Foto tomada de RT Actualidad/ Reuters/Carlos García Rawling |
Por
Gustavo de la Torre Morales.
La
visita del Papa Francisco a Cuba ha sido todo un acontecimiento mundial, tanto
por ese carácter alejado de los estrictos métodos eclesiásticos y de
acercamiento popular del Pontífice, como porque se trata de Cuba. Además, esa
notoriedad se ha evidenciado no sólo por lo que ha representado para el pueblo;
sino también por la repercusión mediática que ha superado expectativas.
Como
de costumbre, desafortunadamente, no faltaron esos hilillos acusatorios contra
la Revolución cubana; incluso de publicaciones o sitios web con carácter
progresista o con una identificación ideológica de izquierda, donde obviaron
hasta cuestiones que deberían ser inexorablemente esenciales para hablar del
desarrollo histórico del proceso soberanista cubano y su relación con la
iglesia… ¡Ah! Y reitero, Iglesia, como institución que representa una
denominación, no hago referencia al credo ni a la persona que la profese.
Así
podemos leer, por ejemplo, en La
Jornada, donde en su edición digital publicaba un artículo el pasado 22 de
septiembre, en el cual citaba las palabras del Papa, en su homilía en Santiago
de Cuba: "El alma del pueblo cubano
(...) fue forjada entre dolores, penurias que no lograron apagar la fe, esa fe
que se mantuvo viva gracias a tantas abuelas que siguieron haciéndolo posible,
en lo cotidiano del hogar, la presencia viva de Dios"; así mismo, el
sitio planteaba que “el Pontífice aludía,
aunque sin mencionarlo explícitamente, al periodo en que el ateísmo fue
impuesto en la isla tras la revolución cubana de 1959, en que las autoridades
comunistas miraban mal a los creyentes y los discriminaban.”
Sin
embargo, sentenciar tajantemente lo anterior es faltar a toda la verdad.
En
el proceso de lucha por la independencia, muchos cubanos tenían creencias y
afiliación religiosa, sin ser esto un impedimento para acabar con el
colonialismo sostenido por la metrópolis española; como tampoco lo fue durante
la lucha rebelde hasta alcanzar el triunfo en enero de 1959.
Fidel
Castro, en entrevista con Frei Betto le dice: “Aunque eso no consta en datos, ni en estadísticas, porque ya te digo,
nadie hizo encuestas sobre esos problemas- con seguridad muchos de los que
participaron en el Moncada eran creyentes” (…) “Las cualidades que nosotros
requeríamos de aquellos compañeros -asaltantes al cuartel Moncada- eran, en primer lugar, el patriotismo, el
espíritu revolucionario, la seriedad, la honradez, la disposición a la lucha,
que estuvieran de acuerdo con los objetivos y los riesgos de la lucha, porque
se planteaba precisamente la lucha armada contra Batista (…) No se le
preguntaba a nadie absolutamente si tenía o no tenía una creencia religiosa,
ese problema nunca se abordó.” (1)
¿Fueron
los creyentes religiosos discriminados de las atenciones del sistema de salud,
de la educación gratuita, de la práctica del deporte, de la participación en el
barrio; o de recibir un salario de igual valor al de otro trabajador no religioso
con igual puesto laboral, de poderse afiliar sindicalmente; o de acogerse a
programas de atención social, de asistir a eventos de cultura o científicos,
entre otras cosas? ¡Seguro que no!
¿Qué
pudiera decir el padre Guillermo
Isaías Sardiñas Menéndez al respecto? Un hombre bien querido, párroco que cambio su sotana blanca
por la de verde olivo (diseñada para él por Camilo Cienfuegos),
para convertirse en Comandante del ejército rebelde, grado ganado con creces en
la Sierra Maestra.
Caridad Diego, jefa de la Oficina de Asuntos
Religiosos del Comité del Central del Partido Comunista de Cuba, al hacer uso
de la palabra en el acto de conmemoración del 40 Aniversario del fallecimiento
de Sardiñas expresó: “Llegó a convertirse
en el primer sacerdote católico que se incorporó a una guerrilla revolucionaria
en América Latina y tenía la sólida convicción de que era necesaria una
transformación radical que solamente podía realizarse a través de una
Revolución y una extraordinaria confianza en Fidel Castro para lograrla, (…)
Fue un soldado de la fe, un combatiente revolucionario y un cristiano verdadero
que defendió a los desposeídos y para servir a la Revolución no tuvo necesidad
de renunciar ni a sus principios religiosos ni a su condición de sacerdote,
(…)”. Un párroco que gozaba de toda la admiración y el respeto de Ernesto
Che Guevara y del mismo Fidel Castro.
