El primero de los ataques, ocurrido cerca de Damasco, tuvo como objetivo un centro de investigación científico Foto: AP |
Por Randy Alonso Falcón
Más de 100 misiles estadounidenses, británicos y franceses fueron lanzados sobre territorio sirio en la madrugada del 14 de abril (noche del 13 en nuestra región). Una nueva operación militar de Washington y sus más estrechos aliados, con viejos aires de “Guerra Fría” pero ejecutada con las más modernas tecnologías militares y montada a partir de la manipulación en cadena de los medios de comunicación y las redes sociales digitales.
Tanto la Casa Blanca, como el Palacio del Elíseo y Downing Street justificaron el ataque contra el país árabe en la convicción de que el gobierno sirio había utilizado armas químicas el pasado 7 de abril, contra uno de los pocos reductos que aún mantenían los terroristas del grupo Jaish al-Islam (financiado por los servicios especiales occidentales) en la ciudad de Duma, en la región de Guta Oriental, y que había provocado decenas de muertes de civiles.
Apenas 24 horas antes de la operación de castigo, el Secretario de Defensa de EE.UU, había afirmado en una audiencia del Comité de Servicios Armados del Senado: “No tenemos tropas allí, no estamos en el terreno, así que no puedo decirle si teníamos evidencias, aunque teníamos muchos indicadores en las redes sociales y en los medios de prensa de que se usó cloro o sarín”.
¿Montaje organizado desde la pérfida Albión?
La información del supuesto ataque con armas químicas en Duma tuvo como fuente primaria a una aludida organización europea de ayuda médica y a los llamados “Cascos Blancos”, una organización con ropaje humanitario pero con casa matriz en los servicios especiales británicos y financiamiento occidental.
Su reporte se esparció de inmediato a través de la agencia Reuters por los medios de comunicación de Estados Unidos, Europa y el Oriente Medio; y pasó en poco tiempo de hablar de unos 15 muertos a unos 150. Todos los medios, sin excepción, -sin reporteros en el terreno ni otras fuentes para contrastar-, señalaron desde el principio al gobierno sirio como responsable de los hechos.
Circuló a la vez como pólvora, en las redes sociales y también a través de Reuters, un video suministrado por los Cascos Blancos de presuntas víctimas del ataque químico siendo rociadas con agua y atendidas en un hospital público de la ciudad. Imágenes trágicas, impactantes, perfectas como pretexto para una operación militar punitiva contra Siria.
Another Video showing cases of suffocation among civilians, mostly children and women, following the chemical attack against the civilians in #Douma city. #AssadHitsDoumaWithChemicals pic.twitter.com/ItEpVLq5zM— The White Helmets (@SyriaCivilDef) 8 de abril de 2018
El 13 de abril, el Ministerio Ruso de Defensa develaba claves sobre cómo fue escenificado el video de marras. Lo calificaba como un montaje de los Cascos Blancos ordenado por los servicios de inteligencia británicos, embarcados en la mayor campaña antirrusa de las últimas décadas.
Durante una conferencia de prensa especialmente convocada para ofrecer información detallada del caso de Duma, el vocero del Mindef, mayor general Igor Konashenkov, indicó que del 3 al 6 de este mes sobre la organización Cascos Blancos se ejerció una fuerte presión por parte de Londres para realizar la referida provocación.
Cubadebate informaba sobre esas declaraciones del oficial ruso, que habían sido respaldadas antes por el canciller Serguey Lavrov, quien señaló: “Tenemos datos irrefutables de que se trata de un nuevo montaje, y que detrás está la mano de los servicios secretos de un país que en estos momentos trata de estar en la vanguardia de la campaña de rusofobia”
En el vídeo aclaratorio, presentado por las autoridades rusas, los testigos, dos médicos del único servicio de urgencia en la ciudad de Duma, negaron la existencia de algún paciente con síntomas de ataque químico en su centro hospitalario y afirmaron que tras filmar el montaje, los realizadores abandonaron el lugar.
La historia de las últimas grandes guerras está llena de montajes como este.
“Hemos podido encontrar a los participantes en el rodaje de este vídeo y entrevistarlos. Hoy presentamos una entrevista en vivo de estas personas. Los habitantes de Duma describieron en detalle cómo se orquestó la filmación, en qué episodios participaron y qué hicieron”, afirmó el general.
En el reporte escrito de Reuters, que circuló por el mundo el 8 de abril, casi al final, se apunta “El Observatorio Sirio de Derechos Humanos dijo que 11 personas habían muerto en Douma como resultado de la asfixia causada por el humo de las armas convencionales que el gobierno arrojaba. Dijo que un total de 70 personas sufrieron dificultades respiratorias.
