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Por Carlos Ayala Ramírez
Director de radio YSUCA, El Salvador.
Ha llegado a nuestras manos uno de esos libros que nos encaran con la pobreza extrema en la que sobreviven millones de seres humanos. Se trata de una investigación colectiva, coordinada por el periodista Salvador Frausto, que se ha publicado con el título Los 12 mexicanos más pobres. El lado B de la lista de millonarios. El estudio busca visibilizar la desigualdad que hay en México a través de 12 historias con nombres y rostros. Según los autores, cada año la revista Forbes publica la lista de los supermillonarios mexicanos, dando a conocer quiénes son, cuánto ganan, cuáles son sus gustos, costumbres, dónde comen y vacacionan; pero se sabe muy poco de la gente que vive en el otro extremo, el de la miseria. “Esos que viven con menos de un dólar al día, no comen a diario y, cuando enferman, toman agua hervida para paliar el dolor”. Esos que representan a más de 11 millones de mexicanos y que, a nivel mundial, sobrepasan las 700 millones de personas.
El estudio destaca los injustos e infames contrastes. Mientras que las fortunas de los 16 multimillonarios mexicanos pasaron de representar juntas del 2% al 9% del PIB en una década, la desigualdad en el país se ha profundizado. México se encuentra entre las 25 naciones más desiguales del planeta, solo superado por países africanos y algunos latinoamericanos como Haití, Honduras y El Salvador. El último informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social señala que el número de pobres pasó de 53.3 a 55.3 millones entre 2012 y 2014. El disfrute excluyente de la abundancia es tal que mientras el 1% de la población concentra el 43% de la riqueza del país, muchos viven sin luz ni agua.
En el libro se habla de dos hombres distanciados por un abismo de egoísmo e insolidaridad: Carlos Slim gana 50 millones de dólares al día y Antonio López, de Chiapas, un peso diario. Los estándares internacionales consideran que alguien padece pobreza extrema si vive con menos de un dólar al día. Los investigadores se toparon con gente que vive con un peso al día, que pasa dos días sin comer y que cuando lo hace se alimentan con tortilla y sal. Es el caso de Angelina Méndez. Cada día, ella teje entre uno y tres sombreros de paja, que vende a cinco pesos cada uno. Con el dinero, que equivale a menos de un dólar al día, compra las hojas de palma con las que fabrica las prendas y sal y maíz para su alimentación. Sorprende, concluye el equipo investigador, que en México haya pobres como en África y a la vez ricos como en Estados Unidos y Europa.
Este tipo de estudios, que abordan la pobreza desde los que la padecen, son racionales llamados de atención para revertir la inequidad en un mundo que parece ver como naturales semejantes disparidades También nos ayudan a comprender que la pobreza y el progreso deben medirse con variables que incluyan factores relacionados con la calidad de vida. Los informes del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), tanto a nivel local como mundial, han sido enfáticos en ese sentido. Por ejemplo, en el caso de El Salvador, utilizan una herramienta de investigación que revela las diferentes dimensiones de la pobreza. Los salvadoreños consultados describieron la pobreza en términos de las carencias más sentidas en sus vidas: tener grandes dificultades para alimentarse, no contar con vivienda digna, no tener un trabajo fijo, carecer de acceso a servicios de salud y no tener oportunidad de acceder a los niveles educativos requeridos para poder conseguir un empleo bueno y estable. También la caracterizaron como vivir al día, sin esperar nada del futuro. Junto a la escasez, otro sello distintivo de la pobreza es la inestabilidad, es “no saber si se tiene para mañana”.
El PNUD señala que la superación de la pobreza extrema pasa por la satisfacción de las necesidades ligadas al desarrollo de la vida: vivienda, alimentación, trabajo, diversión, salud, seguridad, educación e ingresos. ¿Quién sería tan obtuso de negar esto? La respuesta que da el Programa es interpelante: “En el papel, nadie. En la vida cotidiana, con actitudes y comportamientos, muchos”. Esto último es lo que es lo que más duele en la pobreza extrema: la indiferencia y falta de reconocimiento del otro. Eduardo Galeano, en su libro Patas arriba. La escuela del mundo al revés, lo describe así:
En los extremos de los extremos, entre los ricos riquísimos, que aparecen en las páginas porno financieras de las revistas Forbes y Fortune, y los pobres pobrísimos, que aparecen en las calles y en los campos, el abismo resulta mucho más hondo. Una mujer embarazada corre cien veces más riesgo de muerte en África que en Europa. El valor de los productos para mascotas animales que se venden, cada año, en los Estados Unidos es cuatro veces mayor que toda la producción de Etiopía. Las ventas de solo dos gigantes, General Motors y Ford, superan largamente el valor de la producción de toda el África negra…
Finalmente, desde la ética política, podemos decir que las investigaciones sobre la pobreza extrema son necesarias, y tendrán más influencia si van acompañadas de una identificación personal y vital con el que sufre, con el que no tiene palabra, con el excluido.
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