En América Latina, en
las dos últimas décadas, se han dado diferentes hechos históricos que marcan el
enfrentamiento de dos bloques de carácter político: de pueblos que han optado
por gobiernos progresistas para consolidad sus derechos sociales, frente a
élites burguesas que recurren al boicot económico y generar el caos social con
el objetivo de mantener su poder político; de gobiernos progresistas que
empoderan a sus pueblos de derechos y rompen con viejos dictados de explotación
y pobreza, que abogan por la fortaleza de economías nacionales y la unidad
regional basada en la cooperación y la solidaridad, frente a élites que se
inclinan por la exclusión social, la corrupción, el abuso de poder, el paramilitarismo
de Estado, la imposición capitalista de economías dependientes y consumistas,
como de entreguismo a intereses geoestratégicos imperialistas foráneos.
El imperialismo yanqui,
con gran soberbia y arbitrariedad, siempre ha puesto a funcionar toda su
maquinaria (dispositivos políticos, sociales,
ideológicos, mediáticos, militares, policiales, económicos y financieros) para
derrocar cualquier incipiente gobierno latinoamericano que actúen fuera de la “eficiencia
y decencia razonables” dictadas por el Tío Sam y lacayos imperialistas europeos,
creyendo en divinos derechos intervencionistas expuestos en la Doctrina Monroe
y el Corolario Roosevelt, por los cuales EE.UU se asiste “al ejercicio del
poder de policía internacional en casos flagrantes de tal mal crónico o
impotencia” de cualquier iniciativa progresista: en el 2002 se lleva a cabo
golpe de Estado en Venezuela y un año después el sabotaje petrolero, en el 2004
se da golpe de Estado y secuestro del primer presidente constitucional de Haití
(Jean Jean- Bertrand Aristide), en Bolivia se lleva
a cabo intentona secesionista en el 2009, en Hondura se lleva a cabo el golpe
de Estado, secuestro y expulsión de su presidente José Manuel Zelaya en el
2010, intentona de golpe de Estado y asesinato contra el presidente ecuatoriano
Rafael Correa en el 2012, se destituye en Paraguay a Fernando Lugo por medio del
impeachment en el mismo año y un mismo método se llevó a cabo contra Dilma
Rousseff en el 2016.
Hay suficientes
pruebas documentales que la asistencia a las oligarquías nacionales de estos
países y las orientaciones sobre los procedimientos a seguir han provenido
desde la jefatura del Comando Sur, el Pentágono y del Departamento de Estado del
gobierno de EE.UU.
Hoy en
día aplican el manual que combina acciones “pacíficas” de subversión ideológica
por grupúsculos financiados a través de la USAID y la NED (que se esconden en
empresas y ONG’s tapaderas), hasta la aplicación de acciones de enfrentamientos
violentos, guerra sucia, operaciones encubiertas de carácter sicológico, imposición
del terrorismo mediático; así como la infiltración y comprometimiento de la
fiscalía, el Poder Judicial y sectores militares de algunos países.
El giro
a la derecha que han tomado gobiernos latinoamericanos (Brasil con Temer, Argentina
con Macri y recientemente Chile con Piñera y Ecuador con Lenín), junto con la
complicidad de otros reaccionarios como México (Peña Nieto) y Colombia (Santos),
ponen en peligro la estabilidad latinoamericana y los acuerdos de paz adoptados
por organismos de la región.
