HASSANA ALIA EN IMAGEN DE ARCHIVO, DURANTE UN ACTO CELEBRADO EN ESPAÑA. |
Tomado de guinguinbali
Por LAURA GALLEGO.
El nombre de Hassana Aalia sobresale en la lista de activistas
saharauis condenados por un tribunal militar marroquí a penas de cadena
perpetua, 30 y 20 años de cárcel. Sobresale porque a su nombre le sigue
una aclaración: “juzgado en rebeldía”. Sus compañeros escucharon la
condena en la sala, y regresaron a la prisión de Sale en la que llevan
más de dos años esperando este juicio. Pero Aalia lo hizo desde el País
Vasco, en España. Su fortuna parece obvia, aunque su condena, que se
traduce en no poder regresar a su casa, no es poca cosa. Y teniendo en
cuenta que él ya fue detenido, juzgado, y liberado sin cargos por el
mismo supuesto delito, su sorpresa y desconcierto son más que
comprensibles. “Después del campamento me detuvieron y juzgaron en dos
ocasiones, salí libre, no había ninguna prueba contra mi, y después de
eso vine a España como parte de un programa para aprender castellano
dirigido a jóvenes saharauis”, explica (demostrando que aprovechó muy
bien las clases). Después, nos cuenta,
viajó a Senegal, al Foro Social Mundial, y estuvo en Argelia. Y regresó a
los territorios ocupados, a su casa en El Aaiún.
El pasado mes de octubre partió de nuevo
al País Vasco para una segunda fase del programa lingüístico. “Salí con
visado, todo en orden”, aclara. Y el 13 de noviembre Marruecos dictaba
una orden de búsqueda y captura, acusándolo nuevamente de haber acabado
con la vida de un policía marroquí en los días posteriores al
desmantelamiento del campamento. “No sé cómo pude matar a alguien ¿con
una cámara?” pregunta Aalia, en referencia a la labor informativa y de
documentación a la que se dedicaba antes de abandonar los territorios
ocupados. “No entiendo nada, ¿me juzgan dos veces por el mismo motivo?
¿dónde pasa eso?” sigue interrogando el joven, para quien la dura
sentencia del tribunal militar ha sido desde luego una sorpresa.
“Después de ver el teatro del juicio, que no había ninguna prueba ni
ningún testigo contra los acusados, los observadores internacionales,
los expertos en derecho, las familias, todos esperábamos condenas
leves”.
La suya, de momento, se traduce en no
poder regresar a casa, aunque es una idea a la que parece no querer dar
demasiadas vueltas. No en su modo más categórico, 'nunca más'. Él pone
el acento en el 'por ahora' y se facilita la digestión.
Aunque si hubo un momento del proceso en el que se temieron algo
distinto. Fue, cuenta Aalia, el último día, cuando la acusación expuso
fotografías de los acusados con el Frente Polisario, en actos celebrados
en Argel para reivindicar la independencia del Sahara. “Empezamos a
preocuparnos porque vimos que no era un juicio por el campamento Gdeim
Izik, sino un juicio político, por nuestro activismo”. Aún así, desde
los primeros años 90 Marruecos no había vuelto a aplicar condenas tan
duras (cadenas perpetuas son las primeras) y no esperaban que lo hiciera
en este momento. “Supongo que quieren mandar un mensaje a los demás, a
todos los activistas que luchan contra el Gobierno marroquí, quieren
asustarnos, desmovilizarnos”, interpreta.
Pero lejos de conseguirlo, Aalia asegura que se trata de “un juicio
histórico para la causa saharaui, nunca se ha celebrado uno tan largo y
es una victoria para nosotros, en el sentido de que Marruecos se ha
retratado ante la comunidad internacional, el mundo sabe ahora qué hace
Marruecos con un pueblo pacífico”. Además, explica, todo lo vivido en
los últimos años, en su caso desde que se sumara a la causa en 2005,
“todo el sufrimiento posterior al desmantelamiento de Gdeim Izik, el
miedo que hemos vivido en las comisarías, las torturas, el aislamiento,
de algún modo, han conseguido hacernos más fuertes, nos hemos
acostumbrado a la mala vida que nos da Marruecos”.
Ha sido una semana muy tensa, el día de la sentencia, “un día negro” a
pesar de esa parte de victoria, y a Aalia le cuesta mirar hacia el
futuro, “porque no sabemos qué va a pasar, vivo así desde que salió la
orden de búsqueda en captura en realidad". Lo único que ve claro, dice,
"es que hay que luchar día a día, y no, no me van a quitar la sonrisa
(afirma en alusión a un artículo publicado en GuinGuinBali después de su detención), esa sonrisa seguirá hasta la victoria”.
Esa lucha se traducirá en redoblar esfuerzos para seguir haciendo lo
que hacía hasta ahora: “Soy consciente de que yo soy el único que tiene
libertad, y después de esa sorpresa y esa indignación, lo primero que
sentí es ganas de hacer muchas cosas, de luchar contra este juicio, de
convocar manifestaciones en todas las embajadas, en España y en otros
países, de seguir dando charlas, de llegar a las instituciones
internacionales, de seguir mandando grupos de ciudadanos, de
periodistas, a El Aaiún, para que vean y cuenten la represión que sufren
los saharauis, de hacer todo lo que esté en mi mano por mi pueblo y
contra la represión del Gobierno de Marruecos, contra el robo de
nuestros recursos, no vamos a parar”. “¿Que si confío en que
conseguiremos que salgan de la cárcel?, sí, confío, pero no al 100%,
porque de Marruecos siempre hay que esperar lo peor”. Aún así, vuelve a
advertir, no van a parar.
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