“Rami Abdulrahman, el director del Observatorio, dijo que no podía confirmar si se habían utilizado armas químicas.”
Los escenógrafos de la manipulación
La periodista británica Vanessa Beeley ha realizado una investigación sobre los Cascos Blancos, sus vínculos con los grandes medios occidentales y cómo estos frecuentemente citan a esta organización como fuente fiable a la hora de hablar de supuestos ataques químicos y bombardeos del Gobierno sirio contra la población civil.
Beeley ha explicado que, pese a las constantes acusaciones independientes que aparecen en contra de los Cascos Blancos, se les protege y nunca son investigados: “Lo que hay de extraordinario con este grupo es que existe un gran número de acusaciones en su contra, particularmente del pueblo sirio. Así que hay que hacerse la pregunta de por qué esta organización recibe tanta protección. No vemos que se haga un documental sobre la Cruz Roja y luego reciba un Óscar”.
La periodista señala que, según varios testimonios de civiles sirios, los miembros de esta organización actúan como terroristas, aunque se les suele presentar como rescatistas: “Lo que vemos con los Cascos Blancos es una organización que, según la presenta [su fundador, el exoficial de la Inteligencia británica] James Le Mesurier, es una de las más creíbles en el mundo entero. Como rescatistas o bomberos, no es una organización que genere desconfianza a primera vista. Hay testimonios sirios que decían que se sentían reconfortados por su aparición y cuando se dieron cuenta de que los Cascos Blancos trabajaban como terroristas, se horrorizaron.”
“La mayoría de los grandes medios de comunicación defiende a los Cascos blancos porque ellos no son más que escenógrafos para la política exterior de sus Estados”, denuncia Beeley.
Los ‘Cascos Blancos’ fueron fundados en 2013 en Turquía por James Le Mesurier, exoficial del Ejército británico que empezó a entrenar a los primeros ‘defensores civiles’ en Turquía. Graduado de la Academia Militar Real Sandhurst, sirvió en infantería durante campañas en Irlanda del Norte, Kosovo y Bosnia, después de lo cual pasó a trabajar en organizaciones humanitarias de la ONU, la UE y la cancillería de Reino Unido. Más tarde se integró en distintas consultoras como Good Harbor, del ex Coordinador Nacional para Seguridad y Contraterrorismo de EE.UU., Richard Clarke, y Analysis, Research, and Knowledge (ARK) en Emiratos Árabes Unidos, donde trabajó como consejero para la defensa civil siria.
Con un entrenamiento básico y cursos de ARK y de la ONG turca AKUT, los primeros voluntarios (un equipo de 20 personas) no tardaron en estar en el campo sirio en octubre de 2014. Más tarde llegaría más ayuda por parte de gobiernos y organizaciones paragüas de Estados Unidos, Reino Unido y los Países Bajos, que le han suministrado a los Cascos Blancos más de 100 millones de dólares en estos años.
James Le Mesurier creó la fundación Mayday Rescue, a través de la cual los Cascos Blancos reciben una parte significativa de su financiación. Entre sus sus donantes principales figura la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), que afirma que les asistió con más de 23 millones de dólares. En marzo de 2015 el Ministerio británico de Exteriores reconoció que había prestado ayuda a grupos de defensa civil siria, que EE.UU., Dinamarca Japón eran sus otros donantes, y reveló que iba a ‘regalar’ otros 3,5 millones de libras esterlinas en forma de equipamientos. Investigaciones periodísticas mencionan también otras fuentes de financiación de los Cascos Blancos, entre ellas organizaciones vinculadas con el magnate estadounidense George Soros.
En junio 2017, Le Mesurier fue condecorado por su trabajo en Siria con la Orden del Imperio Británico, mientras algunas informaciones sugieren que es oficial en funciones de la Inteligencia británica vinculado con Olive Group y Academi (ex Blackwater), la empresa militar privada de infame historial que ha participado en conflictos en Irak, Líbano y Palestina.
La operación mediática de ensalzar a los Cascos Blancos por su actuada labor humanitaria, y darle visos de respetabilidad a esta construcción de inteligencia, llegó hasta la producción por Netflix de una película de los supuestos “héroes”. El film británico ‘Los cascos blancos’, del director Orlando von Einsiedel, recibió en el 2017 la estatuilla del Oscar al mejor cortometraje documental. Hollywood le daba un espaldarazo a la organización creada por los servicios especiales.
Pero todavía hay gente honesta en este mundo. El reconocido músico y activista británico Roger Waters, uno de los fundadores de Pink Floyd, ha calificado recientemente a los Cascos Blancos como “una organización falsa que produce propaganda para los terroristas dentro de Siria”.
Roger Waters habla de los Cascos Blancos
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