre Morales
Días pasados pudimos apreciar el discurso de sólo
15 minutos de Barack Obama, en la investidura número 57 y su segundo período demandato frente a la Casa Blanca.
Tanto en este discurso como el pronunciado en el
acto de juramento anterior (2009), se le vio confiado de poder dar una imagen
esperanzadora a los más desfavorecidos, a quienes realmente desean un cambio
radical en la vida de Estados Unidos, quienes esperan… y esperan…
Las palabras del mandatario no me sonaron nada
nuevas para su nuevo y último mandato. Este minúsculo discurso me pareció una
copia casi exacta al de la investidura pasada.
En el 2009 dijo, en su discurso: “Ya son cuarenta y cuatro los
norteamericanos que han hecho el juramento presidencial… hemos permanecido
fieles a los ideales de nuestros antecesores…” y en este año 2013 repite
con estas palabras: “Afirmamos la promesa
de nuestra democracia. (…) es nuestra lealtad a una idea, articulada en una
declaración que fue hecha hace más de dos siglos”
Sin embargo, para ambas intervenciones se debe
reflexionar que estos 44 presidentes que han hecho juramento presidenciales
frente a la nación norteamericana, la gran mayoría de los anteriores y él mismo
se han mantenido fieles a los ideales que los caracteriza como potencia
imperial, ambiciosa y de grandes ansias de ubicarse como gendarme mundial. La
gran mayoría de ellos han apoyado políticas de “buen vecino”, de amplio
oportunismo y aprovechando sin miramientos las todas las desventajas
situacionales de otras naciones para deslealmente asentarse mundialmente como
potencia cabecera. La gran mayoría se han tenido que plegar a los mandamientos
de la cúspide poderosa, a quienes desde las sombras dictan sus intereses para
seguir creciendo en riquezas a costa de otros. La gran mayoría han cedido a la aplicación
de políticas hostiles para “salvaguardar” objetivos económicos de sus
sanguijuelas: las trasnacionales y monopolios estadounidenses. La gran mayoría
han aplicado la máxima que el fin justifica los medios. La gran mayoría han
visto como adversarios a otros pueblos con diferentes maneras de hacer sus
futuros, a otros pueblos con iguales o más posibilidades de desarrollo, por los
recursos naturales que poseen, a otros pueblos que demuestran que el ambicioso
y desigual sistema capitalista no es la única alternativa para prestar servicio
a sus sociedades, ni la subyugación al imperio es la única manera de coexistir.
La gran mayoría han blasfemado, difamado y tergiversado sobre las reales intensiones
de coexistencia de otros pueblos, simplemente para justificar las acciones hostiles
y/o el aniquilamiento de ellos. La gran mayoría han sido copartícipes en
sembrar el miedo en la sociedad norteamericana, poniendo como “terribles
enemigos” a otros pueblos sin ningún tipo de intensiones hostiles. La gran
mayoría de los mandatarios norteamericanos han sido cómplices al decir que los
pueblos que se defienden de las agresiones imperialistas, “necesitan
democracia”. De ellos, los que no siguieron al pie de la letra los mandatos, de
quienes ordenan desde las sombras, han terminado con una bala en el cuerpo.
Como ejemplo está el asesinato de John
Fitzgerald Kennedy, trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, el 22 de
noviembre de 1963, el cual tiene mucho que ver con la disgustada mafia y los
grupúsculos anticubanos asentados en Estados Unidos, que deseaban una operación
contundente, la cual barriera la Revolución y así poder establecer nuevamente
sus negocios en La Habana. Puede que el detonante de su asesinato haya sido el
panfleto titulado “La tragedia de Cuba”, que publico el criminal Orlando Bosch,
donde acusaba al mandatario Kennedy de haber traicionado al exilio cubano y
tratar de hacer pactos con Fidel Castro. Aunque pocas horas después del
magnicidio, se apresaba y se presentaba a la luz pública al culpable a Lee
Harvey Oswald; se supo que otros elementos del exilio estaban involucrados en
diferentes complots para la misma ejecución al presidente.
Algo característico en los presidentes
estadounidenses ha sido el sembrar en la nación norteamericana el sentido de
supremacía frente al resto del mundo, de creerse divinamente elegidos para algo
que sirva de ejemplo para el resto de las naciones.
