Prensa Cuatro F/ Modaira
Rubio.
Foto: Archivo.
El
paraperiodismo colombiano, apoyado por las mafias transnacionales de la
comunicación, distorsiona y tergiversa el tema de la digna decisión del
gobierno bolivariano de proteger nuestra frontera con Colombia y combatir y
erradicar las prácticas del capitalismo paramilitar en ese espacio.
Paradójicamente, por esa justa y valiente medida en defensa de la Patria,
el presidente obrero Nicolás Maduro, ha sido comparado por la ultraderecha
fascista colombiana con Hitler cuando cerró la frontera con Polonia.
Los
voceros y analistas de la parapolítica muestran las imágenes de los deportados
y hablan de crisis humanitaria usando el término con fines amarillistas, toda
vez que una crisis humanitaria obedece a una situación donde existe una amenaza
generalizada al derecho a la vida, la salud o la sobrevivencia. Eso no lo hemos
visto en la frontera colombiana con el Táchira, aunque sí observamos
fotografías de familias colombianas que han debido regresar a su país de origen
a padecer un destino incierto.
La
expansión del imperialismo como sistema inicia la migración forzosa de esclavos;
consolida la figura de los refugiados al destruir naciones enteras; genera
condiciones de desigualdades extremas que obligan a las personas a irse de sus
países para buscar un futuro mejor; impone dictaduras y guerras que obligan a
cientos de miles a abandonar sus hogares huyendo de la represión; engendra el
paramilitarismo y los grupos extremistas como el Estado Islámico y las
Autodefensas Colombianas, que llevan a poblaciones enteras a escapar del
horror. En todo el planeta el imperialismo ha condenado a más de 15 millones de
personas a ser refugiadas y desplazadas.
En
Colombia el imperialismo generó un paramilitarismo de Estado que es el
responsable del sufrimiento de millones de familias pobres que han debido huir
de la bestialidad de estos grupos terroristas armados que imponen donde
llegan la cultura y la economía de la muerte.
Se
trata en efecto de una estrategia imperial para la recolonización de nuestros
pueblos que usa al paramilitarismo para la explotación de nuestros recursos y
capital humano, la transferencia de plusvalía y ganancias sin pagar impuestos
al Estado, a través de una tenebrosa maquinaria de guerra, saqueo, pillaje,
opresión, expoliación, vandalismo. A ese monstruo se enfrenta el pueblo
venezolano y nuestra gloriosa Fuerza Armada Nacional Bolivariana en la
frontera.
Pero
no es en la frontera entre Venezuela y Colombia donde hay una crisis
humanitaria con la situación de las y los migrantes. La verdadera crisis está
en el mundo
“civilizado”. El reciente caso de Aylan Kurdi, un niño sirio
ahogado en un naufragio de refugiados en una playa de Turquía, víctima de la
agresión extranjera en su país, conmovió a la opinión pública mundial.
Las
agresiones imperialistas de EE.UU y la coalición de la OTAN, en Libia, Siria,
Yemen, aumentaron la cantidad de desplazamientos humanos. La Unión
Europea responde a esta real crisis humanitaria aumentando la represión contra
los migrantes y los políticos de la socialdemocracia burguesa, aúpan la
xenofobia, el racismo y un mal entendido nacionalismo para ganar votos con el
dolor de los desplazados. Lo mismo sucede en EE.UU, especialmente con mexicanos
y centroamericanos. Donald Trump es portavoz y modelo de ese guión
reaccionario.
La
mayoría de las y los migrantes son nuestros aliados de clase, son el
proletariado desplazado, víctimas de la guerra y la explotación capitalista.
Debemos ser solidarios con ellos, así como hemos sido en Venezuela, con
nuestros hermanos colombianos desplazados por más de seis décadas de guerra
civil; aquí encontraron un lugar para vivir y comenzar de nuevo.