¿Cómo puede una Revolución forzar el ateísmo, cuando
su propio líder promulgaba la creación de fe en la construcción de un mundo con
verdaderas libertades y respeto al ser humano, tan promulgado por la religión?
En discurso pronunciado en el Parque Central de Nueva York. 24 de abril de
1959, Fidel Castro expresó: “Sembremos fe y estaremos sembrando libertades; sembremos aliento y estaremos
sembrando libertades; sembremos solidaridad y estaremos sembrando libertades”.
(2)
¿Sin evadir reales errores cometidos por la distorsionada
comprensión objetiva de
la religión como fenómeno social, debido a la introducción de llamado Ateísmo Científico,
por qué no profundizar debidamente en lo que pudo fomentar el divorcio del
Estado cubano con la religión?
La élite católica en Cuba, en la época colonial, apoyó
la subyugación de todo un país, estuvo de parte de la conquista por un reino
extranjero y justificó el expolio. En la etapa neocolonial de la pseudo
república, la alta jerarquía de la iglesia también se plantó al lado de la
burguesía, de los grandes consorcios extranjeros, apoyando las diversas
dictaduras que respondían serviles a los intereses yanquis. Al triunfo de la
Revolución y durante las tres subsiguientes décadas, el papel de una parte
importante de la iglesia fue de cooperación en la actividad enemiga contra el
pueblo cubano, contra la soberanía del país. Una posición que no sólo se vivió
en Cuba, sino que marcó un curso conductual de la iglesia junto a dictaduras en
muchos otros países latinoamericanos.
Las instituciones religiosas, tanto católica como
cristianas, fueron fuentes de discursos ideológicos de las clases
reaccionarias; el lenguaje religiosos fue instrumento de manipulaciones de
ideas, de tergiversaciones y deformaciones que respondían a intereses foráneos
y de apoyo a la derrotada clase burguesa que huyó junto a Batista o buscó
amparo en la sombra del imperialismo.
El dirigente comunista Blas Roca Calderio expresó que “los marxistas no persiguen ni se proponen ‘destruir
la religión’ sino que lo que persiguen es destruir el capitalismo”. También explicó en sus escritos que “los
imperialistas, los contrarrevolucionarios y sus lacayos y aliados se esfuerzan
sobre todo para demostrar que los religiosos en general y los católicos en
particular no pueden unirse a los comunistas en la lucha por objetivos
comunes... la vida prueba precisamente lo contrario... en la lucha contra la
tiranía batistiana murieron juntos, combatiendo en la misma fila, católicos y
comunistas”. (3)
¿Hay que sancionar a la Revolución cubana, sólo porque
en sus inicios no se aceptó la incorporación de religiosas y religiosos en las
filas del Partido Comunista de Cuba? Creo que muy a pesar de ese palpable
hecho, debería analizarse que las conquistas del socialismo cubano se han
alcanzado y desarrollado gracias, también, a la participación directa de esa
masa de pueblo que guardó o mostró públicamente sus inclinaciones y
convicciones religiosas.
Amén de posibles posiciones contrarias, la Revolución
fue creando un espacio de verdadero pluralismo religioso; restando todo posible
predominio de una denominación religiosa sobre las restantes. Los esfuerzos y pasos dados
para encontrar puntos comunes con la religión han dado, poco a poco, sus
frutos. Además, es de reconocer, de igual forma, el papel jugado por el Monseñor Cesare Zacchi, quien ha
sido considerado como el “arquitecto de la pacificación entre la iglesia y el
Estado en Cuba”.
El IV Congreso del Partido comunista de Cuba (PCC), en
1991, fue otro punto para rectificar errores sectarios generados por los
iniciales enfrentamientos con la Iglesia católica, fundamentalmente; declarando
a la organización partidista como laica y no atea, permitiendo así la incorporación
de religiosos a sus filas.