En el 2009 repitió una vez más el rayado mensaje
de que Estados Unidos fueron los decisivos en la solución del conflicto de la
Segunda Guerra Mundial y alentó a sus conciudadanos al realizar la comparación
de esa época con la actual, mencionando “que
hoy los norteamericanos están más capacitados y preparados que los soldados de
ese país cuando enfrentaron “las fuerzas del fascismo o el comunismo con
mosquetes y milicias.”
“Recordad
que generaciones anteriores se enfrentaron al fascismo y al comunismo no sólo
con misiles y tanques, sino con sólidas alianzas y firmes convicciones.”
El mandatario otra vez tergiversa la historia,
cambiando los papeles de quienes fueron decisivos en frenar, hacer retroceder y
derrotar al fascismo alemán. Sabiendo que ni aquellos que componían la alianza,
en Europa Occidental, ni las tropas estadounidenses cambiaron el giro de la
guerra; sino que fueron las tropas soviéticas quienes desde un principio fueron
determinantes.
El único papel jugado por Estados Unidos fue para
implementar un Plan Marshall que ayudó a americanizar los gobiernos europeos y
establecer una institución militar (OTAN_ Organización del Tratado Atlántico
Norte) que respondiera a los intereses imperialistas estadounidenses.
Además, las generaciones actuales de EE.UU. están
conscientes que las demandas del mundo están basadas en una necesaria paz, que
no se proporciona con el terrorismo guerrerista que ha estado implementando
todos sus diferentes gobiernos, incluyendo el de Barack Obama.
El actual presidente, en ambos discursos de
juramento, juega con esa retórica de nación “angelical” con objetivos
“divinos”. En el 2009 expuso: “Nuestros
padres fundadores, enfrentados a peligros que apenas podemos imaginar,
redactaron una carta para garantizar el imperio de la ley y los derechos
humanos, una carta que se ha expandido con la sangre de generaciones. Esos
ideales aún alumbran el mundo y no renunciaremos a ellos por conveniencia.”
Barack Obama omite intencionalmente, que la lucha
llevada a cabo por aquella generación que logró la independencia de las 13
colonias y fundó los Estados Unidos con una Carta Magna, ya pensaba en las
venideras conquistas a llevar sobre otras tierras.
Poco después de la independencia, ya se
realizaron pronunciamientos de lo “estratégico” que era Cuba, lo cual se puede
constatar en carta emitida por John Adams
(segundo presidente de este país), fechada el 23 de junio de 1783, a Robert R.
Livingstone (uno de los redactores de la Declaración de Independencia) le decía
que “las isla del Caribe constituían un apéndice natural del continente
americano y que era casi imposible resistirse a la convicción de que la anexión
de Cuba a la República Federal era indispensable para la constitución de la
Unión y el mantenimiento de su integridad”.
México también fue víctima de la Ley
Imperialista.
Esos ideales de conquistas no alumbran al mundo,
sino que lo subyugan y destruyen; aunque se ha comprobado que los gobiernos de
Estados Unidos y sus círculos de poder no renuncian a ellos “POR CONVENIENCIA”.
El pueblo norteamericano sabe comportarse como
amigo de otras naciones, no así su gobierno (para dejarlo claro, no es
América). La carrera armamentista y la conveniente creación de conflictos en
nombre de la “democracia” demuestran el carácter agresivo de este gobierno con
otras naciones, para satisfacer el hambre y ambición de sus monopolios.
En el discurso anterior de Obama, quizás con
actitud de superioridad, por ser el primer presidente negro de ese país, quiso
con ciertas ínfulas de magistrado dar una lección de historia al decir: “Juntos, determinamos que una economía
moderna requiere ferrocarriles y carreteras para agilizar los viajes y el
comercio, escuelas y universidades para capacitar a nuestros trabajadores.”
“Juntos,
descubrimos que un mercado libre solo prospera cuando existen reglas que
garanticen la competencia y los negocios justos.
“Juntos,
decidimos que una gran nación tiene que ocuparse de los vulnerables, y proteger
a su gente de los peligros y los infortunios peores de la vida.”