Al imperialismo
no le interesa la paz, más bien le conviene el caos y para esconder sus
injerencias y hegemonía, se aprovecha de esa gran balbuceante prensa “libre”
capitalista (regional y europea) y de las oligarquías nacionales
latinoamericanas. Sí, son los instrumentos que nunca mostraron interés en
denunciar los famosos Escuadrones de la Muerte (creados, financiados, armados y
entrenados por EE.UU) que en épocas pasadas asolaron a Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Honduras para
acabar con los movimientos populares y las insurgencias armadas de
izquierda; que tampoco les interesó mentir y manipular sobre las acciones
violentas de la oposición en las guarimbas y culpar con falsedades al gobierno
revolucionario bolivariano; igualmente hoy día no se esfuerzan en denunciar el
paramilitarismo de Estado en Colombia, los asesinatos contra líderes sociales
en Honduras y México, ni como en este último los narco-grupos van asesinando
impunemente a los periodistas que dan jaque a sus operaciones de tráfico de
estupefacientes. Tampoco se han alarmado porque Panamá sirva de paraíso fiscal
para políticos corruptos y empresas que escapan de sus responsabilidades
fiscales o del vínculo de presidentes como el argentino Mauricio Macri o el
brasileño Michel Temer con la trama Odebrecht.
Esas irregularidades
no son las alarmas que ponen en peligro la afamada “seguridad nacional” de
EE.UU. El peligro real a los intereses hegemónicos de EE. UU es visto en el
brote de gobiernos y líderes de izquierda o progresistas que desean aplicar
políticas que refuercen derechos humanos, soberanías nacionales, unidad
regional y economías alternativas que generen conquistas de beneficio para las
mayorías sociales.
Tomando
en cuenta el constante fracaso que desde 1959 han sufrido los gobiernos de
EE.UU, en sus intentonas de derrocar a la Revolución cubana, la cual es faro y anhelo
de los pueblos de nuestra América, el imperialismo no descarta alcanzar este
objetivo por medio del aún existente genocida bloqueo económico contra el
pueblo cubano y convertir nuevamente a Latinoamérica en su “Patio Trasero” por
medio del debilitamiento de la región y las naciones de la Alianza Bolivariana
para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y del Mercado Común del Sur
(Mercosur).
A la
comparsa de esa prensa, que facilita el discurso del odio, y élites burguesas
nacionales ha estado siempre el servilismo de la OEA (Organización de Estados
Americanos), otro instrumento de colonización, que va facilitando las acciones
intervencionistas en Venezuela, para el derrocamiento del presidente electo
constitucionalmente, Nicolás Maduro, y gira la cara para no ver los golpes
sucios que hoy día se centran contra Lula da Silva y, con su prisión, evitar su
acceso a la presidencia de Brasil. Ese intencional desconocimiento hacia la
institucionalidad y el irrespeto a la voluntad popular expresa un mensaje claro, diáfano y simple:
condenan a Lula Da Silva para evitar que sea el pueblo de Brasil quien tome el
poder de su destino, para evitar que con ello Nuestra América siga unida y,
finalmente, para restaurar el poder de los magnates económicos, emporios
financieros y el imperialismo.
Por lo anterior, es
importante que todos los pueblos de Nuestra América y sus comunidades latinoamericanas
en el exterior, expresen su denuncia a la manipulación y doble rasero que se utilizan
para violar la soberanía e integridad territorial de los pueblos y región
latinoamericana, en rechazar todo tipo de agresión que conlleve a cercenar la
independencia de los pueblos, porque el único trasfondo de dichas agresiones es
que las élites económicas nacionales y foráneas desean apoderarse del poder
político y los recursos de nuestros países.
Cualquier amenaza contra
pueblos hermanos es también una amenaza contra todos.
¡No
a las sucias maniobras del poder judicial en Brasil contra Lula Da Silva!
¡Basta
de servilismo de la prensa y sectores políticos de derechas a los intereses
minoritarios elitistas o imperialistas!
¡Basta
de planes de agresión contra países latinoamericanos!
¡Total
rechazo a la guerra de bloqueo y sanciones económicas contra el pueblo
venezolano!
¡Cese
el bloqueo económico, financiero y comercial contra el pueblo de Cuba!
¡No a la injerencia
e intervencionismo imperialista!
PUEBLOS DE NUESTRA
AMÉRICA, CONTRA LAS AGRESIONES IMPERIALISTAS Y SUS SERVILES, ¡UNÍOS!
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