Pero
ser solidarios con nuestros hermanas y hermanos colombianos, no implica que
debamos permanecer inertes ante la arremetida del paramilitarismo con fines
contrarrevolucionarios. ¿Hay inocentes que resultan afectados por el conflicto?
eso no se pone en duda. Miles de niñas y niños colombianos son víctimas a
diario de la violencia, dentro y fuera de su país, del paramilitarismo de
Estado. La Revolución Bolivariana cumple con el legado de Chávez, la prioridad
es defender los derechos del pueblo, a la vida, a la salud, a la educación, a
la felicidad.
La indignación de un lector colombiano
“Debo
darle las gracias a las agencias de noticias nacionales e internacionales -que
con mucha dedicación han hecho un “magnífico” reportaje peliculesco en el que
se muestran ellos mismos como inmaculados y salvadores de nuestros
conciudadanos en la frontera colombo-venezolana-, por haber roto los lazos de
hermandad, solidaridad, respeto y unidad de mi familia.
Esta
carta abierta la hago para hacerle saber a todo el pueblo colombiano y a los
medios de comunicación hegemónicos e hipócritas, que debido a los mensajes
xenofóbicos, dogmáticos y sectarios de forma subliminal y también directos
difundidos indiscriminadamente, sin un análisis de fondo serio y sin ética
periodística, han logrado generar odios, resentimientos y muchos perjuicios al
interior de mi familia.
Mi
familia es bastante numerosa, parte de ellos viven en diferentes estados de la
República Bolivariana de Venezuela y la otra parte vivimos en territorio
definido jurídicamente como colombiano, donde vivimos con muchas dificultades y
necesidades económicas, sociales y políticas. La armonía y la unidad habían
sido dos principios fundamentales para mantener las buenas relaciones
familiares, pero eso empezó a cambiar desde hace dos semanas cuando se dio
inicio a la campaña de odio orquestada por los medios masivos de comunicación
nacionales y las filiales internacionales de las grandes corporaciones de
propaganda. Antes de…, las conversaciones y mensajes por WhatsApp, Facebook y
llamadas telefónicas eran muy amenas: se hablaba de hacer reuniones familiares,
paseos, reuniones de amigos y hasta de encuentros para lograr conocernos los
que aún, por la distancia y por los avatares de la guerra, la pobreza y la
desigualdad manifiesta en mi patria colombiana, no habíamos logrado conocernos.
Antes de…, se publicaban chistes sanos, canciones, mensajes de reflexión, lo
bueno o lo malo que había estado la jornada diaria de cada uno, etc. Pero en
estos momentos pareciera que hubiésemos vuelto a la guerra civil bipartidista.
Los mensajes cambiaron de tono.
Nuestro
grupo de WhatsApp, donde estamos agregados la familia que reside tanto en
Venezuela como en Colombia se convirtió en un campo de batalla verbal donde las
frases de cariño, amor y reflexión se convirtieron en insultos, reclamos y
calificativos denigrantes hacia dos pueblos hermanos. Como es lógico, tantas
frases cargadas de odio hacia el hermano pueblo venezolano causó heridas e
indignación en la parte de la familia que reside allá y que se sienten tan
colombianos como venezolanos pero que no lograron contener su malestar y
respondieron con textos, mensajes y notas de voz cargadas de profundo
resentimiento familiar, al punto de llegar a discutir sobre quiénes eran más
inteligentes de la familia, quiénes sí estudiaron y quiénes no, quiénes eran
uribistas, santistas, chavistas, maduristas, etc. Y la pregunta es ¿por qué
llegamos hasta ese punto? La respuesta la tienen los medios de comunicación que
son los que sembraron esa semilla de odio en nuestra familia y en millones de
familias colombianas.
Gracias
RCN, Caracol, Blu Radio, La FM y de más medios mezquinos de comunicación, por
acabar la unidad y la armonía de nuestra familia. Yo siempre he dicho que
cuando la idiotez periodística se vuelve contagiosa genera una especie de
epidemia llamada estupidez, algo parecido al retraso mental. Falta ver cuántos
más se siguen contagiando y cuántas familias más se siguen dividiendo.
Atentamente,
Un
colombiano afectado por la campaña de odio de los medios de comunicación en
Colombia”.
Fuente:
Agencia Prensa Rural
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