En el concepto de UNIDAD promulgado por la Revolución se expone
el papel importantísimo de creyentes y no creyentes en la construcción y
desarrollo del sistema político, económico y
social socialista. Si los preceptos religiosos fomentan valores universales basados
en lo mejor del legado del pensamiento humano, no hay en ello divorcio alguno
con los objetivos de la Revolución, y así lo expone Fidel Castro en la Calusura
del V Congreso del Partido comunista de Cuba (PCC): “… para nosotros la justicia es una religión; para
nosotros la libertad, el bienestar de nuestros compatriotas es una religión, la
independencia es una religión, la patria es religión. Es decir, todo:
revolución, patria, independencia, justicia social, el socialismo, es para
nosotros como una religión". (4)
Existen cientos de militantes del PCC que también son
feligreses de alguna denominación religiosa. Dentro de la prédica laica del
Estados y el Partido y buscando el justo reconocimiento a
creyentes, en los propios Estatutos del
PCC, en su Artículo 7, se pronuncia como uno de los deberes, “el enfrentar
resueltamente los prejuicios y
conductas discriminatorias por color de la piel, género, creencias religiosas, orientación
sexual, origen territorial y otros que son contrarios a la Constitución y las leyes,
atentan contra la unidad nacional y limitan el ejercicio de los derechos de las
personas.”
Hoy en día, la realidad del país muestra que los
únicos rezagados y anquilosados en ese antaño punto de choques opuestos, son
quienes se mantienen sirviendo a los intereses imperialistas: mercenarios y
negocios que viven de la propaganda manipuladora y que llaman “noticia”.
¿Quiénes son los que han planeado ocupar iglesias o
sabotear las visitas realizadas por los Papas Juan Pablo II (1998), Benedicto XVI (2012) y Francisco? Son los mismos que le
hacen el juego al imperialismo para derrocar la Revolución y eliminar las
conquistas alcanzadas por el valor de migajas; son los mismos que en momentos muy
determinados y bajo circunstancias muy notorias, han sido acusados por los
propios líderes religiosos en Cuba; lo cual confirma que el Estado cubano no juega un
papel contra la Iglesia ni la práctica de un credo.
Por eso, es injusto que para vender una noticia se
cercene la historia con “oportunas” omisiones o alusiones a una sola parte de
la misma; dejando un vacío o idea errónea en la opinión pública.
Los recibimientos dados por el pueblo, a los tres
Pontífices que han visitado Cuba, es la muestra palpable de la gran cultura y
libertad religiosa existente en el país.
Como dijo en entrevista
de Frei Betto a Granma, que su libro “Fidel y la Religión” no era sólo un
testimonio de la vida de Fidel Castro; sino “la
historia del pueblo de Cuba, que es una historia profundamente espiritual”.
¿El principio de solidaridad internacionalista, de ayuda
a otros pueblos hermanos, no puede ser interpretado como la “visitación” a la
que nos convoca mantener el Papa Francisco?
“Nuestra
revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre projimidad,
que se hace siempre compasión que no es lástima, es padecer con para liberar; y
nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás.” Es la misma ternura que nace del carácter humanista de la
Revolución cubana y se ve reflejada con la presencia de miles de cooperantes en
otros países, en lugares hasta inhóspitos donde otros no se atreven a llegar.
Una simple visita a los libros de Frei Betto, “Fidel y
la Religión”, y de Gianni Miná, “Un encuentro con Fidel” (1987) y será
suficiente para conocer la realidad cubana y el papel del socialismo en el
desarrollo de la libertad de credos. Conocer la
historia de Cuba es saber que “la fe de los pueblos no se despierta con promesas, con
teorías, ni con retórica: la fe de los pueblos se despierta con hechos, con
realidades, con soluciones verdaderas” (5); como la invitación del Papa Francisco a “creer en lo
revolucionario de la ternura y del cariño.”
(1)
Frei
Betto, “Fidel y la Religión”, 1985
(2)
Discurso
pronunciado en el acto de masas en el Parque Central de Nueva York. 24 de abril
de 1959. El pensamiento de Fidel Castro. Selección temática, Editora Política,
t. 1, v. 2, p. 609.
(3)
Roca Blas, “Los fundamentos del socialismo en
Cuba” Ediciones Populares P.98.
(4)
Granma, Discurso de Clausura. (Suplemento) La Habana, 1997. Pág. 4.
(5)
Discurso pronunciado en la Sexta Sesión Plenaria de la
Reunión de los 21, en Buenos Aires, Argentina, 2 de mayo de 1959. El
pensamiento de Fidel Castro. Selección temática, Editora Política, t. 1, v. 2,
p. 573.
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