Pero por mucho que Obama quiera omitir
sufrimientos pasados, la realidad de la economía moderna ferroviaria fue a
través de muchísimos años de robo de territorios a su país vecino, con el
desplazamiento y aniquilación de poblaciones indígenas, por la mera y única
decisión de los ricos blancos de la clase pudiente norteamericana. Esos que
pusieron bajo extremas condiciones a negros, indios, chinos y demás explotados.
No fueron las clases bajas norteamericana quienes
cooperaron en el establecimiento del mercado libre, sino la clase pudiente
fueron quienes lo impusieron para establecer, a través de la competencia
desigual_ no de la competitividad (conceptos diametralmente opuestos)_ la
dependencia económica de las naciones conquistadas, robando los recursos con
las trasnacionales y los monopolios.
No han sido juntos, los poderosos y los
vulnerables. Si tanto se han ocupado, ¿Por qué históricamente han tenido
millones de gente sin techo, sin cobertura médica y sin seguridad laboral? ¿Por
qué se ha fomentado como fórmula de superviviencia para algunos de esa
“democracia”, el gansterismo, el lucro y los vicios, si el presidente dice
haber estado tan “ocupada en proteger” a su gente?
Con gran cinismo e irrespeto por la inteligencia
del pueblo norteamericano, el repitente mandatario sentencia en su nuevo
discurso: “Creemos que la prosperidad de
los Estados Unidos tiene que ser una responsabilidad que esté sobre los amplios
hombros de una clase media creciente. (…) una niñita que nazca en la más penosa
de las pobrezas sepa que ella tiene la misma oportunidad de tener éxito que
cualquier otra persona, porque ella es americana, ella es libre y ella es
igual,…”
¿Cómo Obama puede poner toda la “responsabilidad”
del futuro de una nación únicamente sobre los “hombros de una clase”, que de ser media, comienza a ser cada vez
más en baja? ¿Y cuál responsabilidad tiene la alta clase del poder económico de
ese país? ¿Cuál responsabilidad tiene su propia clase para solidarizarse con
los más desfavorecidos y ayudar a esa “igualdad”
que tanto pulula? ¿Creé Barack Obama que por haber obtenido los votos
necesarios para coronarse presidente, lo ubica en la misma condición de esa
clase a la cual ahora responsabiliza con el desarrollo de la nación y la salida de la crisis?
El mandatario debería revisar las cuentas del
pequeño sector más rico de su país y planificar cómo ellos pueden “cooperar”
para estrechar el inmenso abismo de desigualdades en que vive su nación.
Vuelve el carismático presidente con un discurso
edulcorado con palabras que exaltan ánimos para deponer todo esfuerzo en pos de
la “libertad” y la prosperidad; aunque ahora ya no quiere ni recordar su
ficticio “Yes We Can”, el cual cambió por “For we, the people”. Creo que si
realmente hubiese ambicionado un mínimo el tapar ese cráter existente entre las
capas sociales de su querida “América”, hubiera destinado parte de los millones
que adquirió en sus cuentas electorales para salvaguardar algunos de los males
que afronta la sociedad norteamericana.
Ahora, ¿Si fuese verdad que una pequeña recién
nacida tiene la misma oportunidad que gozan tan pocos en ese país, cómo es
posible que haya 1,6 millones de niños en las calles y sin posibilidades de
ningún tipo, que no sea delinquir, prostituirse o morir?
Ya en el 2009 nos engañó con esa falacia dirigida
“a los pueblos de las naciones más pobres”…
a quienes continuó diciendo: “nos
comprometemos a colaborar con ustedes
para que sus granjas florezcan”.
La
experiencia de esa colaboración se ha evidenciado en Tratados Comerciales de
“Reciprocidad” que sólo han facilitado la extracción de recursos hacia Estados
Unidos, con bajos o sin impuestos de exportación, y después la venta de
productos elaborados con esos mismos recursos, con bajos o sin impuestos
aduanales de importación en los países receptores. También se la colaboración
se ha demostrado en la aprobación de leyes que abrieron la puerta a la
contratación de mano de obra barata, a los fáciles despidos y a la desprendimiento
de responsabilidades sobre seguros sociales u obligaciones laborales con la
mano de obra contratada.
