La detención de Lula es parte de una gran conspiración. (entreriosya.com) |
Por Maryam Camejo
Les hierve la sangre a algunos con la idea de que un hombre, alma de Brasil, vuelva a ser presidente. Entre ellos, al juez Sérgio Moro, que se apresuró en dictar la orden de prisión contra Luiz Inácio Lula da Silva, después de negársele el habeas corpus. Y Lula, muy consciente de dónde están sus raíces, rechazó la posibilidad de huir hacia otro país. Se quedó porque es inocente y lo saben todos, quienes gritan apoyando su gestión, y también quienes lo condenan.
El gran teatro montado en torno a los procesos que enfrenta el exmandatario es parte del espectáculo preparado por la derecha para impedir su candidatura a las próximas elecciones, consideradas ahora impredecibles desde el fin de la última dictadura militar en 1985.
Lula se presentó ante la Policía Federal en Sao Paulo mientras se escuchaban las voces en las calles de manifestantes en contra de la orden de detención. Tal como afirmó en su enérgico y atinado discurso antes de ir a prisión, no puede admitirse que un fiscal vaya a la televisión con un PowerPoint a decir que el Partido de los Trabajadores es una organización criminal nacida para robar a Brasil, y que Lula, por ser la figura más importante del partido, es el jefe, y por lo tanto, si Lula es el jefe, “yo no necesito de pruebas, yo tengo la convicción”.
El sistema judicial de un país no puede basarse en convicciones para dictar sentencias. Una acusación sin pruebas es vacía, carente de significado, y esto es lo que ha sucedido con Lula. No obstante la falta de evidencias, el proceso contra el dirigente marcha a un ritmo extremadamente rápido, que contrasta sospechosamente con las tortugas que marcan los procesos contra Michel Temer. En simples palabras, se vulnera el Estado de Derecho; se resquebraja la democracia; se mutilan el desarrollo, la esperanza, el progreso de un pueblo de la mano de unos brasileños a los que muy poco, o nada, les importa el resto.
“Ciertamente, un ladrón no exigiría pruebas. Estaría comprometido, con la boca cerrada, escurriéndose para que la prensa no hable de su nombre”. Esto no lo dice cualquiera, sino el propio Lula.
La defensa del expresidente presentó un último recurso en segunda instancia, pero también le fue negado, lo que sus abogados calificaron como “otra nulidad” en el proceso contra el líder. Los caminos que van quedando en estos momentos: apelar al Supremo Tribunal de Justicia y al Supremo Tribunal Federal, instancias superiores de la justicia en la nación suramericana.
El “pecado” de Lula fue haber soñado que era posible gobernar el país incluyendo a millones de personas pobres en la economía, las universidades; creando millones y millones de empleos en la nación. El “pecado” fue mandar a los pobres y los negros a la universidad, soñar un país donde esos pobres puedan comer, tener su casa propia. “Si ese es el crimen que he cometido, quiero decir que voy a seguir siendo criminal en ese país porque voy a hacer mucho más. Voy a hacer mucho más”.
Al cierre de esta edición, Lula mandó a sus seguidores el segundo mensaje desde que está preso, donde sentenció: “Por ustedes valió la pena nacer y por ustedes valdrá la pena morir” […] “ustedes son mi grito de libertad todos los días”.
La condena es, sencillamente, el golpe final de una persecución política, una conducta antijurídica donde hay muchos cómplices conspirando detrás de la falsa “lucha contra la corrupción”. El pueblo, volcado en las calles apoyando a su dirigente, está siguiendo la pauta de una frase recordada por Lula antes de ser detenido: “Los poderosos pueden matar una, dos o tres rosas, pero nunca podrán detener la primavera”.
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