lunes, 14 de septiembre de 2015

Migraciones y bestialidad imperialista

Tomado de Cuarto F Digital.



Prensa Cuatro F/ Modaira Rubio.
Foto: Archivo.
El paraperiodismo colombiano, apoyado por las mafias transnacionales de la comunicación, distorsiona y tergiversa el tema de la digna decisión del gobierno bolivariano de proteger nuestra frontera con Colombia y combatir y erradicar las prácticas del capitalismo paramilitar en ese espacio. Paradójicamente, por esa justa y valiente  medida en defensa de la Patria, el presidente obrero Nicolás Maduro, ha sido comparado por la ultraderecha fascista colombiana con Hitler cuando cerró la frontera con Polonia.
Los voceros y analistas de la parapolítica muestran las imágenes de los deportados y hablan de crisis humanitaria usando el término con fines amarillistas, toda vez que una crisis humanitaria obedece a una situación donde existe una amenaza generalizada al derecho a la vida, la salud o la sobrevivencia. Eso no lo hemos visto en la frontera colombiana con el Táchira, aunque sí observamos fotografías de familias colombianas que han debido regresar a su país de origen a padecer un destino incierto.
La expansión del imperialismo como sistema  inicia la migración forzosa de esclavos; consolida la figura de los refugiados al destruir naciones enteras; genera condiciones de desigualdades extremas que obligan a las personas a irse de sus países para buscar un futuro mejor; impone dictaduras y guerras que obligan a cientos de miles a abandonar sus hogares huyendo de la represión; engendra el paramilitarismo y los grupos extremistas como el Estado Islámico y las Autodefensas Colombianas, que llevan a poblaciones enteras a escapar del horror. En todo el planeta el imperialismo ha condenado a más de 15 millones de personas a ser refugiadas y desplazadas.
En Colombia el imperialismo generó un paramilitarismo de Estado que es el responsable del sufrimiento de millones de familias pobres que han debido huir de la bestialidad de  estos grupos terroristas armados que imponen donde llegan la cultura y la economía de la muerte.
Se trata en efecto de una estrategia imperial para la recolonización de nuestros pueblos que usa al paramilitarismo para la explotación de nuestros recursos y capital humano, la transferencia de plusvalía y ganancias sin pagar impuestos al Estado, a través de una tenebrosa maquinaria de guerra, saqueo, pillaje, opresión, expoliación, vandalismo. A ese monstruo se enfrenta el pueblo venezolano y nuestra gloriosa Fuerza Armada Nacional Bolivariana en la frontera.
Pero no es en la frontera entre Venezuela y Colombia donde hay una crisis humanitaria con la situación de las y los migrantes. La verdadera crisis está en el mundo “civilizado”. El reciente caso de Aylan Kurdi, un niño sirio ahogado en un naufragio de refugiados en una playa de Turquía, víctima de la agresión extranjera en su país, conmovió a la opinión pública mundial.
Las agresiones imperialistas de EE.UU y la coalición de la OTAN, en Libia, Siria, Yemen,  aumentaron la cantidad de desplazamientos humanos. La Unión Europea responde a esta real crisis humanitaria aumentando la represión contra los migrantes y los políticos de la socialdemocracia burguesa, aúpan la xenofobia, el racismo y un mal entendido nacionalismo para ganar votos con el dolor de los desplazados. Lo mismo sucede en EE.UU, especialmente con mexicanos y centroamericanos. Donald Trump es portavoz y modelo de ese guión reaccionario.
La mayoría de las y los  migrantes son nuestros aliados de clase, son el proletariado desplazado, víctimas de la guerra y la explotación capitalista. Debemos ser solidarios con ellos, así como hemos sido en Venezuela, con nuestros hermanos colombianos desplazados por más de seis décadas de guerra civil; aquí encontraron un lugar para vivir y comenzar de nuevo.
Pero ser solidarios con nuestros hermanas y hermanos colombianos, no implica que debamos permanecer inertes ante la arremetida del paramilitarismo con fines contrarrevolucionarios. ¿Hay inocentes que resultan afectados por el conflicto? eso no se pone en duda. Miles de niñas y niños colombianos son víctimas a diario de la violencia, dentro y fuera de su país, del paramilitarismo de Estado. La Revolución Bolivariana cumple con el legado de Chávez, la prioridad es defender los derechos del pueblo, a la vida, a la salud, a la educación, a la felicidad.

