Por Miguel Angel García Alzugaray.
Transcurridos 57 años desde la aplastante victoria sobre el imperialismo yanqui en Playa Girón, resulta importante rememorar una serie de momentos vinculados a la misma, que resaltan el humanismo y la generosidad de la Revolución y sus líderes, y en particular del invicto Comandante en Jefe Fidel Castro.
Es necesario, en primer lugar, porque nunca será demasiado el tributo que rindamos a esa épica página de la historia de nuestro pueblo, y a los héroes que dieron su sangre y sus preciosas vidas por la libertad e independencia de la Patria.
Al propio tiempo, resulta oportuno que las nuevas generaciones conozcan una serie de aspectos que enaltecen esta gloriosa gesta, a la vez que echan por tierra las falacias sobre el gobierno estadounidense y sus lacayos de la mafia cubano-norteamericana.
Como es tradicional en la historia de la Revolución, los mercenarios capturados en Playa Girón fueron alimentados, los heridos curados y todos recibieron un trato respetuoso. Del grupo de más de mil prisioneros, 14 connotados asesinos y torturadores de la tiranía batistiana fueron llevados de inmediato a Santa Clara, donde en septiembre del 1961 enfrentaron la justicia revolucionaria. El resto fue trasladado hacia la capital cubana y alojado inicialmente en la Ciudad Deportiva y luego en el Hospital Naval, que por aquel entonces se encontraba en construcción. De allí los condujeron semanas más tarde hacia el Castillo del Príncipe.
Entre los días del 21 al 25 de abril, los cubanos vieron y escucharon las respuestas de los prisioneros a un panel conformado por conocidos periodistas. Desde el teatro de la CTC, las emisoras de radio y televisión transmitían en vivo. Al siguiente día, en el periódico Revolución, era publicado el texto íntegro de esas declaraciones.
El 23 de abril, en un programa especial de la Universidad Popular, Fidel se dirigió al pueblo para dar información detallada de los antecedentes de la invasión, del desarrollo de los acontecimientos que concluyeron con la victoria de las fuerzas revolucionarias, así como los datos sobre el costo humano conocido hasta ese momento.
En Estados Unidos, el 24 de abril, los medios de difusión dieron a conocer que John F. Kennedy había asumido toda la responsabilidad por los hechos que condujeron al fracaso de la invasión a Cuba.
Tan pronto el presidente reconoció su responsabilidad ante el hecho que tanto había negado, la prensa norteamericana empezó a publicar informaciones sobre cómo se había gestado la invasión en Estados Unidos. Muchas de esas informaciones señalaban como responsables directos del fracaso a la CIA y al Gobierno yanqui.
Mientras tanto, en la Ciudad Deportiva de La Habana, el 26 de abril, Fidel dio una muestra de democracia sin límites, al reunirse con los mercenarios capturados en Playa Girón. Hecho sin precedente hasta nuestros días, pues han sido los primeros prisioneros del mundo que, en su totalidad, tuvieron el privilegio de discutir con el jefe del gobierno que intentaron matar y derrocar.
En el diálogo con los vencidos, transmitido en vivo por la radio y la televisión cubanas, Fidel no solo hizo preguntas a los prisioneros y respondió a sus interrogantes sobre las reformas agraria y urbana, el régimen de propiedad privada, la nacionalización, la industrialización, la discriminación racial y el papel del Estado bajo la Revolución. Todo quedó esclarecido, hasta el punto que al concluir el intercambio muchos prisioneros ovacionaron a Fidel y hubo hasta quien pidió la oportunidad de defender a Cuba contra las agresiones de los Estados Unidos.
“Es de resaltar que Fidel iba casi a diario al Naval, se acercaba a los prisioneros, entre quienes había varios cientos con preparación, y los invitaba a discutir de guerra, sociedades, historia, propiedad privada; en fin, sobre cualquier tema”.
De aquellas jornadas, el comandante Manuel Quiñones Clavelo -conocido como Pedro Luis Rodríguez- jefe de la Sección de Información del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en el año 1961, atesora innumerables recuerdos: “Durante los interrogatorios un mercenario me refirió que el día 18, a las 12:15, había tenido a Fidel en la mirilla de su fusil. Le pregunté por qué no le había tirado, y me confesó: ‘No pude, porque yo no podía concebir que el Primer Ministro estuviera al frente de aquello, mientras los jefes míos estaban huyendo’. Cuando se lo conté a Fidel, este fue a hablar con él y al escucharlo confirmó: ‘A esa misma hora, yo estaba allí’”.
Aunque el pueblo, indignado ante la muerte de más de un centenar de personas y los grandes daños materiales ocasionados por la invasión, pedía la aplicación de las máximas sanciones para los invasores que habían hollado el suelo patrio bajo las órdenes de la gran potencia extranjera, Fidel invocó la generosidad de los cubanos para que nadie se dejase arrastrar por la ira y el dolor, cuando dijo:
“Hemos invertido nuestra energía y nuestro tiempo para explicar estas cosas. Y para empezar a explicarles al pueblo cómo entendemos nosotros este problema, cómo creemos nosotros que la sanción no debe ser la sanción que la inmensa mayoría del pueblo desea en este momento, cómo entendemos que la gran victoria del pueblo no debe ser empequeñecida por el exceso, o por aplicar una medida dura para todos, como la quiere el pueblo”.
Pocos días después, en la Plaza Cívica —hoy Plaza de la Revolución—, el 1ro. de Mayo, ante el pueblo enardecido que pedía la aplicación de la pena máxima para los mercenarios Fidel reiteró su llamado a la reflexión y generosidad de los cubanos:
“Los pueblos victoriosos son pueblos generosos. Y por eso nosotros planteamos que nuestro pueblo debía tener en cuenta esto, que nuestro pueblo no debía empañar ni empequeñecer su victoria con una sanción severa, masiva, contra todos”.
El trato ejemplar y ética de los revolucionarios, fue reconocido por muchos de los prisioneros en sus declaraciones. Muestra de ello es la carta personal que José Alfredo Pérez San Román, jefe de la brigada invasora, escribiera a su esposa, el 3 de mayo de 1961, que en una parte dice:
“Estoy prisionero desde el día 25 por la noche, fecha en que fui sorprendido y capturado en los montes de la Ciénaga, en compañía de otro compañero. Desde entonces he recibido en mi propia persona, el ejemplo más inmenso en la historia de la guerra sobre cortesía, caballerosidad y atenciones en el trato de prisioneros.
“Es tan grande este ejemplo y lo consigue el vencedor de una manera tan pareja y admirable a través de toda su cadena de mando, desde el máximo jefe hasta el último soldado o miliciano, sin la más mínima excepción, cualquiera que sea su educación, su unidad, sus medios de vida, que parece increíble aun para nosotros que lo estamos viviendo. ¿Imaginas que clase de disciplina y respeto al que ordena tiene que existir para que, cosa tan difícil, sea conseguida de una manera tan exacta en tropas tan enormemente numerosas, aún después que tantas vidas de sus compañeros costaron nuestras acciones? Es tan sublime este comportamiento de vencedor humilde que, aunque seamos fusilados, moriremos agradeciendo la consideración y el respeto con que nos han tratado”.
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