Las colaboraciones
empresariales norteamericanas dieron las posibilidades de invertir en otros
países, con falsas promesas de desarrollo y empleo, a cambio de rebajas en los
impuestos. También consiguieron la cesión de terrenos para el establecimiento
de bases militares (lo cual facilitó la realización de operaciones de diversos
tipos, incluidos operaciones de golpes de Estado, infiltraciones, invasiones, bloqueos económicos, etc).
Pero
el primer presidente negro de Estados Unidos, y poseedor de un Premio Nobel de
la Paz, dudosamente ganado, continúa con mensajes de paz, fraternidad y
entendimientos con otras naciones que hasta el momento no llegan al puerto
esperado por todos.
En
su reciente discurso dijo: “Está llegando a su fin una década de guerra… Nosotros,
el pueblo de los Estados Unidos, aún creemos que la seguridad y la paz
duraderas no requieren estar en guerra perpetua.”
Hay que rectificarle al mandatario de la Casa Blanca que no ha sido “una década
de guerra” en la que ha
estado involucrado Estados Unidos, han sido siglos de conflictos bélicos bajo
mezquinas excusas, donde hasta el asesinato a otras personas han formado parte
de diversos complots en otros rincones del planeta. Siglos, donde los impulsos
belicistas han justificado la carrera armamentista, como hueco de las crisis.
Son más de una década de guerras de rapiña impulsadas por el imperialismo. ¿Por
qué no detienen las guerras que se han inventado en otros confines?
Si sus “mujeres y hombres uniformados” presentes
en otras tierras en misiones de “paz”, “no tienen paralelo” en valores éticos, según
expresó el mandatario, ¿Cómo es posible que se involucren en violaciones,
tráficos ilícitos y otros delitos en los alrededores de sus bases militares? ¿Cómo
es posible que presenten como “valentía” una fotografía hecha en Afganistán,
vejando a sus víctimas o blandiendo una bandera nazi en Afganistán, o
torturando a prisioneros en cárceles, como la ilegal base naval de Guantánamo?
Sin ningún tipo de reparo, Obama desluce con hipócrita actuación. Intenta
encarnar un papel compasivo y se victimiza, colando sutilmente un mensaje de
paz: “intentar resolver pacíficamente
nuestras diferencias con otras naciones, no porque seamos ingenuos sobre los
peligros que enfrentamos sino porque la participación activa en una solución
puede eliminar las sospechas y el temor de manera más duradera.”
Sería bueno
que algún día dieran dignamente una muestra de pacifismo hacia otras naciones
que lleven a cabo prácticas ideo-políticas y económicas diferentes.
La
“ingenuidad” es la que desea reforzar
Obama en la opinión pública, cuando sabe que se está esperando de él una acción
firmemente digna, honesta y sincera; pero él está consciente que no la puede
dar, porque él es no más que una marioneta movida por hilos poderosos.
Si llama
resolver pacíficamente las diferencias con otras naciones, que gozan de un
carácter de protegido, como el caso de Israel, más bien debería denominarlo
resignación de haber creado una fiera mucho peor que sí.
Por mucho
que lo dramatice, será imposible eliminar la sospecha de la complicidad
estadounidense en las acciones agresivas realizadas por sus aliados y
protegidos, cuando la mayoría de éstas han sido gestadas, asesoradas y/o
aprobadas desde el corazón del imperio: la CIA.
Otra de las burdas mentiras del repitente mandatario fue al decir: “Estados Unidos seguirá siendo el áncora de
alianzas sólidas en cada rincón del globo. (…) Apoyaremos las democracias en
todas partes, desde Asia hasta África, desde las Américas hasta el Medio
Oriente, pues así nos inspiran nuestros intereses y nuestra consciencia para
obrar a favor de aquellos que anhelan ser libres.”
Desafortunadamente
han sido alianzas con gobiernos dictatoriales, asesinos, que han sido amparados
por la condición de ser financiados a cambio del chantaje.