La indignación de un lector colombiano

“Debo darle las gracias a las agencias de noticias nacionales e internacionales -que con mucha dedicación han hecho un “magnífico” reportaje peliculesco en el que se muestran ellos mismos como inmaculados y salvadores de nuestros conciudadanos en la frontera colombo-venezolana-, por haber roto los lazos de hermandad, solidaridad, respeto y unidad de mi familia.
Esta carta abierta la hago para hacerle saber a todo el pueblo colombiano y a los medios de comunicación hegemónicos e hipócritas, que debido a los mensajes xenofóbicos, dogmáticos y sectarios de forma subliminal y también directos difundidos indiscriminadamente, sin un análisis de fondo serio y sin ética periodística, han logrado generar odios, resentimientos y muchos perjuicios al interior de mi familia.
Mi familia es bastante numerosa, parte de ellos viven en diferentes estados de la República Bolivariana de Venezuela y la otra parte vivimos en territorio definido jurídicamente como colombiano, donde vivimos con muchas dificultades y necesidades económicas, sociales y políticas. La armonía y la unidad habían sido dos principios fundamentales para mantener las buenas relaciones familiares, pero eso empezó a cambiar desde hace dos semanas cuando se dio inicio a la campaña de odio orquestada por los medios masivos de comunicación nacionales y las filiales internacionales de las grandes corporaciones de propaganda. Antes de…, las conversaciones y mensajes por WhatsApp, Facebook y llamadas telefónicas eran muy amenas: se hablaba de hacer reuniones familiares, paseos, reuniones de amigos y hasta de encuentros para lograr conocernos los que aún, por la distancia y por los avatares de la guerra, la pobreza y la desigualdad manifiesta en mi patria colombiana, no habíamos logrado conocernos. Antes de…, se publicaban chistes sanos, canciones, mensajes de reflexión, lo bueno o lo malo que había estado la jornada diaria de cada uno, etc. Pero en estos momentos pareciera que hubiésemos vuelto a la guerra civil bipartidista. Los mensajes cambiaron de tono.
Nuestro grupo de WhatsApp, donde estamos agregados la familia que reside tanto en Venezuela como en Colombia se convirtió en un campo de batalla verbal donde las frases de cariño, amor y reflexión se convirtieron en insultos, reclamos y calificativos denigrantes hacia dos pueblos hermanos. Como es lógico, tantas frases cargadas de odio hacia el hermano pueblo venezolano causó heridas e indignación en la parte de la familia que reside allá y que se sienten tan colombianos como venezolanos pero que no lograron contener su malestar y respondieron con textos, mensajes y notas de voz cargadas de profundo resentimiento familiar, al punto de llegar a discutir sobre quiénes eran más inteligentes de la familia, quiénes sí estudiaron y quiénes no, quiénes eran uribistas, santistas, chavistas, maduristas, etc. Y la pregunta es ¿por qué llegamos hasta ese punto? La respuesta la tienen los medios de comunicación que son los que sembraron esa semilla de odio en nuestra familia y en millones de familias colombianas.
Gracias RCN, Caracol, Blu Radio, La FM y de más medios mezquinos de comunicación, por acabar la unidad y la armonía de nuestra familia. Yo siempre he dicho que cuando la idiotez periodística se vuelve contagiosa genera una especie de epidemia llamada estupidez, algo parecido al retraso mental. Falta ver cuántos más se siguen contagiando y cuántas familias más se siguen dividiendo.
Atentamente,
Un colombiano afectado por la campaña de odio de los medios de comunicación en Colombia”.
Fuente: Agencia Prensa Rural

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