González Macho, durante su discurso de anoche en la gala de los Goya 2013. / Ballesteros (Efe) |
Tomado de CuartoPoder.
Por PASCUAL SERRANO
A pesar de la gran calidad de las películas que este año competían
por los Premios Goya y de que se preveía una gala tranquila y centrada
en lo artístico, las declaraciones de la vicepresidenta segunda de la
Academia de Cine, Judith Colell, el viernes pasado en el programa de Radio 3 el Séptimo Vicio,
en el sentido de que no era lugar ni momento para reivindicaciones, me
hicieron pensar que justamente iba a suceder lo contrario. Lo que no
pensaba era que iba a ser el mismo Presidente de la Academia quien
encendiera la mecha. No deben de hablar mucho entre ellos.
González Macho hizo honor a su calidad de
empresario del cine y arremetió con firmeza y valor contra la subida de
13 puntos del IVA cultural hasta el 21%, afirmó que España es uno de
los países con mayor tipo impositivo de este impuesto y recordó que el
Gobierno aseguró en su día que era una medida transitoria. Abogó por el
papel decisivo de la televisión pública en el apoyo del cine, criticó la
supresión del canon digital y explicó que el problema del cine español
sigue siendo básicamente la piratería, que supone una pérdida de unos
3.000 millones de euros anuales y miles de puestos de trabajo, a pesar
de los más de 20 portales de descarga legal que existen. ¿Qué pensará
Alex de la Iglesia de esto? También dio los buenos datos de espectadores
y taquilla del año pasado, el mejor en los últimos 27, pero pasando por
alto que gran parte fue debido a la superproducción Lo Imposible. Y aclaró con rotundidad, por si Wert
no le oía, que el cine es una cuestión de Estado y que no depende de
ningún partido político. González Macho se portó como un ídem y con dos
pelotas y una voz casi quebrada de rabia filtró la amargura, el enfado y
la desesperación de todo el cine español y por extensión de todo el
país.
Y mientras tanto el Ministro de Educación, Cultura y Deporte, mirando para otro lado. La verdad es desde que vi una parodia de Wert en el programa satírico de TV3 Polonia,
no sé quién es más real, si el personaje o la persona. Ayer, en los
pocos momentos en que la realización de la gala enfocaba su rostro
mientras recibía críticas en varios discursos, agradecimientos y
presentaciones, no sólo del presidente de la Academia, me convencí de
que Wert se ha convertido en su personaje y de que lo que le entra por
un oído le sale por otro.
La cosa no quedó no ahí. Candela Peña, que sorprendentemente recibió el Goya como mejor actriz de reparto por su pequeño papel en la excelente Una pistola en cada mano, amplió
el campo de batalla en sus palabras de agradecimiento y recordó con
amargura que hasta esta película llevaba tres años sin trabajar y que
durante este periodo “murió su padre en un hospital público, donde no
había mantas y había que llevarle el agua”, y nació su hijo, a quien
todavía no sabe si podrá llevar a un colegio público. Para rematar pidió
trabajo: “tengo un niño que alimentar” [vídeo, abajo].
En este mismo sentido, Sylvie Imbert, ganadora del Goya al mejor maquillaje por Blancanieves, mencionó la paciencia de su casero por el retraso en sus pagos del alquiler. Y la mismísima Maribel Verdú,
cuando recogió el Goya a la mejor interpretación femenina por su papel
en esta misma película, se acordó de los desahuciados, criticando la
injusticia y obsolescencia del sistema que lo permite, que, como en la
película de Costa Gavras, El Capital, “le quita el dinero a los pobres para dárselo a los ricos”.
Maribel Verdú muestra su Goya a la mejor actriz protagonista, anoche, en la gala de los Goya 2013. / Víctor Lerena (Efe) |
José Corbacho, al presentar el premio a la mejor actriz revelación, que fue justamente merecido para Macarena García por Blancanieves,
saludó a todos menos a Wert, al que “solo saludó el 21%, por actor y
por catalán”… y se quedó tan ancho al decir que se lo podían haber dado a
“Ana Mato o a alguna Infanta”. Y Bardem, que no se calla ni debajo del
agua, al recoger el premio a la mejor película documental por Mas allá de las nubes,
de la que es productor, denunció la injusta situación del Sahara,
“donde no puede recortar en educación porque no hay escuelas, ni en
sanidad porque no hay hospitales, ni te pueden echar de tu casa porque
ya lo hicimos hace 35 años…”; y de paso recordó la reciente condena a 24 activistas saharauis
por un tribunal militar marroquí por los hechos del campamento protesta
de la afueras del Aiun en 2010 . Mientras, su madre, se llenaba de
orgullo. En este caso el realizador sí que nos mostraba su rostro.
Hasta la presentadora Eva Hache arremetía en sus
monólogos de vez en cuando contra el Gobierno, la Monarquía o la
situación económica. Digamos que fue una gala como las fallas, ardiente y
cínica, aunque el humor de la presentadora parecía resbalar sobre la
pesadumbre de los presentes. Fue una gala triste como pocas se
recuerdan. Incluso la sección in memoriam nos hizo caer en la
cuenta de que ha sido un año con muchos y muy insignes muertos. Solo
algunas parodias hicieron esbozar alguna sonrisa sincera.
De los premios poco tenemos que decir, ya lo sugerimos al comentar las nominaciones: la coincidencia en el tiempo de grandes películas parece restar mérito a las que no se llevan premio. Blancanieves cumplió los pronósticos con 10 Goyas, incluyendo el de mejor película, José Antonio Bayona con Lo Imposible le arrebató el de mejor dirección a Pablo Berger , y a José Sacristán, que todavía no tenía estatuilla, le dieron un Goya honorífico por El muerto y ser feliz, quitándoselo a Antonio de la Torre, por Grupo 7 ,
que se lo merecía de verdad: habría sido mucho que una misma cinta se
llevase los tres de interpretación masculina. Y la película de Trueba, El artista y la modelo, como era de esperar, se quedó sin nada.
En resumen, unos Goya cabizbajos como el cine español, a pesar de las
cifras; como España entera, según las cifras. Unos Goya que
paradójicamente han contribuido a remarcar que el cine es industria,
pero una industria tan tocada como el resto de sectores de nuestra
economía, y que han servido para recordarnos que las películas, las
buenas y las malas, dan trabajo a mucha gente que vive con las mismas
amenazas, incertidumbres y preocupaciones que el resto del país. Del No a la guerra al No a la crisis, de Aznar a Rajoy, Zapatero mediante, una década después. A ver el año que viene. Virgencita que me quede como estoy.
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