La acciones
ejecutadas por USAD, la NED y demás entidades tapaderas en actos injerencistas
y subversivos, son la muestra de esas alianzas que poseen total impunidad
frente a las leyes norteamericanas. ¿Cuáles democracias apoyarán? Las
implementadas por nuevos Pinochets (Chile), por nuevos Somozas (Nicaragua), por
nuevos Stroessner (Paraguay), por
nuevos Rafael Videla (Argentina), por nuevos Fulgencio Batista (Cuba), por
nuevos Leonidas Trujillos (República Dominicana), por nuevos Hassan II (Marruecos),
por nuevos Sha (Irán), por nuevos Sese Seko (Zaire), por nuevos Andrés Pérez
(Venezuela), por nuevos Suhartos (Indonesia), por nuevos Willem Bothas
(Sudáfrica), por nuevos Duvalier (Haití), por nuevos Pol Pot (Camboya), por
nuevos Doo Hwan (Corea del Sur) y un largo etc. ¿O puede ser que las democracias que
apoyará Obama serán las implantadas por los actuales Roberto Micheletti
(Honduras)?
Ninguno de
estos dictadores deseaba libertades para sus pueblos, sino para sí mismos, para
poder cometer sus barbáricas fechorías, sus viles asesinatos, sus cruentas
torturas.
Los mensajes del presidente Barack Obama repiten, una y otra vez, la
misma retórica. En el discurso de este año se repitió la misma amenaza lanzada
en el 2009: “A aquellos que se aferran al
poder mediante la corrupción y el engaño y la represión de la disidencia,
tienen que saber que están en el lado equivocado de la Historia.”
El
subliminar mensaje consignado a esos bien conocidos países, a los cuales el
gobierno de los Estados Unidos tiene destinados millonarios fondos para
subvencionar la disidencia (contrarrevolución en los casos de Cuba, Venezuela,
Bolivia, etc.) ha sido para dar a conocer que el camino seleccionado por éstos,
en los cambios político-económicos, es contrario para los intereses históricos imperialistas.
Sin embargo,
nuestros pueblos tienen bien claro que es el camino correcto a nuestra
independencia, soberanía y autodeterminación. Camino donde esos lacayos
mercenarios, financiados a través de “empresas” contratistas no pueden tener
cabida ni espacio dentro de nuestras sociedades.
Obama justificó en el 2009 la hegemonía imperial con la firme
convicción de creerse divinamente destinados a ser gendarmes del mundo: “No vamos a pedir perdón por nuestro estilo
de vida, ni vamos a vacilar en su defensa, y para aquellos que pretenden lograr
su fines mediante el fomento del terror y de las matanzas de inocentes, les
decimos desde ahora que nuestro espíritu es más fuerte… les venceremos.”
En este nuevo juramento (2013) lo confirmó una vez más: “El sendero que conduce a los recursos de
energía sostenible será largo y a veces difícil. Pero debemos estar a la
cabeza, pues Estados Unidos no puede resistirse a esta transición. No podemos
ceder a otras naciones las tecnologías que pondrán en marcha nuevos empleos y
nuevas industrias, debemos adueñarnos de la promesa que ofrecen dichas
tecnologías. Así es como mantendremos nuestra vitalidad económica y nuestro
tesoro nacional: nuestros bosques y vías fluviales, nuestros terrenos
cultivados y cumbres nevadas. Así es como preservaremos nuestro planeta, que
Dios nos ha encomendado cuidar. Esa obra dará significado al credo que nuestros
ancestros una vez declararon.”
En resumen,
que seguirán llevando a cabo guerras de rapiña para apoderarse de los recursos
naturales ajenos, que seguirán robando talentos para fortalecer su adelanto
científico-técnico frente al resto del mundo, seguirán devastando a otras
naciones en conflictos para asegurar las oportunidades con la toda excusa
inversionista.
Pero además,
el cinismo no lo oculta al plantear que “Estados Unidos no puede resistirse”, porque
no entiende de otras alternativas viables, sólo hay el camino del despojo y la
supremacía. Ahí está la esencia del sistema imperialista, desde el nacimiento
de la federación de las 13 colonias y su Constitución hasta los días de hoy.
Yo, sin tener
convicciones religiosas, preferiría no seguir mezquinos egoísmos y expresarme
con el ejemplo emanado por la solidaridad del ALBA y decir: que Dios bendiga a
todos los necesitados del planeta.
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