Caracas fue el primer viaje al exterior de Fidel después del triunfo de la Revolución |
Por Bertha mojena
Amanece en Caracas y como cada mes de enero miles de
cubanos que residen o cumplen misión internacionalista por estas tierras
se agrupan para rendir tributo al Apóstol cubano, al hombre que sin
quitarse el polvo del camino llegó un 21 de enero hasta la legendaria Plaza Bolívar y se acercó al Libertador, como un padre cuando se le acerca a un hijo.
Su arribo a Venezuela había sido unos días antes por
Puerto Cabello y llegó a la capital venezolana por el llamado Camino de
los Españoles (recorrido La Guaira-Caracas), un punto alto de la
geografía caraqueña en el que hoy se erige un monumento en su memoria y
donde se aprecia una vista magistral de la ciudad.
Durante los meses siguientes, José Martí ofreció a los hijos de este
pueblo su amistad, solidaridad y apoyo, su encendido verbo y sus
conocimientos culturales, históricos, pedagógicos, y recibió de los de
acá incontables muestras de respeto y cariño, admiración y respaldo a
sus ideales independentistas y de unidad latinoamericana.
En sus palabras y acciones, quienes lo conocieron vieron una y otra vez
renacer el espíritu de Bolívar y quedaron marcados por su sensibilidad
humana, por su entrega absoluta a la liberación de nuestros pueblos, por
su concepto de Nuestra América. Entonces ratifica ser hijo de Venezuela
y su disposición de servirle.
Pero, la historia uniría la vida de hijos ilustres de la patria cubana y
latinoamericana, para convertirlos en parte del pueblo venezolano. Más
de un siglo después del paso del Héroe Nacional cubano por estas
tierras, exactamente el 23 de enero de 1959, arriba a Venezuela el líder
revolucionario Fidel Castro, reconocido ya como figura indiscutible del
proceso de liberación de Cuba y del continente.
Era su primer viaje al exterior después del triunfo del primero de 1959
y había sido invitado a la celebración del primer aniversario de la
caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, un importante paso para la
liberación de este pueblo.
Cuenta el colega Luis Báez en su libro “Fidel por el mundo”,
que desde los primeros instantes en que se inició el viaje, se
apreciaba la ansiedad y satisfacción del líder cubano por llegar a
tierras bolivarianas, embargado por un gran sentimiento de gratitud por
la ayuda moral y material recibida desde Venezuela durante la lucha del
pueblo cubano contra el dictador Fulgencio Batista. Junto a él, viajaban
también figuras imprescindibles como Celia Sánchez, Pedro Miret y Paco
Cabrera, entre otros.
El avión arriba a Caracas poco después de la una de la tarde, justo
cuando la capital vislumbra sus mejores contrastes. Quizás por eso Fidel
dice estar experimentando un momento extraordinario, se siente
impresionado por la ciudad —entre cerros, montañas y edificios— y a su
mente vienen una y otra vez recuerdos de la Sierra Maestra. “Ah!, si La
Habana hubiera estado rodeada de esas montañas la guerra no hubiera
durado tanto tiempo”, afirma.
Desde los primeros momentos de la llegada del líder cubano a Venezuela,
se convierte en la principal noticia en todos los medios de
comunicación. Algunos diarios resaltan la emoción de recibirlo por su
esencia martiana y maceísta, y nombran la lucha que encabezó en Cuba
como “la hazaña libertadora y libertaria más asombrosa de nuestro tiempo
americano”.
A su paso por el Aeropuerto de Maiquetía, por las calles hasta llegar
al Restaurant El Pinar y posteriormente hasta la Plaza El Silencio, se
convierte en el hombre que todos quieren tocar, abrazar, mirar de cerca,
saludar y en todo momento, Fidel ignora los protocolos y comparte
anécdotas de la lucha en la Sierra Maestra ante un pueblo al que no le
importa estar horas esperando para escucharlo. Lo llaman hombre insigne
de América y tiene el alto honor de escuchar a Fabricio Ojeda cuando se
refirió a “la hora de América”, a la justicia que había llegado y al
espíritu de Revolución que estaba cabalgando sobre los suelos del
continente.
Horas después, el día 24, lo declaran Huésped de Honor del Consejo
Municipal de Caracas, le rinden homenaje en el Congreso como a un hijo
de Venezuela y allí ofrece el cuarto discurso desde su llegada, antes de
dirigirse al Aula Magna de la Ciudad Universitaria.
En el recinto universitario Fidel vuelve a confesar sentirse como en
casa, en familia, recuerda sus años de lucha estudiantil, las
manifestaciones en la Plaza Cadenas de la Universidad de La Habana. Luis
Báez lo describe como un hermoso desorden, colmado de algarabía donde
los estudiantes gritan, saltan, aplauden. Allí coloca sobre su cabeza
una boina azul obsequiada por una joven estudiante y estrecha la mano
del poeta Pablo Neruda, quien lo nombra el “genuino libertador de Cuba”.
Ese día concluye con una cena en Miraflores y una Conferencia de Prensa
improvisada, para trasladarse el 25 al Hotel Humboldt, en la cima del
Ávila, el lugar que más le impresiona por la magistral vista de la
ciudad y la cercanía de las montañas que una y otra vez le hacen añorar
la Sierra Maestra.
En la madrugada del 27 de enero de 1959, poco tiempo después de una
conversación privada con el recién electo presidente Rómulo Gallegos, el
primer ministro cubano se dispone a retornar a su Patria, contento y
muy satisfecho por la visita realizada, por la acogida del pueblo
venezolano, por las muestras de afecto y admiración hacia la Revolución
que él encabeza. Ha sido un viaje intenso, prácticamente no ha dormido,
pero quienes lo acompañan dicen que no muestra signos de cansancio.
Atrás, en Caracas, quedarán muchas anécdotas y un pueblo que lo acogió
como a un hijo, más bien, como un héroe. Algunos lo llamaron entonces el
“relámpago de la Sierra Maestra”, el “hombre insigne de América”; allí
lo ovacionaron una y otra vez, allí dijo que la historia de América se
había escrito con dolor, sudor, lágrimas y sangre, que no se podía dejar
morir el espíritu de la Revolución, del pueblo.
En tierras caraqueñas el líder cubano hizo un recuento de la lucha de
Cuba por su liberación y defendió el derecho de los cubanos a aplicar la
justicia contra los asesinos de la dictadura; dijo que el concepto de
Patria tenía un alcance mayor, porque incluía las pequeñas patrias que
integraban la gran América. Allí también llamó hermanos a los
venezolanos y se sintió impactado por las multitudes que lo aclamaban.
En la Venezuela de 1959 Fidel resaltó los conceptos de pueblo, de
democracia, hizo su aporte monetario al Comité por la liberación de
Santo Domingo y habló de la necesidad de una agencia informativa que
defendiera los pueblos del continente ante las campañas mediáticas que
tergiversaban sus realidades y daban voz a los poderosos.
Sintió una especial conmoción ante las montañas de Caracas, las que
calificó como una “garantía de libertad” y avizoró el liderazgo que el
país suramericano tendría ante los pueblos de América, con un solo
destino para todos y el pensamiento bolivariano como estandarte.
Hoy, cuando miles de cubanas y cubanos desandamos estas tierras
diariamente para aportar un poquito de mayor felicidad al pueblo de
Bolívar y Chávez, se escucha aún hablar de Martí y Fidel como si
caminaran y hablaran por estas tierras. Entonces, inevitablemente, se
mencionan aquellos días de Enero, aunque en siglos diferentes, en que
estos dos hijos de América, tomaron Caracas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario